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Paz y Ciencia

jueves, 20 de noviembre de 2014

La Psicoterapia cambia el cerebro



"Estoy deprimida [o deprimido]" se ha convertido en una frase común, pero la depresión es mucho más que un malestar pasajero, que es lo que suele reflejar afortunadamente esta afirmación. En los casos de depresión diagnosticada, de los 350 millones que estima la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se producen anualmente, el primer arma suelen ser los fármacos, que, aunque eficaces en muchos casos, no lo son en muchos otros. Entonces suele entrar la psicoterapia, que en los últimos años se viene reconociendo como un tratamiento eficaz cuando falla el farmacológico e incluso como arma de primera línea. Ahora, los científicos se plantean traducir este entrenamiento mental a sus efectos físicos, como medio, entre otras cosas, de seleccionar a los pacientes que se beneficiarían de ella,  ya que no resulta eficaz en todos los casos.
La terapia más utilizada en la llamada cognitivo conductual (TCC), que recoge aportaciones de distintas corrientes psicológicas. Algunos grandes estudios concluyen entre el 42%  y el 66% de los pacientes dejan de estar deprimidos (en términos clínicos) cuando la finalizan, recuerda la revista Nature, que ha publicado un número especial sobre la depresión. Por otro lado, según el estudio clínico más citado, uno de los fármacos antidepresivos más comunes fue efectivo en menos de la mitad de los participantes y los síntomas desaparecieron totalmente solo en un 28% de los tratados. Además, el riesgo de recaída es menor con la psicoterapia que con  la medicación.
La TCC tiene por objetivo, simplificando, sustituir las opiniones negativas y exageradas de los pacientes sobre sí mismos y sobre el mundo que les rodea por opiniones más positivas, es decir, cambiar su percepción del mundo y por tanto su conducta. Pero como cada persona es un mundo y casi cada terapeuta tiene su propio método, resulta prácticamente imposible generalizar sobre lo que pasa en realidad en el cerebro del paciente. A lo largo del entrenamiento, los pacientes aprenden a vigilar  y controlar sus pensamientos para evitar que deriven hacia lo negativo. Los avances se suelen manifestar a saltos, entre una sesión terapéutica y la siguiente, según investigaciones realizadas por Robert DeRubeis, un experto estadounidense. "La habilidad clave es vigilar tus pensamientos en el momento en que el estado de ánimo cambia a peor y evaluar si son correctos en ese momento", declara Daniel Strunk, psicólogo, en la citada revista. Se trata de adquirir una nueva habilidad cognitiva aplicable a la vida cotidiana.
Los investigadores han intentado utilizar técnicas de imagen para verlo, y sí que han encontrado indicios de cambios cerebrales
Los investigadores han intentado utilizar técnicas de imagen para verlo, y sí que han encontrado indicios de cambios cerebrales. Los individuos deprimidos a menudo tiene una actividad exagerada en la amígdala (parte del cerebro implicada en el proceso de las emociones) que no es controlada adecuadamente por la corteza prefrontal, responsable de tareas mentales complejas. Los antidepresivos, piensan algunos investigadores, aquietan la actividad de la amígdala, mientras que la TCC aumenta la actividad y, por tanto, la capacidad de control de la corteza prefrontal. Los escasos estudios existentes indican que se producen cambios cerebrales tras una terapia cognitiva de 14 semanas de duración, pero no son concluyentes y tampoco se sabe si son la causa o una consecuencia de la mejora del paciente. Lo que sí parece es que los cambios son perdurables.
Identificar a los pacientes que se podrían beneficiar de la psicoterapia es uno de los objetivos de estas investigaciones. Se estudia ahora el metabolismo de la glucosa y se ha encontrado un indicador, pero todavía se sabe demasiado poco de lo que se "rompe" en el cerebro durante la depresión para poder elegir un tratamiento. Hasta se ha intentado calibrar la respuesta, en forma de dilatación de la pupila, de los pacientes frente a palabras negativas para avanzar en este conocimiento.
España está en la parte baja de la tabla de incidencia de la depresión diagnosticada por países, con menos de un 5% de casos. Si la depresión fuera cáncer, la situación sería un escándalo, plantean los responsables de Nature  sobre esta enfermedad, que supone, según los datos que presenta, el mayor número de años activos perdidos, comparado con otras enfermedades. No se han encontrado genes relacionados con la tendencia a la depresión y los estudios en animales resultan insatisfactorios. La OMS estima que 350 millones de personas sufren la enfermedad, lo que la convierte en una de las más comunes, a pesar de que todavía no existe una definición afinada, muchos enfermos no son diagnosticados y suelen sufrir discriminación social, y el dinero destinado a su investigación resulta insuficiente, según los especialistas. Pero esta era la situación del cáncer hace no tantos años, y ahora ha cambiado en muchos aspectos, como en el reconocimiento de su complejidad y la reducción del estigma social. La creciente colaboración entre los neurocientíficos y los psicólogos clínicos es una vía de salida para este complejo problema, pero la psicoterapia no tiene el apoyo de los laboratorios farmacéuticos que sí están dispuestos a financiar las investigaciones sobre medicamentos antidepresivos.

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