Cansado y apelmazado, cubierto de amor, un amor que se desliza por una superficie esponjosa y plástica. Ora se derrama ora se absorbe. La noche deja retazos de cariño, excesos ingeridos y un poco de nostalgia de lo que se fue. Fue un año grande, este año lo construiré con mis dedos, falanges imaginarias que pintan el trazo de una vida columpiada entre las superficies. Deseando parar, en un mundo inquietante que permite la sorpresa y el júbilo, el dolor y la mojigatería. Un mundo que a veces se vive a contrapelo, es el deseo de pertenencia, de ser aceptado y tener un corazón abierto, tan abierto que aquí desbordo parte de su contenido aún con cierta cautela por la subjetividad que tiñe la digestión de las líneas.
Que sea un feliz año para todos. Este escrito viene arrancado por las palabras de una mujer que pasó la nochevieja en Roma, sola, con las presencias de su imaginario y el rumor de la soledad y el vacío. A ella le debo esto.
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