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Paz y Ciencia

domingo, 5 de agosto de 2012

Pigmalión


Pigmalión era un escultor. Posiblemente el mejor de los artistas que trabajaban la piedra en todo el imperio. Una noche sueña con una hermosa mujer que camina altiva y sensual por su cuarto. Pigmalión cree que es Afrodita, la diosa del amor y del sexo, y piensa que es ella misma quien le envía esa imagen como manera de pedirle que esculpa en un bloque de mármol una estatua en honor a su divinidad.
A la mañana siguiente Pigmalión va a la cantera de piedra y encuentra, como esperándolo, un gran trozo de mármol que encaja a la perfección con la idea de la obra, la mujer de su sueño, a tamaño natural, de pie, apenas reclinada en una pared, mirando con orgullo el mundo de los mortales.
Durante los siguientes meses, el artista se dedica a quitarle piedra todo lo que le sobra para dejar que aparezca la belleza perfecta de la obra. Cada día trabajaba incansablemente, cada noche sueña con esa cara, ese cuerpo, esas manos, ese gesto. La estatua va tomando forma y dado que Pigmalión duerme en su taller de trabajo, cada mañana es la mujer de mármol la primera figura que se encuentra.
Pigmalión no solo puede ver la obra terminada, sino que empieza a imaginar como sería esa mujer si cobrara vida. En cada talla el escultor pone de manifiesto lo que ya sabe, porque lo imaginó, de esa hembra perfecta. Para ayudarse a definirla le ha puesto nombre. Se llama Galatea.

Finalmente, el día llega. Solamente resta el pulido y Galatea podrá ser presentada en sociedad.
- El mundo quedará sin palabras frente a tu belleza -le dice al mármol
Esa noche, una brisa que entra desde la ventana lo despierta. Una mujer bellísima está de pie frente a Galatea. Emana de ella un brillo intenso. Es Afrodita en persona. Ha bajado hasta el taller a ver la obra de Pigmalión en su honor.
- Te felicito, escultor, es una obra maestra. Me siento muy satisfecha. Pídeme lo que quieras y te lo concederé -dice la diosa.
Pigmalión no duda. El sabe lo que desea. Lo ha estado pensando desde hace semanas.
- Gracias, Afrodita. Mi único deseo es que le des la vida a mi estatua. Que permitas que se vuelva una mujer de carne y hueso, una mujer que sea, sienta y piense como yo la imaginé...
La diosa lo piensa y finalmente decide que el escultor se lo ha ganado.
- Concedido -dice Afrodita y luego desaparece del cuarto.

Con su alegría con su asombro Pigmalión ve cómo Galatea abre sus enormes ojos y su piel va cambiando del frío blanco del mármol al tibio y rosado color de la piel humana.
El artista se acerca y le tiende la mano para que la mujer baje de la tarima.
Con un gesto principesco, Galatea acepta la mano de Pigmalión y va baja caminando con altivez hacia la ventana.
- Galatea -dice Pigmalión-, eres mi creación. Por dentro y por fuera eres tal y como te imaginé y te deseé. Este es el momento más feliz de la vida de cualquier mortal. La mujer que soñabas, tal como la soñaste frente a ti. Cásate conmigo, hermosa Galatea.
La bellísima mujer gira la cabeza, le mira por encima del hombro por un instante y le dice con esa voz que Pigmalión.imaginó que tendría, lo que el artista jamás pensó:
- Tü sabes perfectamente cómo pienso y cómo soy. ¿De verdad crees que alguien como yo podría conformarse con alguien como tü?

Fin..

Jorge Bucay: "Déjame que te Cuente"

El lector o lectora con intuición extrae, al menos una lectura, amén de las autorreferenciales: Las cosas no son como las vemos sino como creemos que son.
Andamos por la vida imaginando, construyendo imágenes mentales anheladas. De darse la rara coincidencia de encontrar a alguien que encaje en el molde, surge el aburrimiento y la relación se disipa como la diosa del amor, por la ventana. No hay fórmulas pero la libertad, el amor y la diversidad, como la discrepancia, vivifican, dan sentido al amor y al aprendizaje.
No olvidemos que Galatea es fruto de una obsesión, no se trata de la obra en sí, sino la urgencia insomne con que realiza la obra para tener a su amada. Rodrigo Córdoba Sanz.

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