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lunes, 9 de enero de 2012

Casualidades

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Según Einstein, "siempre hay un salto en la consciencia, aquello que algunos llaman intuición". (Corbis)

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Héctor G. Barnés 08/01/2012 (06:00h)
Somos seres ultra racionales. Intentamos controlar toda la serie de variables que nos rodean, con el objetivo de no dejar nada a la suerte. Eliminamos la incertidumbre informándonos de la mejor manera posible, previendo posibles acontecimientos, guardándonos ante aquello que pueda desestabilizar nuestra vida. Tenemos todo bajo control, y sin embargo, en un momento determinado, todo se viene abajo: una coincidencia insospechada aparece y nos lleva a preguntarnos si no seremos marionetas en manos de un plan predefinido. Soñamos con un acontecimiento y eso se convierte en realidad a la mañana siguiente, pensamos en una persona y ésta reaparece en nuestra vida, escuchamos la misma canción en varios ambientes después de años sin saber de ella. ¿Qué ocurre?

Muchas veces, percibimos este tipo de acontecimientos de forma negativa. Sigmund Freud defendía que una de las expresiones de Lo Siniestro era precisamente esa: "el factor de la repetición involuntaria es el que nos hace parecer siniestro lo que en otras circunstancias sería inocente, imponiéndonos así la idea de lo nefasto, de lo ineludible, donde en otro caso sólo habríamos hablado de «casualidad». Por ejemplo, seguramente es una vivencia indiferente si en el guardarropas nos dan, al entregar nuestro sombrero, un número determinado -digamos, el 62- o si nos hallamos con que nuestro camarote del barco lleva ese número. Tal impresión cambia si ambos hechos, indiferentes en sí, se aproximan, al punto que el número 62 se encuentra varias veces en un mismo día", narraba el psicoanalista. "Se considera esto «siniestro», y quien no esté acorazado contra la superstición, se encontrará tentado a atribuir un sentido misterioso a este obstinado retorno del mismo número".

Inventando explicaciones

Para empezar, debemos recordar que, como seres humanos, tendemos a dar significado a todo, y que cuanto más inclusivo sea este sentido que otorgamos a lo sucedido, mejor. Lo aleatorio nos perturba, puesto que escapa a cualquier explicación. En El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable, Nassim Nicholas Taleb habla de aquellos acontecimientos caracterizados por su rareza, su impacto y su imprevisibilidad. Taleb apunta que "pese a esa naturaleza, inventamos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que se hace explicable y predecible. Actuamos como si fuéramos capaces de predecir los hechos, o peor aún, como si pudiésemos cambiar el curso de la historia". Por ello, perseguimos el significado que late detrás de la pura coincidencia o los eventos imprevisibles.

Fredrich Schiller afirmaba que "no existen las casualidades. Lo que nos parecen meros accidentes emerge siempre de la fuente más profunda del destino". A lo largo del siglo XX, diversas disciplinas como el psicoanálisis se preocuparon por explicar ese concepto que antiguamente había tomado la forma del destino (ya escrito, y por lo tanto, determinista) o Dios (creador de un plan que tiene en estas casualidades una de sus manifestaciones más claras), sustituyéndolo por una instancia que ya no emergía de lo ultraterrenal, sino del propio interior del hombre.

Muchas casualidades son tomadas como una muestra del plan que el universo guarda para nosotros
Carl Jung hablaría de la sincronicidad para explicar aquellos eventos que resultan significativos en su casualidad. Jung afirmaba que "todo depende de cómo miremos a las cosas, no lo que estas sean en sí". Ello quiere decir que el significado de los elementos se encuentra en la subjetividad del observador, no en la objetividad del mundo. Si soñamos con un escarabajo verde, y a la mañana siguiente nos encontramos con uno de ellos, como ocurrió con uno de los pacientes del suizo, tenderemos a pensar que alguna clase de sobrenatural poder nos ha hecho prever la presencia de este, cuando lo más probable es que sea la presencia del insecto en el sueño lo que nos haya hecho reparar en el escarabajo en nuestra vigilia. Si no hubiésemos soñado con el mismo, nuestra atención no se habría detenido en dicho animal. Sin embargo, Jung no llegó a resolver el problema de si dichas conexiones se establecen desde la propia psique, o desde una instancia externa.

Esta deriva ha terminado conformando, a finales del siglo XX, un retorno a lo espiritual. Muchas de estas sincronicidades son explicadas como expresión de algo más profundo. Partiendo de Jung, David Richo expone en The Power of Coincidence. How Life Show Us What We Need to Know el significado que dichas casualidades pueden tener, como muestras del plan que el universo guarda para nosotros. "La sincronicidad se basa en un significado que trasciende la razón, no en una creencia irracional. La superstición se mantiene a través de la ignorancia de las reglas de la naturaleza o por la falsa fe en la magia o el azar. La sincronicidad se ha mantenido por una gran sabiduría sobre la correlación entre una coincidencia y lo espiritual que subyace bajo ella", se defiende Richo. Hemos dado la vuelta para volver al mismo sitio: el plan maestro detrás de lo azaroso.

Explicando lo inexplicable

La ciencia se ha preocupado por explicar de dónde surge la aleatoriedad. Por ejemplo, a través de los fractales. A grandes rasgos, la teoría expuesta por Benoit B. Mandelbrot defiende que no existen en la naturaleza elementos sin forma, o lo que es lo mismo, sin ningún orden. Es decir, que gozan de una complejidad tan alta que a simple vista parecen carecer de explicación, cuando lo que ocurre es que simplemente son infinitamente más difíciles de describir que los elementos euclidianos, como el triángulo o el cuadrado regulares. La teoría del caos surge de dicho principio: ciertos resultados son totalmente imprevisibles puesto que, por mucho que el científico se esfuerce por controlar todos los factores, siempre existirán variables desconocidas que escaparán a todo control. Aplicado a nuestra vida diaria, siempre existirá un pequeño porcentaje de incertidumbre para el que tenemos que encontrarnos preparados.

Steven P. Novella, neurólogo estadounidense de la Universidad de Yale y célebre por obras divulgativas como La guía del Universo para escépticos, enunció lo que se ha dado en llamar la ‘falacia de la lotería’. "En una lotería en la que seis millones y medio de personas tienen un boleto, las posibilidades de ganar son muy pequeñas", apunta Novella. "Pero ello mismo implica que una persona va a ganar con toda seguridad". Novella empleó dicha explicación para contradecir el biocentrismo de Deepak Chopra y Robert Lanza, lo que él considera como pseudociencia, una mala interpretación de las leyes de la causalidad. Dice Novella, frente a la teoría de Chopra y Lanza (que nuestro medio ambiente parece tan favorable a nosotros que necesariamente debe estar diseñado expresamente para el ser humano), que es precisamente al contrario: que fue precisamente la casualidad de encontrar tantos factores favorables para la aparición de la vida lo que provocó la aparición de esta. El ser humano es aquel que, entre millones de posibilidades, consiguió el boleto premiado. Y sin embargo, la teoría biocentrista muestra cómo intentamos proporcionar un sentido más profundo a cualquier circunstancia de nuestra vida.

El azar a nuestro favor

La primera vez que la palabra ‘serendipia’ aparece en la vida humana es en 1754, de mano del escritor inglés Horace Walpole, a partir de la adaptación un cuento tradicional persa llamado "Los tres príncipes de Serendip". En el mismo, sus protagonistas siempre solucionaban sus problemas a través de la casualidad, y hoy en día, el término suele emplearse para referirse a aquellos hallazgos o descubrimientos obtenidos de forma imprevista. Incluso una comedia romántica, dirigida por Peter Chelsom y protagonizada por John Cusack y Kate Beckinsale, ha llegado a titularse bajo el nombre de Serendipity. En ella, una pareja se encontraba por casualidad y a partir de ese breve encuentro, establecían una relación que se prolongaba en el tiempo. No es, en este caso, mera coincidencia, ya que gran parte de los melodramas se basan precisamente en la idea que el azar puede jugar en nuestras vidas.

Louis Pasteur decía que "el azar favorece a la mente preparada", mientras que Albert Einstein llegaba a afirmar que "el intelecto no tiene nada que ver con el camino al descubrimiento. Siempre hay un salto en la consciencia, aquello que algunos llaman intuición, en el que la solución llega a ti sin saber cómo ni por qué". Paul McCartney cuenta cómo vino a su mente la idea de Yesterday. Una noche, durante el sueño, la melodía comenzó a sonar en su cabeza. Aún medio dormido, pero excitado por el hallazgo, se levantó rápidamente y escribió una canción bajo el nombre de Scrambled Eggs con el objetivo de conservar la idea musical. Se puede pensar que el azar jugó un importante papel en la composición de uno de los grandes temas de la música popular, pero a pesar de lo que la historia puede sugerir, podemos llegar al acuerdo de que no surgió de la nada.

Un paraguas y una máquina de coser

La forma con la que tratamos en el día a día con lo imprevisto influye igualmente en los resultados que obtenemos. Utilizamos la razón para reducir el número de aquellas variables que no podemos controlar. No dejamos nada al azar. Pero en ciertas ocasiones, la improbabilidad puede jugar un papel importante. Un reciente estudio publicado por Allen Edward y Nigel Ford se preguntaba por la importancia de la serendipia a la hora de buscar información. "La serendipia suele producirse generalmente entre los investigadores más interdisciplinares, suele afectar en un alto grado la forma en que la investigación se produce, y se han percibido ciertas actitudes que intentan favorecer la aparición de estas coincidencias", concluían. "Un factor importante es el cultivo de una mente abierta y la decisión consciente de establecer una estrategia para pararse un segundo y echar un vistazo de conjunto, algo que favorece la aparición de estas serendipias". Dicho de otra forma: favorecemos la relación de hechos aparentemente inconexos, pero significativos, a través de nuestros propios métodos.

Lautréamont describía el movimiento surrealista como "el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección". Uniendo dos conceptos que aparentemente no tenían ninguna conexión lógica, los surrealistas obtenían un significado totalmente nuevo que la razón no habría garantizado. Así es como debe funcionar nuestra mente si queremos superar la barrera de lo convencional: abrazando lo inesperado como parte constitutiva de nuestros procedimientos, dejando un pequeño porcentaje abierto a lo imprevisible. Sólo así superaremos la línea que separa el trabajo bien hecho del trabajo genial.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/01/08/casualidades-el-plan-que-se-esconde-detras-del-azar-90419/

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