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Paz y Ciencia

sábado, 15 de noviembre de 2014

Subjetividad y sus antinomias



Sin la clínica del psicoanálisis no podrían entenderse muchas de las cuestiones que se encuentran en juego en el campo de la subjetividad. Esto marca, junto a la generación de pensadores de la que formó parte, una nueva forma de pensar la subjetividad. Una subjetividad constituida socialmente, pero no considerando una sociedad que sería la interacción de los individuos que la componen, sino considerándola en el interjuego de lazos sociales sostenidos por el lenguaje. De esto da cuenta el descubrimiento freudiano del inconsciente. El lenguaje, en tanto condición de posibilidad y en tanto sostén de las relaciones “humanas”, es lo que permite nuestra constitución subjetiva. El lenguaje, como parásito del organismo, produce la pérdida de toda relación natural con el ambiente, una relación natural que no puede considerarse más que como mítica.

El problema del lenguaje en la subjetividad, y de la subjetividad en el lenguaje, ha sido una de las preocupaciones más importantes del siglo XX de la mano de diferentes pensadores enrolados en diferentes disciplinas. Las ideas mismas de disciplinas independientes, de una geometría de las cosas que delimitiría un interior y un exterior en la naturaleza humana, de las grandes antinomias que sostuvieron la construcción del conocimiento científico (sujeto/objeto, subjetividad/objetividad, individuo/sociedad, yo/otro, ideología/ciencia, etc, etc) fueron duramente cuestionadas por estos intelectuales, dando lugar al surgimiento de nuevas categorías de pensamiento, nuevas formas de establecer relaciones en la experiencia de una gran cantidad de campos. El individuo no es más que una noción socialmente constituida, de la misma manera en que lo es el hombre, y habría que pensar el espacio en que transcurren nuestras experiencias según una lógica donde el interior y el exterior no estuvieran delimitados. El inconsciente está estructurado como un lenguaje, pero se trata de un lenguaje que viene de Otro lugar. Si uno quisiera buscar lo más íntimo de “uno mismo”, descubriría allí sólo palabras venidas de otra parte, girando en torno a un agujero, a un punto que señala nuestra falta-en-ser.


Es difícil plantear resumidamente las múltiples consecuencias que se desprenden de considerar a la subjetividad constituida en y por el lenguaje. Entran en juego otras consideraciones referidas a la dimensión de la satisfacción, que es esencialmente problemática en todo esto. La lectura que realiza de la obra de Freud se ordena a partir de la articulación en tres registros de la experiencia: simbólico, imaginario y real. Su definición es sencillamente compleja, pero son categorías necesarias para replantear los ejes en que se construyen las disciplinas humanas, sin caer en las antinomias clásicas antes citadas. Se podrá ver que el concepto de “mente” no tiene lugar en esto, ya que está definido en base a una realidad pretendidamente individual.
Quizá la experiencia que se tenga al ver este video sea la de haber salido entendiendo menos que antes de qué se trata esto del psicoanálisis. Hay cierto resguardo por parte de Lacan en no apresurar las comprensiones demasiado fáciles. El psicoanálisis, antes que nada, es algo a ser experimentado, no entra completamente dentro de los cánones dominantes del conocimiento científico. Por otra parte, los aspectos generalizables de la teoría, los que siguen un ordenamiento estrictamente lógico, caerían en la vulgarización de este saber, perdiendo su potencial crítico. El modo de aproximarse siempre es el mismo, el de un recorrido. Una apropiación lenta y crítica de las categorías analíticas en el marco de una praxis, nunca dejando que el sentido se cierre; o en todo caso, que todo cierre del sentido, sea una apertura a nuevas posibilidades.


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