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Paz y Ciencia

domingo, 24 de enero de 2016

Picosis Ordinaria: Trastorno Bipolar


Algunos comentarios sobre el Trastorno Bipolar 

YaEzequiel Bernal Méndez.


Overtura:


¿Hasta dónde Ernest Heminway, V.Van- Gogh, P.I. Tchaicovsky y el mismísimo Franz Shubert habrían sobrevido a la psicologización del cuadro clínico denominado “bipolar”?
Parto desde esta pregunta e incitación a la opinión, invitación realizada por dos exalumnas de la asignatura de psicopatología, materia que dicho sea de paso, amo profundamente en mi labor como docente y analista.
La vida de los personajes, ilustres cada uno en su campo y enunciados al principio han sido un ejemplo fructífero para la ilustración del cuadro clínico denominado trastorno bipolar. En mi opinión, sostenida como psicoanalista, la ética inherente me lleva a formular una serie de preguntas, más allá de la respuesta pronta. Es entonces preciso enunciar en un vacío; sin embargo, expresar ciertas ideas en torno a los síntomas se antoja una labor interesante que me llevó a plantear cierta demora para mis estimadas interlocutoras.

II

El síntoma psíquico, revisado desde Freud, nos invita a la consideración de una forma de defensa siempre fallida ante los embates de la vida, esfuerzo puesto en acto que manifiesta la expresión de conflicto no resuelto en lo más profundo del ser y que tiende a repetirse, volverse crónico y discapacitante en la medida en que no se apalabra.
¿Cuál es la “naturaleza” de los síntomas del trastorno bipolar?
Si los síntomas del trastono bipolar sorprenden dentro de la exploración clínica es por su manifestación extrema y aparentemente contrapuesta: polos psíquicos que van de la profunda melancolía y viajan en el tiempo hasta llegar a la manía y la euforia exacerbada, de lo hipo a lo hiper, quizá como una metáfora sensible a la más pura usanza de la obra pictórica de Dalí.
Existe un sufrimiento peculiarmente interesante en el caso de estos pacientes.
Si nos cuestionamos por la estructura clínica en donde se pudiera ubicar el trastorno, lo más sencillo es pensar en una neurosis grave. Allí en esa consideración, la psicología ha abordado el tema de una manera multidisciplinaria: sabiendo que estos pacientes requieren además de la psicoterapia constante, el empleo de psicofármacos como coadyuvantes en la atención fisiológica (síntomas depresivos, altos niveles de ansiedad, trastornos del sueño y la sexualidad, fuga de ideas, etc) aunque las propiedades discapacitantes del cuadro muestran una constante lucha con la muerte.
La aseveración anterior podría resultar extrema, pero he de comentar que los comportamientos manifestados en estos pacientes siempre supone un riesgo vital importante. Por ejemplo, sobre la ingesta alimentaria grandes períodos de restricción de alimentos. A nivel de sistema nervioso central, las afectaciones sobre el tiempo de descanso y sueño en los estados de euforia sitúan al paciente en el lindero de las alucinaciones, ilusiones perceptuales y delirio; además el salir de una fase melancólica y al aumentar la energía vital en el paciente puede concretar lo que en un primer momento era la ideación suicida.
Con los elementos anteriores, describir el cuadro como una neurosis resulta insuficiente. Sin embargo, los cánones de la clínica psicológica no permiten ubicar en la estructura psicótica a estos pacientes: no existe una sustitución tácita de la realidad a pesar de la presencia de delirio y agitación en la euforia o disforia.
¿Se trata entonces de un cuadro clínico neurótico o psicótico?

III.

El psicoanálisis, desde Freud y pasando por Lacan, ha permitido ubicar históricamente una organización psíquica del sujeto bajo la cual sabemos de la existencia de posturas psíquicas -casi filosóficas- en el sujeto respecto de su relación con la realidad, dichas estructuras son la neurosis, la psicosis y la perversión. En estas estructuras clínicas podemos englobar y particularizar los distintos momentos y niveles de las manifestaciones sintomáticas de los pacientes, empero, recordar la enseñanza freudiana nos lleva a los clínicos a siempre pensar y repensar el caso por caso y sus particularidades subjetivas entendiendo que no hay pureza en la expresión de la patología mental.
De la misma forma y para efectos de estos comentarios, creo que resulta medular repensar el trastorno bipolar como la manifestación de la no- pureza en la estructura clínica del sujeto: ni de aquí ni de allá, versa el adagio coloquial, ni neurosis pura, pero tampoco una psicosis. Las más recientes investigaciones y elaboraciones teóricas en la psicosis, desde el punto de vista de la clínica psicoanalítica, permiten ubicar cuadros clínicos (como el denominado borderline, muchos de los cuadros descritos en el DSM –IV- tr como “atípicos” o de difícil diagnóstico) en una sub-estructura interesante, denominada PSICOSIS ORDINARIA y que alude a aquellos individuos neuróticos con rasgos y momentos psicóticos pero que se han adaptado a la realidad de manera funcional.
Se podrá criticar esta postura en desarrollo, sin embargo, la funcionalidad social de los casos permiten sostener este desarrollo y al ser repensado, en esta situación particular, el trastorno bipolar como un cuadro de psicosis ordinaria, me parece que la escucha y las intervenciones del clínico podrán bordear y “hacer- con” el síntoma del paciente un esfuerzo bajo el que la dirección de la cura permita de constante domar la pulsión de muerte, la orientación hacia la destrucción psíquica del propio sujeto y apuntalar los criterios de rehabilitación bajo las modalidades del acompañamiento terapéutico, el psicoanálisis del paciente con el fin de apalabrar el curso de la enfermedad y hacer valer un efecto distinto del apoyo farmacológico ofrecido por la psiquiatría.

Concluyendo:


Se comprueba con cada paciente el hecho de la transferencia y la importancia de ubicar un discurso dentro de una estructura clínica. No es posible ni ética ni clínicamente sostener la escucha del discurso de un paciente psicótico ubicándole en la neurosis. No es posible tampoco escuchar el discurso psicótico e interpretarle como tal, en un caso de neurosis o perversión. Tan sencillo como el abandono del tratamiento por parte del paciente o bien, la falta de apego y toda una gama de complicaciones en la atención clínica
El trastorno bipolar confronta al clínico, sea de orientación psicólógica, psicoanalítica o psiquiátrica, con la no- pureza de la estructura mental del sujeto. Además, invita siempre a la consideración de la necesidad de una escucha subjetiva y que revalore las capacidades y manifestaciones de cada síntoma, de cada discurso con el fin de ofrecer mejores alternativas y calidad de vida en los pacientes.
El paciente bipolar brinda la oportunidad de indagar en cada situación, en cada ciclo del estado afectivo, la naturaleza del deseo y los recovecos de la pulsión. No se trata de pacientes difíciles, sino de las dificultades de los clínicos en la atención de este importante e interesante padecimiento.

Agradezco el interés mostrado en las palabras que pude expresar aquí, disculpando la posible falta de formalidad y desarrollo extenso de las ideas. Hasta pronto y un gran abrazo.
Ezequiel Bernal Méndez de Velázquez.

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