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Paz y Ciencia

sábado, 3 de mayo de 2008

La Niña de los Sueños XXVI

Y se hizo la luz el séptimo día. De su guarida salió la Princesa, la muchacha de los sueños. Esa dulce jovencita que paseaba por el pueblo y se enamoró de un muchacho sin más pertenencias que su forma genuina de ser. La joven, al salir de casa pensó en el poeta: "nunca es largo el camino que conduce a la casa de un amigo". Se notaba ligera, ágil, con un andar desenfadado, dispuesta a comprobar que le iba a ofrecer hoy esa noche mágica. Al acercarse escuchó el sonido de las gentes del pueblo, una algarabía se había reunido cerca de la atalaya. Sin embargo, pudo escrutar entre las ramas, estaban quietos esperando a esa aparición que tanto había dado que hablar. De repente tuvo un sobresalto, alguien le tapó la boca a su espalda. Era el muchacho quien le colocó el índice sobre los labios alertándole del peligro de su misión. Se apartaron un poco, hasta el claro donde se cayera su antifaz, allí el muchacho le susurró que la guardia Real había acudido al lugar para controlar el tumulto, varios hombres y mujeres habían arrojado alimentos podridos sobre los jinetes y se habían realizado detenciones. La muchacha, muy triste por verse la causante de tal agresividad, sollozó, viéndose consolada por el gran abrazo que le ofreció su querido muchacho. Así pasaron los minutos, abrazados, en silencio, sólo el ruido de los cascos de los caballos interfirieron un verdadero gesto de amor, al borde del peligro.

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