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Paz y Ciencia

jueves, 29 de septiembre de 2011

La madre: un "Yo auxiliar" al servicio de la reproducción de un tipo de sistema vincular

En este trabajo, la autora engarza la teoría winnicottiana, desde el punto de vista del sostén emocional, con el verdadero y falso self, la socialización del individuo y con ciertas pinceladas de política y cultura. Un trabajo integrador que puede resultar algo revolucionario. Trato siempre de compartir con ustedes trabajos propios o ajenos que permitan pensar de una manera divergente y creativa, dando por hecho que lo estándar y lo "normal" es bien conocido por todos. Esa "normalidad", en cierto modo, forma parte de lo que Winnicott llamaba falso self y tiene que ver con la renuncia a una locura sana. Muchas personas se esfuerzan en encasillarse en un sistema de pensamiento, de sentimientos y actitudes para los que no están preparados, simplemente tienen otras lecturas de la realidad. Entender a estas personas y poder compartir pensamientos que se apartan de lo incorporado en la educación familiar y social es un trámite duro y fatigoso. Aceptarse y vivir de manera plena habitando el psiquesoma con satisfacción es un objetivo que sanos y enfermos se plantean para poder desarrollarse en la vida. Es cierto que no todo el mundo tiene estos planteamientos "metafísicos" pero, a menudo, los pacientes que acuden a consulta son personas que se separan de la norma en la campana de Gauss, la normalidad estadística. Los otros conceptos de normalidad son convenios o dirigidos por la moralidad o la religiosidad. Es más operativo, a mi entender, manejarse con unos criterios éticos fundamentales. La enseñanza en valores y virtudes, el deporte, la cooperación, el esfuerzo, el amar al prójimo y a uno mismo son puntos básicos para estar en el mundo de una forma más sosegada e integrada. No siempre es fácil hacerlo. Rodrigo Córdoba Sanz. email: rcordobasanz@gmail.com



Liliana Patricia Arbeláez

La madre: un “Yo auxiliar” al servicio de la reproducción de un tipo de sistema vincular



Basándome en los aportes teóricos de Donald Winnicott y en el concepto de sostenimiento o holding, que él y otros teóricos de la psicología dinámica han utilizado, para dar a entender la importancia que tiene la madre en los primeros meses de vida de un ser humano, como modelo protovincular que fija unos modos de relación objetal primaria que se repetirán en forma de circuito cerrado en la vida adulta, intento reflexionar y discernir sobre los porqués fundantes y estructurales de las relaciones ventajosas, de usura y de poder que atraviesan todas las relaciones humanas, sobre todo en el mundo occidental y capitalista , pero también desde los albores de la humanidad y que en última instancia son el motor de la angustia y el sufrimiento subjetivo y del declive de las relaciones sociales de equidad.



También intentaré justificar mi sospecha, no muy nueva ni única, de que la labor del terapeuta es intentar ayudar al paciente a que encuentre lo que su figura materna, después del parto, castró, tacho o sujetó. En pocas palabras un “terapeuta-madre” con conocimiento de lo humano y su esencia, que permita resarcir el lugar del verdadero self, en un acto que por demás le es subversivo al sistema social imperante. Deseo iniciar mi exposición retomando las definiciones conceptuales de Winnicott sobre el sostenimiento o holding. Para el teórico dinámico en el sostenimiento existe una función fisiológica y física, ya que gracias a él se protege al bebé contra los altos estímulos fisiológicos no comprensibles aún por el recién nacido; el sostenimiento “toma en cuenta la sensibilidad epidérmica de la criatura – tacto, temperatura, sensibilidad auditiva, sensibilidad visual, sensibilidad a las caídas… así como el hecho de que la criatura desconoce la existencia de todo lo que no sea ella misma; incluye toda la rutina de cuidados a lo largo del día y de la noche, que no es nunca la misma en dos criaturas distintas,….



El sostenimiento comprende, en especial, el hecho físico de sostener la criatura en brazos y que constituye una forma de amar”. Pero también considera Winnicott que la protección y cuidado que debe proporcionar la madre a su hijo no sólo están destinadas a garantizar la supervivencia del neonato, sino que en la medida en que estos cuidados son provistos de amor, el niño ira integrando tanto los estímulos físicos como la representación de sí mismo y de los demás, para poder adquirir un yo sano y el desarrollo de un self verdadero. Afirma Winnicott que las fallas de ese sostenimiento se traducen en un obstáculo para el desarrollo normal del recién nacido. También afirma el teórico que es condición sine qua non, que en la madre se dé el estado psicológico de “preocupación maternal primaria” para que pueda garantizar el paso del estado de no integración del recién nacido al de integración yoica y configuración del self. Así la madre funciona como un “yo auxiliar” que debe ser suficientemente bueno para garantizar la integración del yo y de un self verdadero; de no ser así, el resultado será un falso self y en caso extremo un yo disgregado. [1]



Ahora, para darle paso a mi reflexión quiero comenzar recordando que desde la teoría psicoanalítica el parto para la mujer es una cuestión de poder, ya que es cualidad específica de la libido materna su función autorreguladora de la vida humana en el desarrollo individual de cada criatura de la especie, como en las relaciones sociales y en la formación social. La libido femenino-materna se instala inexcusablemente en el principio de la vida de cada ser humano, para acompañar no solo la aparición del cuerpo, reproducción de la especie en tanto organismo, sino el nacimiento de la psique humana que emplaza la diferencia con los animales y que da la cualidad de humanidad a un organismo vivo recién nacido. En otras palabras, las mujeres no solo somos un órgano biológico perfecto para reproducir la especie como organismos, sino que también somos un “aparato psíquico” lo suficientemente alienado como para garantizar la reproducción de la estructura social y cultural imperante.



En la especie humana que necesita un prolongado período de exterogestación, es necesaría una enorme producción libidinal por parte de la madre para sustentar todo ese gran período de interdependencia. Lo que intentó demostrar aquí es que la inversión de energía física, emotiva y psíquica que debe hacer una madre es de gran envergadura, que el cuidado del bebé se convierte en la prioridad absorbente de la madre y que la razón fundamental y esencial de la labor maternal es cuidar a la pequeña criatura y propiciar su desarrollo, para que finalmente “su producto libidinal” “SU HIJO ”, logre encontrar un lugar y reconocimiento en el mundo social para el cual fue cuidado y educado.



Recuerdo en este momento un texto de antropología que leí hace algún tiempo, no recuerdo el titulo ni el autor, pero deseo rescatar una idea fundamental, sobre el lugar de la mujer-madre y su libido como el suceder irreprimible por cuidar de la pequeña criatura, una pasión por alimentarla, protegerla de la intemperie, del frío y de las sequías, para darle bienestar; esta pasión maternal en las mujeres primitivas, según los antropólogos, fue la que desarrolló la imaginación y la creatividad de las mujeres para sembrar, recolectar, hilar, tejer, hacer abrigos, conservar y condimentar alimentos, hacer cacharros con barro y una infinidad de utensilios que le facilitarían el cuidado de su criatura, una situación histórica, que si miramos detalladamente hace a la mujer y a su libido cuna de la cultura. Y es por ello, que si se revisan algunos textos de antropología nos encontramos con que “la existencia de sociedades con sistema de parentesco y de sucesión fundado en el reconocimiento de las dos líneas, patrilineal y matrilineal, se explican sospechando que a un sistema matriarcal primigenio se le impuso uno patriarcal, por lo que se corrobora la primigenia organización matrilineal y que parece ser, ha existido de manera generaliza en todas las sociedades primitivas.” [2] Estos datos antropológicos nos llevan a dudar del lugar primigenio del patriarcado y a evidenciar la gran importancia que tiene la mujer y su libido en la conformación de la cultura y las estructuras sociales.



Pero la madre, la primitiva y la contemporánea, y su recién nacido no están solos, aunque el manto simbiótico así lo haga parecer. Ellos dos como díada existen en medio de una familia, un clan, colectivo o sociedad, donde habitan otros, diferentes en tanto cuerpos, psique y libido, llamados hombres y que se han estructurado alrededor del ejercicio de poder vs. sumisión, de valores como la competencia y la ley del más fuerte, además de no tener las premuras y la necesidad de invertir su energía vital en el cuidado de una cría. Y es aquí donde sospecho que en la historia de la humanidad se erige el patriarcado. En un momento donde la energía femenina está desplazada hacia el neonato y que el hombre aprovecha para imponerse como macho dominante ante la díada madre - hijo y tratar de lograr que la libido femenina sea nuevamente desplazada hacia él. Situación que le permite descubrir que la madre no abandonará al falo que la completa, su hijo, que mantendrá el vínculo y preferirá sucumbir ante su poder, arrastrando consigo al neonato que indistintamente de su genero, niño o niña, quedará cobijado por el alo omnipresente y omnipotente del poder paterno, nombrado por la madre.



Descubrir la importancia que tiene ese vínculo madre-hijo, y lo que se puede hacer logrando su control, le permite al hombre erigirse como dominador de lo que la mujer ha creado, la cultura, su hijo y ella misma. Sin olvidar que en esta nueva lógica, él mismo se hace victima de su propio invento. Y es por ello que la sociedad patriarcal y capitalista, donde las leyes del más fuerte siguen imperando, espera de la madre un ejercicio socializador, normativo y moral con su cría, que garantice la existencia y persistencia del sistema. Retomando nuevamente el contexto de la actualidad, esperan que la “buena madre” reproduzca en su hijo el sistema social del que ella hace parte, le permita conocer el código para acceder al vínculo social, el lenguaje y particularmente su idioma, y ser reconocido por ese Otro que le antecede y que sólo le brindará un lugar en la medida en que logre adaptarse a las reglas de su juego. Un proceso opuesto a la simbiosis y que busca romperla. Que no le resta importancia a la supervivencia del neonato, pero que busca someterlo a las normas acordadas por una sociedad adulta que le antecede y a la cual la madre ya pertenece. Esta es la encrucijada que las madres tienen que vivir y resolver. Encontrarse en frente de su crío con toda esa carga libidinal que pugna por la satisfacción y que está en pro del desarrollo de un verdadero self del recién nacido, que la hace sentir completa y en posesión del falo; y por otro lado una sociedad simbolizada en un Padre hecho Ley, que le reclama un niño “bien educado” que pueda asumir los roles que se le asignarán y que constituyen un “verdadero” falso self. Que le permitirá alienarse lo suficiente como para poder acceder a las lógicas del mercado-consumo sin ni siquiera llegar a preguntarse del porqué de su existencia y de su manera de ser en el mundo, de igual manera que la madre lo ha hecho.



Conviene detenerme aquí un momento para entender un poco más la diferencia entre ese self verdadero y ese self falso. Se entiende en psicología dinámica por self el “sí mismo” o “ser”. Es el significado personal que cada ser humano construye desde el principio de la vida: “en el individuo se va constituyendo un self, como un sistema homeostático de regulación de los propios estados afectivos, de los límites y de la continuidad, y de la subjetividad.” [3] Es la capacidad que tienen los sujetos de reconocer lo que son, sienten y piensan.



En esta lógica, el verdadero self, según Winnicott, que toma fuerza o no a través de la madre, es lo que emana de la vida misma, que deviene del cuerpo y sus funciones, pero que no son el cuerpo y sus funciones. Es un concepto que soslaya lo filosófico de la esencia de los seres humanos y que nunca es remplazado y al que solo se le puede rodear con el lenguaje. El falso self, en cambio, es visto como el cascarón que construye el niño para proteger al verdadero. Según Winnicott, es necesaria su existencia en cierto grado para permitir la salud mental y adaptación a la sociedad y dice: “En la salud: el self falso se haya representado por toda la organización de la actitud social cortés y bien educada, por un no llevar el corazón en la mano”. Según lo anterior se entiende que se renuncia al verdadero self para ganar un lugar en la sociedad. Y esta es la gran contribución que las madres “bien educadas”, “bien adaptadas” han hecho en debacle de la exteriorización del self verdadero de su crío, pero al servicio de una sociedad que también las somete.



Volviendo a la relación objetal primaria entre madre e hijo, nos encontramos que Winnicott asegura que “la madre que no es buena, es incapaz de cumplir la omnipotencia del pequeño, por lo que repetidamente deja de responder al gesto del mismo; en su lugar coloca su propio gesto, cuyo sentido depende de la sumisión o acatamiento del mismo por parte del niño. Esta sumisión constituye la primera fase del self falso y es propia de la incapacidad materna para interpretar las necesidades del pequeño.” [4] Por otro lado “…La adaptación de la madre suficientemente buena al infante en esta fase, permite que el niño integre estas experiencias y continúe su existencia sin ser interrumpida y que luego será la base de hacer su propia experiencia.” [5]



Aquí me pregunto, ¿cuál es la madre que le sirve al verdadero self, cuál le sirve a la sociedad (cultura, mercado, relaciones de poder etc.) y cuál de las dos es la que existe y es responsable del tipo de vínculos sociales y por ende de la realidad en la que vivimos? Si nos atenemos a las anteriores palabras de Winnicott nos encontramos fácilmente con una “madre buena” que no existe por la exigencia social y la existencia efectiva de una “madre mala” que desde un lugar desventajoso, aunque no precisamente agradable y conciente, impone, lo que el sistema le hace creer, es su “propio gesto” al recién nacido en una relación objetal asimétrica atravesada por un poder fáctico.



Un Poder que al seguirle el movimiento a través de los vínculos sociales modernos, nos damos cuenta que se genera las élites del poder y su deseo de dominación; posteriormente es llevado a los medios de comunicación, cuyos dueños son las élites antes nombradas, y que sirven de medio para hacer públicos los modelos sociales que le sirven al mercado para mantener su lógica, donde el ser humano es un medio y no un fin; desde allí se distribuyen vía publicidad, cine, revistas, realitis, novelas etc., a la sociedad en su conjunto y son instaurados en la cultura como modelos a seguir. Penetran vía violencia simbólica en las comunidades y en la escuela, para finalmente llegar a la familia, un lugar que ya no es trinchera para que el sujeto se resguarde, porque es allí donde primordialmente se le niega su posibilidad de ser. Así el poder que es el deseo del Otro, traspasa esas membranas vinculares de lo social hasta llegar a lo particular del vínculo madre-hijo, y encuentra su mejor aliada, al madre alienada y des-responsabilizada con toda la posibilidad de reproducir “ capital humano” al servicio del capital financiero, en tanto cuerpo (modelado según el estereotipo de moda) y en tanto sujeto alienado y des-responsabilizado de su existencia.



Para asegurar aun más esta materia prima o capital humano con el que cuenta el sistema imperante, se busca ayuda en el discurso científico, ese que otorga grado de verdad a todo lo que nombra, y logra “la reducción de la verdad del sujeto en un elemento de prueba formal” [6] como lo nombra Hernando Bernal en su trabajo la des-responsabilización: “…El amor, entonces, se reduce a la presencia o ausencia de estas sustancias: si hay presencia de testosterona, dopamina y noradrenalina, entonces se está enamorado. Y si en lugar de amor hay amistad, se debe a la presencia de componentes químicos como la vasopresina, la oxitocina -de la cual dependen los vínculos: es la teoría del vínculo reducida a una base fisiológica- y las endorfinas. La atracción sexual dependerá de las feromonas y si la testosterona está muy alta, entonces habrá violencia intrafamiliar. El producto de esta reducción del saber a una verdad científica, es la des-responsabilización del sujeto en un sin número de sus conductas. Es lo que el psicoanálisis denomina «forclusión del sujeto». Así, por ejemplo, un sujeto que golpea a su mujer, dirá que no es responsable de ello, que la responsabilidad se le debe achacar a su alto nivel de testosterona en el cuerpo.” [7] Lo mismo sucede con la madre des-responsabilizada, la familia y la escuela, acuden al discurso científico para explicar las nuevas formas vinculares de los niños como Déficit de Atención, Trastorno por Hiperactividad y en el peor de los casos trastornos antisociales dejando la responsabilidad que les compete en la ausencia o presencias de unas sustancias de las que ni siquiera comprenden su nombre.



De esta forma, los niños-sujetos aprenden, acomodan, acorazan, automatizan y asumen las conductas convenientes a esta sociedad de realización del Poder de unos, vía madre y discurso científico, a costa de la negación del propio ser, donde se pierde la sabiduría filogenética de 3.600 millones de años y en cambio se aprende el acorazamiento psicosomático que se traduce según Casilda Rodrigañez en una “ espiral del llanto-acorazamiento-sumisión.” complaciendo a los adultos y a nuestras descabelladas conductas, sometiéndose inocentemente a nuestro Poder fáctico vía relación con la madre.



Respecto a esto último quiero traer a colación un párrafo del trabajo “El sujeto y el Poder” de Michel Foucault: “…he estudiado los modos de objetivación a los que yo llamaría "prácticas divisorias". El sujeto está dividido tanto en su interior como dividido de los otros. Este proceso lo objetiva. Los ejemplos son, el loco y el cuerdo; el enfermo y el sano, los criminales y los buenos chicos.” Y más adelante también dice: “Es probable que hoy en día el objetivo más importante no sea descubrir qué somos sino rehusarnos a lo que somos”



Y es en esta línea de argumentación y segura de las susceptibilidades que voy a generar o que ya estoy generando, que me atrevo a responsabilizar a las mujeres-madres, en las que me incluyo, del actual estado de las relaciones humanas, donde el ejercicio de la dominación es aprendido en la cuna por los yoes mas fuertes y el de la sumisión por los más débiles, pero en ultima consecuencia todos bajo las mascaras de falsos selfs reforzados por la madre, en el deseo de ser complacida por el hijo, en un ejercicio que desde los primeros meses de vida nos entrena para complacer al gran Otro amo del poder, el Padre hecho Ley.



Esta reflexión, muy pesimista de lo que son las relaciones objetales o vinculares primarias, me lleva a pensar, obviamente en el lugar y la responsabilidad de ser madre, pero sobre todo, en el lugar del terapeuta frente a un paciente adulto, que padece la angustia que le genera la relación con el otro, que lo constituye como un ser social y del cual busca reconocimiento de su self verdadero, pero que paradójicamente está sentenciado a esconderlo y protegerlo con una piel que se nombra en las teorías del self como órgano de contacto, y que es precisamente el falso self.



Veo la labor terapéutica en el lugar de sostener lo que la madre soltó, tacho y castro. Ya que todas las reacciones actuales dirigidas hacia el terapeuta son distorsiones basadas en los vínculos del pasado con ella, a esto lo llamamos transferencia y es la materia prima del trabajo terapéutico, pero qué hacer con esa transferencia? Reproducir el mismo sistema de relación dominador-dominado (educador-educado, madre-hijo), propiciar el reencauche del falso self con otras mascaras, pieles o cascarones; o buscar en conjunto con el paciente la manera de subvertir el discurso del amo, con mecanismos terapéuticos que ayuden a encontrar en el adulto, al niño que aprendió a esconder su self verdadero y favorecer con este encuentro nuevas formas de relacionarnos?



Considero que ya es demasiado atrevimiento sostener lo nefasto, que a mi manera de ver pueden ser las relaciones objétales y vinculares con la madre alienada por sistema de poder como el que impera en nuestra sociedad. Dejo hasta aquí mi atrevimiento y quedan abiertas las preguntas sobre el quehacer del terapeuta, atravesado por el significante ético de sostenimiento de un self verdadero o el significante amo del sostenimiento de una sociedad, teniendo en cuenta como argumenta Luisa Fernanda Muñoz , compañera de clase en uno de sus escritos que: “la ética no siempre va de la mano con la norma”. [8]





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NOTAS:



[1] De Norberto Bleichmar. Psicoanálisis después de Freud. Teoría y clínica. Capitulo II, El papel de la madre real ilusión, sostén, objeto transicional” .



[2] Francisca Martín-Cano Abreu. Estudios de Género. Sociedades bilaterales y costumbres reliquias matriarcales



[3] Drive, Ego, Object, and Self : Revista de Psicoanálisis. Noviembre 1999 - No.3



[4] Norberto Bleichmar. Psicoanálisis después de Freud. Teoría y clínica.



[5] Saúl Peña K. El pensamiento de Winnicott.



[6] Hernando Bernal. La des-responsabilización del sujeto como efecto del discurso de la ciencia en la modernidad



[7] Ibíd.



[8] Luisa Fernanda Muñoz. Es posible pensar lo antiético como un problema mal adaptativo del sujeto en el mundo social.

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