PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

sábado, 26 de febrero de 2011

La adolescencia y la edad escolar

... La contabilidad del compromiso del joven depende, en gran medida, del resultado de la lucha adolescente por la identidad. Hablando epigenéticamente, por supuesto, nadie puede "saber" exactamente quién "es" él o ella hasta que se han encontrado y verificado pautas promisorias en el trabajo y el amor. Sin embargo, las pautas básicas de identidad deben surgir de 1) la afirmación y el repudio selectivo de las identificaciones infantiles del individuo; 2) la manera en que el proceso social de la época identifica a los jóvenes -reconociéndolos en el mejor de los casos como personas que tenían que llegar a ser como son, y que, siendo como son, merecen confianza-. La comunidad, a su vez, se siente reconocida por el individuo que se preocupa de pedir tal reconocimiento. Sin embargo, puede sentirse además profunda y vengativamente rechazada por el que no parece preocuparse por ser aceptable, en cuyo caso la sociedad condena irreflexivamente a muchos cuya desgraciada búsqueda de comunalidad (en la lealtad a la pandilla, por ejemplo) no de puede desentrañar o absorber.7

La antítesis de la identidad es la confusión de la identidad, experiencia obviamente normativa y necesaria que puede constituir, sin embargo, una perturbación básica que agrava la regresión patológica y a su vez es agravada por ésta.

¿Cómo se relaciona el concepto psicosocial de identidadc on el sí mismo (self), ese concepto básico de la psicología del individuo? Según hemos señalado, un sentimiento generalizado de identidad produce un acuerdo gradual entre la variedad de autoimágenes cambiantes que fueron experimentadas durante la niñez ( y que, durante la adolescencia, pueden ser dramáticamente recapituladas) y las oportunidades de roles que se les ofrecen a los jóvenes para que seleccionen y se comprometan. En cambio, no puede existir un sentimiento duradero del sí-mismo sin una experiencia continua  de un "yo" consciente, que es el centro numinoso de la existencia: una identidad existencial, entonces, que (como hemos notado al examinar la vejez) en la "última línea" de nuestro cuadro debe trascender gradualmente la identidad psicosocial. Por lo tanto, la adolescencia alberga un cierto sentimiento agudo, aunque cambiante, de la existencia, y también un interés a veces apasionado por valores ideológicos de todas clases -religiosos, políticos, intelectuales-, incluida en algunos casos, una ideología de adaptación a las pautas vigentes de la época respecto de la adecuación y el éxito. Aquí, los trastornos que caracterizan a la adolescencia de otras épocas pueden permanecer extrañamente adormecidos. Y entonces, la adolescencia puede volver a albergar preocupaciones existenciales de la clase que sólo puede "madurar" en la vejez.



Erikson, que fue uno de los promotores del ciclo vital y del concepto de identidad, así como del uso del sí-mismo, que acercó el psicoanálisis a otras ciencias, es un autor consagrado en muchos ámbitos, respetado y conocido por sus contribuciones.
Él habla de la adolescencia como de la infancia o la vejez con sutiles detalles, por ejemplo nos habla de la fidelidad del adolescente, la falta de autoconfianza del adolescente, la oposición obstinada que es lo que ahora el DSM se ha empeñado en etiquetar como trastorno negativista. También, en relación a esto último habla de la identidad negativa, es decir, una combinación de elementos de identidad socialmente inaceptables y, sin embargo, empecinadamente afirmados. Si el medio social no logra ofrecer ninguna alternativa viable, todo esto puede llevar a una regresión repentina y a veces "fronteriza", en que se vuelve a los conflictos de las experiencias tempranas del sentimiento del "yo", casi como un intento desesperado de autorrenacimiento.

Fuente: Erik H. Erikson; "El ciclo vital completado". Paidós, 2000. Barcelona.

No hay comentarios: