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Paz y Ciencia

sábado, 10 de diciembre de 2011

Civilización y Barbarie: Una mirada Psicoanalítica. La creatividad y sus orígenes. Alicia Rut Levin

Civilización y Barbarie: Una mirada psicoanalítica

La Creatividad y sus orígenes (2000)




Lic. Alicia Rut Levin
Psicoanalista.Miembro de la AEAPG
E-mail: alevin@fibertel.com.ar

Nos preguntamos porqué nos vamos a ocupar del concepto de creatividad en la obra de Donald Winnicott.

Por un lado, según Winnicott habría ilusiones creadoras. Es decir ilusiones cuya función no es el desconocimiento o la represión, sino la expresión sensible de una realidad psíquica que no logra representarse de otro modo. El carácter creador o no creador habría entonces que buscarlo en el tipo de proceso psíquico implicado en la producción de la ilusionas como en el contexto psíquico del cual emerge. De ahí que el espacio potencial o la zona intermedia de experiencia son un contexto psíquico donde lo vivido ocurre sin la cuestión, es decir, sin el cuestionarse si es interior o exterior.

Este autor ha sido sin duda alguna una de las figuras mas destacadas del psicoanálisis pos freudiano. Su teoría trata principalmente el tema de las relaciones humanas, en particular las de la madre y el bebe. Uno de sus aportes más reconocidos han sido los conceptos de objeto y fenómenos transicionales, junto con la descripción de la zona intermedia de experiencia, en la que ubica la experiencia cultural en la vida adulta.

Podemos llamar nuevo paradigma a la metapsicología de Winnicott, ya que utiliza categorías propias para denominar tanto los temas teóricos del psicoanálisis freudiano como para denominar y abordar lo que denomina su concepto de individuo sano y su relación con la creatividad. Como toda teoría psicoanalítica, ésta incluye nuevas definiciones de persona, sujeto y de su psicopatología. Ejemplos de ello son los términos, relación, función, intersubjetividad, espacio intermedio, objeto subjetivo, objeto trasnsicional y falso y verdadero self.

Cuando retomo la pregunta, porqué el término de la creatividad nos ocupa hoy, sabemos que el pensamiento psicoanalítico no ha sido ajeno a la relación entre la historia del hombre y sus barbaries. En 1930 Freud plantea la condición del ser en el malestar en la cultura, dejando la condición de sufriente y conflictiva para la naturaleza humana, otorgando a la represión el precio pagable para acceder a la cultura. Winnicott en 1960 establece una distinción entre cultura y experiencia cultural. Deja para el término cultura la denominación de aquellas expresiones de tradiciones, costumbres, mitos, leyendas, cuentos, formas de registro que se transmiten de una a otra generación. En cambio Winnicott ubica la experiencia cultural del lado de cada creador, en el estado de ilusión creativa, del juego que cada uno haga posible de acuerdo a su propia posibilidad de mantener la paradoja inaugural de la existencia humana. Recordemos que para nuestro autor en el origen: “no hay Sujeto. No hay bebe”. El bebe no existe sino en un estado de soledad disociado no traumática. El medio ambiente favorecerá su gesto espontáneo, su espejarse en el rostro materno, o mejor dicho establecerá esta lógica del objeto subjetivo. Dicha lógica del objeto subjetivo se sostiene en el movimiento paradojal. Ya nos hallamos frente a la primera definición de creatividad primaria, contenida en la primera paradoja. Por lo que verán que la transicionalidad en cierto sentido no es un punto de partida sino de llegada del psiquismo. Es decir, el bebe crea omnipotentemente el pecho, la madre, pero ella deberá estar, ahí, disponible, para se hallada-encontrada. De ahí que pensemos que lo verdaderamente traumático no es esconderse, sino no ser hallado. Es decir, el objeto es creado por mi, pero en verdad es hallado al mismo tiempo que creado.

Ahora nos vemos compelidos a equiparar según nuestro autor, que el crear es sinónimo del sentimiento de estar vivo. Recordemos que para nuestro autor existen tres diferentes estados afectivos, el estar vivo, muerto y el no-vivo. Es decir define Winnicott así el estado afectivo de quien necesita estar reaccionando permanentemente frente a un estado de adaptabilidad permanente, frente al sentimiento de desconfianza y futilidad interior.

En este momento, junto a la definición de la primera paradoja winnicottiana, debemos detenernos en la importancia que tiene la agresión en la constitución del psiquismo, así como al mismo tiempo en la posibilidad de la utilización de la creatividad primaria. Es decir la fuerza vital, aquella denominada por Bergson como elan vital...

Si vivir creativamente significa no ser muerto o aniquilado por medio de la sumisión o bien la reacción, entendemos que trauma es en esta teoría, lo que ha fallado, es el déficit del aporte del medio. Esta noción de estar vivo y creativo incluye la noción de temporalidad, ya que estamos dentro de una teoría que trabaja con la categoría de maduración, de desarrollo, es decir que trauma es definido como la consecuencia de la deficiencia en la continuidad temporal del aprovisionamiento primario. De ahí que en lugar de que el yo se fortalezca paulatinamente, necesite autosostenerse para sobrevivir en vez de vivir. Dicha creatividad primaria se patentiza en el gesto espontáneo del bebe, en el uso de la agresión, como sinónimo de movilidad, de exploración, de agresión sin intención destructiva, es preintencional. Forma parte del amor primitivo.

Winnicott realiza una diferenciación precisa en el estudio de la creación. Plantea que debemos separar a los fines metodológicos, la creatividad de lo concebido como creación en las obras de arte. Escribe que la creatividad de la que él se ocupa es universal y no tiene que ver con la del artista especialmente y pone como nota distintiva de ésta la sensación de estar vivo. Se refiere al enfoque de la realidad exterior por el individuo y hace una segunda distinción en donde lo creativo es idéntico a la salud.

Por otro lado, en aquellos individuos que han desarrollado una falsa personalidad y que la disociación resulta ser quien reina en el lugar del posible rodeo y desvío instintual, lo creador puede ser que se encuentre oculto en alguna parte, en una vida secreta.

El impulso creador aparece espontáneamente si el individuo se desarrolla satisfactoriamente y que prolonga por así decir el acto vital, útil y necesario más allá del límite práctico porque encuentra placer en su propio ejercicio (en este sentido tiene relación con la actividad libidinal descripta por Freud, por ejemplo, el chupeteo, que se prolonga mas allá de su mamada y que el lactante realiza por puro placer, apuntalándose en una función vital).

Este placer marginal de la función vital Winnicott lo indica como impulso creador que es un “sentimiento de estar vivo”, es decir vivir la vida. Lo contrario es que el individuo carezca del sentimiento de que la vida es real o significativa.

La vida gozada como individuo, Winnicott la propone como una conquista de la humanidad en una época histórica en que el individuo se constituye como unidad integrada en términos de tiempo y espacio. Esto según nuestro autor es posible cuando hay una ciencia organizada y cuando surge el tema del monoteísmo.

Winnicott sostiene que tanto Freud como M. Klein tuvieron que desarrollar el concepto de pulsión de muerte y, por lo tanto, proponer una fusión de pulsión de vida y pulsión de muerte con la correspondiente ambivalencia porque eludieron evaluar adecuadamente las consecuencias de la dependencia sobre el individuo humano y la importancia del ambiente que rodea al bebe, pues otra manera de explicarla (a la agresión) es a través de una dialéctica entre el infante y su medio ambiente que satisface o no las necesidades de dependencia.

La importancia de esta dialéctica entre el lactante y el medio ambiente se expresa por el desarrollo de la teoría de los fenómenos transicionales para describir la manera en que la formación de un ambiente lo bastante bueno en las primeras etapas permite que el individuo haga frente al inmenso registro de la pérdida de la omnipotencia.



El problema que tiene (a la altura de este escrito) el concepto de creatividad desarrollado por Winnicott, es que es tan general y está tan vinculado con la condición de salud y normalidad que deja de ser un problema específico de la creación en si. La creación así, es sinónimo liso y llano de salud y por lo tanto es extensivo a todo acto vital. Es decir, el problema de la creación de una obra queda incólume frente a esta creatividad general postulada por Winnicott.

Hay hombres que pese a sus dotes no logran producir ni tampoco consiguen librarse de lo que precozmente una realidad destructora marcó, catalogó en ellos. Otros en cambio logran transponer el terror en creación merced a un deseo de reparación. Los primeros quedan prisioneros del trauma, repitiéndolo monótonamente. El no poseer un espacio para transicionar nos deja presos de que lo traumático irrumpa (temor al derrumbe, al vacío, al no representable). El impulso creador en esta teoría es la cosa en si misma. Esta presente tanto en el anciano, como en el bebe y guarda relación directa con el vivir mismo. Entonces dirá Winnicottt que quien crea el impulso creador, en esta creatividad primaria, es el bebe, dentro de la paradoja anunciada.

Este devenir paradojal entre la omnipotencia del primer objeto subjetivo y los otros, ira cediendo hacia la instalación de un espacio de ilusión – desilusión, que al mismo tiempo que separa une a la vez. Dicho juego y contrajuego necesita enmarcarse en la preocupación maternal primaria, es decir holding, handling y la presentación del mundo.

Es decir, además de la búsqueda de satisfacción vamos en busca de una relación de dependencia con el medio ambiente, con necesidad de no tener que reconocer dicha dependencia. Así pensamos al psiquismo más que como pura búsqueda de satisfacción, como una construcción que requiere de las categorías de limite, de borde, donde es posible diferenciar que no se trata de una narcotización aparentemente satisfactoria de la oferta materna, sino de un lugar donde dar espacio a la creación, ya que de lo contrario nos enfrentamos a la alienación en el apego al objeto.

Winnicott afirma que en un espacio psíquico desinvestido no hay lugar para la representación imaginativa. El blanco del espacio psíquico, sin catexia, el negativo de la relación primaria, la madre muerta, lejos de crear al objeto fantaseado, generara una búsqueda infinita en el replegamiento y la futilidad. El opuesto del juego y la creación no es la seriedad, es la realidad, a veces el falso self.



Winnicott en el articulo sobre la experiencia cultural alude a la “sublimación” teorizada por Freud, plantea que no pudo ubicarla topográficamente, propone frente a esto una topografía en la que el juego (equivalente de la sublimación) no es una cuestión de realidad psíquica interna ni de realidad exterior, si el juego no está ni afuera ni adentro, se pregunta ¿Dónde está? Se contesta que está en un tercer espacio, un espacio virtual, el espacio transicional.

El espacio transicional es tributario del objeto transicional, este es la primera posesión no-yo que implica al mismo tiempo el primer símbolo y la primer experiencia de juego. Este objeto es un símbolo de la unión del bebe y la madre y puede ser localizado en el momento de transición (en la mente del bebe) entre el estado de fusión de la madre y el niño y el instante de la separación en la que esta es percibida como separada para luego ser concebida como tal.

El uso del objeto implica volver al instante de unión de dos cosas que ahora están separadas (el bebe y la madre), pero el uso de este objeto, es decir la disposición de la imagen interna de este objeto es posibilitada por la disponibilidad de la madre exterior, separada y real que mantiene viva la imagen de este objeto. Este mantener viva la imagen del objeto permite que la madre se pueda separar temporalmente del bebé durante un cierto tiempo, al cabo del mismo el bebe se angustia pero esto se resuelve por el regreso de la madre. Pero si la ausencia se prolonga se produce el trauma que es experimentado como una ruptura de la continuidad de la vida de modo que las defensas primitivas se movilizan para defenderlo de la repetición de una “ansiedad impensable” o contra el retorno de un estado de confusión aguda que implica la desintegración del yo.

Aquí Winnicott hace una importante delimitación, dice que este objeto, símbolo de unión, se expresa en fenómenos que no tienen clímax y por lo tanto los diferencia de los fenómenos instintivos que culminan en el orgasmo. Al contrario, los fenómenos de la zona de transición pertenecen al área de la relación con los objetos y que relaciona con el amor y que se caracterizan por su variación. Aquí entonces separa Winnicott, el juego de la sexualidad.

La satisfacción del instinto en cambio solo implica una función parcial que debe ser completada por la experiencia de la zona de los fenómenos transicionales. Estos fenómenos transicionales y el juego constituyen lo que nuestro autor denomina experiencia cultural que define como tradición heredada. Y es justamente sobre la base del reconocimiento de la tradición donde alguien puede ser original, hay un juego recíproco entre la originalidad y la aceptación de la tradición como un aspecto más de la dialéctica entre separación y unión.

Este espacio transicional, espacio potencial entre lo objetivo y lo subjetivo es el lugar del juego, de la fantasía , de la imaginación y de la creación. Sin el juego, sin este espacio potencial el niño se vería en el serio peligro de adaptarse a las exigencias maternas por temor y sometimiento.

Así se constituye el falso self, en términos de imagen engañosa de si (yo imaginario) que para Winnicott funciona como una defensa, como organización reactiva.

El objeto transicional es un objeto elegido, “creado” e irremplazable. Objeto que acompaña en silencio y que tiene el valor de un principio de símbolo, que posibilita una transición, se trata de una modalidad presimbólica. Además de marcar y delimitar el universo simbólico.

El objeto transicional reniega en cambio lo que le falta al niño y llena, solamente por un tiempo, aquello que deja la ausencia de la madre.

O. Mannoni plantea que mientras que el juego del carretel es progresivo, pues inaugura el dominio simbólico, el fetiche y el objeto transicional serían conservadores y destinados a renegar. Es creado y hallado, sostiene la ilusión de omnipotencia, es decir, es una defensa contra la angustia.

Sin embargo hay una diferencia importante entre el objeto fetiche y el objeto transicional, mientras el primero queda fijado, y además no se cede bajo ningún aspecto con peligro de que aparezca la angustia, el segundo se abandona mansamente, sin despertar angustia y, por lo tanto, parece participar demoradamente de las características progresivas del objeto simbólico. Lo cual nos hace pensar en ciertas características relacionadas con la temporalidad. Mientras el fetiche se remite al tiempo circular de la repetición, atrapado en la dimensión traumática de la castración, profundizando las características ontológicamente positivas de los materiales y texturas reales; el objeto transicional sufre con el tiempo un debilitamiento de la fijación, una especie de dilución ontológica luego de un tiempo de espera. Por lo tanto podríamos decir que la característica primordial del objeto transicional es su esencia lógica, está creado para soportar el tiempo de espera de la aparición materna. Este tiempo de espera que se va dilatando a medida que las representaciones permanecen y se inaugura el tiempo diacrónico, la posibilidad de espera. Tanto jugar como hablar solo se puede desarrollar en el tiempo cronológico. El objeto transicional deviene así objeto de una transición temporal.

En la ilusión – desilusión dedicada a los primeros objetos existe un inicio de operación simbólica realizada con un acompañamiento motriz, de sentimiento de poderío sobre el objeto, es decir, sobre la angustia frente a la ausencia. Decir ta-ta, arrojar, apretar, chupar, se convierten en sinónimos que tienen el concepto de desilusión para el aparato psíquico. En dicha unión existe la desmentida de la ausencia, solo por un tiempo, de lo contrario se pierde el juego y aparece lo trágico.

Si sabemos que lo transicional no es el objeto, sino su condición de tránsito entre ausencia-presencia, también debemos saber porqué la característica de dicho objeto es tolerar la ternura y soportar la agresión. Es la primera creación no-yo. Si la creatividad primaria es el gesto espontáneo, el estar solo en compañía del otro, el objeto transicional da un paso más, ya que es el primer acto presimbólico, es decir ahora se puede sustraer la presencia de la función materna antes requerida. Mejor dicho debe sustraerse la presencia materna para dar lugar al objeto que imaginariza su presencia a la manera de creación. De ahí que no pensemos en categorías de sublimación en este autor ya que es un paso posterior, es decir corresponde a un aparato psíquico más maduro y en otro tiempo.

Podemos hacer una breve mención, ya que gracias al trabajo del Dr. Norberto Lloves denominado el “El juego y la Constitución subjetiva” volvimos a recorrer categorías freudianas de juego y fantasía.

Cito al Dr. Lloves: “El eje del juego infantil parece ser la repetición activa de sus vivencias pasivas. En 1905 Freud hace mención al placer que aporta el juego de palabras, articulando la actividad lúdica con el lenguaje”…

…”Luego el chiste vendrá a cumplir la función de liberar el placer por eliminación de inhibiciones.”

...”En 1920 en la repetición del juego a través de la búsqueda de la identidad repetitiva será pensada como el intento de dominio de una vivencia displacentera, para poder ligar la excitación con un procesamiento psíquico novedoso: el mas allá del principio del placer….

…”Finalmente en 1926 vuelve a citar el juego infantil como mecanismo fundamental en la constitución subjetiva…el niño reproducirá en su juego las vivencias penosas...

…”podemos concluir que el fort -da es el modelo lógico del juego…? como funciona la repetición...?

Cuando diferenciamos categorías lógicas de la teoría freudiana con la teoría que en este momento nos ocupa, necesitamos del criterio epistemológico, ya que en la teoría de Freud nos manejamos con la noción de símbolo y repetición en el juego, y en la transicionalidad utilizamos categorías como la de intersubjetividad y de espacio potencial.



Podemos pensar que el concepto de Winnicott de creatividad, relacionado con el espacio transicional ,como territorio de la zona de juego donde se desarrolla el vivir creador y la vida cultural del hombre es un concepto eminentemente temporal que implica tiempo de crecimiento, maduración, desarrollo en un medio adecuado, posibilitado por el objeto transicional. La diferencia con el concepto de sublimación freudiano está en que éste le da un contenido de destino pulsional, energético y metapsicológico donde está ausente la dimensión temporal.

Al tomar Freud el concepto de realidad psíquica, es decir, de desarrollo en la fantasía como campo homólogo del juego y de la creación, el concepto temporal deviene secundario en aras de la topografía metapsicológica, mientras que el concepto de espacio potencial o transicional es inconcebible sin una dimensión temporal. El niño al crear el objeto crea tiempo de espera, o lo que es lo mismo la creación le permite esperar.

Esta espera creemos, es lo que permite enfrentarse con la experiencia inicial del desamparo, el valor del objeto artístico es la posibilidad de crear un sostén del tiempo de espera, un desvío en la ruta de la repetición traumática , un camino nuevo que implique una diversión -en la múltiple acepción de la palabra-.

Maud Mannoni se refiere a la inteligencia infantil en el aprendizaje de las lenguas extranjeras cuando se encuentran cómodos con su familia de adopción, en esta facilidad interviene el ritmo, anterior a la palabra y lo asocia citando a Feyerabend al juego con las palabras antes de aprender el sentido de las mismas. Este opone el juego de los niños y de los poetas a las máquinas traductoras de los lingüistas y la palabra de los escribanos. Es una palabra que importa por otra cosa que por lo que dice, importa el sonido el ritmo, la música elementos de un juego que va más allá o más acá del sentido y que como veníamos sosteniendo el tiempo es un componente fundamental.

A la inversa de M. Klein, Winnicott atribuía gran importancia al papel del entorno en los comienzos de la vida de un individuo. La calidad del entorno (intercambios con un adulto que juegue con el niño) tendrá efectos en el desarrollo posterior.

Por lo contrario la madre que se fue no existe más, está muerta, queda así un espacio psíquico desinvestido, el sujeto lejos de poder crear un objeto se asegura llenando un agujero en el plano de la fantasía, se impone obligaciones y deberes que lo eximen de pensar. Por ejemplo, una paciente de Winnicott se obligaba a leer y pintar, lo usaba como una muralla contra la amenaza de derrumbe. Su actividad del fantaseo le permitía, por efecto de la disociación, no estar presente en el mundo aunque se hallara acaparada por la actividad de su quehacer de relleno.

La madre-entorno genera una seguridad al nivel del ser antes de poder autorizarse sin riesgo a sentirse diferenciado en el plano del ser con el otro . Las posibilidades identificatorias posteriores surgen de la etapa que precede a la separación del cuerpo de la madre, sólo a partir de ese momento el niño “se tiene” en un cuerpo de él y puede instalarse sobre las bases de una separación lograda. Para Winnicott el juego es un hacer y tiene relación con el sueño y con sus posibilidades de desplazamiento.



Es importante aquí determinar una discriminación que a nuestro juicio Winnicott hace sobre el uso de la fantasía, una clase de fantasía es pensada como estructura defensiva, es considerada como aquella que rellena agujeros y que no está al servicio de la creación, sino de la defensa y de la neurosis, aquí el tiempo está coagulado en un tiempo circular de la repetición. Esto estaría del lado de los síntomas cuando el fantasear está reprimido, del lado del control del derrumbe y no del juego.

Por otro lado Winnicott apela a otra concepción de la fantasía, de la imaginación y el sueño diurno, lo que implica la capacidad de jugar y de libertad. Ésta sería una función de la fantasía que se daría en un territorio creativo, donde la permutación y el desplazamiento se dan libremente. Breve acceso al inconsciente no interdicto por la represión



Para terminar y recordando el tema que nos reúne, ( la creatividad en relación a la civilización y la barbarie,) podríamos pensar que así como el primer “dale que “… del juego corresponde al acto de la función del medio ambiente, dando por supuesto la vivacidad interior que necesita un bebe para crear el objeto subjetivo, no me gustaría olvidarme que las creaciones diabólicas de la naturaleza humana corresponden, entre otras cosas, al déficit inicial de no poseer en que y en quien anclar la existencia.



Una alumna de la Maestría en Psicoanalisis de esta casa, María del Carmen Castro, en su Seminario acerca de la posición del analista en la teoría de Winnicott nos dice así:

…”Se puede vivir, sin estar vivo, acotado, acatando una existencia obediente, sin sueños propios, bajo el pensar de los otros quienes prometen la felicidad en cajita.

…Pensar en la creación en Winnicott, es pensar en un hijo que atesora un objeto si miles de otros lo hicieron antes que él, con un código inscripto, pero esto no cuenta. La madre está ahí, sostiene al hijo y a la ilusión de lo subjetivamente propio. Madre e hijo van siendo.

…¿y hoy, en que lugar vivimos?...si no es el mundo de pos- guerra, ni la ilusión americana de progreso, si no es el mundo de amor y paz, ni tampoco el mundo donde Winnicott escribió… ¿es posible un sujeto radicalizado en un escenario histórico entre la opulencia y la exclusión?

Quizás sea en el “entre” la opulencia y la exclusión donde esté la posibilidad de rescatar ese espacio potencial sagrado… ¿Será posible contribuir desde la práctica psicoanalítica a que ese sujeto único confíe, cree creándose, sacudiéndose las apariencias y los discursos ajenos para encontrar su pequeña, pero propia creatividad cotidiana?…”



Recuerdo en este final, a quienes creando me enseñaron, pudiendo entonces agradecerles, así como hoy, espero, hayamos construido aquí un vero espacio potencial.

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