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Paz y Ciencia

miércoles, 14 de abril de 2021

Friedrich Nietzsche. Maestro de la sospecha

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Online y Presencial. Gran Vía. Página Web: Conóceme. Contacta  Instagram:psicoletrazaragoza rcordobasanz@gmail.com

0510-Friedrich-NietzscheA pesar de la recurrente imagen de Nietzsche como un pensador pesimista, la defensa en torno a la vida de su filosofía refuta esta visión angosta de su pensamiento. Esta apología vital buscaba ser una replica a la tradición filosófica cuyos conceptos buscaban ser un fundamento inamovible de lo real: las ideas platónicas, el sujeto cartesiano, la razón kantiana, el motor móvil de Aristóteles y un largo etcétera. En otras palabras, Nietzsche criticaba a sus antecesores de buscar un cimiento  sólido de todo aquello cuya naturaleza era lo diverso y múltiple: el cuerpo, la naturaleza, los sentidos, la apariencia. La vida para Nietzsche era una contradicción. Pero sin esta lucha de fuerzas contrarias no podría haber existencia alguna. Por esa razón, no habría que escapar de la multiplicidad, el error, la diversidad de nuestros sentidos, sino aceptar como una realidad la contradicción en la que constantemente vivimos. No hay vida sin contradicción.

            Dentro de esta perspectiva de la vida, el conocimiento no podría salir ileso.  La verdad es atravesada por la pugna de fuerzas de la vida. Los remanentes de esta colisión de fuerzas son la ilusión de la Verdad: la verdad es una interpretación de perspectivas. Si bien Dios fungió durante siglos como un centro de pensamiento filosófico y científico, cuando la pléyade de hombres ilustrados de la modernidad arribo a la tribuna crítica, ahora fue el concepto y la razón los portadores de ese optimismo y fe: un dogma ciego en la razón exacerbado por los ideales de eternidad y certeza de los hombres. Pero todo cae y nada permanece: después de la crítica de Nietzsche hacia la verdad como fundamento, no se podría hacer filosofía de la misma forma. Una conciencia crítica subyace la filosofía hecha en el siglo XX: se murieron las ideologías, los ismos, las verdades eternas. La culpa no fue entera de Nietzsche. Pero su pensamiento echo luz sobre una perspectiva dogmática de nuestras certezas. Su crítica no fue un martillo sin miramientos hacia la tradición, sino la visión de la aurora: ¿para qué hacer filosofía si se decide no ver nuestros propios huecos de pensamiento?

La crítica era hacia el nihilismo desvalorizante culpable de  1505623enfermar la vida; de todos esos valores como afrenta para nuestros instintos vitales. Era necesario buscar la verdad en lugares ajenos al ideal socrático de la verdad y belleza. Habría que buscar en el arte. La voluntad de poder se impone como una fuerza imparable de valorizaciones a través de la historia: unas impuestas sobre otra en un lucha eterna de perspectivas. No hay verdad, sino interpretación, pues la humanidad valora por inercia aquello que considera bueno o malo. A veces Dios, a veces el concepto y otras el arte. El pensamiento de Nietzsche no se reduce a una crítca burda de la religión, sino a una huella profunda dentro de la conciencia de la filosofía. La muerte de Dios no es su culpa, pero si lo es su develamiento; apartar a la vida por un afan de eternidad en ideas es rechazar la naturaleza misma de nuestra existencia.  La vida es una contradicción pero hay que vivirla.

Por supuesto siempre hay mucho que decir de Nietzsche y esta no será la última idea en torno a él. ¿Dónde quedó Zaratustra? ¿Dónde quedó el superhombre?


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