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Paz y Ciencia

sábado, 24 de diciembre de 2011

Análisis de niños con los adultos (Ferenczi).1931

Sandor Ferenczi (1873-1933)
"Siempre que una reacción emocional es suprimida, interrumpida o reprimida, algo se destruye en uno".


El análisis sale beneficiado cuando el analista consigue, gracias a una paciencia y una amabilidad casi ilimitadas, salir -activamente, se sobreentiende- al encuentro del paciente. (...) El paciente captará nuestro comportamiento en contraste con los sucesos de su vida familiar, y como se sabe protegido ahora de la repetición, intentará arrojarse a la reproducción del pasado desagradable. Todo lo que ocurre entonces nos recuerda vivamente las referencias de los analistas de niños.

Lo desmedido en Ferenczi, dice Villamarzo, consistió en ir más lejos de la pura presencia intersubjetiva: su actitud "maternal" le indujo a recorrer regresivamente con el paciente el camino terapéutico hasta llegar a las huellas traumáticas infantiles, de la misma forma "activa" en que lo haría una madre cariñosa con su propio hijo. Recordemos aquella frase de este por su actitud excesivamente bondadosa con sus pacientes: "Pero ya que a Ud. le agrada desempeñar el papel de madre cariñosa con los demás, tal vez pueda Ud. hacer otro tanto consigo mismo". [Ernest Jones, 1957]

Puede afirmarse con justicia que el método que empleo -dice Ferenczi en el escrito que comentamos de 1931- con mis analizantes consiste en "mimarles". Sacrificando toda consideración en cuanto al propio confort, se cede todo lo posible a los deseos e impulsos afectivos.

Esta confusión entre "vivencia intersubjetiva" y "actuación" frecuente en algunas técnicas de las llamadas "nuevas terapias", estriba en no establecer la adecuada delimitación entre el hecho de que el paciente viva, sufra o goce en nuestra compañía, y que el paciente lo haga en una relación activa con nosotros. Es importante insistir, a este respecto, en que si el analista sabe mantenerse en una presencia viva respecto al paciente, flexibilizando el superyó de este y acompañando benevolamente su yo, pero sin seguirle en su demanda elloica de respuestas directas y aún fisicas, no será preciso acudir a ningún tipo de manternaje real. La mera presencia, tal y como la concibe Sacha Nacht, puede resteñar -sin abandonar la neutralidad analítica clásica aunque "benevolente"- las heridas carenciales de amor, los traumas que han hecho, en último término, enfermar al paciente.

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