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Paz y Ciencia

sábado, 29 de noviembre de 2014

"Seréis como Dioses". Algunas reflexiones sobre Terapia y Amor



Amor personal y psicoterapia

El amor que merece quien nos ha elegido para acompañarlo en su proceso de auto-descubrimiento y para estar a su lado mientras restaura sus heridas, va descubriendo su sentido de vida, su trascendencia, se orienta hacia su propio ser y dignifica su indigencia, es un amor profundo y verdaderamente humano.
Sólo desde el amor podemos ver la potencialidad del tú para llegar a ser, y acompañarlo en su propia humanización.
Rogers (1902-1987) propuso que la autoestima sería desarrollada en los clientes a través de la aceptación incondicional y el interés positivo del psicoterapeuta, ya que estos se menosprecian y se sienten indignos de ser amados y el psicoterapeuta los acepta como son se permiten amarse a sí mismos.
Viktor Frankl, por su parte, propone que lo que realmente sana es el encuentro y este encuentro habla de la importancia del acompañamiento. Y he llegado a la convicción de que no se puede intentar acompañar al otro si no se le ama. Y no le puedo amar si no intento amarme a mi misma. Sólo desde el amor podemos ver la potencialidad del tú para llegar a ser, y acompañarlo en su propia humanización. Desde mi experiencia para ir siendo capaz de intentar amarme y amar al otro ha sido indispensable la Terapia de la imperfección.
Por lo tanto, atreviéndome a parecer determinista, estoy plenamente convencida que mientras el psicoterapeuta no se cambie de la perspectiva perfeccionista a la perspectiva humana de la imperfección el trabajo terapéutico se dificulta y en algunos casos se hace imposible y, como lo menciono anteriormente, hasta tóxico.
Si el terapeuta y el paciente viven desde la perspectiva perfeccionista se establecen dentro de la psicoterapia una serie de juegos macabros de autoengaño y de crecimiento virtual.
Aparentemente ambos quedan "contentos" "lograron ser excelentes", cubrieron las expectativas personales y del otro, sacrificando el verdadero crecimiento.
Mencionemos algunos  del "crecimiento virtual":
  • El del "complaciente": algunas veces el paciente dice y hace lo que cree desea escuchar su psicoterapeuta para no ser rechazado.
  • "Más de lo mismo": el psicoterapeuta con posiblemente buena intención pero poco conocimiento de su perspectiva perfeccionista "ejerce su poder" y "logra restablecer" la vida y salud de su cliente o paciente, quien a su vez logra "estimarse" por todo lo bueno y acertado que ha hecho y hace en su vida.  está que no logra comprender por qué en el fondo sigue sintiendo un vacío, por qué sigue sintiendo que no es suficientemente bueno, por qué se sigue sintiendo fuera de lugar, por qué sigue enojándose ante sus errores y los de los demás, por qué sigue sin sentir la serenidad del que se acepta carente. Es más se conforma con los cambios aparentes porque no sabe cómo vivir diferente ya que toda su vida se ha sentido igual.
  • El juego del "salvador": es como si el paciente dijera en un metamensaje "a que no me salvas" y el psicoterapeuta perfeccionista contesta "a que si", estableciéndose una lucha de poder; mientras que el psicoterapeuta con perspectiva humana contesta "tienes toda la razón sólo puedes rescatarte tú mismo y humanamente para lo cual es necesario que cambies de perspectiva".
Lo cierto es que, además, la perspectiva perfeccionista coloca sobre nuestros hombros una pesada carga que podemos vivir de diversas formas, considerando entre ellas dos extremos: la soberbia (generalmente compensatoria de sentimientos profundos y negados de inseguridad) y la inseguridad angustiosa.
En la primera, el psicoterapeuta se siente como un dios y actúa como tal, a esta le podemos incluir, entre otras, actitudes seductoras como otra forma de poder y confrontaciones agresivas. En la segunda el sentimiento que prevalece es la impotencia. La presencia de personas de autoridad o con ciertas características le imponen y despiertan su inseguridad, existe una preocupación constante y la creencia de que la vida del otro depende determinantemente de la "perfección" de su intervención y ante la imposibilidad de lograrlo vive presionado y desgastado.
Desde ninguno de los dos extremos, el psicoterapeuta puede cumplir con la maravillosa misión de acompañar al otro ser humano en su propio proceso de recuperación , porque esto sólo puede hacerlo otro ser humano.
Aunque evidentemente son posturas opuestas, ambas son actitudes perfeccionistas que corresponden a las actitudes de los hermanos de la parábola del hijo pródigo[1]una no puede existir sin la otra y ambas son actitudes soberbias. Provenientes de la perspectiva perfeccionista.
Porque la soberbia es un exceso de estimación propia (pero si es excesiva muy probablemente es compensatoria por lo tanto es falsa) La soberbia hace que uno sea su propio dios, su propia ley, su propio juez y su propia moral. Produce envanecimiento, engreimiento y la devaluación de los otros, La soberbia es la causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas y el principal obstáculo para el verdadero crecimiento. Esta es resultado de la perspectiva perfeccionista porque de ella proviene el autorechazo que yace bajo esta fachada de seguridad.
Contraria a la soberbia está la humildad, como "sentido de realidad", que se puede definir como "reconocer nuestro justo valor", implica valorar nuestro ser, es decir, apreciar el valor de ser, y no vanagloriarnos por nuestros logros, como tampoco devaluarnos por nuestros fracasos. Para Santa Teresa la humildad es "la verdad". La persona que dice la verdad, es veraz y para ser veraz es necesario ser auténtico, honesto con uno mismo y con los demás. Por lo tanto ser humilde es admitir mis defectos y limitaciones, así como mis cualidades, con sinceridad, honradez, con rectitud y con integridad ante mí mismo y ante los demás. Renunciar a la aspiración de perfección, es encaminarnos a la virtud de la humildad. Al aceptar sus límites, al aceptarse imperfecto no queda otro remedio que desarrollar la humildad.
La indigencia nos ayuda a encarnar virtudes como: humildad, compasión, caridad, fortaleza, fe y valentía. La humildad eleva al ser humano. "sólo el hombre grande se puede hacer pequeño". Resulta muy difícil alejarnos de la soberbia y encarnar la humildad. Pero cómo se puede encarnar humildad cuando "La cultura se vuelve propulsora rígida del concepto del no límite, con su antropología, su psicología, susobjetivos de educación y sus terapias que lo invitan a la excelencia. Y con una ética y espiritualidad en función de la perfección". Ésta contradicción de la cultura con su propia naturaleza sólo logra enfermar al ser humano.

La Paradoja del Poder del psicoterapeuta.

En teoría trabajamos para que nuestros clientes o pacientes se acepten como son y se amen. Yo misma lo intenté, durante muchos años, desde lo más honesto y profesional que podía, al mismo tiempo buscaba aceptarme y amarme. Sin saber por qué no lo lograba, algo faltaba siempre, hasta que conocí la terapia de la imperfección y con ella, la perspectiva desde la cual vivía, la perspectiva de infalibilidad rechazando mí ser indigente. Con la búsqueda constante, consciente e inconsciente, de controlar todo, haciendo realidad el sentido del poder propuesto por Adler y al mismo tiempo trabajando en mi crecimiento , pero ¡qué contradicción! No era consciente que aquello que rechazaba, mi limitación, era exactamente el punto de partida para mi crecimiento real. ¿Hacia dónde había estado dirigiéndome y hacia dónde había acompañado a mis pacientes?
A través del automodelamiento (Elizabeth Lukas) buscaba ir siendo cada vez más yo misma y acompañar al otro a recorrer su propio camino de definición . El problema era que en esta realización rechazaba mi propia humanidad y de la misma forma la de mis pacientes, aunque conscientemente los "aceptaba", de forma inconsciente y sutil, los acompañaba a rechazar su realidad humana. Buscaba encontrar sentido a mi vida, a mi trabajo, al sufrimiento pero no a mi existencia limitada. Creo en Dios, y pensaba que tenía fe, no me daba cuenta que caía en la soberbia de actuar como un pequeño dios al intentar igualarme a Él anhelando ser perfecta. Concebía la perfección como un bien, como un valor supremo, y a fuerza de voluntad intentaba encarnarla luchando contra mi propia naturaleza, contra mí misma.
Había caído en el engaño que devela el Dr. Peter "El concepto del no límite ha modelado la mente, la conducta y la espiritualidad; con una verdad inventada" y "La cultura: le ha planteado al hombre que puede y debe ser perfecto". Así, "El hombre es seducido a buscar la perfección y la ve como un valor tanto en la comprensión, como en la orientación de la propia existencia". Este engaño ha impregnado todo. Y el campo de la psicoterapia no es la excepción, de aquí la importancia de humanizar nuestro maravilloso trabajo.

La derrota del psicoterapeuta y del paciente

Gracias a nuestra incompletud, nuestras carencias, nuestros límites, necesitamos de los demás. Necesitarse los unos a los otros da sentido y significado a hacer comunidad. Necesitar de los demás, me ayuda a valorarlos, a ir hacia ellos, me ubica en la realidad, me facilita vincularme. El que los demás necesiten de mí, me ayuda a trascender, a darle sentido y significado a mi vida. Es importante diferenciar necesitar de depender. Gracias a nuestro ser limitado es que podemos realmente intentar acompañar a otro ser limitado, identificarnos y encontrarnos compasivamente. La indigencia del terapeuta: la conciencia del día con día, de la riqueza del intento y de la derrota.
Mientras el psicoterapeuta no reconozca la importancia de aceptar y acoger sus propios límites y sólo haga lo que le toca con su mejor esfuerzo, realmente no acompañará a su paciente, tratará de hacer lo que al otro le toca creando dependencia y dejará su tarea, aquella por la que están solicitando sus servicios profesionales, sin resolver.
Si el hombre inicia y mantiene su constante camino en sus límites y precisamente a partir de ellos, estará orientado hacia su ser y podrá encaminarse a ser quien puede llegar a ser, siendo él mismo. Estará constatando y confirmando su naturaleza Humana.
La Paradoja del poder es que mientras el psicoterapeuta no se derrote ante sus límites, perderá su poder personal y su vida profesional será ingobernable. Y si se derrota ante la perfección su vida personal y profesional será lo mejor posible, tendrá posibilidades de crecer y acompañar a otros en su proceso de crecimiento.

Proceso terapéutico de la Terapia de la imperfección.

Mi Concepto de la Terapia de la imperfección es: encuentro de dos o más seres humanos: limitados, erraticos, y defectuosos; cada uno con su propia percepción. Percepción que es alimentada por la perspectiva desde la que están parados ante la vida, ante sí mismos y ante los otros. Con el objetivo de compartir lo más amorosa y compáticamente posible su perspectiva y su persona, y acompañar al otro u otros en su proceso de REORIENTACIÓN y crecimiento personal: HUMANIZACIÓN.

Encuentro humano

El encuentro terapéutico: en esta relación el terapeuta intenta acompañar y facilitar al paciente o cliente, que se conozca, acepte y ame, para que pueda decidir modificar su nivel de conciencia, su percepción, sus paradigmas, su manera de editar su vida, sus actitudes, su perspectiva.
Somos seres humanos y esta humanidad se constata con cada error, carencia, necesidad, fallo. Sin embargo hemos aprendido a rechazarla en nosotros, en los otros, en nuestras vidas. Al rechazarla, nos rechazamos a nosotros mismos, a lo que nos define, a lo que nos da posibilidad de caminar y de encontrar sentido a ese camino. Y con ello, damos pie a nuestra área oscura, porque esta se alimenta precisamente del rechazo hacia nosotros, a los demás y a lo que acontece en nuestra vida (accidentalidad). El rechazo significa falta de aceptación y por lo tanto de amor. El amor, la aceptación, la compasión y todos los sentimientos positivos nutren nuestra área de luz.
Luz y oscuridad, opuestas y a la vez complementarias. La calidad de nuestra vida afectiva y los pensamientos que pueblan nuestra mente tiene relación con nuestra salud integral. Si nuestras emociones y sentimientos son de desamor, desconfianza, inseguridad, resentimientos, etc. nuestra vida será de infierno, caos y autodestrucción. El rechazo provoca miedos, sentimiento de soledad, resentimientos, angustias.
La autodevaluación, la sensación de no merecer, de no valer, la inseguridad, un gran ego que esconde el verdadero yo, aparentar lo que no se es, pensar solamente en uno mismo, el egocentrismo, sentirse el ombligo del mundo, sentir que todo lo que pasa es contra uno, pensar poco en los demás. Generan un mayor desprecio de sí mismo, de los demás, de la vida y hasta de Dios. Y provocan actitudes egoístas, agresivas, demandantes, tendencia a establecer relaciones dependientes destructivas, evasiones con drogasalcohol, trabajo obsesivo, abandonar planes y relaciones por la tendencia a victimizarse, obsesiones y desde luego angustia.
Los sentimientos negativos y los recuerdos destructivos hacen que la persona quede presa de sus resentimientos, culpa, temores y angustias; atormentada por el ayer, angustiada por el mañana. Encadenada a una fuerza destructiva que jala, impulsándola a cometer los mismos errores una y otra vez, a dañar a quien dicen amar y a destruirse a sí mismo.
Estas actitudes pueden convertir a la persona en un "ayudadicto" que pretende ayudar, salvar a los otros, aun cuando no piden ayuda, todo esto para encubrir su profundo resentimiento y gran egoísmo. El resentimiento funge como ancla de pensamientos obsesivos, de apego y adicciones.
Es importante que esta no sea la razón consciente o inconsciente de nuestro trabajo terapéutico. Por qué, ¿cómo lograr un encuentro yo-tú? Si no ha logrado un encuentro con su propio ser. ¿Cómo puede una persona amar sino se ama a sí misma? Y nadie puede dar lo que no tiene. ¿Puede alguien prestar un vestido si está desnudo? ¿Puede recibir invitados a "su casa" quien está fuera de ella y perdido?
La dimensión espiritual se manifiesta en pensamientos y sentimientos positivos como el amor, la aceptación, la tolerancia, la capacidad de pensar en los demás antes que en uno mismo, el perdón, etc. Estos armonizan, aunque sea temporalmente, a la persona consigo misma, con los demás, con la vida y con Dios. Facilitan que la persona quiera darse oportunidades, empezar cada día, regresar humildemente, perdonar y trascender. Vivir así sólo es posible desde la perspectiva de defectibilidad, que despierta la compasión hacia la indigencia propia, la de los otros; que permite encontrar el tesoro de vivir la accidentalidad de la vida como una oportunidad de crecer. Y poder perdonar las actitudes de uno mismo y de los demás que producen sufrimiento, porque son manifestaciones de las carencias.
Por esto es indispensable trabajar con la tendencia perfeccionista que provocan rechazo, miedos, culpa y desamor. Nos lo debemos y se lo debemos a las personas que nos eligen para acompañarlas en su proceso de crecimiento, sólo así puede darse el verdadero encuentro humano en el que se da la magia de la recuperación.
La acción terapéutica que es la finalidad de este encuentro, debe sustentarse en el campo del saber y del actuar, todo esto sin dejar de acompañar.

La actitud del terapeuta

Un punto importante en el trabajo terapéutico es: la postura del terapeuta, por lo que es necesario identificar la tendencia perfeccionista y la perspectiva desde la que vive el psicoterapeuta: de falibilidad o infalibilidad. Tener conciencia que cada uno tiene su propia interpretación de la realidad, sus razones personales. Auto análisis existencial compasivo. Acoger los límites propios, de los otros y la vida. No jugar al rescate = lucha de poder. Conciencia de la imposibilidad de omnipotencia. Partir de los límites personales y profesionales, HONRARLOS. Identificación de la propia tendencia perfeccionista. Trabajo personal constante para tener una relación compasiva, humana y amorosa consigo mismo.

Marco clínico referencial

El terapeuta de la imperfección se maneja dentro de un marco teórico en el cual se desarrollan las fases: descendente (exploración) y ascendente (comprensión) del proceso terapéutico completo. Ese marco teórico se denomina: la accidentalidad de la vida.
Esta se refiere a que todas las experiencias desagradables que la razón (a través del análisis y el juicio) califica como traumas y fracasos, el terapeuta de la imperfección las percibe como "accidentes", sin ninguna descalificación para dichas experiencias. Etiquetar dichos accidentes en términos negativos no sólo equivale a desvalorizarlas también a designificarlas. Designificarlas es restar el potencial que tales "accidentes" pueden desarrollar en el curso de la vida e introducir en el sistema mental pensamientos y sentimientos nocivos para la persona. De aquí, que es importante que el paciente perciba sus errores y fracasos como su "tesoro inestimable" pues es de éste material, de este depósito, de donde los seres humanos echamos mano para crecer. La persona sana vive de los "intereses" que aporta ese tesoro a su devenir humano.
El devenir designa el proceso de ser, bajo el que se incluyen todos los tipos de cambio, (movimiento, alteración, generación, corrupción...) y que suele ir asociado a expresiones como "llegar a ser". En general, y a partir de la filosofía griega clásica, el hablar del ser como "devenir" marca la oposición a una concepción del ser como algo estático. Se ha entendido, pues, que el "devenir" se oponía al "ser", en el sentido de que el proceso de ser, o de "llegar a ser" algo, se opone a la inmovilidad del ser. La afirmación del devenir, del ser como proceso, se identifica con una concepción dinámica de la realidad, de la que suele considerarse a Heráclito de Éfeso como su más representativo defensor. Al ser proceso no es un producto terminado. Porque el ser humano no se completa nunca. De esto trata el devenir humano. Gracias a eso puede seguir caminando toda la vida. ¿De otro modo tendría sentido su existencia?


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