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Paz y Ciencia

lunes, 5 de mayo de 2008

Winnicott: "Sufrí la influencia de Melanie Klein II"

“Sufrí la influencia de Melanie Klein II”

La delincuencia juvenil como signo de esperanza
(Conferencia pronunciada en el Congreso de Subdirectores de Reformatorios,
reunidos en el King Alfred's College, Winchester, abril de 1967) D.W. Winnicott

Cuando el muchacho o la niña ya se han endurecido a causa de la falta de comunicación (al no reconocerse el pedido de auxilio que encierra el acto antisocial), cuando los
beneficios secundarios han adquirido importancia y se ha alcanzado una gran destreza en alguna actividad antisocial, es mucho más difícil advertir (pese a que aún está allí) el pedido de auxilio revelador de la esperanza que alienta en el muchacho o la niña antisociales.

Desearía creer que como resultado de lo que voy a exponer serán capaces de percibir un poco más claramente que en cada uno de los casos que llegan hasta ustedes hubo un comienzo, y que inicialmente hubo una enfermedad, y que el muchacho o la chica se convirtió en un niño deprivado. En otras palabras, lo que ocurrió en determinado momento tenía sentido, aunque para cuando el individuo es confiado al cuidado de
ustedes habitualmente ese sentido se ha desvanecido.

Quisiera establecer un contraste entre esto y los trastornos ambientales ocurridos en una etapa más temprana del desarrollo emocional. Un bebé deprivado de oxígeno no anda por ahí tratando de convencer a alguien de que si hubiera habido suficiente oxígeno todo habría estado bien. Los trastornos ambientales que alteran el desarrollo emocional de un bebé no dan origen a la tendencia antisocial; producen alteraciones de la personalidad que desembocan en una enfermedad de tipo psicótico, de modo que el niño será propenso a la enfermedad mental o bien andará por la vida con ciertas distorsiones en la prueba de realidad, tal vez con la clase de distorsiones que se consideran aceptables. La tendencia antisocial no se relaciona con la privación sino con la deprivación.

privación. (deprivación no está en el diccionario)
(Del lat. privatĭo, -ōnis).
1. f. Acción de despojar, impedir o privar.
2. f. Carencia o falta de algo en alguien capaz de tenerlo.
3. f. Pena con que se desposee a alguien del empleo, derecho o dignidad que tenía, por un delito que ha cometido.
4. f. Ausencia del bien que se apetece y desea.
5. f. Renuncia voluntaria a algo.

Desearía vincular uno de esos aspectos a la relación del niño pequeño con su madre, y
el otro a un desarrollo posterior: la relación del niño con su padre. El primero concierne a todos los niños; el segundo concierne más especialmente a los varones. El primero tiene que ver con el hecho de que la madre, al adaptarse a las necesidades de su pequeño hijo, le permite descubrir objetos creativamente, promoviendo así el uso creativo del mundo. Cuando esto no sucede, el niño pierde contacto con los objetos, y por tanto la
capacidad de descubrir creativamente. En un momento de esperanza extiende la mano y roba un objeto

Aunque el principio es el mismo, me referiré también a la deprivación en relación con el niño y su padre. El niño -en este caso diré el varón, ya que, incluso si se trata de una niña, estoy hablando del varón que hay en ella- comprueba que tener sentimientos agresivos o ser agresivo no presenta riesgos a causa del marco familiar, que es una representación localizada de la sociedad.

Cuando un niño roba o comete una agresión, la sociedad no sólo tiende a
no percibir el mensaje, sino que se siente movida (casi sin excepción) a actuar en forma moralizadora. La reacción espontánea más común es castigar el robo y el acceso maníaco, y se realizan todos los esfuerzos posibles para obligar al joven delincuente a dar una explicación basada en la lógica, la cual, en realidad, es ajena a la cuestión. Después de algunas horas de un insistente interrogatorio, comprobación de huellas
digitales, etc., los niños antisociales producen algún tipo de confesión y explicación simplemente para poner fin a una indagación interminable e intolerable.

En la sesión terapéutica, en cambio, la moralidad no viene al caso, salvo la que pueda manifestarse en el niño. La sesión terapéutica no apunta a investigar los hechos, y a quienquiera que practique la psicoterapia le interesa, no la verdad objetiva, sino lo que es real para el paciente.

Con la palabra sufrimiento quiero expresar confusión aguda, desintegración de la personalidad, caída interminable, pérdida de contacto con el cuerpo, desorientación total y otros estados semejantes. Una vez que hemos llevado al niño a esta zona y él ha sido capaz de recordarla y de recordar lo que sucedió antes, no nos resulta difícil comprender por qué los niños antisociales deben pasar toda su vida buscando este tipo de ayuda. No pueden vivir en armonía consigo mismos hasta que alguien haya retrocedido en el tiempo con ellos y les haya permitido volver a vivir el resultado inmediato de la deprivación y, en consecuencia, recordar.

SOBRE LA CRIMINALIDAD[1] (1934) Melanie Klein

Había encontrado que los niños que muestran tendencias asociales y criminales, y que las actúan (por supuesto que en forma infantil) una y otra vez, eran quienes más temían una cruel represalia de sus padres como castigo de sus fantasías agresivas dirigidas contra esos mismos padres. Niños que inconscientemente estaban esperando ser cortados en pedazos, decapitados, devorados, etc., se sentían compelidos a portarse mal y hacerse castigar, porque el castigo real, por severo que fuera, era reasegurador en comparación con los ataques asesinos que esperaban continuamente de sus padres fantásticamente crueles. Llegué a la conclusión, en el artículo al que acabo de referirme, de que no es (como se supone generalmente) la debilidad o falta de superyó, o en otras palabras, no es la falta de conciencia, sino la abrumadora severidad del superyó, la responsable del comportamiento característico de personas asociales y criminales.

El niño pequeño alberga primero impulsos y fantasías agresivos contra sus padres, después los proyecta en ellos, y así desarrolla una imagen fantástica y distorsionada de la gente que lo rodea.

Vemos así que las mismas raíces psicológicas pueden desarrollarse hasta constituir paranoia o criminalidad. Ciertos factores llevarán en este último caso a una mayor tendencia en el criminal a suprimir las fantasías inconscientes y hacer acting out en la realidad. Las fantasías de persecución
son comunes a ambos estados; es porque el criminal se siente perseguido
que va destruyendo a otros. Naturalmente en casos en que los niños, no
sólo en la fantasía, sino también en la realidad, experimentan cierto grado de
persecución por padres malos o un ambiente miserable, se reforzarán
fuertemente las fantasías. Hay una tendencia común a sobrestimar la importancia del ambiente insatisfactorio, en el sentido en que las dificultades
psicológicas internas, que en parte resultan del ambiente, no se aprecian
suficientemente. Por consiguiente, depende del grado de angustia
intrapsíquica, el que ésta conduzca o no a mejorar el ambiente del niño.

Uno de los grandes problemas sobre los criminales, que siempre los ha hecho incomprensibles al resto del mundo, es su falta de los naturales sentimientos humanos buenos; pero esta falta es sólo aparente. Cuando en el análisis se llega a los más profundos conflictos de los que brotan la angustia y el odio, también se encuentra el amor. El amor no está ausente en el criminal, sino que está escondido y enterrado en forma tal que sólo el análisis puede traerlo a la luz.

…para la persona que está bajo la continua tensión de la persecución, la
seguridad de su propio yo es la primera y única consideración.


ANÁLISIS de las DIFERENCIAS

Winnicott habla del ambiente (lo sabemos de sobras). Klein habla, si lo decimos muy sencillo, del niño como un sujeto que proyecta su maldad en los otros, ese carácter retaliativo se vuelve contra él en forma de objetos persecutorios. Ambas versiones son complementarias, una más vitalista, la otra más depresiva, como sus propios autores. Klein tenía razón en cuanto a las reacciones paranoides de la tendencia antisocial, DWW habla claro sobre un elemento que otros defienden como herencia genética, los padres y familias de sujetos con dicha tendencia suelen tener una organización patológica Inter-intra-familiar. Klein, a pesar de los ataques de los lacanianos por reformular a Freud en cuanto al superyó y analizar las fantasías de niños a través del juego, postula algo sin lo que apenas podríamos hacer psicoterapia, la fantasía del sujeto puede construir un mundo persecutorio. La literatura psiquiátrica-psicológica habla del paranoide como una especie de mago que al final tiene la razón en la realidad y se siente apartado y/o atacado. En un plano superficial, los que rodean al paranoide le apartan asustados. Así se acaba sintiendo atacado, vilipendiado, etc. Entender el proceso de proyección-introyección es fundamental, también para entender a DWW.
Hablaba en la cocina del Hogar con D. Hold sobre aquella frase que quedó grabada en mí por su formato absurdo: Joan Rivière decía sobre DWW que hacía teoría sobre su enfermedad. Creo que esta mujer pensaba que descubría América cuando estaba diciendo algo básico en esta profesión, la mirada del analista y su trabajo intelectual guarda isomorfismo con su mundo interno. El mundo de DWW se basa en la creatividad, el de Klein se funda en los objetos persecutorios, en la culpa y en la reparación. Poco avezado hay que ser para entender esto desde sus biografías.


[1] Contribución al Simposium sobre el Crimen en una reunión de la Sección Médica de la Sociedad
Psicológica Británica, en octubre 24 de 1934.

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