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Paz y Ciencia

viernes, 27 de mayo de 2011

Patología del espíritu del tiempo y de las neurosis colectivas

Cada época tiene sus oportunidades y sus miserias, y ambas cosas se presentan a la valoración por parte de las sucesivas generaciones de manera distinta a como fue en realidad. Siempre es más fácil hablar a toro pasado... En la época a la que uno pertenece, las miserias abruman más de lo que ayudan las oportunidades. Esto ocurre también hoy, en este nuevo siglo. Muchos peligros globales se están cerniendo sobre nosotros de manera amenazadora: la posibilidad de un futuro digno del hombre para todos los pueblos parece cada vez más reducida.
Entre las preocupaciones históricas y ciertas tendencias patológicas (las "neurosis colectivas") existen sin duda importantes relaciones, que en "su tiempo", a mediados del siglo XX, Frankl describió con gran lucidez. Sus advertencias contra posturas existenciales provisionales ("Ahora disfrutaré al máximo de la vida, y después de mí, el diluvio"), posturas existenciales fatalistas ("De todos modos, esto no depende de mí), pensamientos colectivistas generalizadores ("¡Esos extranjeros imbéciles!") y posturas fanáticas ("¡Al enemigo ni agua!") en amplias capas de la población, apenas si han perdido fuerza en nuestros días. De ahí que el "remedio" científico Frankl llamó por su nombre se nos antoje más actual que nunca. Para plantar cara al materialismo y al nihilismo -también en su forma psicológica y sociológica- donde quiera que se escondan, hay que apelar a una gran fe en el sentido, más concretamente, a una fe inquebrantable en nosotros mismos, en nuestro prójimo, en nuestro mundo, en un Dios bondadoso. Ésta es la única prevención eficiente de la crisis colectiva que nos invade. En esto, Viktor E. Frankl se muestra de acuerdo con Albert Einstein, quien proclamó en cierta ocasión, con motivo del Seminario de Teología de Princeton: "El pensamiento por sí solo no puede revelarnos el sentido de los fines más elevados y fundamentales". No, el pensamiento no entiende lo que le es propio y más importante, pues tiene "puntos ciegos", algo que nuestra sociedad industrial técnicamente avanzada hace tiempo que ya experimenta claramente. La fe percibe más cosas de las que la razón puede saber.
En suma, pues, esta lista de los cinco ámbitos de aplicación nos muestra que la Logoterapia es una traspasafronteras. Se mueve entre la medicina y la filosofía, la psicoterapia y la religión. Esto, que la convierte en blanco fácil por parte de dos agentes sobre todo -los empíricos empedernidos y los dogmáticos de mente estrecha-, la hace al mismo tiempo sumamente amable: en ella el ser humano se reencuentra a sí mismo.
Pues ahora los humanos estamos en casa "tanto aquí como allá".

Elisabeth Lukas

Elisabeth LUKAS


Logoterapia. La búsqueda de sentido.

Barcelona: Paidós. 2003.

Mucha gente sufre simplemente por el hecho de vivir o porque su existencia ya no es lo que era. Quien tiene problemas sexuales, no sólo ha perdido la espontaneidad, sino también la capacidad para saber qué es esencial y qué no lo es en su cotidianidad. Quien se extravía en los callejones sin salida de las neurosis o busca una solución en el alcohol o las drogas, ha perdido, sin duda, el rumbo que daba sentido a su vida. Por eso, si se busca consejo y ayuda, el pensamiento de Viktor E. Frankl siempre será útil y beneficioso.

Basándose en las teorías de este gran terapeuta, la autora explica que aquello que, a lo largo de la humanidad, han dicho los grandes artistas o pensadores también puede adaptarse al marco de la práctica terapéutica. Según Frankl y la logoterapia, hay que superar la "psicología sin espíritu", enfrentarse a las limitaciones racionalistas de la imagen que la psicoterapia convencional da del hombre moderno, volver a valorar al individuo como personalidad moral y espiritual y, simultáneamente, someter el sufrimiento humano a la fuerza de lo espiritual, al "obstinado poder del espíritu".

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