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Paz y Ciencia

jueves, 9 de agosto de 2012

Niños y Adolescentes: Futuro de la Naturalexa


En cada etapa del crecimiento, el niño se relaciona de forma distinta con su entorno. Conocer todas las posibilidades en cada fase nos brinda la oportunidad de acercar a los niños a la naturaleza y ayudarles a construir una valiosa relación para toda la vida.

El niño necesita relacionarse cotidianamente a nivel sensorial, motor y afectivo con otras personas, asì como con animales, vegetales, minerales... De la riqueza de estas experiencias dependerá su vigor fìsico, mental y emocional. Por eso, junto a las necesidades de sueño, alimento, abrigo y cariño, el tiempo al aire libre debería ser un derecho fundamental de la infancia. Es durante la primera infancia (hasta los 7 años), la infancia (de 7 a 11)  y la adolescencia temprana (de 12 a 15 años) cuando se establecen, al ritmo del desarrollo, los principales patrones de relación con la naturaleza.

En cada uno de estos momentos, nuestras actitudes como padres y educadores pueden fomentar la tendencia innata de los niños a acercarse, amar y cuidar a otros seres vivos -biofilia- o, al contrario, contribuir a alejarlos de la naturaleza, suscitando miedos, desconfianza e incluso aversión hacia la vida -biofobia-. Asustarse al tocar o al ver un bichito, o no querer jugar por temor a mancharse, pueden ser indicios de esta tendencia, fruto de una cultura que vive de espaldas al mundo natural.

Favorecer una sólida conexión con el medio pone a disposición de nuestros hijos esa fuente inagotable de salud, bienestar y aprendizaje que es la madre tierra. También sentamos las bases de una sensibilidad ecológica que algún día será decisiva para la supervivencia de nuestra especie.

"Los niños necesitan dominar el lenguaje de las cosas antes que el de las palabras", asegura David Elkind, experto en psicología del desarrollo. Sin embargo, en nuestra cultura predomina lo "virtual": palabras, imágenes y símbolos tienden a sustituir al mundo natural. Para facilitar ese contacto debemos frenar nuestra tendencia a la "representación prematura" y dar a los niños el espacio que necesitan para saltar, jugar con arena y agua, mancharse, subir a un árbol, cuidar de plantas y animales, dibujar y pintar libremente, o componer sus propias historias y canciones. Si queremos hijos sensibles y comprometidos en un futuro podemos alentarlos y explorar diversos parajes que todavía permanecen intactos.
Ninguna explicación sobre el mundo natural será más educativa para un niño que cuidar de un animalito, trepar a un árbol, jugar con arena...

Al construir su identidad adulta, los adolescentes empiezan a preocuparse por el rumbo de la sociedad donde viven, y están naturalmente inclinados a salvar el mundo. Es entonces cuando se implicarán más fácilmente en una causa ecológica para evitar la desaparición de especies, limpiar zonas contaminadas o sensibilizar a la población sobre las ventajas medioambientales del reciclado.

Basado en la obra de Heike Freire. Psicóloga especialista en educación. Ha sido colaboradora del gobierno francés desde el Instituto de Educación Permanente de París. Es autora de "Educar en verde" (Graó).

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