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Paz y Ciencia

domingo, 12 de febrero de 2017

La insatisfacción crónica del ego



Debido a nuestro complejo proceso de evolución psicológica, desde el día en que nacemos nos vamos desconectando y enajenando de nuestra esencia, la cual queda sepultada durante nuestra infancia por el "ego". Así es como perdemos, a su vez, el contacto con la felicidad,  la paz interior y el amor que forman parte de nuestra verdadera naturaleza. Y, como consecuencia empezamos a sentir una sensación de vacío e insatisfacción crónicos.
El ego es nuestro instinto de supervivencia emocional. También se le denomina personalidad o falso yo. No en vano, el ego es la distorsión de nuestra esencia, una identidad ilusoria que sepulta lo que somos verdaderamente. Es como un escudo protector, cuya función consiste en protegernos del abismo emocional que supone no poder valernos ni sobrevivir por nosotros mismos durante tantos años de nuestra vida. El ego, en latín significa "yo". También es la máscara que hemos ido creando con creencias de segunda mano para adaptarnos al entorno social y económico en el que hemos ido nacido y nos hemos desarrollado.
Así, el ego nos lleva a construir un personaje con el que interactuar en el gran teatro de la sociedad. Y no sólo está hecho de creencias erróneas, limitantes y falsas acerca de quiénes somos verdaderamente somos. El ego también se asienta y se nutre de nuestro lado oscuro. De ahí que suela utilizarse la metáfora de "iluminación", que bien tiene relación con Jung.
Iluminar es el proceso por medio del cual nos damos cuenta de cuáles son los miedos, inseguridades, carencias, complejos, frustraciones, miserias, traumas y heridas que venimos arrastrando a lo largo de toda la vida.
Por mucho que podamos sentirnos identificados con nuestro ego, no somos nuestro ego. Ante todo porque el ego no es real. Es una creación de nuestra mente, tejida por medio de creencias y pensamientos. Sometidos a su embrujo, interactuamos con el mundo como si lleváramos unas gafas con cristales coloreados, que limitan y condicionan todo lo que vemos. Y no sólo eso: con el tiempo, esta percepción subjetiva de la realidad limita nuestra experiencia, creándonos un sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en paz y armonía con nosotros mismos y los demás. Vivir desde el ego nos lleva a estar tiranizados por un "encarcelamiento psicológico": al no ser dueños de nosotros mismos -de nuestra actitud-, nos convertimos en esclavos de nuestras reacciones emocionales y, en consecuencia, en nuestras circunstancias.

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