En un artículo titulado, Soñar, fantasear, vivir, Winnicott se pregunta "qué es la vida", no tanto desde un punto de vista filosófico sino por aquella pregunta se le ha impuesto por su práctica de la vida cotidiana, por el encuentro con esos pacientes fronterizos y de false self, para quienes la cuestión de la vida y la muerte se plantea en términos agudos: los de vivir o no vivir.
"Usted puede tratar qué le impulsa a vivir. Ahora bien, para nosotros, es de vital importancia reconocer abiertamente que la ausencia de enfermedades psiconeuróticas es quizá la salud, pero no la vida".
Para Winnicott, esta cuestión adquiere el máximo relieve, ya que, de entrada, está situada allí donde se origina la creatividad. Es en el juego del niño, donde se arraiga y funda la capacidad de ser creativo, por lo tanto de sentirse vivo.
Harry Guntrip se analizó con él y diría: "Nosotros somos diferentes de Freud, que quería curar los síntomas. Lo que nos interesa son las personas vivas, el amor en su totalidad".
Winnicott tenía la experiencia de que existen que tienen "buena salud", pero cuya existencia es vivida bajo el signo de la insignicancia, por el contrario, ciertos individuos "enfermos" tienen tal riqueza interior que ésta se encuentra acusada por su existencia misma, de acuerdo con un concepto demasiado estrecho de la salud mental. Si esa expresión no estuviese demasiado trillada, hablaríamos de calidad de vida, a condición de entender por ésta algo ligado a características propiamente subjetivas que vuelve al individuo apto para la felicidad.
Se trata de una capacidad para ser, relacionado con lo que Winnicott llama "sólida capacidad para una experiencia total". Y nuestra práctica analítica será vana si no se aproxima a tal problemática.
La vida implica no sólamente la aptitud para contraer lazos con el mundo y los demás, así como una vida interior, en sentido pleno. Dirigido a la creación, en esa capacidad de jugar.
"En esa área no sólo entran el juego y el sentido del humor, sino también toda la cultura que se ha acumulado y que forma el subproducto de la salud de los cinco o diez mil años pasados (...) comienza en el espacio potencial entre el niño y la madre, cuando la experiencia ha inspirado al niño una gran confianza en ella".
La vida implica no sólamente la aptitud para contraer lazos con el mundo y los demás, así como una vida interior, en sentido pleno. Dirigido a la creación, en esa capacidad de jugar.
"En esa área no sólo entran el juego y el sentido del humor, sino también toda la cultura que se ha acumulado y que forma el subproducto de la salud de los cinco o diez mil años pasados (...) comienza en el espacio potencial entre el niño y la madre, cuando la experiencia ha inspirado al niño una gran confianza en ella".
Se refiere a: "un modo creativo de percepción que da al individuo la sensación de que la vida vale la pena de ser vivida".
Esto contrasta con el sentimiento de futilidad que emana del mundo en una sumisión pasiva y la adaptación: en este caso, lo que domina es la sensación de que nada es verdaderamente importante.
"Incluso puede ser un suplicio real para ciertos seres que, habiendo tenido experiencias creativas mínimas, pueden percibir que la mayor parte del tiempo viven de manera no creativa, como si estuviesen prisioneros en la creatividad de otro o en la de una máquina".
La recuperación de una percepción creativa del mundo implica la necesidad de volverse informe (formlessness) en la situación analítica, es decir -de acuerdo con la expresión de Marion Milner - regresar a una "fase recurrente, esencial para una relación creativa con el mundo".
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