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Paz y Ciencia

domingo, 31 de mayo de 2015

Poetas suicidas


El malditismo que se atribuye a la poesía tiene solo un granito de razón, como el granito de locura en la genialidad de Aristóteles. La lucha por y con los problemas lleva a transformar los impulsos y angustia en bellas palabras hilvanadas con la fina aguja del dolor. Es una buena herramienta de trabajo, útil y, muchas veces, brillante. 
Rodrigo Córdoba Sanz


A partir de la desaparición de José Agustín Goytisolo, empecé a darle vueltas a las razones del suicidio, y se me sumó hace unos meses otra muerte voluntaria, la de uno de los poetas instigadores de la Poesía de la Experiencia, un granadino del que todavía no quiero acordarme, porque me dura pudor.
Investigando y releyendo en mi biblioteca -donde reina la poesía sobre todas las cosas-, he encontrado a un montón de poetas tocados por la valentía de decidir su propia desaparición. Hoy me pide el cuerpo hablarles de algunos de ellos, poetas que han sentido su poesía como realidad tangible, poetas para los que "todo ha sido posible, salvo su vida" (E. M. Ciorán).
Los primeros ejemplos de poetas autoinmolados son Kostas Karyotakis y María Poliduri, dos poetas griegos que vivieron la gran depresión de entreguerras (además de las guerras balcánicas y la guerra con Turquía) y que conformaron la "Generación derrotada", una generación ahogada en la crisis, en el desencanto y en una falta total de perspectivas. Kostas Karyotaquis y María Poliduri tuvieron lazos sentimentales y pasaron de forma paralela por una vida atormentada y trágica. De K. K. son los versos "... Bocas que tenéis mucho que decir / y la palabra os elige para tumbas" que pertenecen al poema Muertes, un poema que lleva en su arranque una cita muy significativa: "Hay hombres que llevan la mala suerte dentro de sí". Karyotakis se suicidó una tarde del día 20 de julio de 1928 disparándose un tiro en el corazón cuando estaba tumbado debajo de un eucalipto. Antes, durante la madrugada de ese mismo día, había intentado quitarse la vida tirándose al Mediterráneo, pero las aguas le devolvieron a la costa y escribió en una nota que se encontró en su bolsillo: "Aconsejo a cuantos sepan nadar que no intenten jamás suicidarse tirándose al mar. Durante diez horas me estuve peleando con las olas. Tragué una enormidad de agua y, sin saber cómo, de vez en cuando subía a la superficie; cuando tenga oportunidad, escribiré las sensaciones de un ahogado". De Mª Poliduri nos quedán versos tan exquisitos como este fragmento dedicado a Kostas : "...Era curiosamente bello como a los / que la muerte elige...".
Otro poeta norte dentro de este grupo y dentro de la historia de la literatura es Cesare Pavese, del que son los conocidísimos versos "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos- / esta muerte que nos acompaña / de la mañana a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento / o un vicio absurdo. Tus ojos / serán una vana palabra, / un grito callado, un silencio...", un poema sin parangón dentro de la historia de la poesía. Antonia Pozzi, otra italiana, falleció en el año 38 dejando versos como "...Ojos no míos / que la niebla invade."; Sibilla Aleramo se da fin no sin antes ofrecerle al mundo poemas sentidísimos como este fragmento de Soy tan buena: "... Mas al primer trepidar del violeta en el cielo / todo amparo diurno se desvanece /.../ Me parecía tener en las manos el cansancio de toda la tierra / no soy más que una mirada, mirada perdida y vana.". John Berryman, ya más entrados en el siglo y partiendo de la idea de que "la poesía es un riesgo supremo y prolongado", se arrojó desde lo alto de un puente de Mineápolis, en el año 72, cuando había dejado escrito Un corazón enloquecido, que terminaba con estos versos: "... No hay tiempo para la vergüenza /.../ el tiempo / se precipita como un loco descarado. Nada puede ser conocido". Sylvia Plath escribió: "... Mis horas se desposan con la sombra." y se dio fin en Londres el 11 de febrero del 63. Anne Sexton se suicidó el el año 74 después de escribir el poema titulado El deseo de morir, que finaliza con esta crudeza sobre el cuerpo tendido en la sala de despiece de un tanatorio: "... No preví que punzarían mi 
cuerpo. / Ni tan siquiera la córnea y la orina estaban ya. / Los suicidas traicionan el cuerpo de antemano." 
Entre los poetas suicidas de habla castellana tenemos bellos ejemplos en Gabriel Ferrater, un entusiasta de la obra de Kafka que dio fin a su vida en Sant Cugat el año 1972 (versos suyos son "Estoy más lejos que amarte /.../ No soy sino la mano con que tú palpas"); Alfonso Costafreda, muy cercano a Ferrater en obra en vida y en muerte, que se suicida en Ginebra durante el 74, después de haber escrito su último poemario, Suicidios y otras muertes, del que entresaco versos como "Entrará el mar lentamente en tus venas, / droga, ave rapaz, suicidio lento."; Pedro Casariego Córdoba, que se tiró al tren un día del año 1993 después de haber sido, además de un poeta magnífico, economista titulado, pianista, vagabundo, pintor y ermitaño ("Mi cuerpo / hervidero de hierba / helada / para enseñar anatomía / y botánica / y mi cuerpo / enseñanza / hierba que nadie recoge / hierba que el viento pisa / hierba que se hace suela / de mil zapatos vacíos."); Alfonso Sola, nacido en Paraná y voluntariamenmte desaparecido en Mendoza el año 75 ("...Un día todo dirá que hemos partido / Todo."); Alejandra Pizarnik, que en su última carta a Antonio Beneyto terminaba: "... Y aquí te dejo para ir a despachar la carta a un correo lejano que no cierra por la noche."; Luis Hernández, nacido en Lima y sólo nacido en Lima para escribir "...Solitarios son los actos / del poeta: Como aquellos / del amor / y de la muerte.".... y tantos otros. Creo que a los poetas citados y a sus versos les sobran mis palabras, sólo comentar que entre poesía y esperanza -según argumentaba Ciorán- la incompatibilidad es completa, y eso lleva al poeta a no entender el mundo por entenderlo, a no ser más que su poesía por la imposibilidad de vivir en otros planos que sean soportables con su sensibilidad. Todo esto lleva a situaciones de irrealidad que embriagan hasta la muerte buscada, siendo la poesía más vida que la propia vida.
No quiero terminar sin citar a Goytisolo, el penúltimo poeta suicida: 
"...ocurrió que fue siempre un solitario / ocurrió que la vida dejó de interesarle."
Otro día hablaré de poetas como Antonin ArtaudDanielle Sarréra o Paul Celán. Más muertos a sumar a la lista de los muertos, más suicidas a poner en su dedo el gatillo que vuele la sien de este mundo loco, injusto, lleno de imbéciles e ineptos sin asomo alguno de sensibilidad. También hablaré de Walter Benjamin, el hombre que en Port Bou supo a ciencia cierta que era más fácil desaparecer que seguir en esta historia. 

http://www.literaturas.com/v010/sec0309/suplemento/poetas.htm

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