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Paz y Ciencia

jueves, 9 de junio de 2011

Por qué siempre quieren brazos

Hace 100.000 años, en algún lugar de África. Un grupo de seres humanos se desplaza lentamente por la pradera. Tal vez adoptan una formación casi militar, como hacen los babuinos: las mujeres y los niños van en el centro, los varones las rodean, algunos armados con palos...
¿Dónde están los bebés? ¿Los dejaron en su casa, en una cuna, al cuidado de un canguro, mientras iban a trabajar? Seguro que no. No había casas. no había cunas, la tribu se desplaza unida.
Los monitos recién nacidos se agarran al pelo de su madre con pies y manos, y al pezón con la boca, y así viajan de árbol en árbol, seguros con sus cinco puntos de anclaje. Los chimpacés y los gorilas se nos parecen tanto que el recién nacido no es capaz de agarrarse a la madre; ella tiene que sujetarle con un brazo para que no se caiga. Pero solo durante las primeras dos o tres semanas; después, es la cría la que se agarra sola. ¿A qué edad se atrevería usted a llevar a su hijo colgado, sin pañoletas ni mochilas, sin sujetarlo con una mano, y saltando de árbol en árbol? No hay ningún otro animal sobre la faz de la tierra que necesite más de un año simplemente para agarrarse a su madre...
En los momentos de descanso, la madre se sentaba con el bebé en su regazo, o se echaba en el suelo con el bebé encima. A medida que iba creciendo, la cría necesitaba menos a su madre y también pesaba más; probablemente la abuela, el padre o los hermanos mayores ayudaban a la madre en el transporte. Es casi seguro que los bebés estaban cada minuto de las 24 horas del día en contacto físico con otra persona, casi siempre con su madre, hasta que empezaban a gatear. Y hasta varios años después estaban en contacto físico, si no las 24 horas, sí al menos una buena parte de tiempo. Incluso niños de tres o cuatro años, que pueden andar durante un buen rato, tendrían que ir en brazos si la tribu se desplazaba varios kilómetros.
Así pues, durante millones de años la evolución natural ha favorecido a aquellos niños que disfrutan yendo en brazos, pero se enfadan si les deja solos. Era una cuestión de supervivencia.

Carlos González, Pediatra: "Bésame Mucho"

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