Los modelos simplistas del duelo hablan de victimización y engañoso padecimiento nihilista.
El filósofo Thomas Attig sugiere que:
hay pocas posibilidades de escoger el camino que seguimos a lo largo del proceso. Más bien se espera que los afectados se vean sorprendidos por la "muerte" y pasen posteriormente por una serie de acontecimientos y experiencias que siguen una secuencia inevitable y que tampoco se pueden escoger. El proceso sigue su curso. A lo largo del camino, los supervivientes se ven sometidos a una combinación de emociones, cansancio físico, confusión mental, crisis espiritual e inquietud social que no es en absoluto bienvenida y que no puede soportar. Con el paso del tiempo y la capacidad de resistencia necesaria, se acaba llegando a un etapa de reorganización y recuperación o similar.
Contrastando con los modelos pasivos que se atribuye al duelo tradicionalmente, existe, sin embargo, un modelo privativo, esperanzador y activo.
Un modelo de etapas progresivas y una reconstrucción de significado.
Entre las ideas desafortunadas que sugiere esta concepción de la pérdida se encuentra la suposición de que los individuos afectados o quienes les rodean poco pueden hacer con su dolor. Quienes sufren una pérdida no pueden hacer otra cosa que esperar, dando por supuesto que "el tiempo cura las heridas".
Attig, en desacuerdo con esta posición, descubre el proceso de suelo como un proceso lleno de elecciones, de caminos o posibilidad es que podemos aceptar o descartar, seguir o evitar.
Aunque la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades. Thomas Attig
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