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Paz y Ciencia

lunes, 7 de marzo de 2011

Hipocondría

La hipocondría consiste en la preocupación excesiva y el miedo intenso a tener una enfermedad grave y a menudo irreversible, a partir de la interpretación personal y catastrofista de sensaciones físicas benignas o poco importantes, tales como un leve dolor de cabeza, un granito, una peca, un moratón que tarda en desaparecer o un resfriado que "dura más de lo normal". A estas sensaciones se les otorga, sin embargo, la categoría de auténticos síntomas de enfermedad. Estos temores son duraderos en el tiempo (más de seis meses), aunque es posible que los "síntomas" y la posible enfermedad temida vayan cambiando. Los miedos y la preocupación excesiva persisten a pesar de las exploraciones médicas habituales resulten infructuosas, y aunque los médicos insistan en explicar que no se padece enfermedad alguna. Como es natural, la preocupación y el miedo causan un malestar muy intenso e interfieren en la vida cotidiana y en el desarrollo personal por muy diversos mecanismos o vías (por ejemplo, evitando exponerse a situaciones "de peligro", como visitar a un enfermo, realizar un viaje o hacer ejercicio físico, entre otras cosas).
En consecuencia, en la hipocondría sólo son relevantes los contenidos de miedo en relación con la propia salud, y éstos suelen aparecer como consecuencia de la experimentación de molestias físicas leves o pasajeras, o por la anticipación de su ocurrencia. En este sentido, los pensamientos hipocondríacos se asemejan a las preocupaciones, pues están vinculados a la experiencia cotidiana normal y aparecen de forma predominantemente verbal. Y aunque en muchas ocasiones el hipocondríaco es capaz de valorar como excesivas sus preocupaciones y su miedo, ello no significa que las considere injustificadas: antes al contrario, cree que sus temores están justificados. Precisamente por estas similitudes tan importantes con el trastorno de ansiedad generalizada, hoy día son muchos los expertos que consideran que la hipocondría es una variante o subtipo del TAG y otros conceptúan la hipocondría como "ansiedad patológica por la salud".

Darwin y Proust, dos hipocondriacos muy productivos

Angustiado por su salud vivió también Charles Darwin, de quien Dillon nos cuenta que sufría una amalgama de síntomas como palpitaciones, molestias gástricas y dolores de cabeza, y que se sentía permanentemente "apagado", torpe y viejo. Siendo joven, antes de viajar alrededor del mundo, se quejaba de un dolor en las manos al que nadie encontraba una explicación, y estaba seriamente preocupado por el tamaño de su nariz. Es posible que durante su expedición a bordo del Beagle sufriera la enfermedad de Chagas, pero una vez desaparecieron sus síntomas continuó sintiéndose un enfermo. Aunque esta situación le proporcionó alguna satisfacción. En una ocasión Darwin llegó a decir: “la mala salud me salvó de las distracciones sociales y la diversión”. Y aseguraba que sólo gracias a “su enfermedad” había podido trabajar tanto y desarrollar su famosa teoría de la evolución de las especies.

Dillon afirma que en la hipocondría ha encontrado una relación entre miedo, creatividad y enfermedad. Y pone como ejemplo a otro de los protagonistas de su libro, el escritor francés Marcel Proust, quien entre otras cosas era tan sensible a los sonidos que tuvo que cubrir las paredes de su habitación con corcho. Además, estaba especialmente obsesionado con las toallas húmedas y “sufría” asma. Durante muchos años, Proust pasaba los días enteros en la cama y se levantaba por la noche para escribir. Así escribió los 16 volúmenes de En busca del tiempo perdido (1913-1927), considerada una de las obras cumbres de la literatura universal.


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