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Paz y Ciencia

jueves, 5 de mayo de 2011

El DSM

Publicado en la Revista Topía, Año XX, No. 59, agosto/octubre 2010, pp. 25-27.


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EL DSM: LA BIBLIA DEL TOTALITARISMO

LOS ORÍGENES DEL DSM-IV

La medicalización de la infancia es un proceso contemporáneo. Actualmente en España, donde no se elaboran muchas estadísticas ni muy fiables, se calcula que un 20 % de la población infantil podría estar siendo medicada con metilfenidato, antidepresivos, anti psicóticos, antiepilépticos y otras drogas similares como consecuencia de diagnósticos fundamentados en el DSM-IV. Sin contar con que la OMS, paradójicamente, advierte permanentemente a las autoridades sanitarias españolas acerca del exceso de consumo de antibióticos y antihistamínicos. Millones de niños "hiperactivos" de generaciones anteriores sanos, pero que dábamos más trabajo a los adultos por nuestra curiosidad, nuestro interés y la intensidad de nuestra actividad, nos hemos salvado de ser diagnosticados y drogados porque el DSM no apareció, afortunadamente hasta 1952.

Según denuncia el British Medical Journal, todos los procesos normales de la vida, nacimiento, envejecimiento, sexualidad, tristeza, infelicidad y muerte, están siendo sometidos a permanente medicación.

Este fenómeno ha sido designado como disease mongering, es decir "promoción de enfermedades". El cansancio, el mal humor, la desgana, la falta de concentración, la timidez, la inapetencia sexual, la impaciencia, las dificultades para relacionarse con la gente, internet, las consolas, la playstation, pueden recibir una descripción terminológica médica y ser diagnosticadas como enfermedades para las cuales existe el correspondiente fármaco.

La complejidad de establecer el límite entre lo normal y lo anormal utilizando el DSM se ha hecho cada vez más difícil y se presta cada vez más a una arbitrariedad diagnóstica peligrosa. Los americanos han declarado "trastorno" la adicción a la computadora, al chat, a la cirugía estética, sin ponerse límites en diagnosticar comportamientos, porque se ha constituido en un negocio muy lucrativo del cual forman parte importante los seguros médicos. El mantenimiento y la proliferación de criterios ya no es obra de consagrados y reconocidos especialistas, sino de los grupos de poder económico, propietarios de las multinacionales farmacéuticas, que exigen diagnósticos, la indicación de sus fármacos y ofrecen cursos de capacitación para que cualquiera pueda llevarlos a cabo.

DSM son las siglas inglesas con las que se conoce al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales aprobado por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría, publicado en 1952 y denominado DSM-I. Fue reemplazado por el DSM-II en 1968, por el DSM-III en 1980, por el DSM-III-R en 1983 y por el DSM-IV en 1994. La edición castellana es de 1995. En el 2000 se hizo una revisión: el DSM-IV TR. En Estados Unidos ya está en proceso de pre-publicación el DSM-V.

El intento de clasificar las enfermedades tiene una larga historia que se inició con los griegos y posiblemente antes aún. El antecedente del DSM podemos situarlo en la decisión de obtener datos de tipo estadístico en relación a las enfermedades mentales en la confección del censo de 1880 de los EEUU. En el año 1893 se reunió en Chicago el Congreso del Instituto Internacional de Estadística y aprobó la Primera Clasificación Internacional de Enfermedades y Causas de Defunción, basada en una lista de enfermedades preparada por Jacques Bertillon; la que posteriormente se llamaría la CIE-1. La Conferencia de Chicago recomendó que se revisara la clasificación cada 10 años, para mantenerla actualizada. Esta clasificación se fue reproduciendo, con modificaciones introducidas en las revisiones decenales, hasta 1948. A partir de ese año la Comisión Provisoria de la Organización Mundial de Salud (OMS) se hizo cargo de la publicación de la CIE-6 y ediciones posteriores. El cambio sustancial en la organización interna de la clasificación, se produjo, en lo que a nuestro interés respecta, al serle incorporado un capítulo dedicado a los trastornos mentales. A partir de 1955 la OMS produjo las CIE-7, 8 y 9. Estas no introdujeron modificaciones importantes en la estructura básica, aunque a la CIE-9 se le agregó un glosario de términos empleados en el capítulo sobre los trastornos mentales, lo cual contribuyó a su mayor uniformización. En 1992 se publicó la CIE 10 actualmente vigente. No se aprecian en la CIE criterios muy distintos a los que propone el DSM-IV, en cuyas ediciones, al lado de su propia numeración diagnóstica, incluye la del CIE 10.

A mediados del siglo XX la American Psychiatric Association y la New York Academy of Medicine trabajaban en la elaboración de una nomenclatura común, que pudiera ser aceptada por los profesionales

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sanitarios de todo el país y que incluyera a los considerados pacientes con enfermedades psiquiátricas y neurológicas, El resultado de ese trabajo fue la redacción del texto del denominado DSM-I publicado en 1952 y vigente hasta 1968, año en que se establece una nueva edición que desarrolla nuevas categorías diagnósticas, y que se va a denominar DSM-II. Estas dos primeras versiones reflejaron, muy claramente, la influencia que ejercía en aquella época Adolf Meyer en la psiquiatría americana y también su perseverante intento de producir un compromiso entre los psicoanalistas freudianos y las concepciones psico-biologistas que comenzaban a cobrar fuerza y preeminencia. En 1980 se publica una nueva versión que va a reflejar ya la pérdida total de influencia de los psicoanalistas en su elaboración y el progresivo auge de las neurociencias. El DSM-III constituyó una ruptura tan frontal y provocó reacciones adversas de tal magnitud que condujeron, en 1983, a la publicación de una revisión que recibió la denominación DSM-III-R (Revisada). La revisión no modificó sustancialmente los criterios adoptados. La versión actualmente en uso en lengua castellana es de 1995, traducción del DSM-IV publicada en 1994, que mantiene ésa orientación comprometida con las terapias cognitivo conductuales y las neurociencias.

EL DSM, manual del totalitarismo

Autodenominándose el DSM Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, y no existiendo una definición precisa de este concepto, los autores establecieron la siguiente: “Un trastorno mental es un síndrome o un patrón comportamental-psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad o a un riesgo significativamente aumentado de morir, sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad”. Paradójicamente es la aplicación del DSM la que está actualmente poniendo en riesgo la libertad del sujeto y su derecho al malestar. Por ejemplo su derecho a deprimirse como parte del proceso para elaborar una pérdida o a distraerse y no prestar atención en el colegio cuando se siente afectado por una situación conflictiva que lo que requiere es resolución y no medicación.

Al definir el trastorno mental como un síndrome comportamental, el DSM se constituye en un manual de diagnósticos y tratamientos de orientación cognitivos conductuales y medicamentosos, y ese es el resultado de su aplicación, el cual ha conducido a que en los Estados Unidos actualmente seis millones de niños estén medicados con metilfenidato (Ritalina, Concerta). El DSM-IV ha dejado de ser estrictamente el manual estadístico y diagnóstico inicial para constituirse en el manual de psiquiatría generalizado, no sólo para uso de psiquiatras sino de médicos generalistas y de familia, personal sanitario en general, psicólogos y pedagogos. La sociedad neoliberal globalizada necesita evaluarnos y cuantificarnos en nuestros actos, nuestras conductas, nuestros discursos, nuestros pensamientos y padecimientos, infiltrando una ideología totalitaria en nuestras sociedades democráticas.

Para ello nada mejor que aprovechar las nomenclaturas clasificatorias del DSM e irlas ampliando continuamente para responder al surgimiento continuo de fenómenos que aún no estén contemplados en las mismas. El objetivo del DSM de abarcar todo fenómeno es explícito y así lo establece en la presentación en la que especifica que: “Es imposible que la nomenclatura diagnóstica abarque cualquier situación posible. Por este motivo, cada clase de diagnóstico cuenta por lo menos con una categoría no especificada y algunas clases en particular incluyen varias categorías no especificadas”. Supongo que con el muy probable objetivo de que ninguna conducta humana, que pudiera resultar molesta al establishment, escape a la posibilidad de ser diagnosticada, tratada y medicada.

Este abordaje permite a la “falsa ciencia” prescindir de toda singularidad y borrar toda la subjetividad del individuo sometiéndolo a un cuestionario “para todos”, en el que debe hacer cruces en casilleros, para luego pretender definir la generalización de su padecimiento indicando por ejemplo: siempre, frecuentemente, a veces, nunca. Cuestionario para cuya lectura no se requiere de sujeto alguno, ya que la puede efectuar el propio programa del ordenador. El sujeto es transformado así en objeto para ser diagnosticado, e incluso medicado, por otro objeto: el ordenador. El objetivo de la “falsa ciencia” al servicio del poder es la eliminación de la subjetividad. El sujeto es transformado en objeto destinado a ser diagnosticado, clasificado y medicado por otro objeto.

El DSM-I que en 1968 contenía la descripción de 119 conductas diagnosticables como patológicas las ha ampliado en la edición del DSM-IV a 886 e incluye, entre ellas, algunos comportamientos tan generales que cualquiera puede ser encuadrado en sus diagnósticos y ser en consecuencia medicado, incluso de por vida. Es

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el caso de la prescripción de Prozac (Fluoxetina, Floxet, Foxetin, Luserpal, Mitilase, Neupax, Sostac) y Rubifen (Ritalina, Concerta). Tal es lo que actualmente ocurre con diagnósticos tales como TDAH o depresión, entre muchos otros. Para ello no se requieren pruebas médicas “objetivas” de ninguna naturaleza. A pesar de lo cual miles de millones de dólares en drogas psiquiátricas son recetadas cada año, para “tratar” manifestaciones como éstas que incluyen conductas que los psiquiatras de la American Psychiatric Association, votan para incluirlos en el DSM.

Ello a pesar de que en una declaración de setiembre de 2003 la propia American Psychiatric Association reconoció que: “La ciencia del cerebro no ha avanzado al nivel en que los científicos o clínicos puedan señalar ya las lesiones patológicas o las anormalidades genéticas que en si mismas sirvan como biomarcadores confiables de una enfermedad mental dada”. La inexistencia de biomarcadores debería conducir a la científica conclusión de que esos síntomas no tienen causas biológicas o somáticas.

EL DSM, un manual anticientífico, pagado por la industria farmacéutica.

La investigadora Nancy Coover Andreasen, en un libro editado por Oxford University Press, hace notar la amplia utilización actual, en la medicina, de las técnicas de imágenes tales como resonancia magnética nuclear, tomografía axial computarizada (TAC) y tomografía por emisión de positrones (SPEC). Y señala que, a pesar de la publicidad mediática, en la literatura médica profesional, el valor potencial de la información por imágenes para detectar auténticas lesiones cerebrales, es dudoso. Afirma que en ciencia neurológica un biomarcador puede ser la fisiopatología, la histopatología o la presencia de microorganismos patógenos en el sistema nervioso. Finalmente reconoce que no se ha podido demostrar ninguno de estos biomarcadores en los principales trastornos del manual DSM. Este cuestionamiento al valor científico del DSM ha sido emitido por la más prestigiosa neuróloga, Presidenta de la Academia Nacional de las Ciencias (USA), Medalla Nacional de las Ciencias (USA) y Jefa de Redacción del American Journal of Psychiatry.

Pero los intereses económicos y la corrupción tienen totalmente invadido el campo. Un estudio publicado en abril de 2006 en Psychotherapy and Psychosomatics reveló la relación entre los laboratorios y el DSM. Lisa Cosgrove, psicóloga de la Universidad de Massachussets, y Sheldon Krimsky, profesor en la Universidad Tufts, realizaron un estudio publicado bajo el título de Nexos Financieros entre los Miembros del Panel del DSM-IV y la Industria Farmacéutica. El estudio reveló que más de la mitad de los 170 miembros del panel de responsables del DSM tenían nexos financieros ocultos con los laboratorios. Y más alarmante aún, que el 100 por ciento de los “expertos” del panel sobre trastornos de la personalidad del DSM tenían vínculos económicos-financieros con la industria farmacéutica.

Según ese estudio los “trastornos de la personalidad”, entre los cuales incluyen la “depresión”, el trastorno “bipolar” y la “esquizofrenia” son tratados con un volumen tal de fármacos que, sólo en los EEUU en 2004, las ventas de antidepresivos ascendieron a más de 20 mil millones de dólares y las de neurolépticos a más de 14 mil millones de dólares . Asimismo el estudio denunció que en 2003 la industria farmacéutica le pagó a la revista de la American Psychiatric Association 7,5 millones de dólares en concepto de publicidad, y que esa cantidad fue incrementada en un 22% hasta llegar a la suma de 9,1 millones de dólares en 2004.

“Neuropatólogos, neurofisiólogos y radiólogos coordinarán su trabajo para mejorar el diagnóstico y tratamiento de los enfermos mentales en la Unidad de Psicopatología Neurofisiológica del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia, siguiendo el modelo del Hospital de Toronto en Canadá. La unidad contará con técnicas instrumentales que facilitarán el control de alteraciones asociadas a la enfermedad mental, como la

afectividad, la atención o la memoria, que permiten un diagnóstico más preciso, orientar mejor el tratamiento y predecir qué fármacos serán más eficaces para cada paciente. El codirector de la Unidad, el psiquiatra Pepe Salazar, anticipó que es posible que en un par de años se pueda ampliar esta unidad para tratamientos infantiles. En la nueva unidad del sueño se tratarán, entre otras, patologías, el síndrome de piernas inquietas, el de apnea obstructiva, el sonambulismo, y el insomnio, además de otros trastornos pasajeros como el jet-lag que se sufre después de un largo viaje en avión o los problemas provocados por estilos de vida que repercuten en el sueño, como son cambios de turno en el trabajo". (ABC 11.09.08)

En 1880 se consideraban ocho categorías diagnósticas de los ya denominados "trastornos mentales". En el primer DSM publicado en 1952 se establecen 106 categorías diagnósticas, en el DSM-II (1968) pasan a ser

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182, en el DSM-III (1980) a 265 y en el DSM-IV (1994) a 297. Aunque en los lenguajes médico, profano y mediático, se haga referencia a estas categorías como "enfermedades psiquiátricas o mentales", los redactores del DSM han tenido la inteligente y sutil precaución de mantenerse en la menos comprometida denominación de "trastornos mentales".

EL DSM, un ataque a la subjetividad

Autodenominándose el DSM Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, y no existiendo definición precisa de este concepto, sus autores establecieron la siguiente: "Un trastorno mental es un síndrome o un patrón comportamental-psicológico de significación clínica que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad o a un riesgo significativamente aumentado de morir, sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad". Pero paradójicamente es la aplicación del DSM la que está actualmente poniendo en riesgo la libertad del sujeto y su derecho al malestar. Por ejemplo su derecho a deprimirse como parte del proceso normal para elaborar una pérdida o a distraerse y no prestar atención en el colegio cuando se siente afectado por una situación conflictiva que lo que requiere es escucha, desciframiento y resolución y no medicación.

Anna Bielsa, presidenta de la Societat Catalana de Psiquiatría Infantil envió una airada respuesta a la entrevista que me hiciera La Vanguardia de Barcelona intentando "proteger a los padres de niños con enfermedades psiquiátricas". Preocupado por mi ignorancia terminológica, recurrí al diccionario Espasa de Medicina publicado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, donde encontré que define la enfermedad como "Alteración patológica de uno o varios órganos, que da lugar a un conjunto de síntomas característicos". La lectura me tranquilizó porque ni en el TDAH (trastorno por déficit atencional), ni en la depresión, ni en el trastorno bipolar hay patología orgánica o funcional constatada.

Actualmente 2,3 millones de adolescentes norteamericanos consumen metilfenidato y benzodiacepinas. En el Reino Unido se ha pasado de 3.000 niños tratados con metilfenidato en 1993 a 220.000 en 2002. En España el consumo de antidepresivos a cargo de la Seguridad Social ha pasado de 7.285.182 envases en 1994 a 21.238.858 envases en 2003. En 2005 los medicamentos más consumidos han sido psicofármacos. En 1990 había menos de un millón de diagnósticos de hiperactividad entre los niños de los Estados Unidos. Actualmente hay más de cinco millones Entre 1991 y 2003, el número de prescripciones de anfetaminas a los niños aumentó un 500 %. Entre 1995-96 y 2001-2002, la prescripción de antipsicóticos a los niños se ha multiplicado por cinco, alcanzando 5,7 millones de prescripciones, el 53 % de ellas fueron recetadas para problemas de comportamiento o problemas afectivos.

El prospecto1 del metilfenidato indica como posibles efectos secundarios: sequedad de boca, vértigo, dolor de cabeza, insomnio, náuseas, nerviosismo, palpitaciones, reacciones cutáneas y alteraciones de la presión arterial. Según algunos estudios, puede llegar a producir la muerte súbita del niño. Un dechado de virtudes. El mismo prospecto indica que no debe administrarse a niños menores de 6 años y advierte a su vez de que su uso puede generar dependencia de tipo anfetamínico. El metilfenidato, inhibidor selectivo de la recaptación de dopamina, noradrenalina y serotonina, está considerado como una de las drogas más adictivas. La página web de la Agencia Antidroga Norteamericana (DEA) indica que las reacciones a la cocaína, anfetamina o metilfenidato cuando se administran de la misma manera a dosis comparables producen efectos casi idénticos. Los científicos críticos con los enfoques del TDAH lo denominan cocaína pediátrica.

En un artículo titulado Cometiendo un asesinato Fred Baughman informó que la Universidad del William B. Carey de Pennsylvania demostró que lo que se describe como TDAH es un juego de variaciones conductuales normales sin validez diagnóstica alguna y que una serie de estudios realizados con Resonancia Magnética indicaron que el "tratamiento" con Ritalina y otras anfetaminas estaba provocando atrofias cerebrales y que el TDAH no constituye enfermedad desde un criterio médico. Baughman envió una carta a la entonces Fiscal General de Estados Unidos, Janet Reno, denunciando que el Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) se había constituido en el mayor fraude que se hubiera cometido en el cuidado de la salud de la infancia, en la historia americana, al ser diagnosticada como si fuera una enfermedad real y estar conduciendo a la drogadicción a millones de niños normales.

1 Ver el Farmanuario 2010, Uruguay, p. 639.

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El TDAH es un enorme negocio para las farmacéuticas. El valor bruto de la producción anual de metilfedinato en 2005 se ha multiplicado al menos diecisiete veces comparado con el correspondiente a 1990, pasando en ese período de menos de 2 toneladas anuales a más de 30. El National Center on Addiction and Substance Abuse, de los Estados Unidos, emitió un informe según el cual 15 millones de norteamericanos estaban tomando medicamentos analgésicos y drogas psiquiátricas tales como alprazolam2, metilfenidato y anfetaminas/dextroamfetaminas (Adderall en Estados Unidos), abusando de estas drogas más que de la cocaína, la heroína y las metanfetaminas combinadas, y que 2,3 millones de adolescentes hacían lo mismo. El informe concluyó que el abuso en la adolescencia de estas drogas médicamente prescriptas producía 12 veces más probabilidades de consumir heroína, 14 veces más de consumir éxtasis y 21 veces más de consumir cocaína.

Peter R. Breggin, médico psiquiatra de Harvard y Director del Centro Internacional para el Estudio de Psiquiatría y Psicología (ICSPP) ha denunciado que: “Millones de niños en Norteamérica son diagnosticados con Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad y tratados con psicoestimulantes como el metilfenidato, la dextroanfetamina y la metanfetamina, que producen una continua toxicidad en el sistema nervioso central que empieza con un aumento de energía, hiperatención y sobrefocalización en las actividades de la repetición y progresa hacia actividades obsesivo-compulsivas o perseverativas, insomnio, agitación, hipomanías, manías y ataques. También producen apatía, retiro social, depresión emocional, docilidad, abandono físico, rechazo, dependencia, inhiben el crecimiento y producen diversos trastornos cerebrales, algunos de los cuales pueden volverse irreversibles”. Breggin ha declarado ante el Congreso de Estados Unidos sobre los efectos de la ritalina y ha apoyado con su testimonio científico las demandas de padres que consideran responsables de la muerte de sus hijos a este medicamento. www.ritalindeath.com es una web que fue creada por sus padres en memoria de los niños que han muerto como consecuencia del uso de drogas para tratar el Desorden de Déficit de Atención e Hiperactividad, y de las muchas familias que quedaron atrás sufriendo sin encontrar responsables y cuya consulta recomiendo.

EL CORRUPTO NEGOCIO DEL TDAH Y LA DEPRESIÓN

La FDA ha informado que en 2005 los médicos extendieron 31 millones de recetas de ritalina a 2,5 millones de niños y 1,5 millones de adultos, provocando la muerte de 25 personas. Hay colegios que exigen a los padres que soliciten el medicamento bajo amenaza de echar a los niños. La Cámara de Representantes ha aprobado un proyecto de ley para prohibir este inmoral procedimiento, proyecto que se está actualmente tramitando en el Senado. En la información que ofrecen los laboratorios fabricantes de fluoxetina, se advierte acerca de las posibles reacciones adversas que su ingestión puede producir y que son las siguientes: ansiedad, nerviosismo, insomnio, somnolencia, astenia, temblor, sudoración, anorexia, náuseas, diarrea, mareo, cefalea, sequedad de boca, dispepsia, vómitos, síncope, arritmia cardíaca, anomalías en las pruebas de función hepática, hipo e hipertiroidismo, aumento del tiempo de hemorragia, síndrome cerebral agudo, convulsiones, prurito, urticaria, reacción anafilactoide, vasculitis, síndrome neuroléptico maligno, foto-sensibilidad, secreción inadecuada de hormona antidiurética, equimosis, reacciones maniacas, alteraciones del sueño, de la concentración o del pensamiento, problemas miccionales, priapismo, disfunción sexual, alopecia, visión borrosa y midriasis. Con posterioridad a su autorización la FDA ha advertido acerca de la posibilidad de que la fluoxetina pueda aumentar conductas suicidas en niños y adolescentes.

"La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) fijó su posición el 29 de junio de 2004 en una nota informativa en la que se hacía constar que 'aunque ninguno de los ISRS disponibles en España tiene aprobada la indicación en el tratamiento de la depresión en niños y adolescentes, los datos disponibles sugieren que estos medicamentos son prescritos a este grupo de población'. 'Los datos disponibles no avalan el uso de estos medicamentos para menores de 18 años para el tratamiento de la depresión en niños y adolescentes, por lo que la AEMPS considera necesario recordar que los ISRS no deben ser utilizados en este grupo de población" Esta indicación que ya no era respetada por una gran mayoría de médicos que siempre habían prescrito ISRS a niños y adolescentes, queda ahora derogada por el nuevo dictamen de la EMEA, aceptado por la Comisión Europea, que será ejecutado sin rechistar por las agencias nacionales.

2 Marcas de laboratorios de alprazolam son: Aceprax, Alplacin, Alprazolam, Kentium, Tresanil, Ondil y Tranquinal. (Ver Farmanuario 2010, pp. 813-814).

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Todo ello sin que haya habido ninguna nueva investigación cuyos resultados pudieran haber hecho cambiar la decisión del 2004. Muy por el contrario las autoridades sanitarias británicas han insistido en prohibir la prescripción de ISRS a menores de 18 años. Los estados depresivos pretenden ser reducidos a desórdenes químicos, criterio del cual el medicamento es inseparable. El medicamento puede o no suprimir el síntoma depresivo. Cuando lo consigue es probable que condene al sujeto a vivir toda su vida drogado, sometido a su poder adictivo y a sus minusvalidantes efectos secundarios. Lo que no conseguirá es que el sujeto descubra la causa y cumpla el proceso depresivo que el duelo exige, para permitirle desprenderse afectivamente de los objetos perdidos y quedar así con capacidad para poder libidinizar nuevos objetos.

A pesar de la carencia de datos sobre su seguridad y eficacia, cada año se prescriben en Estados Unidos más de 500.000 recetas de estos inhibidores de la serotonina a niños y adolescentes. El 57% de los pediatras encuestados reconoció haber recetado este tipo de fármaco para diagnósticos distintos a la depresión tales como el desorden de hiperactividad con déficit de atención, desorden obsesivo compulsivo, desorden de conducta, agresividad y enuresis.

Los medicamentos más vendidos actualmente en USA incluyen antipsicóticos como la risperidona, la quetiapina, la olanzapina, el aripiprazol y la ziprasidona, y actualmente son prescriptas a más de medio millón de niños, con la justificación de ayudar a sus padres a manejar problemas de comportamiento, a pesar de sus riesgos y de que además de no haber sido aprobadas para ser usadas en menores, están contraindicadas.

El malestar del ser humano es la señal de alarma de su psiquismo de que hay algo de lo emocional que debe afrontar y resolver y que se manifiesta como ansiedad, depresión, angustia y estrés, en sus diferentes denominaciones, y que es lo que puede provocar disminución de la presencia activa de dopamina, de noradrenalina o de serotonina, reguladora de una extensa gama de funciones psíquicas y orgánicas que influye en el sueño, en los estados de ánimo, las emociones, los estados depresivos, todo tipo de desequilibrios mentales, el funcionamiento vascular, el de las vísceras y los músculos, la frecuencia del latido cardíaco y regula la secreción de hormonas como los estrógenos, testosterona y la del crecimiento. Se ignora qué consecuencias puede acarrear en el crecimiento y en las manifestaciones del desarrollo sexual su ingestión durante la pubertad. La Comisión Europea reconoce que hasta un 90% de todos los fármacos autorizados nunca ha sido evaluado para su consumo infantil, lo cual corrobora la realidad de que los niños no participan en los ensayos previos a la comercialización. Sin embargo, una vez en el mercado, éstos se administran en la infancia sin prever las mayores y riesgosas reacciones adversas que puedan llegar a provocar en sujetos tan diferentes a los adultos.

La propuesta que hacemos los psicoanalistas es escuchar al sujeto, descifrar las causas de la ansiedad, angustia, depresión o estrés y dirigirlo a su elaboración y resolución. Intentar resolverlo recetando ISRS es como intentar eliminar el miedo con un inhibidor de adrenalina. El TDAH no es una entidad nosológica, es una descripción de conductas. No existe prueba de que los niveles de serotonina, dopamina o noradrenalina tengan relación con esas conductas ni tampoco que el metilfenidato las mejore. En lugar de lo que para el psicoanálisis es el sujeto, con su particular relación con el deseo, el goce y sus objetos, el DSM establece una clínica de los trastornos y la pone en manos de profesionales a los que se les concede autorización para decidir cuáles de nuestras ideas o conductas deben ser rotuladas, diagnosticadas, tratadas, medicadas e incluso drogadas. El sistema democrático tan trabajosamente conquistado corre el riesgo de estar dando paso, muy veladamente, a un nuevo tipo de estado totalitario que pretende clasificarnos en adicto, angustiado, depresivo, fóbico, anoréxica, bulímica, atacado de pánico, bipolar, asmático, epiléptico, hiperactivo, etc., borrando así de un plumazo todos los derechos y libertades individuales por cuya consecución han luchado e incluso sacrificado sus vidas generaciones enteras de seres humanos que sentaron las bases de la sociedad en la que vivimos.

EL GRAN HERMANO NOS VIGILA ¿QUIÉN CONTROLA AL GRAN HERMANO?

En abril de 2002, el gobierno norteamericano nombró una comisión de expertos, la New Freedom Comission on Mental Health (NFC) con la misión de investigar la situación de la salud mental en el país. Su diagnóstico fue sin ambages: "del 5 al 9 % de los niños sufren un problema emocional agudo" – lo que representaría mas de 4.000.000 de niños de menos de 14 años. El informe recomendaba un examen médico preventivo

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sistemático en los colegios y fue puesto en marcha por el plan de salud mental de julio de 2004. Un programa, basado sobre el modelo creado por la universidad de Columbia y bautizado "Teen screen", rastrea en los alumnos señales de alerta de seis enfermedades mentales (fobia social, ataques de pánico, estado de ansiedad generalizado, depresión mayor, abuso de alcohol y de drogas, impulsos suicidas). A finales de 2005 se contaban 460 aplicaciones de test en 42 estados. Los lazos entre los promotores del programa y los laboratorios farmacéuticos eran muy estrechos. Muchos piensan que esos chequeos preventivos son operaciones esponsorizadas por los laboratorios farmacéuticos con vistas a construir el mercado de psicotrópicos en la infancia. El test "Teen screen", destinado a los niños a partir de los nueve años, se presenta bajo la forma de un cuestionario con catorce preguntas que deben ser respondidas en diez minutos y seguido de una entrevista. Entre las preguntas planteadas encontramos: "Durante los últimos tres meses, ¿te has sentido a menudo muy nervioso (a) cuando debías hacer algo delante de otras personas?" ó "¿Has sentido que no podías hacer nada correctamente o que eras menos guapo (a) o inteligente que los demás?" o incluso "¿Con qué frecuencia tus padres se han sentido molestos o preocupados a causa de lo que sentías o del modo en que te comportabas?". Al principio el Teen screen era aplicado sin la autorización paterna. Ante el aumento de las protestas suscitadas por esta práctica, se empezó a exigir el consentimiento paterno. En 2005, 55000 niños fueron testados en 42 estados. El caso de Chelsea Rhodes, 15 años, ha alimentado la crónica judicial. La niña, testada sin el acuerdo de sus padres fue diagnosticada de sufrir TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) y trastorno ansioso social después de haber respondido que no le gustaban mucho las fiestas y que prefería hacer la limpieza.

La fiscalizadora FDA está siendo fiscalizada por varias comisiones del Senado que investigan su eficacia. El escándalo provocado por los efectos secundarios graves de medicamentos a los que ha tenido que cancelar la autorización concedida, prohibir su comercialización y exigir su retirada del mercado, como han sido los casos del Vioxx (Merck, Sharp & Dome), del Cholstat (Bayer), del Redux y del Ponderal (Servier), confirma la denuncia del doctor Graham, hace sospechosa la "irresponsabilidad" de su superior, el doctor Galson, pero ratifica además la afirmación inicial del primero, de que la FDA es incapaz de proteger a los Estados Unidos de la desidia y voracidad de la industria farmacéutica. ¿Serán capaces las administraciones sanitarias de nuestros países de protegernos de esa desidia y esa voracidad? ¿Será capaz la Agencia Española del Medicamento de protegernos de esos riesgos? Seguramente no.

Ya en el siglo pasado, un médico ilustre, Michael Balint, escribía que "el principal medicamento que un médico receta es a sí mismo". Son minoría los médicos que continúan otorgándole valor a esa aseveración. Por la misma época Aldous Huxley, con una visión de futuro quizás más realista, anticipando la deshumanizada sociedad que ya se perfilaba, escribía que "la medicina había avanzado tanto que ya nadie sería considerado sano". Confirmando este lamentable pronóstico, a principios del siglo XX un médico francés llamado Knock pregonaba que "toda persona sana es un enfermo que ignora que lo es".

Los seres humanos, lógicamente, no queremos envejecer ni asumir la inevitable disminución de facultades que el avance de la edad trae aparejadas. Por ello, cual modernos Ponces de León, somos fáciles candidatos a que nos timen ofreciéndonos pócimas de eterna juventud. Al precio del mismo riesgo en el que incurrió el conquistador español, y descubridor de lo que hoy es la península de Florida, en los Estados Unidos, Juan Ponce de León, que en su aventurera búsqueda de la fuente de la eterna juventud encontró prematuramente la muerte que le produjo la flecha de un indígena. Que nos sirva de lección.

LOS INVENTORES DE ENFERMEDADES

Este título es el de un libro escrito por Jörg Blech, biólogo y bioquímico alemán, redactor médico y científico de Stern, Zeit y Der Spiegel, en el cual desarrolla, una vez más, su tesis-denuncia que yo comparto, de que la función de la medicina actual es fundamentalmente hacer creer que la naturaleza nos tiene sometidos a nuevas enfermedades que sólo los médicos pueden curar, y que sólo pueden hacerlo mediante medicación. Blech escribe de una manera muy documentada, y citando permanentemente sus fuentes de información, que son los propios laboratorios e instituciones creadas y financiadas por la industria farmacéutica. Esta globalizada sociedad de consumo intenta transformarnos a todos en sumisos consumidores, los laboratorios farmacéuticos, mediante la utilización de técnicas de marketing, se dedican a crear permanentemente enfermedades que debemos prevenir y curar consumiendo las sustancias de su producción industrial. Para ello la industria farmacéutica, sus instituciones, publicaciones y portavoces han convertido en enfermedades todas

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las manifestaciones normales de nuestra vida cotidiana. Es fundamental reconocer también, que afortunadamente son muchos los científicos, médicos y publicaciones médicas que se rebelan y denuncian permanentemente toda esta corrupción y que se han constituido en los depositarios y los abanderados de una tradición médica que los honra y que todos los profesionales deberían reivindicar, rompiendo las cadenas de sumisión que los han transformado en agentes comerciales del negocio farmacéutico que está envenenando a la población mundial. El Director de la Oficina de Seguridad de los Fármacos de los Estados Unidos, David Graham, ha denunciado la intimidación de la que ha sido objeto por sus informes negativos respecto a ciertos medicamentos como por ejemplo el antiinflamatorio Vioxx que ha sido consumido por millones de personas, medicamento al que le atribuyó 30.000 muertes y 139.000 pacientes a los que ha producido afecciones coronarias hasta que Merck-Sharp & Dome retirara el producto del mercado. Las demandas de indemnizaciones contra el fabricante ascienden a más de quince mil millones de euros sólo en Estados Unidos (El País, 26.12.04).

Blech denuncia que: “Los grupos farmacéuticos que operan globalmente y las asociaciones de médicos conectadas internacionalmente definen de nuevo nuestra salud: los altibajos naturales de la vida y los comportamientos normales son tergiversados de forma sistemática y convertidos en estados patológicos. Las empresas farmacéuticas patrocinan la invención de cuadros clínicos completos, y consiguen así nuevos mercados para sus productos”. Y agrega que: “En la actualidad, las empresas Jenapharm y Dr. Kade/Besins de Berlín intentan dar a conocer una enfermedad que, al parecer, afecta a millones de hombres en la flor de la vida: el Aging Male Syndrome, la menopausia masculina. Estas empresas contrataron a institutos de demoscopia, empresas de relaciones públicas, agencias de publicidad y catedráticos de medicina para dar a conocer al público la andropausia. En diversas conferencias de prensa se lamentó la 'lenta pérdida' de la producción de hormonas masculinas. El motivo de la campaña son dos preparados de hormonas que llegaron al mercado alemán en abril de 2003”.

“El 'síndrome de Sissí' apareció por primera vez en 1998, en un anuncio a toda página de la empresa Smith-Kline Beecham (ahora Glaxo-Smith & Kline). Según la empresa, los pacientes afectados son depresivos y, llegado el caso, deben tratarse con psicotrópicos. No obstante, su abatimiento quedaba encubierto por un comportamiento especialmente activo y positivo ante la vida. El síndrome recibió el nombre de la emperatriz Elisabeth ('Sissí'), pues ella encarnaba a la perfección el tipo de paciente que padecía el trastorno. Desde entonces, el término ha conquistado los medios de comunicación y es propagado por algunos psiquiatras. En Alemania existen tres millones de personas que padecen el 'síndrome de Sissí'.

“Los médicos de la clínica universitaria de Münster desenmascararon esta popular supuesta enfermedad en mayo de 2003 como una invención de la industria. Su análisis de la bibliografía especializada ha desvelado que el cuadro clínico carece de base científica. La presencia mediática del síndrome de Sissí, sobre todo a través de un promocionado libro de divulgación sobre el tema, nos conduce precisamente hasta Wedopress, una empresa de relaciones públicas de Oberursel, que fue contratada por GlaxoSmithKline. La propia Wedopress se vanagloria de que para la 'introducción de una nueva depresión' en los medios desplegó 'toda su artillería' con el síndrome de Sissí.”

“Un empleado de la agencia de relaciones públicas de Dusseldorf Ogilvy-Healthcare estima que entre un '70 y 80%' de todos los artículos e informes sobre temas médicos que aparecen en los medios de comunicación provienen de oficinas contratadas por los propios laboratorios farmacéuticos.”

“A finales de los años noventa, Roche quería comercializar su antidepresivo Aurorix, que pretendía ser de ayuda contra la fobia social, una supuesta forma patológica de la timidez. Una nota de prensa patrocinada por Roche afirmaba que más de un millón de australianos padecían este síndrome 'aniquilador de almas', tratable mediante terapia del comportamiento y medicamentos.”

Nadie manifestó desconfianza alguna cuando en abril de 2002, el psicólogo Alexander Dröschel de Saarlouis anunció ante la agencia de noticias Deutsche Presse-Agentur que entre Stralsund y Constanza, alrededor de 'un millón de niños' padecían una enfermedad psiquiátrica: el Trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Su declaración fue divulgada por toda Alemania, a pesar de que Dröschel no poseía fuentes concretas, tal como se demostró al preguntarle sobre el tema y su respuesta fue: 'Circulan todo tipo de cifras, y yo seleccioné unas de tipo medio'. Las correspondientes empresas farmacéuticas quedaron encantadas con

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la especulación pública de Dröschel, pues ya tenían listos los psicofármacos para conseguir que los niños inquietos funcionaran en la familia y en la escuela mejor de cómo los había dotado la naturaleza. Se inició una lucha encarnizada por los jóvenes pacientes. La empresa Novartis, con sede en Nuremberg, ha publicado incluso un libro ilustrado sobre el tema TDAH, en el cual intenta que 'la pastillita blanca' sea apetecible para el lector infantil.

UNA PERSONA SANA ES QUE HA SIDO MAL EXAMINADA

“En neurología, la transformación de las personas sanas en enfermas funciona especialmente bien, sobre todo porque 'no escasean teorías, según las cuales prácticamente ninguna persona está sana', como señala con suficiencia el psiquiatra hamburgués Klaüs Dörner. Ya se ha mencionado un ejemplo ilustrativo: lo que hasta ahora pasaba por timidez, la empresa Roche lo ha bautizado 'fobia social' y pretende curarlo con un antidepresivo. La agencia de publicidad encargada del tema designó como pacientes a millones de ciudadanos alemanes. Desde entonces, se patrocinan congresos y grupos de autoayuda de esta dolencia. Una publicación especializada de marketing describe la campaña como 'ejemplo positivo' sobre cómo 'moldear la opinión pública respecto a una enfermedad'. Asmus Finzen, neurólogo del Hospital Universitario de Basilea, afirma lo siguiente: 'Algunos psiquiatras basan sus diagnósticos en el hecho de que, al fin y al cabo, todos tenemos algún problema mental'. El número de trastornos reconocidos oficialmente revela esta tendencia: en Estados Unidos, el número de enfermedades anímicas existentes aumentó de 26 a 395 a partir de la Segunda Guerra Mundial.

El Consejo Nuffield sobre Bioética, un elitista círculo británico formado por quince filósofos, médicos y científicos, considera que la medicalización de nuestras vidas es la tendencia imperante. Este comité asesor mundialmente respetado, en un informe publicado en 2002, pronostica lo siguiente: “Parte del problema radica en la extensión del diagnóstico o en la tendencia a definir los trastornos de un modo tan amplio, que cada vez hay más y más individuos atrapados en la tela de araña del diagnóstico”. Estos precursores británicos ven el afán de lucro como la fuerza motriz de esta tendencia. “Al desarrollar medicamentos que producen un determinado efecto en una característica del comportamiento, es posible que esta característica sea contemplada como un trastorno o como algo que debe ser tratado y cambiado mediante el medicamento” .

Una de las estrategias de la industria farmacéutica es crear y subvencionar asociaciones de afectados por los males para los cuales ellos tienen oferta de medicación. Prominentes conocidos de la opinión pública son contratados y muy bien remunerados por la industria farmacéutica para figurar en campañas publicitarias que alertan acerca de alarmantes trastornos que deben ser consultados al médico para ser medicados. Así Pelé, el futbolista nº 1 de todos los tiempos, aparece presumiendo de lo útil que le ha sido consultar al médico por su disfunción eréctil. Se trata de una campaña de Laboratorios Pfizer, fabricante del Viagra. La actriz Cybill Shepherd reveló en un programa de TV de máxima audiencia en USA dirigido por la presentadora Oprah Winfrey, el nombre del fármaco que se administra contra las molestias de la menopausia.

Ya en los 70, ese extraordinario hombre-denuncia en que se constituyó, en su época, Iván Illich escribió y publicó que: “La clasificación de enfermedades que adopta la sociedad refleja su organización social. Las enfermedades que produce la sociedad son bautizadas por el médico con nombres amados por los burócratas. La 'incapacidad de aprendizaje', la 'hiperquinesia', o la 'disfunción cerebral mínima' explican a los padres la razón por la cual sus niños no aprenden, sirviendo así de coartada para la intolerancia o la incompetencia de la escuela; la alta presión arterial sirve de coartada a las tensiones crecientes, la enfermedad degenerativa a la organización social degenerante. Mientras más convincente sea el diagnóstico y más valiosa parezca ser la terapéutica, más fácil resultará convencer a la gente de que necesita ambas cosas y con menos probabilidad se rebelarán contra el crecimiento industrial. Los obreros sindicalizados exigen la terapéutica más costosa posible, aunque sólo sea por el placer de recuperar parte del dinero que han pagado en impuestos y seguros, y se engañan creyendo que esto significa una mayor igualdad”. También en 1970 un médico francés, Guy Caro, publicó el libro La medicina impugnada denunciando a los médicos de hospitales que, teniendo participación financiera en los laboratorios, aceptaban además pagos por realizarles las pruebas e informes clínicos de sus productos.

En un momento mucho más reciente Philippe Pignarre, profesor en la Universidad de París, que durante 17 años tuvo cargos directivos en la industria farmacéutica denunció en su libro El Gran Secreto de la Industria

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Farmacéutica lo que conoció desde adentro: “Para los países occidentales, y sobre todo para los Estados Unidos, la industria farmacéutica es la joya de la corona. Es, de lejos, su industria más rentable: los márgenes brutos giran en torno al 70% y hasta al 90% y, según los expertos, su tasa de ganancias promedio es la más elevada de todas: alcanza el 18,6%, contra el 15,8% de los bancos comerciales, que aparecen en segunda posición, por delante de índices mucho más bajos para los demás sectores de la industria. En el mundo occidental, el costo total del gasto en medicamentos recetados aumenta cada año del 6% al 20% según los países, es decir, a un ritmo mucho más veloz que el conjunto de gastos en salud”. Es hora de profundizar y aumentar la denuncia de estos fraudes y mentiras que incrementan desmesuradamente las ganancias de la industria farmacéutica y sus cómplices a expensas de la salud, la vida y la economía de la población en su conjunto.

Lo hacen, por ejemplo, mediante la administración y consumo masivo de ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina) para incrementar los niveles equilibrados de presencia activa de serotonina en las sinapsis de las áreas neuronales implicadas. Los estudios e investigaciones realizados indican que lo que determina naturalmente desde su inicio los niveles equilibrados de presencia activa de serotonina es una infancia serena, equilibrada, atendida y estimulada. Durante ese período el cerebro tiene plasticidad. Las neuronas se conectan unas a otras en parte por influjo de la serotonina. Su disminución incrementa los niveles de ansiedad, angustia o estrés desde la infancia. Y también incrementa la posibilidad de que esta angustia se exteriorice a través de todas las manifestaciones sintomáticas que se pretenden suprimir luego artificialmente mediante los ISRS.

HACIA DONDE VAMOS

Como en los platos de comida de las cartas de los restaurantes chinos, cada una de estas descripciones clasificatorias del DSM tiene un número. Así, el retraso mental leve es un F70.9, el trastorno de la lectura es un F81.0, el tartamudeo es un F98.5, el trastorno negativista desafiante es un F91.3, el trastorno de ansiedad por separación es un F93.0, la dependencia a la nicotina es un F17.2x, el deseo sexual hipoactivo F52.0, las pesadillas son un F51.9, la simulación es un Z91.1, los problemas religiosos o espirituales son un Z71.8, los trastornos del estado de ánimo no especificado un F39, fingir un trastorno F68.1, los problemas paternofiliales son Z63.8, los problemas conyugales Z63.0, los de relación entre hermanos los F93.3. Todos estos trastornos tienen tratamiento cognitivo conductual y especialmente medicamentoso. Antes de discutir con sus familiares, entrar en crisis religiosa, que se le note un tartamudeo o inapetencia sexual, será mejor que se lo piense, porque corre el riesgo de que alguien con la Biblia DSM en mano esté presto a diagnosticarlo, tratarlo y medicarlo. Y si viviera en USA y se resistiera a que su hijo fuera drogado con metilfenidato podría ser privado de la tutela de sus hijos. Hay jurisprudencia al respecto. Corremos el riesgo de estar alcanzando Un Mundo Feliz tal como lo predijera Aldous Huxley.

El malestar del ser humano es señal de alarma de su psiquismo de que hay algo de lo emocional que debe afrontar y resolver y que se manifiesta como ansiedad, angustia y estrés, en sus diferentes denominaciones, y que es lo que provoca la disminución de la presencia activa de serotonina que es un regulador de una extensa gama de funciones psíquicas y orgánicas que influye en el sueño, en los estados de ánimo, las emociones, los estados depresivos, todo tipo de desequilibrios mentales, el funcionamiento vascular, el de las vísceras y los músculos, la frecuencia del latido cardíaco y regula la secreción de hormonas, por ejemplo la del crecimiento. La propuesta del psicoanálisis es dirigirse a las causas de la ansiedad, angustia o estrés, lo cual permite que puedan volver a restablecerse niveles normales de presencia activa de serotonina. Intentar resolverlo recetando ISRS (Inhibidores selectivos de los receptores de serotonina) es como intentar eliminar el miedo con un inhibidor de adrenalina, una auténtica locura. El diagnóstico del TDAH y medicar ésta inventada enfermedad con Ritalin, Rubifen, Concerta, Strattera, Medikinet o antidepresivos es también una auténtica locura. EL DSM es el manual de instrucciones de los locos que nos gobiernan.

¿Como ofrecer resistencia a tan poderosa ofensiva, destinada a destruir nuestra subjetividad, desencadenada por los dueños del mundo? Las técnicas de evaluación pretenden transformarnos y diluirnos en un número en la estadística, diagnosticarnos con un número de los del DSM-IV, colocarnos bajo el poder de las neurociencias, la psiquiatría oficial y las TCC y someternos mediante sus drogas: el soma de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley y el 1984 de George Orwell. Domesticarnos como a animales para así devolvernos a esta

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servidumbre de la gleba, en la que están intentando transformar el mercado de trabajo, y arrojarnos a un pasivo papel de consumidores.

El DSM refleja el intento, más universal que haya existido, de ataque a la subjetividad y de intromisión totalitaria en la vida de los individuos pretendiendo someternos genérica, universal y colectivamente a la condición de trastornados, destinados a tratamientos cognitivos-conductuales y medicación, por cuenta de la autoridad de los burócratas del estado, con derecho para intervenir, incluso coercitivamente, en nuestra intimidad. Es parte de un proceso de transformación totalitaria de las sociedades democráticas, instrumentado por la industria farmacéutica a través de funcionarios de la OMS (Organización Mundial de la Salud), las agencias nacionales de medicamentos, una parte del colectivo médico, psiquiatras y docentes.

La medicalización de la vida es un problema político de primer orden que requiere respuesta política. El gobierno no es el poder. Independientemente de los gobiernos de turno, el poder está en manos del neoliberalismo, una concepción economicista para la cual no hay sociedades, ni naciones, ni pueblos, ni tradiciones, ni culturas, ni humanidad, ni sujeto. Sólo existe el mercado, y para imponer sus "leyes" todos los medios son "lícitos". Ese neoliberalismo es el que orienta las políticas de la industria farmacéutica. Por eso esta lucha es política, y por eso la salida es política: fortalecer un movimiento ciudadano que pretende conseguir que los profesionales y la población se conciencien contra la validez del DSM y los intentos de someternos a la pretensión de medicalizar nuestra vida y la de nuestra infancia. En esto hay un psicoanálisis y psicoanalistas que estamos comprometidos con la lucha por la libertad, la democracia, la justicia y los derechos y la dignidad humanas que el neoliberalismo y la sociedad de mercado están poniendo en grave riesgo. Dijo Albert Einstein "El mundo es un lugar muy peligroso, no tanto por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan pasivamente a ver que pasa". Hacia donde vayamos será responsabilidad de cada uno de nosotros.

Juan Pundik

Psicoanalista

jpundik@arrakis.es

Madrid, 29 de junio de 2010

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