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Paz y Ciencia
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sábado, 30 de julio de 2022

AFORISMOS GESTALT

 

@psicoletrazaragoza
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta.
Citas Sobre Terapia Gestalt.











Aforismos y reflexiones.


John Stevens

El «sí mismo» para la Gestalt no es algo «en el interior del sujeto», sino algo que se produce en el encuentro entre la persona y su entorno. Lo que me hace ser yo misma es la particular manera mía de estructurar el ambiente que me rodea, mostrando en esto preferencias, valores, capacidades, incapacidades y defensas.

M. Silvia Dameno

“…no se trata sólo de mostrarse. Así cualquier descarado sería un ser auténtico. Hay que decir la verdad sin escandalizar”
Guillermo Borja

”La felicidad es el sentimiento de que no se me pide nada
y de que yo no me pido nada a mí misma.
Eso no significa que no haga nada”
Barry Stevens

El terapeuta actúa sin teorías, sin interpretación alguna. Y especialmente, sin ninguna necesidad de saber nada de la vida del sujeto. Actúa sólo “corrigiendo” los absurdos de información que ese sujeto pone en boca del órgano afectado.   Adriana Schnake

“Cuando aparece la sabiduría aparece también una mayor libertad; la vida se pone en orden y todo fluye como debe fluir”

Claudio Naranjo

“Las funciones fisiológicas del organismo humano animal se verifican en el «interior» del organismo, pero no pueden hacerlo durante mucho tiempo sin asimilar algo del entorno, el organismo tiene que contactar con el entorno, es decir, ir hacia y coger. Lo fisiológico llegará a ser psicológico”  J. M. Robine

“La enseñanza de la Gestalt es que no hay reglas: sólo toma de conciencia. Atención y espontaneidad, o mejor aún: percatarse y naturalidad.”

Paco Peñarrubia

“Nuestra capacidad de vivenciar nos abre mundos y da a nuestro discurso una calidad que trasciende lo cotidiano, nos acerca al lenguaje poético y facilita en el otro una escucha sin escollos.”

Adriana Schnake

“Realidad es aquello que tomamos por cierto. Lo que tomamos por cierto es aquello en que creemos. Nuestras creencias se basan en nuestras percepciones. Lo que percibimos depende de lo que tratamos de ver. Lo que tratamos de ver depende de lo que pensamos. Lo que pensamos depende de lo que percibimos. Lo que percibimos depende de lo que creemos. Lo que creemos determina,  a su vez, lo que tomamos por verdad. Y lo que tomamos por verdad es nuestra realidad” Gary Zukav 

IG:@psicoletrazaragoza Zaragoza Y Online 

El vitalismo en la filosofía en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX encontramos importantes filósofos que desarrollan toda su filosofía a partir de la reflexión relativa a la vida. Dentro de esta línea del vitalismo se suelen distinguir también diversas corrientes en función de su concepto de vida. Es habitual señalar al menos dos formas de entender la vida: la vida en el sentido biológico y la vida en el sentido biográfico e histórico:

  • la vida en el sentido biológico este concepto subraya el papel del cuerpo, los instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la subsistencia. El vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo;

  • la vida en el sentido biográfico e histórico pero también podemos referirnos a la vida como conjunto de experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal o biográfico como en su dimensión social o histórica. La filosofía de Ortega y Gasset se incluye en este grupo. Ortega utilizará las categorías de la vida entendida de este modo (vivencia, teoría de las generaciones, perspectiva) para el desarrollo de su filosofía.

      El vitalismo en filosofía se presenta como una doctrina contraria al racionalismo. Los conceptos más importantes alrededor de los que gira la filosofía vitalista son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad, subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte, finitud… 

      Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma. Y la vida entendida fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación respecto de la vida.


viernes, 22 de febrero de 2019

Adictos a la Evitación




Dentro de los términos psicológicos existen los llamados "adictos a la evitación" que son aquellas personas que temen a entregarse, a enamorarse y sólo establecen relaciones sin compromiso, hablan poco de sí mismos, evitan ser conocidos realmente, levantan "barreras" alrededor de sí para no sentirse vulnerables, les gusta crear juegos de poder y mantener el control siempre sobre sí mismos y la relación. Tienden a establecer relaciones simultáneas por el mismo miedo que tienden a ser abandonados. Sus relaciones tienden a ser un "sube y baja" de emociones (entre peleas, malos entendidos, distanciamientos, etc.).

Muchas personas buscan amor a través del sexo, pero no reciben lo que realmente están buscando, de esta forma piensan, si no se implican o entregan no saldrán dañados, esto, en muchos casos es un mecanismo de autodefensa de los individuos.

El verdadero significado de la promiscuidad es otra forma de poner una "barrera" entre el individuo y sus sentimientos, ya que le impide engancharse con una sola persona de manera definitiva. Y se refleja el miedo a la pérdida con el que vive la persona.

El tener múltiples parejas es otra forma de demostrar su miedo al amor, ya que si alguna pareja llega a irse, no sentirá tanto la ausencia porque tiene a las demás.

Para las personas que tienen miedo al amor, los celos son una forma de controlar la relación, lo que representa un foco rojo; un ejemplo es cuando su pareja disfruta de una faceta de su vida que no es con él o ella o le gusta estar con sus amigos, lo que despierta los celos porque desde su concepción es el principio del fin o puede representar la tan temida pérdida, ya que inevitablemente siente que pierde el control y por tanto el poder.

Lauri. Community Manager del portal Sin-Limite.org.
Para conseguir el libro ¿Tengo TLP? Y si lo tengo, ¿qué? buscar TLP en www.ideasylibros.es

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
Teléfono: 653 379 269
E-mail: rcordobasanz@gmail.com
Página Web: www.rcordobasanz.es




jueves, 17 de agosto de 2017

Vatsayana y Kamasutra

Hace más de cinco mil años se inventó el Kamasutra. Instrucciones para hacer el amor. Y lo escribió un hombre de profunda meditación. Inventó ochenta y cuatro posturas para hacer el amor. Naturalmente, hay que ir cambiando la forma de hacer el amor, en caso contrario, la mujer se aburre y, a veces llora por la impotencia de la impotencia sexual de la persona con la que hacer el amor.

Para hacer el amor, necesitaríamos música, por ejemplo Jazz, una luz tenue, bailar, enroscándose poco a poco estimulando todas las zonas del cuerpo de la mujer, o de dos mujeres o dos hombres (a menudo más creativ@s, ahora diré por qué).
La postura del misionero es muy aburrida y poco estimulante para la mujer, la mujer tiene la capacidad de orgasmos múltiples, de ese modo, el hombre, con brevedad termina y deja con la excitación, y luego frustración a la mujer. Es una posición milenaria de posesión donde el hombre erige su fortaleza, alzando su musculatura sobre el cuerpo de la mujer.
La mujer no pierde energía y, el hombre, se tiende sobre la cama y queda dormido. Hay que pensar, ponerse en la piel de la mujer. El hombre, parece ser, que a además de tener esa motivación de poder y ser dominante, piensa primero en él. En otras ocasiones está acogotado, asustado, tiene miedo a no resultar suficiente y un largo etcétera. Habría que pensar si esto se debe a un acto reflexivo o un problema de pareja que corta temporalmente este tipo de comunicación.

La sexualidad del hombre es local, como una anestesia local. En una mujer todo el cuerpo es sexual, y a menos que todo el cuerpo comience a temblar de alegría, que cada célula  de su ser empiece a estar implicada, no puede tener una explosión orgásmica.

Que el cuerpo del hombre esté por encima es feo, el hombre es más fuerte y pesa más, por tanto, la agilidad sinuosa de la mujer encima puede llevarla a una mayor excitación ya que, de ese modo, se puede procurar de más posibilidades.

Es más romántico y excita más que la mujer sea la parte activa. Déjale que se desinhiba. No tiene que comportarse como una señora, esa imagen la inventó el hombre; la mujer ha sido creada por la existencia. Tienes que llenar brecha entre sus orgasmos. Esta brecha sólo se puede llenar de una manera permanecer acompañando, asistiendo las explosiones orgásmicas para facilitarlas más y potenciarlas. Tú deberías finalizar el juego con tu orgasmo, pero no comenzar con él. Mantén el respeto hacia su intimidad sexual, deja que enloquezca de pasión, saque sus inhibiciones, esto excita y es reparador, con el tiempo, llegarás a la conclusión de que la mujer, en la sexualidad, es potencialmente muy superior a la mujer, y no pongas las orejas gachas, la sociedad, en casi todas las facetas la tratan como un segundo plano. ¿Es esto natural? Habría que hablar con alguna amiga o amigo feminista, gay, lesbiana o hetero, ell@s te pueden ayudar a pensar y salir de la pobreza espiritual, y por ende, sexual.

Esto mantendrá vuestra relación más estrecha, cómplice y plena.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza
653 379 269

jueves, 18 de agosto de 2016

Marie Petit. Gestalt

"que el instinto de supervivencia (El hambre ) es anterior en la constitución de la personalidad al de la reproducción  ( El sexo ), y que nuestras actitudes frente al alimento son un precedente al cual nos referimos bastante antes que el desarrollo de motivaciones sexuales..."
Marie Petit: "La gestalt, una thérapie de I'ci eh maintentant. Ediciones Retz . París, 1980

domingo, 30 de marzo de 2014

Topología de los sexos



Hombre y de mujer, no son más que significantes enteramente ligados al uso cursocorriente [coucourant] del lenguaje
J. Lacan

Introducción
Son innumerables los textos que, a lo largo de la historia de la humanidad, se han escrito acerca de la naturaleza femenina y la masculina. Desgraciadamente la enorme mayoría de ellos han sido escritos con una enorme ausencia de rigor, desde una ceguera que en ocasiones resulta asombrosa.
De entre cientos de volúmenes elijo uno[1]La inferioridad mental de la mujer[2] publicado en 1900 por el prestigiado neurólogo Paul Julius Möbius (1853-1907), el mismo que describió el síndrome que lleva su nombre e hizo el primer estudio en forma de la locura de F. Nietzsche[3] (y antes estudió la patología de Rousseau, Goethe y Schopenhauer). En su texto, el neurólogo alemán discurre acerca de los elementos que le permitían explicar la debilidad mental propia de las mujeres y que justificaban su apagado rol social. En ese estudio Möbius afirma, siguiendo lo probado por la anatomía comparada, que si la capacidad intelectual de una especie es directamente proporcional a la cantidad de la masa cerebral (materia gris, circunvoluciones), es evidente que las mujeres, cuyo cerebro es, en promedio, significativamente menor que el de los hombres, ellas debían, forzosamente, ser inferiores intelectualmente a ellos. En la actualidad este argumento sólo provoca nuestra risa. En esa época no era así. Estoy seguro de que a muchos no les hizo reír.
El estudio Möbius es serio, se basa en la observación de cadáveres a quienes diseccionó, pesó, etc. Su método fue científico, riguroso. Su conclusión, sin embargo, sabemos que es absurda. ¿Cómo contradecirlo con el mismo rigor que él presenta? Desde mi punto de vista, Möbius cae en el mismo error en el que tropieza el sentido común y una multitud de estudiosos de la cuestión, los cuales consideran, de entrada, que está perfectamente claro eso que se denomina “hombre” o “mujer”.
Al comienzo: Freud y Lacan
En su texto Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina J. Lacan (1966, pp.704-715) señala una larga serie de cuestiones que tendrían que ser consideradas para poder realizar, con el rigor correcto, un congreso sobre dicha temática:
-esclarecer el sentido del vocablo “femenino”[4]
- esclarecer los fenómenos ligados al coito y al embarazo.
-revisar la posibilidad de una organización deseante diferente entre hombres y mujeres.
-revisar la manera como esos descubrimientos afectan a la tesis de la bisexualidad planteada desde el inicio del psicoanálisis.
-revisar la tesis freudiana del desconocimiento de la vagina por parte de la niña.
-estudiar la cuestión de si no será una simple fantasía masculina la tesis del masoquismo femenino.
-revisar la tesis freudiana de que sólo hay una libido y que ésta es de tinte masculino (Lacan, 1966, p.714).
 La lista, como se apreció, es larga. Sin embargo, no se le hizo mucho caso. El congreso de Ámsterdam sobre la sexualidad femenina de 1960 se desarrolló sin tomar plenamente en cuenta tales cuestionamientos. Pero la crítica lacaniana no era nueva. Freud mismo ya había cuestionado con certeza la falta de rigor con el que se emplean habitualmente los vocablos “masculino y femenino”.
Actividad vs. pasividad
En la nota 19, agregada en 1915 a sus Tres ensayos de teoría sexual señala:
Es indispensable dejar en claro que los conceptos de “masculino” y “femenino”, que tan unívocos parecen a la opinión corriente, en la ciencia se cuentan entre los más confusos y deben descomponerse al menos en tresdirecciones. Se los emplea en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico (Freud, 1905, p.200).
Y Freud nos presenta su opinión respecto a tales sentidos:
El primero de estos tres significados [la tesis de que masculino significa “activo” y femenino “pasivo”] es el esencial, y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis. A eso se debe que en el texto la libido se defina como activa, pues la pulsión lo es siempre, aun en los casos en que se ha puesto una meta pasiva. El segundo significado, el biológico, es el que admite la más clara definición. Aquí, masculino y femenino se caracterizan por la presencia del semen o del óvulo, respectivamente, y por las funciones que de estos derivan. La actividad y sus exteriorizaciones colaterales (mayor desarrollo muscular, agresión, mayor intensidad de la libido) suelen, en general, ir soldados con la virilidad biológica; pero no es un enlace necesario, pues existen especies animales en las que estas propiedades corresponden más bien a la hembra. El tercer significado, el sociológico, cobra contenido por la observación de los individuos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico. Más bien, todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos biológicos del otro sexo, así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida en que estos rasgos de carácter psíquico dependen de los biológicos, cuando en la medida en que son independientes de ellos (Freud, 1905, pp.200-201).
Permítanme reiterar una de las últimas frases: “en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico”, por ello Freud opta por la dualidad activo-pasivo para diferenciar a los hombres de las mujeres. Esta tesis, sin embargo, no durará mucho. Algunos años después, en El malestar en la cultura sostiene, luego de exponer la tesis de la bisexualidad humana, que:
“demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino, cosa que en modo alguno se corrobora sin excepciones en el mundo animal. La doctrina de la bisexualidad sigue siendo todavía muy oscura, y no podemos menos que considerar un serio contratiempo que en el psicoanálisis todavía no haya enlace alguno con la doctrina de las pulsiones. Como quiera que sea, si admitimos como un hecho que el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos, estaremos preparados para la posibilidad de que esas exigencias no sean cumplidas por el mismo objeto y se perturben entre sí cuando no se logra mantenerlas separadas y guiar cada moción por una vía particular, adecuada a ella (Freud, 1930 [1929], p. 103).
Permítanme reiterar la frase esencial: “demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino”. Recordemos que en el estudio anterior, Freud había señalado que la clave para diferenciar, en el plano psicológico a los hombres de las mujeres era la actividad para unos y la pasividad para otras. Ahora eso ya tampoco le satisface. Vuelve entonces a la tesis de la bisexualidad, la cual sólo en apariencia resuelve la cuestión pues sigue manteniendo la diferencia pero sin definir los términos: “el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos”.
¿A qué se refiere con eso de “deseos femeninos” en oposición a los “masculinos”? La cuestión no es clara. Y Freud no podrá desembarazarse de esa falta de rigor. Años después hablará del Edipo del niño en oposición al de la niña y afirmará:
“En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso este último escapa al destino que le está deparado en el varón; puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la mujer. Uno titubea en decirlo, pero no es posible defenderse de la idea de que el nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón. Rasgos de carácter que la crítica ha enrostrado desde siempre a la mujer —que muestra un sentimiento de justicia menos acendrado que el varón, y menor inclinación a someterse a las grandes necesidades de la vida; que con mayor frecuencia se deja guiar en sus decisiones por sentimientos tiernos u hostiles— estarían ampliamente fundamentados en la modificación de la formación-superyó que inferimos en las líneas anteriores. En tales juicios no nos dejaremos extraviar por las objeciones de las feministas, que quieren imponernos una total igualación e idéntica apreciación de ambos sexos; pero sí concederemos de buen grado que también la mayoría de los varones se quedan muy a la zaga del ideal masculino, y que todos los individuos humanos, a consecuencia de su disposición (constitucional) bisexual, y de la herencia cruzada, reúnen en sí caracteres masculinos y femeninos, de suerte que la masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto (Freud, 1925, p.276).
Sólo la última frase salva a Freud de una severa crítica a su ideologizada opinión contra las “inmorales” mujeres: que “masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto”.Afortunadamente otros analistas abordaron la cuestión… y la problematizaron.
A. Green y su género neutro
A. Green, el conocido psicoanalista, autor, entre otros estudios, de L’intrapsychique et l’intersubjectif en psychanalyse (1998) y Le temps éclaté (2000), escribió, ya hace casi tres décadas, un estudio que tituló “El género neutro”, en el cual muestra de manera fehaciente que la diferencia biológica hombre-mujer no es clara. Permítanme que les transmita lo que mi imprecisa memoria recuerda de tal artículo.
En su estudio, Green, narra la visita de una mujer que sufría un síntoma no demasiado raro: no podía tener hijos. La exploración simple ofrecía un dato claro: la presencia de caracteres sexuales femeninos poco marcados, los cuales permitían suponer alguna deficiencia hormonal. Acto seguido indica un estudio de laboratorio y posteriormente radiológico cuidadoso. El resultado fue impactante. La persona si podía llegar a tener hijos… ¡pero como hombre! Tan sólo era necesario hacer descender un pene y unos testículos perfectamente desarrollados que se encontraban al interior de su abdomen, ocultos tras una vagina infantil. Cuando comunicó su peculiar hallazgo a la “mujer” la respuesta fue inmediata: ¡saque eso de allí! Ya no estaba más interesada enla progenie. Le importaba solamente conservar una identidad que poco tenía que ver con hormonas, DNA o “caracteres sexuales secundarios”. El estudio de A. Green sólo muestra algo que Jakobson[5] y luego Lacan[6]ya habían dicho: que el núcleo de la identidad es simbólico.
Lacan y la inexistencia de la mujer
En su seminario Encore (1972-1973)[7] Lacan vuelve a la cuestión de la diferencia genérica para establecer una serie de formulaciones precisas: La mujer, esa entidad que se supone ontológicamente opuesta al hombre corresponde simplemente a la fantasía del niño de poseer una madre que lo completa, que lo hace pleno, que erradica su angustia y lo hace feliz. Esa mujer, La mujer con mayúscula, no existe ni existió verdaderamente nunca. Masculino y femenino son presentados en esa obra de Lacan simplemente como posiciones ante el goce que nada tienen que ver con la dotación peneana o vaginal. Lo que Lacan define ahí como el goce femenino en oposición al masculino simplemente implica aquél goce que anula los límites, que posibilita una vivencia de completud, mientras que el goce masculino implica el límite, es momentáneo y supone la castración simbólica.
Por tal razón no podemos sino cuestionar lo que los diccionarios indican en la entrada macho: (del latínmasculus, macho), originariamente: “macho cabrío”, por extensión: pene, “tronco de la cola de una animal” (Corominas, 1976). En otra fuente[8]: “aquél ente dotado de los órganos para fecundar”. Dotación que estaría en la base de su potencia y su capacidad de sucesión.
La masculinidad representa en la Historia del Derecho la preferencia del varón para suceder, con relación a la hembra. […] En los pueblos arios esa preferencia […] fue el resultado de la creencia, común en las edades primitivas, de que el poder reproductor residía exclusivamente en el varón. Consecuencia inmediata fue la de que el culto doméstico sólo se propagaba de varón a varón.[9]
 Asombrosamente la historia del vocablo es acorde a la definición freudiana que considera a la vagina como un órgano disminuído o, incluso, inexistente. Eso, lo sabemos bien, no tiene mucho sentido. “Hombre” y ”mujer” son sólo significantes ubicados en una red de lenguaje, que variarán según se indique en dicha red y, de ninguna manera atados universalmente a una configuración biológica o sociológica determinada.[10] ¿Qué hay de común entre la actitud de esas juchitecas que a grito pelado “apartaban” a Don Andrés Henestrosa para acostarse con él y las musulmanas que soportan el velo durante todo el día? Pero ambas las nombramos “mujeres”, porque “mujer” es solamente un significante, uno que se opone a “varón” y cuyo genérico es “hombre” o “humano”.
El problema que se nos presenta cuando aceptamos una afirmación tal es que se hace increíblemente difícil saber cuando tenemos enfrente a un hombre o a una mujer, pues todo depende de lo que se denomine así en la red significante en la que nos encontramos insertos.
Nos encontramos, entonces ante una situación cartesiana, en la cual no podemos sino dudar de los datos de los sentidos: ¿Cómo podría yo saber si a quien tengo al lado es un hombre o una mujer? ¿Cómo podría yo saber si el esquimal con quién hablo es un hombre o simplemente una mujer ronca?
El paisaje se confunde. Y en vez de entrar a las cuestionables “convenciones” (afirmar en cónclave que denominaremos “mujer” a aquellos dotados de tales o cuales características o a partir de tal rango de estrógenos y progesterona o luego de análisis del DNA, independientemente de los signos físicos) considero que lo único que se puede hacer es volver a los fundamentos. Y es ahí cuando la filosofía viene en nuestro auxilio.
El otro comienzo: Heidegger
M. Heidegger, en su texto Sein und Zeit[11] nos permite establecer las cualidades básicas del ser humano, elDasein, ese que “somos en todo caso nosotros mismos”[12] con el máximo rigor. Los denomina “existenciarios” y los enumera así:
 El Dasein “se cura”, es decir, se preocupa, se interesa por su ser, por su existencia, por su libertad, por su muerte.
 El Dasein está “abierto”: se pregunta y, por tanto, conoce su mundo.
 El Dasein “se encuentra”, es decir, se angustia, tiene afectos y reacciones.
 El Dasein “comprende”, se relaciona con su mundo comprendiéndolo activamente.
 El Dasein “habla”, es decir, se encuentra ensamblado “en un todo articulado de significación”.
 El Dasein se encuentra “en el mundo” desde el origen.
 El Dasein es “con” otros desde siempre.
 El Dasein “es yecto”, es decir, está arrojado al mundo.
 El Dasein es “ser para la muerte”, “finito y temporal”, el tiempo es el ser mismo del Dasein: “el fundamento ontológico original de la existencialidad del ‘ser ahí’ es la ‘temporalidad’ (Ibidem, p.256).
Y el Dasein que puede ser “propio” o “impropio”:
 el Dasein propio se encuentra lanzado a su más peculiar poder ser (ser sí mismo);
 su comprender es del “ser deudor”, es decir, sabe que no tiene fundamento, sabe que su vida no tiene un sentido predeterminado;
 su encontrarse es en la angustia, pues ha precursado la muerte;
 su habla es la silenciosidad pues la voz de la conciencia habla callando;
 estos elementos conforman su “estado de resuelto”, aquél donde el sujeto puede decir “yo soy”. Además el “estado de resuelto” es lo único que permite al Dasein “dejar ser” a los otros (Ibidem, p.324).
Por otro lado:
 el Dasein impropio está en “estado de perdido”;
 se encuentra arrojado en el mundo de la cotidianidad;
 se encuentra envuelto en la avidez de novedades;
 ha olvidado su finitud;
 se halla perdido en un mundo de entes y en las habladurías.
Para que el Dasein sea sí mismo debe precursar la muerte advenidera, es decir, asumir la finitud, pero sin quedarse en un mero “esperar la muerte” pesimista, sino, con base en la comprensión de su finitud, lanzarse a desarrollar verdaderamente sus posibilidades, proyectándose y ¿De dónde extrae tales posibilidades? Pues de su sido propio, de su historia personal y social, de su “tradición heredada”.
Dicho de otra manera, el precursar la muerte advenidera hace al Dasein encontrarse con la angustia, angustia producida por esa “posibilidad de la imposibilidad” que es la muerte. El precursar la muerte hace al Daseinretrotraerse al sido, hallando ahí su tradición, su ubicación histórica y sus posibilidades más propias, lo cual le permite ubicarse en su presente, gestarse históricamente, pudiendo ser un Dasein propio, que vive para sí, y que es un hombre de su tiempo.
Gracias a este análisis, la tesis heideggeriana del hombre como un “ser para la muerte” cobra su real sentido: no es una tesis pesimista sino vital, permite la decisión y la resolución del destino individual, permite el vivir la vida propia inserto en el momento histórico-social.
En la temporalidad extática, heideggeriana, por tanto, el pasado y el futuro dejan de estar “atrás” o “adelante”, para encontrarse en el presente. El Dasein porta su sido como historia en su presente y también su advenir, el cual determina, bajo la forma de la utopía, su actuar presente. ¿Donde queda, en este análisis ontológico, la cuestión de la masculinidad y la de la feminidad? Simplemente no está contemplada. Desde el punto de vista de la ontología rigurosa, y Heidegger es el mejor ejemplo de ello, no se puede plantear una diferencia hombre-mujer, no hay un deseo masculino opuesto a uno femenino pues la falta es inherente a todo ser humano y es de su fuente de donde abreva el deseo. No hay, ontológicamente hablando, un deseo masculino en oposición a uno femenino.
Conclusión
Con este trabajo no estoy negando que haya entes dotados de pene o de vagina, lo que estoy cuestionando es la relevancia de ello para la clínica analítica. No hay un deseo masculino en oposición a uno femenino, como tampoco hay, como podría entonces esperarse, un fin de análisis masculino en oposición a uno femenino.
Podemos hablar del particular “deseo de hijo” que tienen las madres, pero no todas las que se denominan mujeres son madres y, además, hay algunos hombres que incluso sufren los malestares del embarazo en lugar de sus esposas, tarquinianos los llaman, por la Tarquinia romana donde primero se describió la sintomatología.
El sujeto no es masculino ni femenino. Es un efecto significante, ubicable en una red significante, cultural e histórico por ende. Ubicarlo de otra manera, como se hace habitualmente, es simplemente una falta de rigor. La mujer no existe, esa madre completante es sólo una fantasía, un objeto perdido que nunca se tuvo. Una fantasía. Y el hombre, ese dechado de potencia y poder, ese dotado de los órganos de la generación, ese padre ideal que puede conducir familias y legiones sin dudar y con eficacia… es sólo una ilusión digna de los hermanos Grimm. Y respecto a los sexos, esos definidos por su objeto de amor, tal como lo plantea Freud en sus Tres ensayos de teoría sexual, son muchos: heterosexual, homosexual, trasvestista, transexual, voyeur, sádico, masoquista, etc. Ese jardín de las delicias es realmente exuberante. No considero correcto confinarlo en un modelo bipolar.

domingo, 4 de agosto de 2013

Identidad de Género



El cinco de mayo de 2004, David Reimer cogió su escopeta, recortó el cañón con una sierra, colocó el arma en su coche, se dirigió al aparcamiento de un supermercado de la ciudad canadiense de Winninpeg y se suicidó. Fue el final desesperado de una vida tortuosa que, a nivel psíquico, había sido una especie de viaje en una montaña rusa... Su caso se convirtió en un modelo para la investigación de los sexos.

David Reiner, nacido en 1965 como hermano mayor de un par de gemelos, había perdido el pene a los ocho meses debido a una circuncisión malograda. Un psicólogo atrevido y desinformado sugirió cambiar el sexo y pasarla a llamar Brenda.
"Brenda" seguía siendo David. Jugaba con los coches de su hermano y compartía con él su sexo, a pesar de la operación biológica que se le había realizado.

Con mucha dificultad, Brenda se adaptó al papel de chica. Cuando la niña marginada conoció su verdadera identidad a los catorce años, no dudó en someterse a otra operación. Brenda se convirtió en David. Se casó y adoptó a los tres hijos de su mujer pero nunca fue feliz.

El caso de David dio lugar a muchas conjeturas. En los años setenta, se consideró que su experiencia probaba que la identidad de género no se puede cambiar. En los 90' se dispuso lo contrario: las diferencias en el carácter de chicos y chicas son innatas, se decía, los comportamientos masculino y femenino son distintos por naturaleza.

Desde entonces, las hipótesis biológicas gozan de popularidad, a pesar de que este ejemplo citado, a mi parecer demuestra que la biología y la identidad, dicho de otro modo, las hormonas y la identificación con una identidad de género no tiene relación.

Las hipótesis biológicas defienden un hecho incontestable, si una mujer toma hormonas masculinas, las chicas se convierten en "gamberras". Una filósofa española ayuda a consumir estas hormonas para que los transexuales puedan sentir que habitan un cuerpo y una identidad coherentes.

Rodrigo Córdoba Sanz. Zaragoza. España.
rcordobasanz@gmail.com
Twitter on: @PSICOLETRA

lunes, 24 de mayo de 2010

Sexo y Prostitución

El tema del sexo en psicoterapia se torna escurridizo y peligroso, es material sensible. Lejos estamos de esas interpretaciones decimonónicas según las cuales el sueño con una escalera podía ser símbolo del coito porque se sube agotadamente y luego se baja rápido en dos o tres saltos.
El sexo y la prostitución es un tema recurrente, el deseo tiene muchos destinos, los destinos del placer, el principio del placer que citaba tan bien Freud.
Sin embargo ahora creo que hay que darle otro enfoque, atender con delicadeza esos problemas, acogerlos, respetarlos sin juzgar, sin convertirse en un superego estricto, que bastante sentimiento de culpa suele agolpar al sujeto por este tipo de escarceos, huidas o dislates.
Los motivos pueden ser muy variados, distintos para cada sujeto y se trata de convocar a la eticidad y a la fantasmática del sujeto, para poder dirimir qué le mueve a realizar tales actos. Desde la insatisfacción con la pareja, la promiscuidad o lo que quiera que sea. No hay que atender con un a priori, se trata de dar un sentido a lo que está haciendo el sujeto y ayudarle a pensar en qué le lleva a esas situaciones de las que salen a menudo con sentimiento de culpa, otras veces cuando se contienen con la sensación de sentirse reprimidos por la presión social y la normatividad cultural.
En psicoanálisis importa que el sujeto comprenda lo que está haciendo sin entrar en el juego de tratarlo con vehemencia o con un castigo latente, tampoco intentando sugerir nuevas conductas, es el paciente el que es libre de hacer lo que quiera, pero hay que incidir en el respeto a los demás. Respeto que generalmente se tiene interiorizado y que es un acicate para el sentimiento de culpa. Por tales razones hay que trabajar desde la comprensión y el análisis de los sentimientos que provocan esas salidas y búsquedas.
En "Leaving las Vegas" una persona establece una relación con una prostituta pero no realiza el acto sexual en ningún momento, es sólo el placer de la compañía lo que busca. No es siempre el sexo y la descarga fisiológica lo que está detrás de estas conductas. Por estas razones es interesante estudiar caso por caso sin dar charlas morales, así no se trabaja en psicoanálisis. Nosotros estamos para analizar la conducta del sujeto y para ayudarle a averiguar que le causa malestar.