PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

domingo, 5 de julio de 2015

Leopoldo María Panero



El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
(fragmento de Deseo de ser piel roja)
Leopoldo María Panero, poeta, narrador, ensayista y actor,  exponente de la poesía transgresora, ha fallecido hoy en Las Palmas de Gran Canaria, a los 65 años. El poeta, que murió en el hospital Juan Carlos I, en el área de salud mental, es autor de títulos como Teoría y Así se fundó Carnaby Street. "Era un genio de la poesía española", en palabras del editor Chus Visor.
"Ante todo era poeta. Vomitaba poesía. Era como su alimento natural, y eso hacía que no le prestara mucha importancia al lector, él escribía porque le nacía", afirma Antonio Huerga. Un autor, añade el editor, que no presumía de sus escritos, "era un sencillo creador de poesía que tampoco se tomaba muy en serio. Aunque si algún lector le preguntaba qué libro suyo recomendaba, a veces, decía, entre enfadado y entusiasta: Teoría".
Nacido en Madrid, el 16 de junio de 1948, e hijo del gran poeta astorgano Leopoldo Panero, una de las mejores voces líricas de posguerra, y la escritora y actriz Felicidad Blanc, era hermano del también poeta Juan Luis Panero y de Michi Panero. Escritor desde su infancia, parte de la vida de Leopoldo María Panero ha transcurrido en distintos hospitales psiquiátricos de la Península y Canarias. Además, perteneció al grupo de los Nueve Novísimos creado por Josep María Castellet.

El loco mirando desde la puerta del jardín

Hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
has de saber que no fue por matar al pelícano
sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y que a nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina.
Para Félix de Azúa, incluido en aquella ya mítica antología de Nueve novísimos poetas españoles, "fue el más abismal de su generación. Cumple con todos los requisitos del poeta tal y como lo definió el romanticismo, que es el último momento reconocible de la poesía como actividad social significativa. Durante años ha estado recluido en un manicomio, lo que le ha evitado el patetismo del viejo poeta arruinado física e intelectualmente, manejado como un títere por políticos lectores del Marca. Su obra primera creo que será de las pocas cosas realmente poéticas del siglo XX español que duren algo más de diez años".
El editor Jorge Herralde considera que del poeta Leopoldo María Panero quedará "el recuerdo del fulgor" por sus poemas con "imágenes imprevistas". Junto a Ana María Moix y Pere Gimferrer fue el tercer "Novísimo" en "brillar de forma espectacular".  Sus conferencias eran "como  fogonazos, fuera de todo corsé, muy auténticas", puntualiza. 
La vida de este poeta madrileño y su familia siempre ha suscitado interés en el ámbito cultural y un reflejo de ello es la película  El desencanto (1976), Jaime Chavarri, un exitoso documental que muestra descarnadamente cómo era la familia Panero en el final del franquismo. Marcada hasta la obsesión por la figura paterna, el poeta Leopoldo Panero. La película, en blanco y negro, tiene como actores a los cuatro miembros de la familia Panero (Felicidad, viuda del poeta, y sus hijos Juan Luis, Leopoldo y Michi)
Sobre la locura y su existencia, Panero dijo -en una entrevista a Javier Rodríguez Marcos para Babelia en 2001, en el psiquiátrico- lo siguiente: "La locura existe, no así su curación. Al contrario de lo que se piensa, lo malo es el consciente, no el inconsciente. Como decía Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo vuelve monstruoso".
Fue un escritor crítico con la sociedad y con España, y su evolución en el siglo XX y XXI. Sobre la democracia en el país aseguró: "Es una tragedia de una horrorosa sordidez en la que al proletariado, tras 40 años sin ideología, no le queda más que la picaresca. Eso es España. Éste es un país de sudorosos obsesionados con el fútbol y con los toros por culpa de la represión sexual. Son tan machos...".
Sus reflexiones y análisis iban más allá de España y la literatura y miraban al mundo. Muchas de las ideas de este poeta y "loco" eran más cuerdas y sensatas que las de cualquiera: "Hay que replantearse la revolución. Hay que incluir a las mujeres y a los homosexuales. Más que cambiar el mundo, como decía Marx, hay que cambiar la vida, como decía Rimbaud. Hay que ir a una micropolítica de situación. Esto lo sabían perfectamente Guy Debord y los situacionistas. Hay que cambiar la manera de percibir el mundo".
Ha sido un comienzo de año triste para la literatura en español, en especial para el grupo de los Novísimos. El viernes pasado falleció la también poeta, narradora y editora Ana María Moix y el 9 de enero Castellet, editor y artífice de los novísimos: Moix, Panero, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero y José María Álvarez.

Días de locura con Panero en Canarias

A partir de hoy, Leopoldo María Panero ya no venderá sus libros por la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria. El poeta vagabundo ha muerto, pero su fantasma y sus poemas quedarán esparcidos entre las almas perdidas que vagan por esta ciudad.
Leopoldo, el loco más cuerdo de todos los locos que sobrevivimos a estos tiempos, nos ha dejado sin despedirse. Y así tenía que hacerlo, de la forma más anónima.
Sin que nadie lo molestara. Como lo tiene que hacer un poeta: uno de los grandes poetas de nuestro tiempo. Que ahora venderá más libros, porque en esta sociedad los libros que huelen a difunto son los más atractivos.
Hay un banco en la calle de Tomás Morales de la capital canaria que también se ha quedado solo. Allí se estiraba el poeta como sólo lo hacen los que no tienen prisa ni por vivir, ni por morir.
Ahora, en ese banco, sólo queda la huella de los cientos de colillas esparcidas, fruto de su compulsivo hábito que le daba ese aire de poeta maldito.
Muchos hemos compartido el banco y sus poemas que salían de su boca tintados de nicotina y humo.
En las paredes de la cafetería El Esdrújulo también se ha quedado el eco de aquellos recitales donde sumergía en su poesía a todos los presentes soltando a bocajarro su infierno.
Así masticaba Panero las palabras diciendo: “El abismo es Dios y el territorio puro de nadie, una cruz alzada bajo todas las sospechas…”
Aún lo recuerdo aquel primer día que me lo encontré sentado en la terraza de la facultad de Historia, empalmando un cigarrillo tras otro y bebiendo Coca Cola.
En aquella cafetería vivía al aire libre todas las tardes. Ya era una figura necesaria. Si algún día no veías a Panero charlando con algún estudiante, o tirado en alguno de sus bancos de piedra, la facultad perdía ese sabor a ocre que solo dejan los hombres únicos.
La estación de guaguas de la ciudad, una de las paradas preferidas del poeta, también se queda huérfana de sus libros que vendía como lo hacen los floristas callejeros.
Ahora los jóvenes y los niños y las amas de casa ya no verán a ese vagabundo extraño de la estación, a ese vagabundo que siempre cargaba con uno de sus poemarios para intentar colocárselo al primer incauto que no sabía que le estaban vendiendo una joya.
Gonzalo Pérez Ponferrada, director de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y autor del libro de relatos Los olores de Teodora Castro y otros sucesos extraordinarios

No hay comentarios: