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Paz y Ciencia

lunes, 28 de noviembre de 2016

Nota sobre la normalidad y la angustia (1931) Winnicott



[...] Desde un punto de vista puramente físico, toda alteración de la salud puede considerarse anormal, no por ello todo decaimiento físico por conflictos emocionales es necesariamente anormal.
Podemos tomar el ejemplo del niño de dos o tres años que se muestra perturbado por el nacimiento de un hermanito o hermanita. A medida que el embarazo de la madre progresa, o en el nacimiento del niño, que hasta ese momento ha sido robusto y no ha tenido motivos de aflicción, empieza a dar muestras de tristeza, su semblante empalidece, pierde peso y presenta otros síntomas como la enredos, el mal genio, enfermedad, constipación o congestión nasal. Si apareciera en ese momento una enfermedad física, es posible que la convalecencia se prolongue más de lo debido [...]

Ahora bien, de no haber nacido el hermanito, con todo lo que entraña para un niño hubiera gozado de salud pero el valor de su personalidad se hubiese visto disminuido debido al hecho de no haber vivido una experiencia real a una edad apropiada. Semejante caso justifica la afirmación de que para un niño puede ser más normal estar enfermo que gozar de buena salud.

Un médico que no comprenda los procesos que se ocultan bajo esos síntomas hará su diagnóstico y tratará la enfermedad como si la misma obedeciese a causas físicas. En cambio, un médico que entienda algo de psicología adivinará la causa oculta de la enfermedad y tomará las medidas pertinentes para aliviarla. Por ejemplo, dará consejos a los padres en el sentido de que no deben tratar al niño de modo distinto al nacer el nuevo hijo, ni deben mandarlo a pasar una temporada en casa de algún pariente, tal vez les aconseje que permitan al niño tener algún animal doméstico. Como medida profiláctica recomendará a los padres que contesten sin temor a todas las preguntas que tengan que ver sobre de dónde vienen los bebés,  y que procuren evitar la ansiedad en su comportamiento.

Cabe ir más allá y afirmar que un médico que esté aún más versado en psicología se contentará con dar una serie de sucintos consejos, sin hacer nada más, limitándose a un simple amigo. En efecto, este médico se da cuenta de que las frustraciones, los desengaños, la pérdida de algo que amamos, unidos a la comprobación de la debilidad y falta de importancia personales, forman una parte significativa de la educación del niño, además, no cabe ninguna duda de que uno de los más importantes objetivos de la educación del niño estriba en colocar al niño en una situación desde la que puede gobernar su vida sin ayuda. Es más, las fuerzas que determinan el comportamiento, tanto de los padres como del niño, están tan ocultas, tienen raíces tan profundas en el inconsciente, que los intentos que se hagan para modificar los acontecimientos recurriendo al intelecto se parecen al acto de grabar las iniciales en los pilares de una catedral: poco es lo que se consigue salvo reflejar la vanidad del artista [...]

Al médico que tenga un niño con mala salud puede obedecer a un difícil desarrollo emocional, hay que recordar que la angustia puede estar desempeñando un papel vital. Coexistir o provocarla. Por esta razón la medicina clínica es complicada, pero en la primera infancia cabe la posibilidad de desenredar una serie de complicaciones que en el caso de un adulto resultarían irremediablemente complejas.

Woods Winnicott: "Escritos de pediatría y psicoanálisis".

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