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Paz y Ciencia

jueves, 17 de noviembre de 2016

Vicente Palomera. La Personalidad



In limine (En el umbral)

El "doble", primera concepción del yo -la imagen del espejo- se transforma en la instancia amenazante de la conciencia a la que Jaques Lacan se refiere como "yo ideal".

Se ha querido trazar, en este estudio, un breve bosquejo destinado a descifrar un hecho de psicología ingenua: la personalidad, una noción de la psicología siempre se esforzó por despegar de sus orígenes metafísicos y que, sin embargo, como ha sucedido en casos semejantes, no ha podido zafarse del hecho de que su uso no sea en absoluto unívoco.

La palabra no es garantía de concepto y cualquiera que intente estudiar la personalidad en toda su amplitud, descubrirá que no hay unidad en los diferentes usos de la misma.
Bajo el nombre de personalidad en toda su amplitud, descubrirá que no hay unidad en los diferentes usos de la misma. Bajo el nombre de personalidad se han coleccionado fenómenos heterogéneos en los que cabrían gran parte de los ideales forjados en nuestro imaginario social.
Se han dicho tantas cosas en su nombre que no podríamos permitirnos el dejarlo completamente a un lado. 

Las formas en que se manifiesta son tan diversas y las semejanzas tan superficiales que es absolutamente imposible encajarlos en una única categoría.
Existe un eco muy cercano de las concepciones opuestas en los modelos de la psicología. No soy la primera persona, ni la única, en observar hasta qué punto el problema de la personalidad sigue ostentando la huella de la tradición filosófica.

La evolución de la noción de persona, tal como la resumió el antropólogo francés Marcel Mausse, se refleja en las diversas concepciones por medio de las cuales los psicólogos trataron de dominar el problema. 

Como categorías de personas las categorías de la personalidad son, esencialmente, teorías del conocimiento y tal sentido pueden ser objeto de una crisis epistemológica.
Este ensayo insiste en que la personalidad se ve obligada a una oscilación que va de lo uno a lo otro.
El poeta Antonio Machado supo expresarlo en términos de gran belleza. Aludiendo a la metafísica, le hace decir a Juan de Mairena en su clase de retórica:
"Todo el trabajo de la razón humana tiende a la eliminación del segundo término. Lo otro no existe: Tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana, Identidad = Realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja elimin ar, subsiste, persiste, es el hueso de roer en que la razón se deja los dientes".

Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en "la esencial heterogeneidad del ser" como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno".

Es, precisamente, esa fe, que Machado atribuye a Avellaneda Martín, la misma que inspiró al genio de Freud, al definir el inconsciente como un lugar heterogéneo a la conciencia, lugar con el que el hombre nunca ha dejado de dialogar y con respecto al cual no podemos ubicarnos más que a título de exiliados.
No obstante, toda una tradición occidental tiende a reducir la heteronomía del hombre respecto a ese Otro lugar.
La promoción de la "unidad del yo", más que descubrir el ser del hombre,   lo oculta. Analizarla no como un progreso en la conciencia que el hombre tiene de sí mismo, sino como el producto de la constitución misma de su subjetividad, puede que nos permita ver su naturaleza ilusoria, tanto como la de las categorías de las personas ligadas a ella.
"La idea de una unidad unificadora de la condición humana, la idea de "personalidad total", me ha producido siempre el efecto de una mentira escandalosa". 
Jaques Lacan, 1966

Vicente Palomera: La Personalidad. El retorno de una ilusión.

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