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Paz y Ciencia

domingo, 7 de diciembre de 2008

Soñar despiertos, dormir despiertos.


Los sueños son productos de nuestra vida ingenua, inocente y desenmascarada.
Disfrazados se presentan en bruto productos de nuestro inconsciente. Hay quien prefiere pensar que eso del inconsciente no existe. No todo lo que pensamos puede ser “controlado” por nuestra conciencia. Es hermoso soñar, aunque a veces el contenido de los sueños pueda ser incómodo. Hay quien defiende la tesis de que los sueños son actividad electroquímica cerebral caótica. En parte tiene razón, la censura de la vigilia desaparece por lo que se expresan en estado puro los contenidos de nuestra fantasía.
Por otro lado están los que creen en los recetarios de los sueños, esto es, cada sueño tiene una única interpretación. Esto es un principio.
Lo interesante de los sueños es la naturalidad, el poderse ver libres del control que sometemos a nuestras producciones psíquicas.

Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad.
Ninon de Lenclos (1620-1705)


Hay quien se arropa en el abrigo de la razón, de la ciencia dura, severa casi podríamos decir. Aquella que defiende que sólo la evidencia puede acercarse a la verdad. La estructura de este saber si me permiten decirlo se acerca a la estructura de un delirio. Pensar que el sujeto se puede aproximar a la verdad, a la certeza excluyendo lo que somos, seres deseantes, pensantes que vivimos, en parte, en un ensueño que nos constituye como humanos constructores de una cultura, de un imaginario. Quizá aquí contemple una oda al subjetivismo, le comprendo. Pero, tal vez, el cerebro es más que una estructura orgánica intermediaria entre la realidad externa y nuestro cuerpo.
Si bien los sueños son elementos de todo individuo, estos hacen referencia a donde vivimos, con quien, cómo lo hacemos, porqué, para qué.
No existe mucho tiempo para pensar en estos términos. Momo –obra de Michael Ende-, como decía en un comentario de abajo, nos podría dar lecciones a todos. Yo lo estoy releyendo y me está resultando una lectura encantadora, reparadora podría decir. Allí una muchacha, escuchando, crea una colectividad para vivir, bajo la sombra –algo persecutoria- de “los grises”, seres que roban el tiempo, la vitalidad y la esperanza a las gentes. Sólo los niños pueden acercarse a ese nonsense, sólo el sujeto descubierto del imperio de la razón razonante y constrictora puede vivir libremente y tolerar lo que es, también ensueño.
Sigmund Freud, en “El poeta y los sueños diurnos”, comenta que el creador labora como un niño. Claro, que este eminente investigador quizá no dejó del todo claro que es una manera de conectar con lo que la persona es. Y en todos reside, de una forma u otra, un niño que está allí, llámese “inconciente” o “yo niño” (Eric Berne) con unos anhelos, unas necesidades, unas ganas de jugar, contar chistes, divertirse y disfrutar, como dice el texto de M. Ende, disfrutar del tiempo fuera del contexto de la Caja de Ahorros de Tiempo. Freud se vio impedido por querer sistematizar tanto el mundo de lo “inconciente” y el “Ello” que no llegó a cerrar finalmente, por fortuna, lo que hay entre el sujeto y el otro, lo que hay entre el sujeto y el otro con la cultura, la religión, el arte.
Querer simplificar es científico, la fiel navaja de Occam: La navaja de Occam (navaja de Ockham o principio de economía o de parsimonia) hace referencia a un tipo de razonamiento basado en una premisa muy simple: en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. El postulado es Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, o «No ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias».
Esto resulta una buena manera de empezar a pensar como construir un edificio científico y objetivo pero la paradoja es acercarse con objetividad a la subjetividad del ser pensante, allí es necesario un campo intersubjetivo para registrar con la objetividad de la clínica una práctica de investigación. Por ello la labor clínica de las consultas terapéuticas existirá mientras los hombres de gris no arrasen con lo inevitablemente humano, no teman por ello -Momo nos protege-.

Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él.
George Bernard Shaw

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre he soñado despierta que ayudaba a alguien que lo necesitaba, no me refiero a ayuda económica (en mayor o menor cuantía eso es fácil de realizar), ni tampoco en el plano familiar, me refiero al compromiso de mi tiempo libre e incluso de mi cansancio físico dedicados a otros. Ahora el sueño ¡por fín! se ha hecho realidad y solo espero ir poco a poco cimentándolo bien. Es algo que le debo.