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Paz y Ciencia

martes, 26 de mayo de 2015

Lou Andreas Salomé (1861-1937): Seducción de la inteligencia


¿Quién se acuerda hoy en día de la escritora Lou Andreas Salomé? Para muchos el nombre Lou Andreas Salomé simplemente está asociado inmediatamente con el filósofo alemán Nietzsche. Otros, quizás, también puedan recordar su relación con el poeta Rainer Maria Rilke e imaginar el idílico viaje que ambos hicieron juntos a Rusia. Incluso puede que otros -los más aficionados a encontrar nexos entre escritores, pensadores y artistas-, acaben encontrando lazos comunes de amor y amistad, o inesperados hilos conductores como si la historia del pensamiento y el arte se encargara por si misma de poner en orden y en contacto a diversos personajes para hacerles participar en un entramado de acciones que conducen inevitablemente a la realización de una obra que más tarde será entendida por los ojos de espectadores de generaciones futuras. Sería este un caso ilustrativo para conectar en el transcurso del tiempo a Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud, dado que Lou Andreas Salomé tuvo amistad tanto con uno como con el otro. Nos parece también que en otros casos como el de Clara Schumann, Cosima Wagner, Alma Mahler, Frida Khalo, Elena Dimitrievna Diakonova (Gala) y otras muchas mujeres nos conducen de inmediato -como aquella conocida y intrigante Ariadna del heróico Teseo y el laberinto-, a las vidas de otros célebres músicos, pintores, artistas, escritores y filósofos. Pensemos por ejemplo en Clara, Robert Schumann y Johannes Brahms; George Sand y Chopin; Cosima, Hans von Bulow y Richard Wagner; Alma, Gustav Mahler, Werfel y Gropius; Frida Khalo, Diego Rivera y Troski; Gala, Paul Eluard y Salvador Dalí; Simone de Beavouir y Jean Paul Sarte. También resulta interesante que el comienzo del pasado siglo XX se encargó definitivamente de destruir el mito de la mujer “musa” del siglo XIX para plantearnos la delineada y oscura figura del arquetipo de la mujer “fatal”, aunque, bien es cierto, que del personaje de Lilith -representada tantas veces mitológicamente en la pintura-, a la Lulu de Alban Berg en la música, o el ángel azul de Heinrich Mann en el cine hay todo un larguísimo trayecto por explorar. Desgraciadamente, lo primero en lo que se piensa no es en ellas o en sus obras sino en tal relación amorosa con tal o cual celebridad, es decir: o se las considera amantes “incomprendidas” o se las destaca por una determinada capacidad especifica -un gran talento por desarrollar- que quedó destruido por la figura del genio con quien tuvo la oportunidad de compartir su vida. De este modo se intenta comprender toda su verdadera relación intelectual únicamente desde un punto de vista secundario como si toda su potencialidad artística o creadora hubiera quedado de algún modo anulado en la historia misma. Podemos creer que, al final, Teseo sale gloriosamente del laberinto habiendo matado al terrible minotauro aunque desplazando para siempre de la mitología el hilo conductor de su hazaña: la propia Ariadna. Del mismo modo acaba sucediendo con la bellísima Helena en relación a Troya, se olvida su belleza -supuestamente en este caso, motor de la épica-, quedando así olvidada en el mar de los tiempos.
Una de las mejores formas de aproximarnos a Lou Andreas Salome es mirando detenidamente algunos de sus retratos llenos de encanto e infinito interés. De todas estas fotografías la más famosa es del año 1882 que muestra a una jovencísima Lou apoyada firmemente en el escritorio y agarrada con seguridad al respaldo de la silla: aquí la mirada es desafiante e inteligente, mostrando toda su juventud a la penetrante cámara que la inmortalizará eternamente y a esa temprana edad: intentando captar la atención del espectador, mostrando plenamente su confianza en el porvenir. Algo más tarde vendrán los años junto a Nietzsche. La segunda de las fotografías que me gustaría recordar muy brevemente es la inquietante pero muy conocida fotografía que nos presenta a Lou teatralmente con una fusta en la mano encima de una carreta y en la que -metafóricamente- los bueyes son Friedrich Nietzsche y Paul Ree. De este encuentro además da cuenta Giuseppe Sinopoli en su opera contemporánea en dos actos de los años ochenta titulada: Lou Andreas Salomé; escuchen -por favor- la parte del Waltz de sabor tan amargo e incierto, quizás, presintiendo el derrumbe del filosofo alemán, la voluntad de poder y la capacidad de amar: siempre la soledad, aprender a amar la soledad. Podríamos también recordar la película de la directora Liliana Cavani que trató este conocido asunto amoroso en los años setenta y la los días de la reivindicación del “amor libre”. La tercera de las fotografías es del año 1897 y muestra a Lou Andreas Salomé de semblante mucho más serio, de mirada serena e inteligente, penetrante aunque con el rostro algo cansado, puede que adivinando el futuro de los años 30 y 40 en Europa: los finos labios de Lou callados, guardando secretos y recuerdos que serán -quizá- el destino de la historia. Esta fotografía conserva a la vez mucha intimidad, belleza y misterio. Luego -posteriormente- vendrán las famosas fotografías con Rilke -aquellos años de viajes a Rusia para visitar a Tolstoi-, y, por supuesto, de los años vieneses habría que destacar la importante fotografía tomada durante el Primer Congreso de Psicoanálisis de Weimar, en 1911 junto a Freud, Jung, Adler y muchos otros. No recuerdo bien haber visto una fotografía en la que solamente estuvieran Freud y Salome pero su intercambio epistolar es conocido y está lleno de interés: recordemos la gran admiración que Sigmund Freud mostró en todo momento por esta fascinante mujer. La última fotografía que me gustaría destacar es aquella que fue tomada en 1934 que me resulta terriblemente inquietante: otra vez la mirada de Lou es intensa, ligada al infinito aunque también hay un rasgo para mí incomprensible, algo que parece que su mirada está ciega o -simplemente- sólo mira al horizonte más verdadero, su interior y su vida plenamente desarrollada: mirando profundamente hacia el fondo o el alma todas las cosas. Creo que en esta se guarda una brizna de misterio igual que en las ruinas que aparecen en todo ideal clásico mostrándole terriblemente a uno el paso del tiempo. Esta fotografía no parece reflejar a una mujer claramente envejecida sino a un ser agarrado firmemente al instante presente.
Por último quiero mencionar finalmente que una buena manera de acercarse hoy en día a la compleja vida de Lou Andreas Salomé es recurriendo a la lectura de varios de los nuevos libros que han salido publicados recientemente sobre su obra, a saber: Lou. Histoire d’une femme libre (Fayard, 2002) y Lou Andreas Salomé. A l’école de Freud. Journal d’une anne 1912-1913 (Le Petit Mercure de France, 2000). El primero es una breve biografía escrita por Francoise Giroud que apareció en francés hace tres años. En este libro se describe a Lou Andreas Salomé como una bellísima mujer de “una inteligencia superior” nacida en 1861: en resumen, una de las grandes seductoras de fin de siglo. Todos -y aquí “todos” son tres de los grandes personajes del pensamiento y la cultura europea: Nietzsche, Rilke y Freud-, sucumbieron a su encanto, lucidez, compañía y amistad. Con toda seguridad son miles de páginas las que se han escrito sobre su fascinante carácter y la exigencia que demandaba en sus relaciones personales. Giroud avanza más en esta misteriosa mujer proponiendo la idea de Lou Andreas Salomé como el perfecto estereotipo de “femme libre”, con plena libertad creadora en su vida e independencia de pensamiento, en la Europa de principios del siglo XX. Además este libro recoge algunas cartas de Rilke a Lou desde Munich de junio de 1897, y otras cartas intercambiadas entre Freud y Andreas Salomé durante los años 1915, 1917, 1923, 1935. Esta correspondencia también puede leerse en el segundo libro mencionado anteriormente: Correspondance avec Sigmund Freud, suivi du Journal d’une anne (1912-1913), que apareció entonces en la editorial Gallimard en 1992, en traducción de Lily Jumel. En conclusión -para terminar- este diario aporta interesantes entradas que hacen referencia a las conferencias de Freud sobre numerosos temas: la magia -sabemos que a estas conferencias también asistía a veces Ferenczi-, o sobre “el hombre sano” y el nerviosismo, sobre el concepto de censura, el erotismo, el narcisismo, el deseo, la bisexualidad, etc. Finalmente podríamos mencionar otro manuscrito de Lou Andreas Salomé encontrado milagrosamente por Ernst Pfeiffer -amigo personal de Lou- que siguiendo el género autobiográfico narra con detalle sus encuentros con Nietzsche, Rilke y Freud, entre otros muchos, durante una de las épocas de mayor esplendor de la cultura europea.
Pero terminemos este texto o breve semblanza de Lou Andreas Salomé de una manera directa, sintética y casi telegráfica como se suelen escribir las notas biográficas en muchas de las contraportadas de los libros que recomiendan tal u otro autor célebre:
El caso Lou Andreas Salomé (1861-1937)
Lou Andreas Salome nació el día 12 de febrero de 1861 en St. Petersburgo, Rusia. Nacida en una familia aristocrática alemana; su padre, el general Gustav von Salome, estuvo al servicio de los Romanov. Lou, de muy joven, se interesó enormemente por la literatura y la filosofía. En el invierno del año 1881-82 viajó a Italia para visitar a la amiga de su madre: Malwida von Meysenburg que se encontraba aquel tiempo en Roma. Lou tenía entonces 21 años de edad. Malwida era muy amiga de Nietzsche y también se consideraba su protectora en el círculo de los Wagner. De este modo, en una de estas reuniones Lou conoció al filosofo alemán y a Paul Ree, ambos seguidores del pensamiento de Schopenhauer y el ateismo. Ambos filósofos -Nietzsche y Ree- se enamoraron plenamente de la belleza de Lou. Además -incluso- por aquel tiempo se plantearon abiertamente el rechazo del matrimonio para vivir en una especie de comunidad intelectual que posteriormente sería totalmente imposible. El caso es que en 1887 Lou se casó con el orientalista alemán Friedrich-Carl Andreas con quien vivió muchos años. Posteriormente en la ciudad de Munich se encontrará con el poeta Rainer Maria Rilke con quien compartirá viajes por Europa y una importante correspondencia. En 1911 conocerá a Sigmund Freud. Este último siempre admiró tanto la belleza como la inteligencia de Lou Andreas Salomé. Freud le invitaría a muchas de sus reuniones psicoanalíticas y escucharía muy atentamente sus planteamientos. A partir del año 1933 Lou Andreas Salomé asiste con horror a la llegada del nazismo. Lou moriría algo más tarde en el año 1937 en una Europa casi en guerra.

https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero30/lasalome.html

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