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domingo, 19 de septiembre de 2021

Carl Rogers: Teoría y Técnica

CARL ROGERS

Rodrigo Córdoba. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza. Gran Vía y Online.
Tno.: 653 379 269

La terapia rogeriana ha cambiado de nombre a lo largo de su evolución: Rogers la llamó no-directiva, por creer que el terapeuta al posicionarse frente al cliente no lo debe guiar, pero sí estar ahí, mientras el cliente mismo llevaba el curso de su proceso terapéutico. A través de la experiencia, Rogers se dio cuenta que mientras más “no-directivo” era, más influía en sus pacientes, precisamente, al asumir esa postura. En definitiva, los clientes buscaban un guía en el terapeuta y lo encontraban aunque éste intentara no guiarles.
De manera que modificó el nombre de su terapia a “centrada en el cliente”. En la actualidad, pese a que la denominación “no-directiva” y “centrada en el cliente” siguen en vigor, se usa el término terapia rogeriana. Una de las frases que Rogers utiliza para definir su terapia es “de apoyo- no reconstructiva” Terapia que no explica “el cómo” sino que apoya al cliente en que este trate por sí mismo su dificultad, ya que si el terapeuta sostiene continuamente al cliente éste no termina de responsabilizarse de su problema.
Si la independencia (autonomía, libertad con responsabilidad) es el objetico terapéutico, el cliente no lo logrará si se mantiene dependiente del terapeuta. Los pacientes deben experimentar sus introspecciones por sí mismos, en la vida cotidiana, fuera de la consulta de su terapeuta. Un abordaje autoritario en la terapia puede resultar aceptable en la primera parte de la terapia, pero al final solo crea una persona dependiente.
La Técnica Básica Rogeriana Es El Reflejo.
El reflejo es la imagen de la comunicación emocional, el terapeuta promueve, mediante intervención directa sobre lo escuchado, que el cliente se dé cuenta de lo que él mismo está comunicando. El reflejo es una técnica que debe ser tratada con mucho cuidado, ya que de no ser así puede restar confianza al vínculo terapéutico. La intervención debe surgir del corazón (genuino, congruente).Así conectamos con los requerimientos que según Rogers debe tener un terapeuta.
Para ser un terapeuta efectivo debe tener tres cualidades especiales:
• Congruencia. Ser genuino, ser honesto con el paciente.
• Empatía. La habilidad de sentir lo que siente el paciente.
• Respeto. Aceptación, preocupación positiva incondicional hacia el paciente.
Rogers dice que estas cualidades son “necesarias y suficientes”, si el terapeuta posee estas tres cualidades el paciente mejorará, aun no haciendo uso de otro tipo de técnicas. Si el terapeuta no muestra estas tres cualidades, la mejoría será mínima, sin importar la cantidad de recursos técnicos y de conocimiento científico de los que disponga.
La teoría de Rogers está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que es llamada la tendencia actualizante, una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite posible. No hablamos solamente de sobrevivencia. Rogers entendía que todas las criaturas buscan lograr lo mejor de su existencia, y si no lo consiguen no será por falta de deseo propio. Rogers resume en esta gran única necesidad o motivo, todos los otros motivos que las demás escuelas terapéuticas mencionan, porque es propio de nuestra naturaleza como seres vivos hacer lo mejor que podamos.

La Teoría Rogeriana.

No obstante, los seres humanos en el curso de la actualización de sus potenciales, crean la sociedad y la cultura. Esto en sí mismo no es un problema ya que somos criaturas sociales, está en nuestra naturaleza. Pero, al crear la cultura, ésta ha desarrollado su propia vida. En vez de mantenerse próxima al enriquecimiento de nuestros potenciales personales, y cercana a aspectos propios de nuestra naturaleza, la cultura se puede tornar en una fuerza con derecho propio. Incluso, si a largo plazo, una cultura que interfiere con nuestra actualización desaparece nosotros también perecemos con ella. Cultura y la sociedad no son intrínsecamente malas, pero, nuestras estructuradas sociedades, nuestras complejas y consumistas culturas, las innovadoras tecnologías, esas que nos han ayudado a prosperar y sobrevivir, pueden al mismo tiempo servirnos para hacernos daño e incluso destruirnos.
Para Rogers los organismos saben lo que es bueno para ellos. La evolución nos ha provisto de los sentidos y sentimientos, gustos, discriminaciones, a esto le llamamos valor organísmico. Rogers agrupa bajo el nombre de visión positiva a cuestiones como el amor, afecto, atención, crianza y demás. Está claro que los bebés necesitan amor y atención. Sin esto, el bebe no sobrevive.
Otra cuestión, quizás exclusivamente humana, que valoramos es la recompensa positiva de uno mismo, lo que incluye la autoestima, la autovalía y una imagen de sí mismo positiva. Es a través de los cuidados positivos de los demás a lo largo de nuestra vida como logramos alcanzar este cuidado personal. Sin esto, nos sentimos minúsculos y desamparados y de nuevo no llegamos a ser todo lo que podríamos ser.
Tal como cree Maslow, Rogers afirma que si les dejamos a su libre albedrío, los animales buscarán aquello que es lo mejor para ellos; Sin embargo, en nuestra historia, hemos ido creado un ambiente bien distinto de aquel del que partimos. Nos dedicamos a elaborar cosas que no benefician a nuestro organismo, alimentos sin contenido energético, consumos innecesarios, drogas. Estas cosas poseen estímulos que pueden producir una satisfacción inmediata, o pueden gustar a nuestro valor organísmico, aunque no sirven para nuestra actualización. La sociedad también nos premia, castigo o apercibe en función de la valía o devaloración que otorga a nuestras actitudes, conforme vamos creciendo, padres, maestros, familiares, la sociedad en general solo nos da lo que necesitamos cuando demostramos que lo “merecemos”, más que porque lo necesitemos, y lo que es más importante, nos querrán sólo si nos portamos tal como se espera de nosotros.
El lograr un cuidado positivo sobre “una condición” es lo que Rogers llama: recompensa positiva condicionada. Ya que todos nosotros necesitamos de hecho esta recompensa, estos condicionantes son muy poderosos y más que por nuestros valores organísmicos, o por nuestra tendencia actualizante, terminamos siendo personas muy determinadas por una sociedad que no necesariamente toma en cuenta nuestros intereses reales. Un “buen chico” o una “buena chica” no necesariamente son un chico o una chica feliz. A medida que pasa el tiempo, este condicionamiento nos lleva a su vez a tener una autovalía positiva condicionada.
Empezamos a querernos en función de la valoración externa, si cumplimos con los estándares que otros nos aplican, más que si seguimos nuestra actualización de los potenciales individuales. Y dado que estos estándares no fueron creados tomando en consideración las necesidades individuales, resulta cada vez más frecuente el que no podamos complacer esas exigencias y por tanto, no podemos lograr un buen nivel de autoestima.
Self E Ideal.
La parte nuestra que encontramos en la tendencia actualizadora, seguida de nuestra valoración organísmica, de las necesidades y recepciones de recompensas positivas para uno mismo, es lo que Rogers llamaría el verdadero yo (self).Es éste el verdadero “tú” que, si todo va bien, vas a alcanzar.
Por otro lado, dado que nuestra sociedad no está sincronizada con la tendencia actualizante y que estamos forzados a vivir bajo condiciones de valía que no pertenecen a la valoración organísmica, y finalmente, que solo recibimos recompensas positivas condicionadas, entonces tenemos que desarrollar un ideal de sí mismo (ideal del yo). En este caso, Rogers se refiere a ideal como algo no real; como algo que está siempre fuera de nuestro alcance; aquello que nunca alcanzaremos.
El espacio comprendido entre el verdadero self y el self ideal; del “yo soy” y el “yo debería ser” se llama incongruencia. A mayor distancia, mayor será la incongruencia. De hecho, la incongruencia es lo que esencialmente Rogers define como neurosis: estar desincronizado con tu propio self.
Defensas.
Al estar en una situación donde existe una incongruencia, entre la imagen de uno mismo y la inmediata experiencia, (entre el Ideal del yo y el Yo) nos podemos encontrar en una situación amenazante, y al percibir una situación como amenazante puede surgir ansiedad. La ansiedad es una señal que manifiesta un peligro potencial que se debe intentar evitar. Una forma de evitar la situación es, por supuesto, usando las defensas. La idea rogeriana de la defensa es muy similar a la descrita por Freud, exceptuando que Rogers la engloba en un punto de vista perceptivo, de manera que incluso los recuerdos y los impulsos son formas de percepción. Rogers define solo dos defensas: negación y distorsión perceptiva.
• Así como en el psicoanálisis la negación significa un bloqueo completo de la situación amenazante. La negación de Rogers incluye también lo que Freud llamó represión: si mantenemos fuera de nuestra conciencia un recuerdo o impulso (nos negamos a recibirlo), seremos capaces de evitar la situación amenazante.
• La distorsión perceptiva es una manera de reinterpretar la situación de manera que sea menos amenazante. Es muy parecida a la racionalización de Freud, también puede darse una distorsión mucho más perceptiva, cuando uno ve la cosas mejores de lo que realmente son. Cada vez que usamos una defensa acrecentamos la distancia entre lo real y lo ideal. Esta distancia se va haciendo cada vez más incongruente, con lo que cada vez más nos vamos encontrando ante situaciones amenazantes, desarrollando mayores niveles de ansiedad y usando cada vez más y más defensas
La Persona Funcional.
Rogers solo se interesa por describir a la persona sana. La terminología empleada es “funcionamiento completo” y comprende las siguientes cualidades:
1. Apertura a la experiencia.
Es lo opuesto a la instrumentación continua de defensas. Es la adecuada percepción de las propias experiencias que nos ocurren en el mundo, y comprende la aceptación de la realidad, incluyendo en ambos casos los sentimientos propios. Los sentimientos son parte importante de la actualización porque conllevan la valoración organísmica. Si no podemos abrirnos a nuestros propios sentimientos, no seremos capaces de actualizarnos. La parte difícil es distinguir los sentimientos reales de los derivados de la ansiedad producida por las cuestiones de valía personal.
2. Vivencia existencial.
El aquí y ahora tan conocido por nosotros en la gestalt. Rogers, atento a su tendencia de mantenerse en contacto con la realidad, insiste en que no vivimos en el pasado ni en el futuro; el primero se ha ido y el último ni siquiera existe. Sin embargo, esto no significa que no debamos aprender de nuestro pasado, ni que no debamos planificar o ni siquiera soñar despiertos con el futuro. Simplemente, debemos reconocer estas cosas por lo que son, memorias y sueños, los cuales estamos experimentando ahora, en el presente.
3. Confianza organísmica.
Es el dejarnos guiar por los procesos, bien sean de evaluación o de valoración organísmica. La confianza en nosotros estriba en permitirnos hacer aquello que creemos que está bien, aquello que surge de forma natural. A lo que Rogers se refiere es a la confianza en el propio yo, en el sí mismo real, y la única manera que tenemos para conocer lo que es verdaderamente el self es abriéndonos a la experiencia de nuestro existir, en palabras de Rogers, la confianza organísmica asume que está en contacto con la tendencia actualizante.
4. Libertad experiencial.
Rogers pensaba que era irrelevante que las personas tuvieran o no libre albedrío. Nos comportamos como si lo tuviéramos. Lo que significa es que nos sentimos libres cuando se nos brindan las oportunidades. Rogers dice que la persona que funciona al cien por cien reconoce ese sentimiento de libertad y asume las responsabilidades de sus oportunidades.
5. Creatividad.
Si te sientes libre y responsable, actuarás como tal y así te sentirás en el mundo. Una persona funcional, en contacto con su propia actualización sentirá la necesidad de participar en la actualización de otros. A esto se refiere Rogers cuando habla de creatividad, y se puede hacer en cualquier aspecto de la vida. Simplemente es llevar a cabo la acción correcta en el momento concreto, y con la disposición adecuada. Esto se puede llevar a todos los órdenes de la vida, artísticos, parentales, laborales, de pareja, afectivos. (La creatividad de Rogers es muy parecida a la generatividad de Erikson).

Carl R. Rogers: ¿Cómo puedo servir de ayuda?
Una hipótesis general.

Para describir en pocas palabras el cambio que se ha operado en mí, diré que durante los primeros años de mi carrera profesional solía preguntarme: “¿Cómo puedo tratar, curar o cambiar a esta persona?”, en tanto que ahora mi pregunta sería: “¿Cómo puedo crear una relación que esta persona pueda utilizar para su propio desarrollo?”
(…) Quizá debería comenzar con un aprendizaje negativo. He aprendido lenta y gradualmente que la ayuda que puedo prestar a una persona conflictuada no reviste la forma de un proceso intelectual ni de un entrenamiento. Ningún enfoque basado en el conocimiento, el entrenamiento o la aceptación incondicional de algo que se enseña tiene utilidad alguna. Estas maneras de encarar la terapia parecen tan directas y tentadoras que, en épocas pasadas, ensayé muchas de ellas.
Sin duda alguna, es posible explicar a una persona su manera de ser, indicarle los pasos que lo ayudarían a progresar, hacerle conocer un modo de vida más satisfactorio; sin embargo, de acuerdo a mi propia experiencia son fútiles e inconsecuentes. Toda su eficacia reside en la posibilidad de introducir una modificación efímera, que pronto desaparece y no hace sino fortalecer en el individuo la conciencia de su propia inadaptación.
El fracaso de cualquier enfoque intelectual me ha obligado a reconocer que el cambio sólo puede surgir de la experiencia adquirida en una relación; Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí mismo su capacidad de utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual.
La Relación.
¿Qué significan estos términos? Permítaseme considerar por separado las tres frases principales del enunciado precedente e indicar el significado que tienen para mí. ¿En qué consiste este tipo de relación que creo necesario establecer?
He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil resultará esta última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge a un nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico significa también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de que la relación sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia. Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque exitosamente su propia autenticidad. Esto es verdad en el caso en que mis actitudes no me complazcan ni me parezcan conducir a una buena relación. Lo más importante es ser auténtico.
La segunda condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el agrado que experimento hacia un individuo, más útil le resultará la relación que estoy creando. Entiendo por aceptación un cálido respeto hacia él como persona de mérito propio e incondicional, es decir, como individuo valioso independientemente de su condición, conducta o sentimientos. La aceptación también significa el respeto y agrado que siento hacia él como persona distinta, el deseo de que posea sus propios sentimientos, la aceptación y respeto por todas sus actitudes, al margen del carácter positivo o negativo de estas últimas, y aun cuando ellas puedan contradecir en diversa medida otras actitudes que ha sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra persona le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental, puesto que la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un elemento de gran importancia en una relación de ayuda.
También encuentro la relación significativa en la medida en que siento un deseo constante de comprender: una sensible empatía con cada uno de los sentimientos y expresiones del cliente tal como se le aparecen en ese momento. La aceptación no significa nada si no implica comprensión. Sólo cuando comprendo los sentimientos y pensamientos que al cliente le parecen horribles, débiles, sentimentales o extraños y cuando alcanzo a verlos tal como él los ve y aceptarlo con ellos, se siente realmente libre de explorar los rincones ocultos y los vericuetos de su vivencia más íntima y a menudo olvidada. Esta libertad es una condición importante de la relación. se trata de la libertad de explorarse a sí mismo tanto en el nivel consciente como inconsciente, tan rápidamente como sea posible embarcarse en esta peligrosa búsqueda.
El cliente también debe sentirse libre de toda evaluación moral o diagnóstica, puesto que, a mi juicio, las evaluaciones de este tipo son siempre amenazadoras.
Por consiguiente, la relación de ayuda que encontré se caracteriza, de mi parte, por una especie de transparencia que pone de manifiesto mis verdaderos sentimientos, por la aceptación de la otra persona como individuo diferente y valioso por su propio derecho, y por una profunda comprensión empática que me permite observar su propio mundo tal como él lo ve.
Una vez logradas estas condiciones, me convierto en compañero de mi propio cliente en el transcurso de la aterradora búsqueda de sí mismo que ya se siente capaz de emprender.
No siempre puedo lograr este tipo de relación. A veces, aun cuando crea haberla alcanzado en mí, el cliente puede estar demasiado atemorizado como para percibir lo que se le ofrece. Sin embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de describir y cuando la otra persona puede también experimentarla en alguna medida, invariablemente surgirán el cambio y el desarrollo personal constructivo. Incluyo el término “invariablemente” sólo después de largas y cuidadosas consideraciones.
El proceso de convertirse en persona, Una condición básica.
(…) Al desarrollar las consideraciones que siguen daré por sentado que el cliente experimenta la sensación de ser plenamente recibido. Quiero decir con esto que el cliente se siente recibido psicológicamente por el terapeuta por ser tal como es, cualesquiera que sean sus sentimientos (miedo, desesperación, inseguridad, ira), su modo de expresión (silencio, gestos, lágrimas o palabras) o lo que descubra que él es en ese momento. Este término recibido implica el concepto de ser comprendido empáticamente y ser aceptado. También corresponde señalar que lo que hace que la condición de ser recibido sea óptima es el hecho de que el cliente la experimente así y no su mera existencia en el terapeuta.
Por consiguiente, al referirme al proceso de cambio daré por supuesta en todo momento la existencia de una condición de recepción óptima.
El Continuo Emergente.
Al intentar aprehender y conceptualizar el proceso de cambio, busqué inicialmente elementos que señalaran o caracterizaran el cambio mismo. (…) Poco a poco fui desarrollando este concepto de proceso y discriminé en él siete etapas; deseo destacar, sin embargo, que se trata de un continuo, y que aunque identifiquemos siete etapas o cincuenta, existirán infinitos puntos intermedios. Pensé que cualquier cliente, considerado como totalidad, habitualmente exhibe conductas que se agrupan constituyendo una franja relativamente estrecha de este continua. Es decir, parce poco probable que el cliente manifieste absoluta fijeza en una esfera de su vida y total movilidad en otra; considerado en su conjunto, tiende a situarse en alguna etapa de este proceso. Sin embargo, según creo, el proceso que deseo describir se ajusta con mayor exactitud a determinadas zonas del significado personal; mi hipótesis es que en ellas el cliente se encuentra decididamente en una cierta etapa y no exhibe al mismo tiempo características de otras.

Las siete etapas del proceso.

o Primera etapa.
-Existe cierta reticencia a comunicar el sí mismo. La comunicación sólo se refiere a hechos externos.
-Sentimientos y significados personales no se reconocen ni se admiten como propios.
-Los constructos personales son extremadamente rígidos.
-Las relaciones íntimas y comunicativas se consideran peligrosas.
-En esta etapa no se reconocen ni perciben los problemas.
-No hay deseos de cambiar.
-La comunicación interna sufre un intenso bloqueo.
o Segunda etapa.
-La expresión comienza a fluir en relación con problemas ajenos al sí mismo.
-Los problemas se perciben como externos al sí mismo.
-No hay sentido de la responsabilidad personal en relación con los problemas.
-Los sentimientos se describen como objetos que no pertenecen al sujeto o que corresponden al pasado.
-Pueden manifestarse sentimientos, pero no se los reconoce como tales ni como propios.
-La posibilidad de vivenciar está limitada por la estructura del pasado.
-Los constructos personales son rígidos y no se reconocen como tales sino que se consideran como hechos objetivos.
-La diferencia de significados y sentimientos personales es muy limitada y burda.
-Pueden expresarse contradicciones, pero son pocas las que se reconocen como tales.
o Tercera etapa.
-Las expresiones referentes al sí mismo como objeto fluyen con mayor libertad.
-Las experiencias relacionadas con el sí mismo también se expresan como si fueran objetos.
-El sí mismo también se expresa como objeto reflejado, que existe principalmente en los demás.
-Con frecuencia se expresan o describen sentimientos o significados personales no pertenecientes al presente.
-La aceptación de los sentimientos es mínima. La mayor parte de ellos se revela como algo vergonzoso, malo, anormal o inaceptable por alguna otra razón.
-Los sentimientos se exhiben y luego a veces son reconocidos como tales.
-La experiencia se percibe como algo perteneciente al pasado o bien como algo totalmente ajeno al sí mismo.
-Los constructos personales son rígidos, pero pueden ser reconocidos como constructos y no como hechos externos.
-La diferenciación de sentimientos y significados es ligeramente más nítida y menos global que en las etapas anteriores.
-Se reconocen las contradicciones de la experiencia.
-Las elecciones personales suelen considerarse ineficaces.
o Cuarta etapa.
-El cliente describe sentimientos más intensos, del tipo “presente-pero-no-ahora”.
-Los sentimientos se describen como objetos del presente.
-En algunas oportunidades se expresan sentimientos en tiempo presente, que irrumpen casi en contra de los deseos del cliente.
-Hay una tendencia a experimentar los sentimientos en el presente inmediato; esta posibilidad va acompañada de desconfianza y temor.
-La aceptación franca de sentimientos es escasa, si bien se observa en alguna medida. La experimentación está menos “ligada a la estructura” del pasado, es menos remota y en ocasiones puede producirse con escasa distancia temporal.
-La construcción de la experiencia adquiere mayor flexibilidad. Se descubren algunos constructos personales, se los reconoce con claridad y se comienza a cuestionar su validez.
-La diferenciación de sentimientos, constructos y significados personales aumenta constantemente y existe cierta tendencia a procurar la exactitud en la simbolización.
-Se advierte la preocupación que inspiran las contradicciones e incongruencias entre la experiencia y el sí mismo.
-Existen sentimientos de responsabilidad propia en relación con los problemas, si bien son vacilantes.
-A pesar de que una relación íntima aún le parece peligrosa, el cliente se arriesga y se atreve a relacionarse en cierta medida a partir de sus sentimientos.
o Quinta etapa.
-Los sentimientos se expresan libremente en tiempo presente.
-Está muy próxima la posibilidad de experimentar plenamente los sentimientos. Estos “surgen a borbotones”, “se filtran”, a pesar del temor y la desconfianza que al cliente le inspira la posibilidad de experimentarlos de manera plena e inmediata.
-Comienza a aparecer una tendencia a advertir que vivenciar un sentimiento implica un referente directo.
-Los sentimientos que “surgen a borbotones” suelen despertar sorpresa y temor y casi nunca placer.
-Los sentimientos del sí mismo se reconocen como propios cada vez en mayor medida, hay una necesidad de ser esos sentimientos, de ser el “yo verdadero”.
-La experiencia adquiere mayor flexibilidad; ya no es algo remoto, y a menudo se produce con una demora mínima.
-La experiencia se construye de modos mucho menos rígidos. Se descubren nuevos constructos personales y se los examina y cuestiona críticamente.
-Existe una tendencia intensa y notoria a diferenciar con exactitud los sentimientos y significados.
-Las contradicciones e incongruencias de la experiencia son encaradas cada vez con mayor claridad.
-Aumenta la aceptación de la propia responsabilidad en los problemas que se encaran, y aumenta también la preocupación acerca de en qué medida el cliente ha contribuido a ellos. Los diálogos que se sostienen en el interior del sí mismo se van liberando, la comunicación interna se mejora y su bloqueo se reduce.
o Sexta etapa.
-Ahora el cliente puede experimentar como inmediatos los sentimientos que antes estaban “atascados”, inhibidos en su cualidad de proceso.
-Estos sentimientos fluyen hasta sus últimas consecuencias
-Un sentimiento del presente es experimentado directamente, de manera inmediata y rica.
-Se acepta esta cualidad inmediata de la experiencia y el sentimiento que la constituye.
-Ya no hay temor, necesidad de negarlo o luchar contra esto.
-El cliente vive subjetivamente en la experiencia, peri sin advertirlo.
-El sí mismo como objeto tiende a desaparecer.
-En esta etapa la experimentación adquiere verdaderas características de proceso.
-Otra característica de esta etapa es la relajación fisiológica que la acompaña.
-En esta etapa la comunicación interna es libre y relativamente exenta de bloqueos.
-La incongruencia entre la experiencia y la percepción se experimenta vívidamente a medida que se transforma en congruencia.
-En este momento de vivencia desaparece el constructo personal pertinente y el cliente se siente libre de su sistema anteriormente equilibrado.
-El momento de la vivencia plena se convierte en un referente claro y definido.
-La diferenciación de la vivencia es penetrante y clara.
-En esta etapa ya no hay más “problemas” externos ni internos.
-El cliente vive subjetivamente una fase del problema, que ha dejado de ser un objeto.
o Séptima etapa.
-Los sentimientos nuevos se experimentan de manera inmediata y rica en matices, tanto dentro como fuera de la relación terapéutica.
-La vivencia de estos sentimientos se utiliza como un referente claro.
-La aceptación de estos cambiantes sentimientos como propios aumenta y coexiste con una confianza básica en el proceso mismo.
-La vivencia ha perdido casi por completo sus aspectos limitados por la estructura y se convierte en vivencia de un proceso; esto significa que la situación se experimenta e interpreta como nueva, y no como algo pasado.
-Poco a poco el sí mismo se convierte simplemente en la conciencia subjetiva y reflexiva de la vivencia. El sí mismo se percibe cada vez menos como un objeto y, en cambio, se lo siente con mayor frecuencia como un proceso que inspira confianza.
-Los constructos personales se replantean provisionalmente, para ser luego validados mediante las experiencias ulteriores, pero aun en caso de serlo, se los plantea con mayor flexibilidad.
-La comunicación interna es clara: los sentimientos y símbolos se correlacionan de manera adecuada y hay términos nuevos para describir sentimientos nuevos.
-El cliente experimenta la elección efectiva de nuevas maneras de ser.

Carl Rogers.
El Proceso de Convertirse en Persona.
Ed. Paidós.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

D.W. Winnicott

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269  Website: www.rcordobasanz.es                  Instagram: @psicoletrazaragoza

Donald Winnicott, 1896-1971

 

Fragmentos concernientes a algunas variedades de confusión clínica, 1956

Fechado el 13 y 22 de febrero de 1956.

 




Una característica importante de la conducta obsesiva es que implica confusión. ¿Por qué razón en el estado de salud puede ponerse orden en cualquier embrollo, mientras que en la enfermedad el orden compulsivo es también fútil?

La clave: En la enfermedad obsesiva la confusión es una defensa organizada. Se mantiene inconscientemente un cierto grado de confusión para ocultar este hecho muy simple: el triunfo de lo malo sobre lo bueno, del odio sobre el amor, de la agresión sobre la capacidad para la preservación, etc.

De este modo, nunca se logra imponer orden. Pero puede existir un embrollamiento casi consciente cuando parecería que se lo logra.

¡Cuántas idas y vueltas da el amante que corteja!

Clínicamente nos encontramos con esto: la confusión como defensa, organizada, sólo se altera merced al análisis del sadismo oral, que a su vez altera el balance interior de las fuerzas, de modo que disminuye el simple hecho de la desesperanza que la confusión debe esconder. En el curso de este proceso, puede ayudárselo al paciente si se le informa que su confusión es una defensa. Esto le permite aceptar mejor la utilidad de las obsesiones; que, no obstante, no se "curan" por ello.

La relación entre depresión y obsesión es de este tipo: a) Las personas deprimidas y las obsesivas no se toleran unas a otras. b) Un paciente pasa de la depresión a la obsesión y viceversa; en general, se siente más real en el estado depresivo, pero sus fatuas obsesiones le pueden proporcionar un alivio temporario de ese estado de ánimo.

La pregunta que se plantea es: ¿qué es lo que hace que un paciente deprimido pueda de vez en cuando ser obsesivo, o que un paciente obsesivo se deprima temporariamente, en tanto que. hay otros individuos que permanecen siempre en un a u otra categoría diagnóstica?

Esta pregunta pone de relieve que la depresión, como estado clínico, no es la "posición depresiva": La posición depresiva y la imposibilidad del paciente para alcanzarla subyacen por igual en los estados de depresión y de obsesión.

Lo que nos interesa es la capacidad del paciente para tolerar el estado de ánimo. El temor a las defensas antidepresivas puede contribuir a que se adopten técnicas obsesivas, pues cuando la depresión, como estado de ánimo, es severa, lo opuesto a ella no es la defensa maníaca sino la manía. ("Severa como modalidad" quiere decir que hay un alto grado de represión de la agresión o de amor cruel.)

El depresivo desprecia al obsesivo porque éste huye de sus propios sentimientos. El obsesivo no soporta la capacidad que tiene el depresivo para mantener su estado de ánimo; mantener un estado de ánimo implica esperanza, y de hecho el ánimo depresivo tiende a irse espontáneamente con el tiempo. Sin embargo, cuando él individuo se encuentra en el punto más bajo de la fase depresiva, es necesario preservarlo del suicidio.

La depresión implica, entonces, esperanza. ¿Qué clase de esperanza? Sugiero lo siguiente: la esperanza de recibir sostén durante un período, mientras tiene lugar la reelaboración, vale decir, una recomposición o reordenamiento interno, en el llamado mundo interior. Sólo en este caso la recomposición deja de ser fútil.

En el caso de la posición depresiva, habrá una acumulación de "recuerdos" de un, buen quehacer materno en la época de los primeros logros. En el caso del obsesivo habrá en cambio una acumulación de "recuerdos" de adiestramientos, enseñanzas, inculcación de la moral. La comparación de estos dos estados nos lleva, me parece, a contrastar dos tipos de quehacer materno temprano.

Un terna colateral a éste es la complicación que el analista debe reconocer cabalmente cuando se presenta, a saber: el hecho de que la confusión organizada sea un estado de la madre, correspondiente a las defensas organizadas contra la depresión sobre las que he escrito en otro lugar (1).

Es preciso analizar la confusión como defensa organizada si se pretende que el paciente llegue hasta aquello que se encuentra siempre en el centro del individuo, un caos primario a partir del cual se organizan las muestras de la autoexpresión individual. En términos de las etapas iniciales del desarrollo se trata del estado primario de no-integración, sobre el cual ha llamado nuestra atención Glover con su teoría de los núcleos yoicos (2). 

Encontramos gran alivio en nuestra labor cuando al despejarse la confusión como defensa organizada el paciente puede alcanzar este caos primario central. Por supuesto, esto sólo puede lograrse en un ambiente de una clase especial, al que he denominado "preocupación maternal primaria", cuando la madre que sostiene está en alto grado identificada con el bebé que es sostenido. En este punto del análisis. algunos pacientes parecen necesitar que. se los sostenga efectivamente, de alguna manera simbólica, con una cuota de contacto físico. La falla ambiental en estas circunstancias implica que el self no integrado caiga para siempre, y el afecto que a ello corresponde es una angustia de intensidad psicótica. Aquí, más que en cualquier otra fase del análisis, el paciente debe correr un riesgo para avanzar hacia la integración.

Al escribir estas notas paso deliberadamente de un extremo al otro, describiendo la confusión organizada, compleja y comparándola con el estado de no-integración primario. Las confusiones intermedias tienen su importancia. Ejemplo de ello es la que puede sobrevenir en cualquier etapa si se le plantea a la actividad mental del individuo una demanda que sobrepasa sus alcances en ese momento, ya sea porque tiene al mismo tiempo otros múltiples problemas o porque la tarea trasciende lo que es acorde al estado de desarrollo y organización de su yo.




II


Hace mucho que estoy interesado en la relación entre el concepto de posición depresiva, el estado de ánimo depresivo y las emociones denominadas pesar; tristeza; sentimiento de pérdida.

Fue una paciente la que me enfrentó con este problema. El cuadro clínico era el siguiente: la paciente no se hallaba en ese momento en la posición depresiva aunque estaba cerca, vale decir, no había una experiencia integradora de una persona total relacionada con un objeto parcial y un objeto total, a los que se reconociera relacionados entre sí.

El análisis había llegado a un punto en que la paciente se encontró con el estado de confusión original correspondiente a la no-integración; lo cual implica un grado considerable de confianza en el factor ambientad; o sea; el analista en la transferencia. Una enfermedad de mi esposa motivó que en ese momento se interrumpiera el análisis. Al principio la paciente abordó la situación con una falsa benevolencia, pero después de dos días esto se vino a pique y ella entró en confusión; que esta vez fue una confusión desintegrada o incluso un estado confusional organizado, y no el-estado de-confusión primario propio de la no-integración: Al retornar tras un intervalo de cuatro días, no pudo en un principio reiniciar él análisis; estaba muy preocupada por la situación real. Sólo al final de la sesión ella llegó a la etapa en que el análisis pudo continuar según los viejos cánones. Al día siguiente le volvió gradualmente la confianza y esto la llevó a un fragmento de actuación que la sorprendió a ella misma, durante la cual ocurrieron ciertas cosas que me mostraron que ella tenía el recuerdo corporal de ser repentinamente defraudada. Sufrió una angustia sumamente aguda, y cuando pasó, admitió que era una reacción tardía frente a mi abandono de cuatro días atrás, una reacción que le habría sido imposible tener a ella por sí misma. Al día siguiente su confianza se había restaurado por completo y se repitió la actuación en el transcurso de la sesión.

Debe repararse en que en la actuación del día anterior no había habido rigidez, que es la reacción mas primitiva; lo que hubo fue una no integración que pasó a ser desintegración. En la segunda oportunidad, la reacción fue mucho mas madura. Bajo la influencia de procesos inconscientes, la paciente mostró con suma claridad que era una bebita acongojada, que extendía sus brazos y experimentaba un sentimiento de pérdida. No llegó a sentir pesar, aunque estuvo cerca. El sentimiento de pérdida estuvo por cierto agudamente presente y sustituyó a la angustia. Tras recobrarse, volvió a la confiada relación conmigo que había hecho posible este fragmento de actuación. En este caso pudo avanzar en su descubrimiento y en la reacción frente a mi repliegue. Lo importante es que en un momento de mi repliegue ella pudo reaccionar con un sentimiento de pérdida, lo cual podía compararse con el estado de repliegue de su madre, el cual en ningún momento posibilitó dicha reacción. En la relación con la madre, había habido simplemente un estado de repliegue distribuido en forma mas o menos uniforme mientras que conmigo había experimentado mi repliegue en cierto momento y había reaccionado con un agudo sentimiento de pérdida.

Allí, entonces, estuvo cerca del pesar. Al mismo tiempo, recuerdo que esta paciente no es hallaba en un estado de desarrollo yoico que hiciera posible la experiencia cabal de la posición depresiva. Sin duda, la experiencia del pesar dependía en alguna medida no sólo de mi conducta sino también de la conformación, en el interior de la paciente, de la idea de un objeto bueno. Esto se vinculaba estrechamente con su capacidad para sostener por un momento la idea de la madre cuando ésta se había replegado, permitiendo así que el sentimiento de pérdida cobrara realidad.

  
  
  



Notas:

(1)  Me, Manic Defence. (1935) y "Reparation in Respect of Mother's Organised Defence againat Depresión" (1948), en Collected Papers: Through Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Rogarth Presa, 1975.

(2) E. Glover, On the. Early Development of the Mind, Londres, Imago, 1956. 


sábado, 7 de agosto de 2021

Heidegger: Qué es la Filosofía

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Y Psicoterapeuta. Gran Vía Zaragoza Y Online Teléfono: 653 379 269 IG: @psicoletrazaragoza Website: www.rcordobasanz.es

La filosofía, entonces, no es una doctrina, no es un esquema simplista para orientarse en el mundo, ciertamente no es un instrumento o logro del Dasein humano. Más bien, es este mismo Dasein en la medida en que llega a ser, en libertad, desde su propio terreno. Quienquiera, a través de la investigación, llega a esta autocomprensión de la filosofía, recibe la experiencia básica de todo filosofar, a saber, que cuanto más completa y originalmente se adquiere la investigación, más seguro será "nada más que" la transformación del mismas pocas preguntas simples. Pero aquellos que desean transformarse deben llevar dentro el poder de una fidelidad que sabe cómo preservar. Y uno no puede sentir que este poder crece dentro a menos que esté maravillado. Y nadie puede sorprenderse sin viajar a los límites más extremos de lo posible. Pero nadie se hará amigo de lo posible sin permanecer abierto al diálogo con los poderes que operan en toda la existencia humana. Pero ese es el comportamiento del filósofo: escuchar atentamente lo que ya se canta, lo que aún se puede percibir en cada acontecimiento esencial del mundo. Y en tal comportamiento, el filósofo entra en el núcleo de lo que realmente está en juego en la tarea que se le ha encomendado. Platón supo de eso y habló de ello en su séptima carta:

'De ninguna manera puede ser pronunciado, como otras cosas, que uno puede aprender. Más bien, desde una morada completa y coexistente con la cosa misma, como cuando una chispa, saltando del fuego, se enciende en la luz, así sucede, de repente, en el alma, allí para crecer, sola y sola.

jueves, 27 de mayo de 2021

Nietzsche: "Dios ha muerto..."

 



Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo, Psicoterapeuta, Pensador. Psicoanalista. Zaragoza. Teléfono: (+34) 653 379 269 IG:@psicoletrazaragoza

Es sumamente complejo y pretencioso (eufemismos típicos cuando hablamos de un imposible) resumir el pensamiento de un autor en una sola frase. Sin embargo, se dan casos de sentencias que imprimen carácter y si le preguntáramos a cualquiera (incluso a alguien totalmente lego en Filosofía), por ejemplo, quién es Sócrates, inmediatamente nos respondería: el que dijo “solo sé que no sé nada”. Y lo mismo tal vez nos pasaría con Descartes (“Pienso luego existo”), Sartre (“El infierno son los otros”) u Ortega y Gasset (“Yo soy yo y mi circunstancia”). En el caso de Nietzsche, esa frase a la que podríamos calificar de identitaria es “Dios ha muerto”.

No cabe duda de que la frase en cuestión posee un sello lapidario y enigmático, que hasta podría ser tildado de absurdo ¿Qué sentido tiene decir que ha muerto algo que no ha existido nunca? Si bien la teología tradicional incurre en sinsentidos aún mayores al sostener que Dios, un ser eterno e intemporal, creó el universo, de naturaleza finita y temporal. Ya Immanuel Kant en el siglo XVIII había formulado la siguiente pregunta: “Si es verdad que Dios creó el universo ex nihilo… ¿qué estuvo haciendo antes durante un tiempo infinito?” Pero tales disquisiciones nos apartan de la cuestión principal.

Para empezar, conviene llamar la atención sobre un hecho curioso: no fue Nietzsche el primero en utilizar esta metáfora de la muerte de Dios. Fue Ralph Waldo Emerson quien en un discurso dirigido a los alumnos de la Facultad de Teología de la Universidad de Cambridge, Massachusetts, dijo lo siguiente: “Los hombres hablan de la Revelación como si fuera algo que nos hubiera sido dicho y dado hace mucho tiempo, como si Dios estuviera muerto” (la cursiva y la traducción son mías). Esto tuvo lugar en 1838, esto es, seis años antes de que Nietzsche naciera. Cabe señalar que Emerson, figura señera del movimiento transcendentalista americano, fue un pensador por el que Nietzsche sentía profunda admiración y que ejerció sobre él una notable influencia, especialmente durante su juventud{1}. Esto es así hasta el punto de que Nietzsche inaugura La gaya ciencia, su cuarta obra importante, precisamente con una cita de Emerson{2}.

No vamos a entrar, pues ello nos parece baladí, en la cuestión de si Nietzsche plagió deliberadamente a Emerson o si, sencillamente, la imagen de la muerte de Dios quedó grabada en su subconsciente y la trajo a colación cuando las circunstancias lo propiciaron. Lo importante es que fue Nietzsche el que desarrolló a fondo esta idea y, si bien resulta innegable su deuda con el pensador americano, lo mismo podría decirse de este último para con el alemán. Ya lo dijo Borges en cierta ocasión: “Todo gran escritor crea a sus precursores”.

Nietzsche nos habla por primera vez de la muerte de Dios en el aforismo 125 de La gaya ciencia, obra a la que antes hicimos referencia. El pasaje que nos interesa dice así:

“¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día{3} y corrió el mercado gritando sin cesar: ¡Busco a Dios, busco a Dios!” Como precisamente estaban reunidos allí muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada: (…) ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! (…) Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: “Pues, ¿qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”’

La segunda referencia la encontramos al comienzo de Así habló Zaratustra, obra de claras reminiscencias bíblicas a la que Nietzsche consideraba su obra principal. Gran conocedor como era de las Sagradas Escrituras, en ella se propone crear la contrafigura del Cristo evangélico, siendo numerosos los paralelismos: la oración en el huerto de los olivos, los discípulos, la pasión y resurrección… Como Jesucristo, también empieza Zaratustra su vida pública a la edad de treinta años, tras pasar un largo período de retiro. Su primer encuentro es con un ermitaño que lleva una existencia solitaria en los bosques. Cuando le pregunta Zaratustra qué hace allí, el santo le responde: “Hago canciones y las canto, y cuando hago canciones, río, gruño y lloro: así glorifico a Dios”. Tras despedirse de él, Zaratustra sigue su camino y cuando se ha alejado lo suficiente, hace el siguiente comentario: “¡Será acaso posible! ¡Este viejo santón no ha oído nada en su bosque de que Dios ha muerto!”

Posteriormente, en su discurso sobre los compasivos, Zaratustra vuelve a insistir ante sus discípulos sobre la idea de la muerte de Dios, esta vez añadiendo un significativo matiz:

“Ay, ¿en qué lugar del mundo se han cometido mayores tonterías que entre los compasivos? (…) ¡Ay de todos aquellos que aman y no tienen todavía una altura que esté por encima de su compasión! Así me dijo el demonio una vez: “También tiene Dios su infierno: es su amor a los hombres”. Y hace poco le oí decir esta frase: “Dios ha muerto; a causa de su compasión por los hombres ha muerto Dios”.

Por último, hay un tercer momento clave en el que sale a relucir el tema de la muerte de Dios. En la cuarta y última parte de la obra{4} se produce el encuentro de Zaratustra con un enigmático personaje de apariencia repulsiva, al que se denomina como “el más feo de los hombres”. Cuando este personaje se cruza en el camino de Zaratustra, le espeta lo siguiente:

“¡Zaratustra, descifra mi enigma! ¡Dime cuál es la venganza contra el testigo! (…) Ya que te consideras sabio, descifra el enigma, engreído Zaratustra, tú que eres capaz de cascar la nuez más dura ¡Adivina el enigma que soy! ¡Dime quién soy!”

A la vista de este adefesio, Zaratustra siente por un momento tambalearse sus convicciones más profundas y está a punto de sucumbir ante el “pecado” de la compasión, al que él considera el más abominable. Pero finalmente consigue sobreponerse y, aceptando el reto del vestiglo, le responde con firmeza: “Te conozco bien, dijo con voz de bronce, ¡tú eres el asesino de Dios!” El más feo de los hombres felicita a Zaratustra por su perspicacia y acto seguido reconoce que fue la gran vergüenza que sentía al ser contemplado y compadecido por este el ojo implacable de Dios lo que le llevó a suprimir a tan incómodo testigo. Sencillamente, tuvo que matarlo porque Él, en su calidad de omnipotente y omnisciente, lo estaba matando poco a poco.

Es conveniente señalar, antes de proseguir, que Nietzsche no es un pensador sistemático a la manera en que lo son, por ejemplo, Kant o Hegel. Su estilo aforístico le permite pasar de un tema a otro sin solución de continuidad, de tal suerte que la mayoría de sus obras vienen a ser complejos puzles cuyas piezas se ve obligado el lector a encajar a posteriori para dar un sentido global. Incluso es difícil interpretar aquellas sin tener en cuenta el modo en el que están interrelacionadas unas con otras. Creemos que es una de sus obras posteriores, La genealogía de la moral, la que nos proporciona las claves para descifrar las parábolas y enigmas más importantes de Así habló Zaratustra. Allí es donde acuña Nietzsche el término “conciencia reactiva” para designar el malestar general que impregna la cultura occidental y que se traduce en una actitud de resentimiento y de desprecio hacia la vida que ha llevado al hombre “a crear a Dios a su imagen y semejanza”. La incapacidad del ser humano para dar un sentido o una respuesta al sinsentido de la existencia lo ha llevado a crear un trasmundo imaginario, en el que la figura de Dios se erige en juez o árbitro absoluto cuyo cometido esencial consiste en premiar o castigar a cada uno, conforme sus acciones en esta vida hayan sido buenas o malas. Es así como nace la moral, fruto del nihilismo negativo que niega cualquier valor inherente a este mundo. Nietzsche ve un antecedente de esta actitud en la filosofía platónica{5}, si bien considera que es en el cristianismo donde este sentimiento cristaliza de manera paradigmática{6}, al que combatirá con energía a lo largo de toda su obra.

Sin embargo, el problema persiste. La ilusión de un trasmundo en que el bien y el mal que hagamos en la tierra se vean recompensados, no consigue neutralizar el sentimiento de frustración e inanidad que la desvalorización de la vida en este mundo, el único real, ha generado en la conciencia reactiva. Es entonces cuando esta se rebela y decide emanciparse del pesado yugo de la moral y gobernar por sí misma, eliminando a ese testigo incómodo que “todo lo ve” ¿Quién necesita de un juez o un árbitro que actúe además como fiscal, dispensando premios o castigos? Es el momento en que la conciencia reactiva decide “matar a Dios”, que ha dejado de ser una fuerza necesaria en el devenir histórico de los hombres. Pero estos, lejos de encontrar un sustituto aceptable, deciden reemplazar al viejo Dios del judaísmo con los nuevos becerros de oro que pasarían a heredar su pedestal. Dios queda eliminado, pero no su trono vacío, y las diversas instancias de lo reactivo se aprestan a ocuparlo: el socialismo marxista{7}, el capitalismo de origen calvinista con su ética del trabajo incesante{8}, el periodismo, el estado, los nacionalismos exacerbados (un fenómeno que a nosotros nos parece tan novedoso y que, sin embargo, viene a ser muy similar a los procesos que se gestaron en Europa a lo largo del siglo XIX y cuyos siniestros frutos maduraron en la centuria posterior), el intelectualismo deshumanizado{9}… El punto de inflexión en el tránsito de unos valores a otros lo sitúa Nietzsche en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, que culminó con la Revolución Francesa y que culminó en el XIX con uno de los períodos más convulsos en la historia de Europa hasta el momento. Para Nietzsche este tránsito representa la consumación del nihilismo “negativo” de la religión cristiana al nihilismo “reactivo” de la modernidad, que si bien ha decidido prescindir del lastre que supone la creencia en Dios, se aferra a una serie de falsos ídolos y tampoco cree realmente en la humanidad{10}.

Cabe preguntarse en qué momento histórico estamos ahora, puesto que al fin y al cabo esa es la expectativa que genera el título del presente trabajo. Para responder, es preciso retrotraerse al discurso de Así habló Zaratustra titulado “El último hombre”. En él nos pinta Zaratustra-Nietzsche un cuadro apocalíptico que, sin embargo, se halla exento de acontecimientos traumáticos o grandes hecatombes, por el mero hecho de que estos ya no serán necesarios. La especie humana se suicidará de manera silenciosa, al quedar desprovista de anhelos o ideales. El tránsito de la vida a la muerte tendrá lugar en perfecta solución de continuidad, pues ya una y otra resultarán indistinguibles, quedando ambas anegadas en la insipidez de la nada cotidiana{11}. “El último hombre” supone en este sentido la consumación del nihilismo: de la esperanza de un trasmundo imaginario creada por el cristianismo (nihilismo negativo), pasando por la adoración de los falsos ídolos levantados por la conciencia reactiva para reemplazar a Dios (marxismo, estado, ciencia, prosperidad material…) hemos desembocado en el nihilismo pasivo, o el nihilismo absoluto, del último hombre, a quien ya ni siquiera urge la necesidad de crear falsos ídolos o metas alternativas.

Este es el tiempo en el que estamos entrando, lamentablemente, en estos inicios de siglo, marcados por la impronta del consumismo, realidad virtual y eso que llaman los sociólogos “post-verdad”. Lo cual es mucho más que una palabra de moda más o menos rimbombante, sino que designa verdaderamente un proceso de cosificación del individuo y deconstrucción de la realidad, a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales, que empieza a ser alarmante. Una mentira puede convertirse en verdad, o una verdad puede fabricarse y desecharse al día siguiente, tan pronto como deja de ser “útil” para un correcto funcionamiento del “establishment”. Es un proceso que está ocurriendo realmente y que podemos constatar, por ejemplo, en las campañas electorales de los partidos políticos, donde con frecuencia se impostan falsos debates que nada tienen que ver con los verdaderos problemas que aquejan a nuestra sociedad, tales como la transformación del modelo económico o la necesidad, consecuencia de la globalización, de crear estructuras supranacionales que ejerzan algún tipo de control sobre las grandes multinacionales, que han sabido adaptarse a la nueva realidad mucho antes y están imponiendo su deshumanizado modelo neoliberal a todo el planeta. Podría decirse que estamos asistiendo a una masiva fiesta del asno posmoderna, en que Dios ha sido reemplazado no ya por los patriotismos heroicos, el culto a ultranza a la ciencia o el falso paraíso marxista, sino por la pleitesía a los nuevos tótems de la modernidad, como pueden ser Facebook, Instagram o Amazon. Una nueva subcultura virtual asentada sobre la absoluta carencia de principios, groucho-marxista, donde la inmediatez y la superficialidad son las únicas divisas vaídas y que, a buen seguro, no aguantará mucho tiempo. Es preciso que los intelectuales tomen la iniciativa y, en este sentido, el martillo de Nietzsche, pese a sus numerosos excesos verbales rayanos en el histrionismo, se hace más indispensable que nunca.

domingo, 8 de febrero de 2015

Alexitimia: sin palabras para los afectos

Alexitimia

En 1972 el profesor de Psiquiatría Peter Sifneos introduce el término ‘alexitimia’ (‘a’ –sin-, ‘lexis’ –palabra-, ‘thimos’ -afecto-) para referirse a un trastorno que imposibilita a la persona detectar sus propias emociones y por lo tanto darle un nombre a la hora de expresarlas verbalmente. Es por ello que las personas alexitímicas son incapaces de reconocer y poner nombre a sus emociones.
Este hecho supone una importante interferencia en la vida cotidiana del paciente, dificultándole enormemente las relaciones interpersonales, ya que las personas que le rodean difícilmente son retroalimentadas por cómo sus actos influyen al alexitímico (por ejemplo son incapaces de manifestar entusiasmo ante una buena noticia). Es por ello, que a menudo parecen personas frías y demasiado pragmáticas.
A todo ello se le une el importante nivel de sufrimiento emocional que acompaña a la alexitimia y que el paciente no sabe definir, lo que le dificulta enormemente la tarea de autorregular su emoción.
La alexitimia puede estar presente en diferentes tipos de patologías, siendo especialmente frecuente en los trastornos generalizados del desarrollo como los trastornos del espectro autista. En la mayoría de los casos, la alexitima responde a causas biológicas como los déficits neurológicos, si bien, puede ser también consecuencia de la exposición del individuo a situaciones traumáticas.

¿Cómo se comporta un alexitímico?

El diagnóstico de la alexitimia generalmente se realiza a partir de la observación (y auto-observación) del comportamiento del sujeto en diferentes situaciones en las que el reconocimientos de sus propias emociones garantiza una afrontamiento acertado. Además del componente básico de la alexitimia, la incapacidad para reconocer sus propias emociones, es frecuente encontrar en este tipo de personas algunos de los siguientes comportamientos considerados también como característicos del perfil de personas alexitímicas son:
  • Baja capacidad de introspección y de fantasías; son personas con una vida interior muy baja. Tienen una mínima tendencia a la ensoñación.
  • No detectan ni reconocen las emociones en los demás. Falta de empatía.
  • Parecen serios y aburridos.
  • Hablan muy poco.
  • Son excesivamente prácticos y racionales. Su estilo cognitivo (forma de pensar) se orienta hacia lo externo y lo concreto.
  • Muestran una importante dificultad a la hora de manejar los afectos; les cuesta establecer y mantener vínculos afectivos. Este hecho hace que desarrollen relaciones sociales inadecuadas caracterizadas por la dependencia emocional o el aislamiento social.
  • Problemas sexuales; ausencia de deseo o impotencia.
  • Son impulsivos; reaccionan de forma desproporcional ante emociones que ellos mismos son incapaces de identificar.
  • Son persona conformistas.
La Escala de Toronto es el método más empleado para apoyar al observación clínica del diagnóstico de alexitimia sin que en ningún caso sustituya al proceso comentado.

Muchos autores sostienen que la alexitimia es un concepto de rango, puesto que no todas las personas la tienen en el mismo grado, y en pequeñas dosis puede ser relativamente frecuente. Según datos de la Sociedad Española de Neurología, se calcula que el 10% de la población la padece, presentándose, según los estudios existentes, con más frecuencia en los varones.
A “sus dosis patológicas” es un trastorno que afecta principalmente a personas que padecen algún tipo de déficit neurológico o trastorno psiquiátricos como los trastornos afectivos (depresión, ciclotimia, etcétera) o lasadicciones. Este trastorno presenta una elevada tasa de incidencia (80-90%) en los trastornos del espectro autista.
La alexitimia puede clasificarse en dos tipos en función de sus causas: primarias o secundarias.

Alexitimia primaria

Responde a causas biológicas. Frecuentemente son déficits neurológicos que interfieren en la comunicación entre el sistema límbico (implicado en nuestras emociones) y el neocórtex (implicado en nuestra razón), o bien, que dificultan la comunicación entre los hemisferios cerebrales; el izquierdo encargado de la producción del lenguaje y el derecho encargado de regular y poner nombre a las emociones. 


La alexitimia primaria puede deberse a factores hereditarios, manifestándose en ese caso desde la infancia; o aparecer como consecuencia de alguna enfermedad neurológica, como laesclerosis múltiple o el párkinson, o como causa de ictus, traumatismos o tumores cerebrales.

Alexitimia secundaria

Se debe a causas traumáticas que tienen lugar en determinados momentos evolutivos o cuando la persona ha sido sometida a situaciones traumáticas intensas en la vida adulta (por ejemplo malos tratos). Muchas de estas personas sufren un Trastorno por Estrés Postraumático (TEP) el cuál explica sus síntomas. Además de con el TEP, la alexitimia puede aparecer en otros trastornos psicopatológicos como la depresión, los trastornos de alimentación (anorexia ybulimia), adicciones…
Igualmente, puede deberse a un desorden en el aprendizaje emocional del afectado.

Tratamiento de la alexitimia

Los pacientes alexitímicos generalmente acuden a tratamiento presionados por las personas que les rodean, pues son quienes realmente padecen sus síntomas. El tratamiento de la alexitimia debe contemplar el empleo de técnicas que ayuden al afectado a identificar sus emociones, al mismo tiempo que se le dota de estrategias que le permitan graduar sus emociones en función de la magnitud de los acontecimientos estresantes, revisando su estilo de afrontamiento actual. De esta manera incrementaremos el vocabulario emocional del paciente, lo que le permitirá diferenciar diferentes gradientes de la emoción según las circunstancias (por ejemplo puede estar nostálgico, triste, de bajón o deprimido).
De forma general el tratamiento de la alexitimia se basa en el desarrollo cognitivo de la conciencia emocional. Es decir, el objetivo principal del tratamiento será ayudar al paciente a reconocer y poner nombre a sus emociones. Para ello, el paciente debe aprender a seguir los siguientes pasos a la hora de comprender y regular su emoción:
  • Detectar su emoción o las emociones ajenas: “estoy triste”.
  • Asimilar la emoción: habilidad de tener en cuenta nuestras propias emociones a la hora de llevar a cabo un razonamiento determinado o toma de decisiones. Por ejemplo, debe ser capaz de decir “te hablé así porque estaba enfadado”.
  • Comprender: entender las diferentes señales emocionales, como la sensación de tensión que nos anuncia que nos estamos enfadando.
  • Autorregular las emociones: mediante el conocimiento de diferentes estrategias de control emocional a través de estrategias psico-educativas (por ejemplo lecturas) y técnicas de modificación de conducta específicas (por ejemplo imitando la conducta de una persona que actúe como modelo, entrenamiento en habilidades sociales, etcétera).