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Paz y Ciencia

sábado, 5 de noviembre de 2016

Walter Riso: Hablar con uno mismo



Coherencia del "yo": pensar, sentir y actuar en un mismo sentido, en la misma dirección. ¿Cuántos lo logran? He conocido a personas que de tanto decir "sí" a los demás dejan de ser ellos mismos. Se especializan en agradar a los demás y adaptarse a las exigencias externas, creando un verdadero síndrome de camaleón.

El mensaje es muy claro: si no sabemos qué queremos o a dónde vamos, habremos perdido la capacidad de autorregular nuestro comportamiento. ¿Cómo ser psicológica y afectívamente coherente si he dejado el control de lado, si me he desconectado de mí mismo? 

En la Antigüedad, los filósofos y los sabios hacían una elección de vida razonada, sabían qué estaban haciendo y por qué. Esto implicaba un esfuerzo consciente y una gestión de los recursos mentales disponibles: es coherente quien trabaja para serlo.
Epicuro recomendaba en una de sus cartas:

"Estos consejos y otros similares medííalos noche y día en tu interior y en compañía de alguien que sea como tú, y así, nunca, ni estando despierto ni en sueños, sentirás turbación, sino que, por el contrario, vivirás como un dios entre los hombres".

Muchos de mis pacientes no saben por qué han elegido la vida que llevan, independientemente de que sea buena, mala o regular. Cuando los entrevisto al respecto suelen decirme que ellos no han elegido nada, y que las cosas han ido ocurriendo sin que dieran cuenta. Es más, la mayoría tiene la triste sensación de que los hechos van transcurriendo como en una película en la que el protagonista es otro. Sin embargo, una vez que comienzan a revisar seriamente su existencia, sus objetivos, las relaciones que establecen con su entorno y sus hábitos, el sentimiento de "despersonalización" se va extinguiendo. No puede haber coherencia sin que llegues a hacerte dueño de tu propio Yo y se cree un diálogo interno en el que puedas estar "noche y día", momento a momento, cara a cara contigo mismo. Tres ejemplos:

Una vez le preguntaron al cínico Antístenes qué había aprendido de la filosofía después de tantos años. Su respuesta fue: "El ser capaz de hablar consigo mismo"
Algo similar dicen de Cleantes, un filósofo estoico que, además era boxeador y solía hacerse reproches a sí mismo en voz alta. Al oírle, alguien le preguntó: "¿A quién haces esos reproches?", y él, sonriendo, respondió: "A un viejo que tiene canas pero no tiene entendimiento".
También cuentan que Pirrón, el padre del escepticismo, continuaba sus discursos aunque sus oyentes se hubieran marchado. En cierta ocasión en que lo vieron hablando solo, le preguntaron por qué lo hacía, y respondió: "Me ejercito para ser virtuoso".

Walter Riso: "Filosofía para la vida cotidiana".

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