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Paz y Ciencia

martes, 24 de mayo de 2011

El mundo vincular y la clínica psicoanalítico

El mundo vincular y la clínica psicoanalítica 1**




Hector Krakov*



Primera parte

1.- Introducción



Será mi propósito en este trabajo articular desarrollos de la teoría vincular con la clínica psicoanalítica. Para ello voy a delimitar inicialmente lo que a mi criterio son dos vértices en psicoanálisis, los que a su vez interjuegan potenciándose recíprocamente: el que da cuenta del mundo intrasubjetivo, por un lado, y el referido al mundo vincular por otro. Expondré también una secuencia de materiales clínicos con el sentido de que el lector pueda cotejar y correlacionarla con la propia clínica. El primer material será una viñeta que corresponde a una entrevista inicial de un paciente individual. El segundo se trata de un sueño de una paciente tratada también individualmente y el tercero es el relato de un tratamiento de pareja. Solo como una breve síntesis introductoria me interesa puntualizar que las nociones psicoanalíticas que considero incluidas en la denominada teoría de la intrasubjetividad corresponden a la dimensión representacional freudiana, que tiene como eje central el concepto de objeto para el psicoanálisis, en particular objeto de deseo, y también las que se refieren a mundo interno y a relación de objeto desarrolladas por la escuela inglesa. En lo que concierne a la teorización vincular expondré ideas sobre conceptos como vínculo, sujeto del vínculo, mundo vincular, otro del vínculo.2



Intentaré con cada ejemplificación clínica aclarar las nociones centrales de uno y otro vértice, con la expectativa de poder señalar los puntos de conjunción entre las distintas teorizaciones así como la pertinencia conceptual a las que se refieren.



Espero finalmente conseguir marcar las continuidades y discontinuidades interteóricas, así como la complejidad por la cual unos desarrollos se incluyen en otros o quedan ubicados en niveles cualitativos distintos.



2.- Sobre los hallazgos y las anomalías explicativas3



En 1982, Janine Puget y Leonardo Wender escribieron "Analista y paciente en mundos superpuestos". En dicho artículo intentaron dar cuenta del impacto en sus vidas personales y en su tarea como analistas de un suceso del mundo externo que los implicaba tanto como a sus pacientes4, referido en ese caso a candidatos en formación. Planteaban que las teorías de las que disponían hasta entonces no les permitían conceptualizar, e implementar técnicamente, la permanente invasión de información que transitaba por los consultorios e inundaba la asociación libre y la atención flotante así como la transferencia y contratransferencia.



En las sesiones las temáticas referidas al "mundo externo" contaminaban el campo analítico ya que los datos que provenían de sus pacientes, como "noticia, información o chisme", ingresaban "por un orificio diferente, como metáfora, del mundo objetal ajeno y de las primeras relaciones del paciente y de su anecdótica".



A esa zona de mundo en común, entre paciente y analista, optaron por llamarla "mundo superpuesto". Notaban que al instalarse una comunicación de tipo especular se interrumpía la función analítica al transformarse "epistemofilia en escoptofilia". Por último, decían al final del artículo que la problemática de mundos superpuestos se inscribía en "el dilema no resuelto de la realidad externa y psicoanálisis".5



Veinte años después de aquel episodio, en Lo vincular. Clínica y técnica psicoanalítica, Isidoro Berenstein y Janine Puget dicen, en relación con la misma problemática, que "Los psicoanalistas tenemos -como ya lo señalamos- gran experiencia para detectar indicadores y pensar formulaciones acerca de los objetos y la estructura del mundo interno. Tenemos más dificultad cuando se trata de definir y caracterizar representaciones inconscientes de este otro mundo, el sociocultural, al que llamamos transubjetivo". Era la forma de plasmar conceptos psicoanalíticos sobre las raíces del sentimiento de identidad y pertenencia social, en los que ambos autores ya habían trabajado activamente.



Un hito científico, que significó un salto cualitativo muy importante, ocurrió en el transcurso de esas dos décadas. Se trata de la construcción laboriosa, y aun en marcha, de la teoría vincular. La ampliación metapsicológica que implica la noción de Tres espacios psíquicos es un fiel exponente de tal modificación conceptual.



También asistimos en el transcurso de esta ampliación conceptual a reformulaciones de términos vinculares que parecían inamovibles. Se reformuló la definición de vínculo conceptualizada como dos yoes y un conector a favor de la noción de ligadura entre representaciones y luego a la de sujeto vincular. Narcisismo originario y represión primaria de lo vincular pasaron a ocupar el lugar que originalmente tuvo el Objeto único, con lo que se modificó también la noción de zócalo inconsciente y de objeto-pareja.6 Ideas como irrupción del acontecimiento, imposición por presencia y poder adquirieron fuerza actualmente, si bien son aún conceptos en vías de consolidación teórica.



3.- Los Mundos en los que vivimos



Isidoro Berenstein7 se refiere a la triple espacialidad psíquica del siguiente modo: un paciente al hablar del padre puede estar refiriéndose a un objeto interno si lo hace en una sesión individual, al otro del vínculo si está con él en una sesión familiar, o aludiendo al lugar Padre.



Entiendo que la enorme riqueza que nos ofrece la noción de triple espacialidad psíquica se basa en que postula un sistema de triple inscripción y registro simultáneo de un mismo suceso o fenómeno.8 Se inscribirían así simultáneamente un objeto interno, un vínculo y un Lugar.9 Los encuadres terapéuticos dejarían de ser, a partir de estas ideas, intercambiables unos por otros ya que cada uno sobredeterminará la aparición de material específico en función también del contexto teórico al que el analista se adhiera. Como consecuencia de lo anterior, la oposición Mundo interno/Mundo externo que nos legara Freud y se enriqueciera luego con el concepto de identificación proyectiva propuesto por la escuela inglesa, se vio amplificado enormemente con los espacios psíquicos. Desde esta perspectiva viviríamos simultáneamente en diferentes mundos psíquicos, con leyes de funcionamiento y características propias, en calidad de habitantes del mundo intrasubjetivo, del intersubjetivo y del transubjetivo.10



Ciertas ideas de Thomas Kuhn hacen relevante la propuesta recién mencionada, si bien este autor no se refiere a poder vivir en una multiplicidad de lugares psíquicos. Para Kuhn algo similar a un paradigma está incluido, como requisito previo, en la naturaleza del proceso de la percepción. Dice que lo que "vemos" en nuestras disciplinas depende tanto de lo que observamos como de aquello que la experiencia visual y conceptual previa nos ha preparado para ver. Y agrega: "Cuando cambia un paradigma los datos mismos cambian... Es en este sentido en el que podemos afirmar que, después de una revolución, los científicos trabajan en un mundo diferente".



¿Debiéramos quizás considerar lo vincular como un nuevo paradigma dentro del psicoanálisis? Unos breves recortes de la clínica con parejas nos puede orientar en ese sentido.



Una pareja con dificultades crónicas en las relaciones sexuales inicia una sesión diciendo que habían visto la película "Un extraño entre nosotros". Comentan entonces partes del argumento y relatan que se trata de una comunidad religiosa con normas muy estrictas con relación a lo sexual. Los hombres y las mujeres viajan en un mismo ómnibus pero están separados por una cortina. Tienen también regulaciones específicas para el intercambio sexual en el matrimonio. En un momento se comete un crimen y aparece una mujer policía, de otra religión, que tiene que investigar el asesinato.



En un segundo material, otra pareja luego de mencionar que se habían separado innumerables veces y otras tantas habían vuelto a convivir dijeron "Estamos atados por una cadena de goma. Cuanto más se estira más nos vuelve a juntar".



El esposo de una tercera pareja, al ingresar al consultorio y sin que se hubieran sentado, le dice al terapeuta "Me permite cargar el aparato?. Nos quedamos sin batería". Antonio formulaba la pregunta mientras mostraba el teléfono celular y el cargador que tenía en la mano. Esa sesión transcurrió centrada en la insatisfacción de Manuela por la distancia emocional de Antonio. Al comenzar la sesión siguiente Manuela, quien estaba cursando la etapa final de un segundo embarazo, nuevamente hablaba indignada de la forma de ser de su marido. Explicó que había tenido una consulta con el obstetra quien le había recomendado, en función del incremento en la dilatación del cuello uterino, que hiciera reposo para que no se adelantara el parto. Antonio fue a buscarla como habían quedado y Manuela se quejaba porque mientras le contaba las indicaciones del obstetra él estaba preocupado buscando un chicle en la guantera del auto porque tenía la boca seca. En ese momento Manuela dijo: "Qué quiere que le diga Dr. Lo que pienso es que Antonio es un aparato". Y dirigiéndose a Antonio le recriminó con dolor "Sos un aparato. No quiero que estés en el parto". Al continuar la sesión surgieron las razones por las que Antonio se distanciaba emocionalmente. De chico había tenido una intervención quirúrgica importante en la que había corrido peligro su vida. Al evocar tal momento en la sesión tuvo un acceso de angustia.



Las temáticas que desplegaron las parejas mencionadas, centradas en derredor de "Un extraño entre nosotros", la "cadena de goma" o sobre cómo "cargar el aparato" ¿hubieran quedado suficientemente abarcadas si las hubiéramos analizado e interpretado con las herramientas teórico-técnicas que disponemos para el análisis individual?. Por ejemplo en el primer caso, de haber apelado al concepto de transferencia recíproca las interpretaciones acerca de las dificultades sexuales estarían centradas en él, por un lado, y en ella por el otro, para ser reenviadas luego a la vida sexual infantil de ambos. Seguramente hubiéramos hecho otro tanto con la "cadena de goma" que unía a la segunda pareja y no los dejaba separarse. Por último el sentido del "aparato" que Antonio quería cargar al comienzo de la secuencia relatada, y que en la segunda sesión fue retomado por Manuela, hubiera sido conveniente que fuera explorado siguiendo también un derrotero específico para él y para ella como paso previo a señalar las motivaciones inconscientes que determinaron la elección que ambos habían hecho del mismo significante.



Por eso me parece pertinente plantearnos si cuando atendemos parejas trabajamos con los mismos datos y por lo tanto con los mismos conceptos que se construyeron para el análisis individual. ¿Estaremos frente a la misma problemática psicológica o efectivamente la teoría vincular implicó el reconocimiento de un otro mundo, el mundo de lo vincular?.



Para responder estos interrogantes quizás convenga preguntarnos ¿a qué llama psicoanalizar el Psicoanálisis?.



4.- ¿Cómo caracterizar el material clínico intrasubjetivo?



Al rastrear la noción de objeto en la obra de Freud es posible concluir que para su creador el concepto de objeto en psicoanálisis remite a un registro psíquico, por ejemplo, del pecho que satisfizo las necesidades iniciales. No es equivalente al objeto percibido, entendido éste como un objeto natural, sino que se trata de su inscripción en Psi. En la vivencia de satisfacción queda facilitado el acceso a tal inscripción, así como al de los movimientos reflejos, cuando es estimulada nuevamente la huella que registra la necesidad. El registro del objeto se activará en calidad de identidad de percepción alucinatoria constituyendo el primer movimiento psíquico.



La escuela inglesa maximizó este concepto proponiendo una versión dramática de la mente en la que el objeto interno pasó a tener peso específico propio. Al seguir su derrotero mediante textos como Naturaleza y función de la fantasía (Susan Isaac), Notas sobre algunos mecanismos esquizoides, El origen de la transferencia, La personificación en el juego de los niños, (Melanie Klein), Transferencia situación total (Betty Joseph), Interpretación mutativa (James Strachey), Estados sexuales de la mente o El proceso psicoanalítico (Donald Meltzer), la constitución y operatoria del objeto interno resulta claramente ligada al devenir pulsional.11



Si a lo anterior le agregáramos conceptos de André Green, expuestos en la Metapsicología revisitada referidos a la función objetalizante de Eros; o una frase que Bion toma de M. Klein, por la que "pecho bueno ausente es pecho malo presente", pareciera que tales desarrollos en psicoanálisis están atravesados por la idea de positividad,12 y referidos a la creación representacional de objetos por las pulsiones.



Queda abarcada de este modo una secuencia en la que se puntualiza el aspecto medular de lo que intentamos llamar intrasubjetivo. Darían cuenta de la intrasubjetividad, según mi criterio, aquellas teorías que partiendo de Freud describieron la constitución psíquica ubicando a quien teoriza en el interior de la mente del infante, y en las que las hipótesis resultantes se hicieron con el concepto de pulsión en su vertiente endógena. Es por ello que el otro maternante, definido como objeto asistente, tendría existencia fáctica para un observador externo pero no para las teorías de referencia. El otro se termina inscribiendo en el aparato psíquico así sólo en calidad de objeto. Será a este objeto a quien el niño le va a atribuir sentidos, intenciones y emocionalidad en correspondencia con sus propios vaivenes pulsionales erótico-tanáticos.



Pensada como una lógica psíquica la intrasubjetividad podría ser definida, a mi entender, por tres conceptos: sería autogenerada (las representaciones de objeto son producto de la pulsión), autorreferencial (el self se vive a sí mismo como centro tanto de la actividad como de las características de los objetos internos), y automatizada (no habría mediatización por parte del yo. Al depender de la serie placer-displacer su activación es automática).13



Una ejemplificación posible para este modo de teorización podría ser la siguiente. Un niño autogeneraría un padre castrador toda vez que se actualice en él una fantasía incestuosa. Tenderá a explicarse de modo autorreferencial las conductas de los padres y, además, se verá expuesto de forma automática a tal dramática en función de sus alternativas pulsionales.



Por lo anterior resulta claro por qué lo que denominamos intrasubjetividad terminó convirtiéndose en el ámbito teórico desde el cual podía definirse qué pertenecía al campo estricto del psicoanálisis.



Con la finalidad de marcar diferencias con otras corrientes analíticas se puede considerar que con la escuela francesa en su vertiente lacaniana, atravesada por la antropología estructural y la lingüística, adquiere predominancia la inclusión de la categoría de otro como alternativa a la de objeto. Se conceptualizó así un otro con minúscula (a), un a' y un Otro con mayúscula, anudados en un triple registro real, imaginario y simbólico.



A su vez, desarrollos subsiguientes14 proponen ubicar el origen de la vida psíquica del infante en el inconsciente de la madre. Será el otro maternante, con su represión instalada, quien va a abrir las zonas erógenas; ejercerá la seducción originaria y propondrá significantes enigmáticos.



Por último, para aquello que sigue produciendo efectos sin que las redes identificatorias y la historia individual pudieran dar cuenta de tal emergencia, hizo su aparición el concepto de lo transgeneracional. Así podía explicarse que ciertos padecimientos de generaciones anteriores se trasmitieran por telescopaje a las siguientes, al estar inscriptos pero no representados.15



5.- El caso Leandro. Un ejemplo clínico a propósito de la intrasubjetividad.



Leandro consultaba porque se sentía mal consigo mismo ya que había sacado dinero del lugar donde trabajaba. Consideraba que lo más criticable de su actitud era que le había robado a un amigo, quien a su vez le había ofrecido esa oportunidad laboral a raíz de que Leandro estaba sin trabajo.



En la primera entrevista decía desconcertado: "Lo había hecho en los cuatro trabajos que tuve y nunca antes había afrontado la situación. Siempre dije que no había sido yo. Me estoy cagando toda mi vida. Si tengo todo por qué vendo una imagen?. No puedo decir no a nadie, ni a mi mismo. Para tapar un pozo me meto en un quilombo".



Se refería a que sus robos eran para pagar los resúmenes de cuenta de las tarjetas de crédito, con las que gastaba más dinero del que luego podía afrontar. Leandro tenía 25 años y la apariencia de un nene grande. En el curso de la entrevista me había informado que ya en la niñez se llevaba golosinas sin pagarlas de un quiosco cercano a la casa. El padre, que sabía lo que ocurría, no le decía nada y a fin de mes pagaba la cuenta que el encargado del quiosco le pasaba.



También evocó situaciones repetidas en las que conseguía irse de los supermercados comiendo chocolates sacados de las góndolas sin pagarlos. Tenía como método atravesar la línea de cajas dando a entender que no había comprado nada, con lo que terminaba burlándose tanto de los cajeros como del personal de control en sus respectivas narices.



Me aclaró luego que no era la primera vez que hacía una consulta psicológica. Había tenido experiencias terapéuticas anteriores; la primera cuando tenía 7 u 8 años. La razón de aquel primer tratamiento había sido porque Leandro padecía una encopresis secundaria, "me hacía encima, me ensuciaba", me dijo.



Ese dato, junto con el motivo de consulta y las anécdotas que había relatado, posibilitaban construir una primera hipótesis sobre su problemática. Parecía tratarse de la insistencia de un aspecto infantil que hacía síntoma en un paciente adulto, particularmente en los momentos en que "se hacía encima robándole a otros". El "Leandro grande" le prestaba el cuerpo, por así decir, a aquel niño encoprético que seguía siendo en su inconsciente. Claro que ya no se trataba de materia fecal [lenguaje infantil] sino que se había transformado en incontinencia de dinero [materia fecal adultiforme] si bien el mismo padre edípico seguía siendo seguramente el destinatario de su "encopresis" actualizada. Vale recordar aquí, por un momento, dos postulados de Freud:



a) Las represiones se constituyen en la temprana infancia, luego de lo cual no se generan otras16 y



b) La operación genuina de la terapia analítica es establecer mejores represiones.17



Para una situación como la de Leandro adquieren pleno sentido ambas postulaciones. Es dable suponer que al mantenerse la fantasmática de base, que le otorgaba eficacia a la producción de sus síntomas, el paciente consiguió transformar su encopresis en un estilo de carácter. Así Leandro seguía "haciéndose encima" pero "ensuciándose en otros" al robarles.18



¿Qué cabría esperar de un tratamiento analítico de Leandro? La repetición transferencial de robo, en calidad de puesta en acto y como despliegue en el plano fantasmático, referida a distintos aspectos de la situación analítica. A partir de lo cual analista y paciente podrían ubicar y abrir la problemática edípica en la que parecía estar enclavada la reiteración sintomática. Simultánea o sucesivamente tendría importancia el tránsito por los múltiples entrecruzamientos de sentido siguiendo el recorrido elaborativo de su encopresis tramitada en la transferencia. Por último, el paciente habilitado para cuestionar el punto de goce de su funcionamiento "encoprético", podría instalar mejores "diques" apelando al juicio condenatorio como recurso de alto nivel para terminar de frenar la compulsión repetitiva con la que "se ensuciaba" robando.



Para la teoría psicoanalítica, aún bajo los distintos matices que propone cada escuela, el "ahora sintomático" es explicado por un "entonces mítico" donde la realidad psíquica tiene preeminencia sobre la material. Así lo ocurrido quedaría deformado por efecto de teorías sexuales infantiles, por fantasías originarias o como consecuencia de la eficacia del mundo interno.



Desde este punto de vista el material de Leandro puede ser comprendido con nociones que remiten a sexualidad infantil, conflictiva edípica, falla en el control esfinteriano, encopresis, transformación de erotismo anal en carácter, y finalmente reiteración sintomática en el adulto con egodistonía. Su caso constituye quizás un ejemplo prototípico de la utilidad clínica y comprensiva que nos brinda la teoría psicoanalítica. Con ella podemos ayudar a resolver la problemática de un paciente, activa y siempre al acecho, que tiende a comandar la vida de un sujeto, como ocurría con Leandro, y que mantiene a la vez una cierta independencia del tipo de intercambio y las características de los otros con los que se efectiviza. Este es un aspecto que me importa remarcar dado que, a mi criterio, constituye una marca distintiva que posibilita discriminar en un material clínico una perspectiva intrasubjetiva de otra que luego veremos como específica de lo vincular.19



Continúa en la Segunda Parte



Notas:



1. Este trabajo es el primer capítulo del libro "La pareja y sus anudamientos.Erotismo-pasión- poder-trauma", que editara la editorial Lugar en Bs. As., en el mes de mayo del 2001.



2. Estos son desarrollos teóricos que continúan las propuestas iniciales formuladas por Berentein y Puget.



3. Hallazgos y anomalías explicativas los utilizo en el sentido que les da Thomas Kuhn en "La estructura de las revoluciones científicas".



4. Se trataba de la escisión de la Asociación Psicoanalítica Argentina ocurrida en los años 1977/78.



5. Es posible que a un lector que desconozca aquellos momentos de acaloradas discusiones teóricas le resulte hoy extraño el planteo, implícito en el artículo mencionado, acerca de la importancia de la realidad externa para el psicoanálisis.



6. Estos conceptos se publicaron originalmente en el primero libro que escribieran Isidoro Berenstein y Janine Puget, Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial.



7. En "Vínculo e inconsciente. Apuntes para una metapsicología".



8. A veces se la equipara con el sistema de transcripción que Freud describió en la carta 52. Es una equiparación que no comparto dado que me importa jerarquizar las diferencias entre transcripción y múltiple inscripción simultánea.



9. Un desarrollo posterior, que todavía requiere ser desplegado, considera los llamados "espacios" como lógicas de inscripción. Con estas hipótesis la información que accede al mundo psíquico, de la que todo sujeto dispondrá tanto consciente como inconscientemente, se recibirá y guardará de modos diferentes ya que se procesarían mediante leyes de archivo distintas. I. Lewkowicz piensa que desde un abordaje semiológico las lógicas de inscripción están cerca de lo que se denominan gramáticas de recepción.



10. Estas ideas serían desarrollos del Spaltung freudiano referido a la escisión del yo, y de las nociones kleinianas y postkleinianas vinculadas a partes del self ocupando distintos espacios de la madre interna. Creo que se pueden considerar también afines, aunque desde un ángulo muy diferente, a la noción de escisión estructural del sujeto, sostenida por la escuela lacaniana a partir de la cual se discrimina el sujeto del enunciado del de la enunciación.



11. Doy por supuesta la existencia de matices entre autores kleinianos y postkleinianos, de los que no me ocuparé en este texto.



12. Aquí positividad está utilizada en tensión con la ideas de negatividad en psicoanálisis.



13. En las dos primeras acepciones el prefijo auto remite a la idea de "propio"; en la tercera supone inmediatez.



14. Me refiero a conceptos de Laplanche.



15. Estos temas fueron estudiados por Kaes, Faimberg, Enriquez y Baranes, entre otros. En nuestro medio se ocupó activamente de ellos Silvia Gomel.



16. Pienso que Freud se refiere así a los "diques de la sexualidad", que expuso en Tres Ensayos, y que corresponden a una de las versiones de la represión primaria.



17. En función de la nota anterior el establecimiento de mejores "diques" le pone freno al retorno de lo reprimido y por lo tanto a la producción sintomática.



18. En lenguaje coloquial a una persona que actúa como lo hace Leandro se lo llama "un cagador".



19. Esta diferencia se hace relevante al considerar al otro como resto diurno o como otro sujeto.



20. Está liderada en nuestro medio por los Drs. Isidoro Berenstein, Janine Puget y Marcos Bernard, quienes encontraron un terreno fértil para la producción de teoría en los Departamentos de Familia, Parejas y Grupos de la AAPPG.



21. Barenstein y col. piensan la subjetividad como el producto resultante de los discursos sociales, y a estos como instituyentes de subjetividad. Dicen que "Tanto el sujeto como la subjetividad se producen y reproducen, se hacen y deshacen entre los otros, por los otros, con o contra los otros". Fornari, a su vez, considera al sujeto instituyéndose, apropiándose de sí y no instituido, como un emergente "de cada acto de apropiación".



22. Encontré que en teoría de la complejidad se describen fenómenos de un modo muy similar a como estaba pensando la noción de vínculo. Por ejemplo Roger Lewin, en Complejidad. El caos como generador del orden, describe en palabras de Chris Langton lo siguiente: "De la interacción de los componentes individuales aquí abajo emerge algún tipo de propiedad global aquí arriba, algo que no se podía haber predicho a partir de lo que se sabía de las partes componentes", continuó Chris. "Y la propiedad global, este comportamiento emergente, vuelve a influir en el comportamiento de los individuos que aquí abajo la produjeron" (pág.26).



23. Me importa remarcar que la paciente no produjo asociaciones y que las conclusiones que expongo se apoyan fuertemente en el contenido manifiesto del sueño.



24. Berenstein y Puget postulan, de modo distinto a como lo estoy planteando, que el fenómeno transferencial solo se produciría en presencia de los miembros del vínculo.



25. No me refiero aquí a la reproducción transferencial de clisés ligados Imagos o a construcciones ideales-especulares, en tanto quiero diferenciar transferencia objetal del despliegue transferencial vincular.



26. El otro semejante en Lacan (a' ) y el otro pensado, formulado por Piera Aulagnier, son antecedentes teóricos del otro del vínculo.



27. Advenir sujeto de un vínculo implica una modificación y reacomodamiento representacional del mundo vincular al cual cada sujeto pertenecía hasta ese momento. Al constituirse como sujeto de un otro vínculo lo que el sujeto siente es que "el mundo cambia".



28. Entiendo por espacio vincular una determinada posición mental que implica construir, y mantener sostenidamente en el tiempo, una espacialidad virtual como lugar para la pareja. Supone para sus miembros la confirmación de saberse instalados en una parte del mundo representacional propio y del otro, vivido como espacio del vínculo.



29. Este tipo de interacción, por demás frecuente en análisis de pareja, es a mi criterio una de las formas en que se puede desplegar para su "lectura" la espacialidad vincular en la transferencia.



Este trabajo es el primer capítulo del libro "La pareja y sus anudamientos.Erotismo-pasión- poder-trauma", que editara la editorial Lugar en Bs. As., en el mes de mayo del 2001.







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* Hector Krakov - Psicoanalista - Miembro Titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires - Especialista en psicoanálisis de las configuraciones vinculares.



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