Claudio Naranjo nos invita a un viaje a través de los grandes relatos de Oriente sobre la transformación humana; cuentos que describen, con un lenguaje secreto y ancestral, el camino interior, el itinerario místico, la santa locura, la noche oscura del alma o la vía del bodhisattva. Del hinduismo al Islam, del sufismo al Tao, de la Biblia a Buda, las páginas de El viaje interior en los clásicos de Oriente arrojan luz sobre los sellos mejor guardados del Mahabharata, Aladino, Mushkil Gushá, el Antiguo Testamento, la peregrinación del Rey Mono, el romance de Yusuf y Zulaika o la epopeya tibetana de Gesar. Todos ellos relatan la leyenda universal del Viaje del Héroe: el monomito acerca de la búsqueda de la conciencia y, en última instancia, del sentido de la vida.
El filósofo y psiquiatra Claudio Naranjo (Chile, 1932) se ha convertido en un referente fundamental en la integración de las psicologías occidentales y las filosofías de Oriente. Maestro de gestaltistas, rabino, swami y chamán, es ya una leyenda viva entre psicoterapeutas y buscadores de toda índole.
¿Qué es lo que buscan los buscadores? En la tradición cristiana se lo solía llamar Dios, pero no todas las tradiciones espirituales llaman de la misma manera al objeto de la única búsqueda; así, por ejemplo, en el budismo se lo llama budeidad, en el taoísmo, el Tao, y en el yoga, la liberación. Tal vez lo que buscamos es lo que somos ya, sin saberlo bien; por ello, cuando lo encontramos, decimos que hemos despertado.
Se usa también, en referencia a este despertar o encuentro con el objeto de la búsqueda, la palabra realización; no en el sentido que tiene este término cuando se aplica a la implementación o producción de cosas en el mundo, sino en el de un darse cuenta de cómo son las cosas: llegar a percibir una verdad que estaba velada.
Podemos decir también que lo que busca el individuo, sin que nadie se lo haya enseñado, es la culminación de su propio desarrollo, lo que equivale a la realización de su potencial. O podemos decir que buscamos nuestra propia transformación, sintiendo también en forma tal vez instintiva que nos espera algo así como una metamorfosis en el curso de nuestro desarrollo.
Así como una mariposa es, intrínsecamente, un organismo que se desarrolla en ciertas etapas (de huevo, larva, crisálida y forma adulta alada), así también los humanos podemos atravesar por algo semejante a una metamorfosis. Solo que son pocos quienes llegan a vivida, pues parecería que la condición de la humanidad fuese mayoritariamente una condición larval, de subdesarrollo, y de ahí nuestros infinitos problemas personales y colectivos; tan rara es la llegada de las personas a su estado maduro, que el viaje ha llegado a constituir algo que se pudiera llamar esotérico.
Son infinitas las veces que se ha querido hablar de este viaje a través de los cuentos o los mitos, pero ¿quién los entiende? Les llegan a los niños tales historias como atractivas, pues parece que se entienden en forma semejante a como se comprende la música, sin saber qué es, exactamente, lo que nos toca al escuchada. Pero uno que ha recorrido el viaje del alma sí que sabe muy bien lo que los cuentos dicen y comprende por qué en todas las culturas existe el género narrativo que los folcloristas han llamado cuentos mágicos o cuentos de hadas. Son mágicos porque nos llevan a un mundo que la cultura en que nos movemos desconoce, un mundo que solo se abre para quien atraviesa cierto umbral en su evolución personal.
Sale en primer lugar el héroe hacia su aventura como uno que deja atrás su pueblo, o la ciudad. Tal vez se va en busca de su aventura a la selva, o al bosque, como en los viejos romances. Frecuentemente, el héroe de estas historias comienza a pie, pero luego es llevado por una cabalgadura, lo que sugiere que a partir de cierto momento el viaje interior pasa a ser impulsado por una energía nueva. O tal vez continúa en una embarcación o es llevado por los aires por un gran pájaro (y el contraste entre volar o navegar y simplemente caminar nos sugiere no solo mayor energía, sino una experiencia de ser llevado por una fuerza ajena).
Mucho se parecen entre sí las historias de diferentes culturas, y una porción considerable de los cuentos mágicos se puede comprender como variantes o episodios de un gran mitologema, que Joseph Campbell propuso llamar el monomito del héroe.
Fue Wilhelm Reich quien primero llamó la atención sobre las semejanzas entre tantos cuentos y leyendas relativas al héroe, como el nacimiento virginal, el no ser verdaderamente hijo de sus padres o el encuentro con un monstruo o dragón, e intentó explicar tales semejanzas relacionándolas con experiencias infantiles comunes a todo ser humano.
Pero no es ese el punto de vista de este libro, que más bien invita a sus lectores a entender cierto tipo de literatura como expresión de un desarrollo superior de la consciencia, que lleva a los verdaderos buscadores más allá de la experiencia compartida por la mayoría de sus semejantes. Según este punto de vista, el viaje del héroe (que no es otra cosa que el viaje del alma) es simplemente una traducción simbólica del itinerario místico: un proceso de desarrollo psicoespiritual que no solo los místicos, sino también los chamanes, han conocido muy bien, y que refleja etapas que usualmente incluyen un viaje por los cielos y un viaje por los infiernos, así como un proceso de muerte y renacimiento.
Estoy seguro de que no solo los autores de los cuentos sufíes destinados a la enseñanza, sino también comentaristas como Heinrich Zimmer y su discípulo Joseph Campbell, han dado por cierto este punto de vista (que hasta ahora no llega a ser universalmente aceptado por aquellos que estudian la mitología en el mundo académico).
Joseph Campbell describe el viaje del héroe como uno de ida y regreso. Primero, el héroe de los mitos o cuentos -como potencialmente cada uno de nosotros- se encamina a un distante objetivo, como encontrar la fuente de las aguas de la vida o liberar a una princesa encantada; pero luego de cumplir con él debe emprender todavía un viaje de retorno que lo trae de regreso desde el mundo mágico a nuestro mundo ordinario, donde las capacidades adquiridas en su aventura le permitirán realizar algo que hará perdurar su memoria y servirá a la sociedad.
Sin embargo, me parece que este esquema simplifica las cosas excesivamente, pues el proceso del viaje interior es más bien uno en que el héroe de la propia aventura, después de haber triunfado con el logro de su objetivo, atraviesa por tiempos difíciles. Habitualmente es derrotado por un contrahéroe o usurpador, de modo que, una vez más, antes de su retorno definitivo, debe reconquistar lo que sucesivamente ha conseguido y perdido. Así ocurre, por ejemplo, en la famosa historia de Eros y Psique, narrada por Apuleyo en El asno de oro, y es precisamente esta estructura de triunfo-fracaso-reconquista la que hace que estas historias reflejen tan bien el Gran Viaje, con su fase iluminativa (o ascenso a los cielos) seguida de una noche oscura del alma (o descenso a los infiernos) antes de su desenlace apoteósico.
En el próximo capítulo me propongo ilustrar esto a través de un par de cuentos, antes de entrar en el tema más específico del libro, que es el de mostrar cómo se repite el mismo patrón en los más conocidos clásicos de Oriente.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta
N° Col.: A-1324 Zaragoza. Online y Presencial
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