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Paz y Ciencia
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viernes, 11 de noviembre de 2016

Consideraciones sobre la culpa



Según los planteamientos psicoanalíticos, el sentimiento de culpa tiene como base la ambivalencia de nuestros sentimientos, más concretamente sobre la agresividad que se entrelaza con cualquier sentimiento amoroso. 

La culpa nos ayuda a reconocer el daño al otro y que nos lleva a repararlos. Ésta es la idea de Melanie Klein.
A menudo, cuando no podemos expresar la culpa, la tendencia es desplazarlo al cuerpo. Joyce Mc Dougall decía: "cuando el dolor no encuentra salida en las lágrimas, éstas se desplazan al cuerpo".
La autora de Alegato por una cierta anormalidad sigue siendo un referente. El libro Teatros del cuerpo es donde se recoge esta cita entre otras muchas para "la caja de herramientas".

Como dice Horney, no es que la agresividad no sea capaz de dañar, solo es que si tratamos de ignorarla y la prohibimos, se vuelve mucho más dañina que cuando la reconocemos y aceptamos su poder.
Sin embargo, para ello es necesario también conocer y confiar en el poder del amor, ya que el sentimiento de culpa siempre va ligado a este. 

En nuestra naturaleza van indisolublemente unidos la ternura y la agresión. 

A menudo, cuando la persona no se ha sentido querida y ha llegado a la conclusión de que no es querible, reemplaza el amor con sucedáneos,  que no le satisfacen y que no logran evitar la culpa: abnegación, dedicación, Sobreprotección, rendición de la voluntad. El resultado es un incremento del odio, consciente o no. Cuando la conclusión de no haber sido querido es que el otro es malo, la actitud es la negación de la culpa que vemos en psicópatas. 

Las defensas establecidas para evitar el dolor del rechazo se convierten en un impedimento para el amor, que dificulta la entrega. Y son las heridas históricas, las que se repiten a lo largo de nuestra biografía, o que por alguna circunstancia han tenido una gravedad especial, las que inevitablemente generan defensas.
Estas tienen un sentido y es justamente protegernos del dolor. Por ello, antes de trabajar una defensa hay que fortalecer el Yo. 

Cuando la culpa conduce a la reparación, hay salida, siempre que se produzca en el mismo terreno y no sea una reparación imaginaria, ni una compensación en otro plano. Quizá debemos utilizar el término "compensación" en lugar de "reparación" y dejar este para el significado original que le dio Klein, de reparar internamente el objeto dañado. 

Podemos hablar de dos tipos de culpa: la culpa moral y la culpa emocional.
La culpa moral estaría en relación con no cumplir estos preceptos morales de nuestro código ético y fallar a las exigencias de nuestro ideal del Yo. Esta culpa moral tiene que ver con la tiranía de los deberías.
En el de las emociones, prohibiéndonos sentimientos de envidia y odio, tratando de ocultarnos ante nosotros mismos y los demás.

La culpa emocional es el instrumento para evitar gran parte del sufrimiento, esta conducta no es autorreferencial, ya que es el pesar por haber hecho daño al otro. La conciencia desde ser capaz de dañar y la capacidad de compasión son piezas claves para el manejo no instintivo de la agresividad y son los elementos que nos permitirían vivir en una sociedad constructiva, solidaria y compasiva.
Cuando sentimos un amor puro y pleno, en la medida de lo posible, cuando estamos en paz con nosotros mismos y los demás, alcanzamos lo que decía
  Agustín de Hipona: Ama y haz lo que quieras.


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
Bibliografía: Carmen Durán: "El sentimiento de culpa".

lunes, 7 de noviembre de 2016

Culpa y Terapia



EL SENTIMIENTO DE CULPA. CASTILLA DEL PINO, GRINGBERG, MELANIE KLEIN

En cualquier terapia dinámica, sea cual sea la técnica que se utilice, se intenta ayudar al paciente a desvelar la verdad sobre sí mismo. 

En las terapias cognitivas se integraron técnicas de meditación y esto ha pasado a un lugar importante. 

Sin embargo, la verdad sobre uno mismo no permanece oculta por ninguna decisión consciente, sino por la angustia que provoca.
De manera que empleamos mecanismos de defensa, recursos inconscientes para aliviar dicha angustia: la negación, racionalizaciones y fantasías exculpatorias para eludir aquellos aspectos de nosotros mismos que lo generan. 

Para Gringberg, una de las situaciones más penosas con las que se encuentra un paciente es la de enfrentarse a aquellas realidades y fantasías que fundamentan el sentimiento de culpa, es decir, poner luz a aquellos aspectos del ser que hemos preferido mantener en la sombra y afrontar la verdad.

Dice Gringberg:

"Claro que no es suficiente conocer la verdad para la liberación. El segundo paso en el proceso terapéutico del análisis consistirá en cómo manejar esta verdad. Pero es evidente que en la medida en que el paciente se entera de que no ha sido tan omnipotentemente destructivo como suponía de acuerdo a sus fantasías inconscientes, se producirá una apreciable modificación en la calidad de su culpa y se establecerá un cambio en su actitud emocional y en su conducta".

El proceso terapéutico de la culpa también tendrá, inevitablemente, que abordar temas de sexo y agresión. Respecto a la agresión dice Lorenz:

"La reorientación de la agresión es el camino más prometedor y el que primero se ofrece a uno para hacerla inofensiva. Con mayor facilidad que los demás instintos se conforma con objetos sustitutivos y queda plenamente satisfecha".

El trabajo de arqueología de la terapia analítica supone hacer consciente lo inconsciente, aquella parte del inconsciente que se refiere a lo reprimido. Una labor de ,exégesis que trata de explicar y entender lo que nos ocurre en el presente, basándose en la interpretación de lo biográfico. 

Este análisis nos permitirá ser más libres de los condicionamientos que limitan nuestro campo de acción. El proceso se produce mediante el insight, ese chispazo o "click" donde uno descubre la conexión y lo hace solo de manera racional, sino que lleva implicada la comprensión emocional.
También Gringberg plantea, desde su dilatada experiencia psicoanalítica, que para lograr superar la culpa es necesario hablar de ella y recordar y repetir en forma fantaseada lo que el paciente experimenta como su crimen. 

El análisis, para él, tendría aquí una importante función, pues:

"Tanto los tabúes como las supersticiones tienen una influencia a veces dramática, en la conducta y en el destino de muchos individuos, a menos que se pueda abrir una brecha en las compulsiones repetitivas, mediante el análisis de sus contenidos, la superación de sus raíces infantiles y el logro del equilibrio entre los conflictos provocados por la pugna entre los sentimientos de odio, envidia, culpa y amor".

Para Castilla del Pino, en su obra La Culpa, se plantea qué sentido tiene la culpa en la economía psíquica. Cree que no es posible sentir culpa si no se ha internalizado la normatividad social. Se aparta así, del planteamiento kleiniano, en el que la culpa está presente desde el origen y relacionada con lo social. La culpa se produce siempre ante otro y, en ese momento deja de ser una experiencia íntima. Además, la acción de objeto del sentimiento de culpa recae sobre otro a quien afecta esa acción.
Y cree que la culpa parece jugar el papel de avisarnos e impedirnos la ruptura de la identidad con otros. Aviso que nos permite quedarnos solos, excluidos de un grupo que, a causa de una acción que no respeta sus normas o principios, nos retira su afecto y deja de considerarnos uno de ellos. Del valor que el otro, ante quien se ejecuta la acción, conceda a nuestras acciones va a depender también de nuestra imagen. El otro se convierte en un espejo, que nos eleva o rebaja.

También Frazzeto se plantea tanto la causa como el origen y la finalidad de la culpa y piensa que la modelan tanto los valores personales como los códigos de conducta, pero lo que más le interesa es el tiempo que invertimos en rumiarla. 

En la misma línea de Castilla del Pino, opina que si no la experimentáramos cometeríamos muchos más errores y no tendríamos interés en mejorar.

"Sin duda, el sentimiento de culpa es desagradable, duradero y difícil de erradicar, pero, precisamente por eso, inspira la reparación del daño producido (por ejemplo, con una disculpa) e intenta detener, deshacer o compensar las consecuencias de la ofensa cometida. En consecuencia, la culpa es una poderosa motivación para actuar de acuerdo con normas sociales y moralmente aceptadas y para corregir nuestra conducta".

Volviendo a Castilla del Pino. También Monedero nos dice que:

"La depresión es la forma más directa de elaborar la culpabilidad. La depresión es, pues, una forma de arrepentimiento destinada a reparar el daño a los objetos".

Por otra parte, es la culpa la que conduce a la represión de los instintos y a la búsqueda masoquista de castigo o el masoquismo moral, es especie de sentimiento de culpa inconsciente y muy dañino. Aunque también una especie de anular o reparar el daño que se ha infligido al objeto amado, daño cuya causa estriba en los impulsos propios.

"Eternizar un sufrimiento masoquista, como castigo por sentirse culpable, sin intentar ningún tipo de reparación es una forma dañina de vivir la culpa que, además, no nos permite aprender nada".
Otra forma de vivir la culpa es la abyección. Cuando el sujeto ha cometido una acción culposa, lo que se produce es que en lugar de tomar una acción compensatoria, se mete en una espiral más y más culposa, en caída libre por la espiral del mal. 

"La descalificación y el castigo son dos manifestaciones de esa ignorancia emocional a la hora de expresar un desacuerdo".

Si esta situación se prolonga estamos ante la lucha freudiana entre el yo y superyó o entre ello y superyó. 

No es la resistencia psicoanalítica el obstáculo más grave para llegar a conocerse, sino la ignorancia, la confusión y las dificultades de comunicación intrapersonal. Esta visión de la psicología humanista es más optimista y permite abrir nuevas puertas al autoconocimiento, acercándose a la lógica que trasciende la culpa.

Lorenz: "...un hombre con suficiente sentido del humor no puede sucumbir a ilusiones demasiado halagadoras respecto de sí mismo".
Piensa que la risa es la "ritualización de un ademán de amenaza reorientado".

lunes, 24 de octubre de 2016

Ética y reglas morales

La ética, un conjunto de normas que rigen la conducta moral y que determinan lo que es bueno o malo, viene a ocupar entre los humanos el espacio vacío dejado por las inhibiciones instintivas, que regulan la agresividad de los mamíferos. Aparece en casi todas las culturas ligada a la religión y sustituye los frenos naturales derivados del instinto por principios universales que provienen de un ser superior. 

Para Gringberg, la ética es el conocimiento que implica la adquisición de la verdad. En lo individual, supone la necesidad de afrontar las verdades que fueron eliminadas del campo de la conciencia por la angustia de la persona, la ingente y dura tarea de desvelar nuestras sombras, los aspectos ocultos y negados de nuestra peculiar forma de ser. 

Tenemos, grabado en el software un mecanismo que podríamos considerar como un sustituto de la ritualización: el sentimiento de culpa. 

Este sentimiento es un castigo muy poderoso que trataremos de evitar, ya que la culpa a la que nos referimos no es racional, no es un reconocimiento mental de haber hecho algo incorrecto, sino que responde a una emoción muy profunda, a un sentimiento de dolor por habernos equivocado y de temor a un castigo más destructivo aún que la propia culpa. 

En el terreno ontogenético, esta moral deja una escapatoria, en el sentido de que si los adultos no se enteran de la mala conducta el castigo puede ser evitado. Pero no ocurre en la moral religiosa, puesto que a los dioses que la imponen no se les puede ocultar nada. 

Podemos pensar que esto tiene que ver con el proceso de individuación y la consiguiente batalla entre los intereses egocéntricos y los intereses de los demás. Y que el amor al otro y el deseo de no hacer daño es la verdadera chispa capaz de mantener ese equilibrio entre el deseo de la propia satisfacción, a cualquier precio, y la renuncia. 

En el proceso de individuación en el que los humanos, al menos los occidentales, nos hemos situado en el centro del universo, hemos desarrollado cierta dificultad para entender el deseo del otro (la alteridad).

Es evidente que el ser human
o presenta dos caras: la de una inmensa capacidad de ternura y la de una tremenda crueldad.

Ferenczi nos habla de lo importante que es adaptarse a la realidad, que, si bien es rica en frustraciones, se completa con la facultad de gozar allí donde pueda hacerse
Muy importante: Nuestras ideas y conceptos sobre lo que debería ser tienen como resultado la no aceptación de lo que es y el sufrimiento consiguiente.

La fuente del problema casi siempre es el Yo, de hecho, el problema es el Yo. 

Sostiene Balsekar que el ser humano se ha habituado tanto al estado de ansiedad y temor constante, que se ha vuelto adicto al miedo psicológico. Una reacción física y natural ante un peligro inminente se ha convertido en un estado tan crónico, que el hombre actual considera que es extraño que, en ciertos momentos, se encuentre relajado y sin el sofocante sentimiento de miedo que se ha convertido en una segunda piel y en la causa de esclavitud.

Hellinger: "Perdonar es una arrogancia".

El ego se equivoca al considerar las reacciones biológicas como sus reacciones. La auténtica libertad posible consiste en ser capaz de aceptar lo que es, "lo que es" en el momento presente.
Esto implica lo que Speziale-Bagliacca llama trascender la lógica de la culpa, pero supone ir más allá de lo que él plantea como responsabilidad trágica, pues, realmente, desde la lógica de Balsekar, el destino deja de estar en nuestras manos, porque nunca lo estuvo.

Carmen Durán: "El sentimiento de culpa".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
Este texto profundiza en el amor y la agresividad, en el mandato de la culpa en la ontogénesis, en las religiones, así como en el libre albedrío que nos permite mostrar agresividad con el posterior sentimiento de culpa. También habla de algo que subrayo, el "debería" nos hace esclavos", y su transgresión, culpables.
"El destino nunca estuvo en nuestras manos".

viernes, 14 de octubre de 2016

Reparación



La reparación nace de la compasión por el sufrimiento ocasionado a otro,  pero para que se pueda en funcionamiento este mecanismo, es necesario el reconocimiento de la realidad psíquica propia y ajena, de las diferencias entre estas dos realidades y del dolor que, a veces causan, esta realidad y sus diferencias. Desde esta perspectiva se puede adoptar una acción adecuada para remediar el dolor. En cambio, no hay posibilidades de reparación cuando no hay aceptación de la realidad por el empeño en controlar al otro y transformarlo para que cumpla mi deseo, por muy justificada que esa actitud esté en las inseguridades básicas. Aceptar la realidad es imprescindible para la verdadera reparación, y esa aceptación implica sentir que uno hizo daño, valorar el objeto dañado y renunciar a la omnipotencia, a la magia y a la idea de que nuestros deseos deben cumplirse. 
Por otra parte, la reparación tiene una doble función: reparar el daño causado al otro, y liberarnos de la culpa. 

Speziale Bagliacca sostiene que se trata de reparar el Self. Cuando esto se consigue, ocurre además que toman otra dimensión las acciones reparatorias. 
Babliacca plantea que la verdadera reparación implica aceptarse con los límites, traumas, carencias e historia personal: hay que repararse para comenzar a amarse, ya que esta es la vía de salida que permite acercarse al otro. 

En la meditación budista del amor o de la benevolencia que recogen muchos maestros, hay que pasar un tiempo reconciliándose con uno mismo, enviándose buenos deseos.


Que me vea libre de enemigos

Que me vea libre de peligros, 
Que me vea libre de las ansiedades de la mente, 
Que viva con un cuerpo sano y una mente feliz.


Dipa-Ma


lunes, 10 de octubre de 2016

Culpa y Psicopatía



Cuando el niño ha recibido sus necesidades básicas, esto es, han sido atendidas por una madre suficientemente buena, con una preocupación maternal primaria, que le permite cuidar al bebé, sostenerlo y manifestar su cariño, el niño evoluciona hacia un interés paralelo por el bienestar de las personas queridas y una preocupación por el daño que les haya podido ocasionar y el subsiguiente intento de reparación. Pero si el pequeño ha sido, se ha sentido, tempranamente abandonado y sus necesidades han sido obviadas e incluso ha recibido malos tratos, es difícil que llegue a preocuparse realmente por el otro.

Y, aunque en el fondo de su conciencia, subyace un sentimiento de culpa muy primigenio, relacionado con la idea de que hay algo malo en su naturaleza que ha impedido a su madre hablarle, esto no conduce a un intento de mejorar, sino, por el contrario, a actitudes psicopáticas y destructivas, ya que solo las personas que han sido amadas serán sensibles a la culpa y la inculpación.
En las relaciones amorosas posteriores se reactiva esa sensibilidad de culpa.
En cualquier caso, si el niño ha recibido suficiente amor, puede integrar su ambivalencia y cuidar de no dañar y reparar el daño. Si en las primeras relaciones solo hay odio y rabia, el deseo de destruir adquiere mucho peso y no se acompaña del deseo de reconstruir ni de reparar.
Cuando se lleva al extremo surge la manipulación de la deuda de amor, la exageración del sufrimiento y el sacrificio pueden conducir a un sometimiento que no permite la libertad personal y fomenta la sumisión. El temor a perder el amor hace que sea menos doloroso someterse que pagar el precio del castigo y la culpa.

En ocasiones, surge la necesidad de autocastigarse que funciona como preventiva, con el objeto de aliviar la intensidad del sufrimiento, provocado por la fuerza del sentimiento de culpa. Esto conlleva conductas neuróticas, que bloquean el desarrollo personal y profesional, frustran las relaciones amorosas y generan conductas masoquistas, en las que se provoca aquello que hace sentir desgraciado, así como el sadismo del otro.

Carmen Durán: "El sentimiento de culpa".
Rodrigo Córdoba Sanz: Psicólogo y Psicoterapeuta.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Perspectiva del Edipo



El psicoanálisis  pone en relación la culpa con la ambivalencia, invariablemente, a la relación con el complejo de Edipo, en el cual, la rivalidad y la agresividad aparecen entrelazadas con el cariño hacia ese mismo progenitor. Su pérdida no sería dolorosa para el niño, sino también, para el objeto edípico, al que no quiere hacer sufrir. Resulta preferible reprimir  y renunciar a los deseos objetales para poder conservar a las dos figuras parentales.
El Superyó es el vigilante de esta renuncia y el guardián de los sentimientos de culpa que la mantienen, ya que es tarea suya controlar el deseo inconsciente, el deseo y no solo la acción. La culpa se asienta en la intención, en el propósito de hacer algo malo, de manera tal que, a menudo, el hecho de hacerlo, es su consecuencia más que su causa. La causa es previa, es justamente la intención. Y de alguna manera, la acción lleva implícito el castigo por ella.
Volviendo a Freud, él distingue dos orígenes del sentimiento de culpa, y ambos están relacionados con el miedo: a la autoridad y el temor al Superyó.
El miedo a la autoridad, a una norma extraña, aun siendo muy poderoso  y obligando a realizar renuncias, tales como la satisfacción de los instintos, es menos temible que el segundo.
El temor al Superyó, a un principio interno, al que no se puede engañar ni siquiera en la persistencia de los deseos prohibidos, empuja al castigo en sus diversas formas, las cuales suponen casi una tortura psíquica. De esta manera, para no perder el amor de los padres y como consecuencia del temor al castigo
se produce una renuncia, pero mientras el deseo persista al Superyó no le basta con una renuncia. Así ocurre  también en la moral judeocristiana, en la que los pensamientos y los deseos nos hacen tan culpables como los actos. Por ejemplo, el sentimiento de culpa puede originarse tanto en un acto de violencia ejecutado, como en un simplemente intencionado.
En definitiva, el punto de partida sobre el que se establece el Superyó es la Internalización de la autoridad de los padres y de lo que ellos reconocen como tal autoridad,  sobre todo, religiosa, en cuanto se refiere a principios morales. La propia conciencia moral, como parte del Superyó, será después la que nos controle, juzgue y castigue. Así, ese castigo del Superyó  refuerza y perpetúa el de la autoridad exterior. Entonces, aparece el remordimiento, como perpetuación del castigo vinculado al sentimiento de culpa, que no podemos controlar, ni sabemos cuánto va perdurar.
Un punto de vista distinto es el que adopta Neuburger, pues considera la utilización  de la inculpación como un arma de poder. Aunque se centra en la forma en la que esto ocurre en las relaciones de pareja, podemos generalizarlo a muchas otras situaciones, en las que al otro nos permite manipularlo. En las relaciones madre e hijo es este un juego de poder muy evidente para cualquiera que lo vea desde fuera. Los reproches son el mejor instrumento con el que conseguir que el otro se sienta culpable y adopte la conducta deseada. Para muchas personas, es más fácil ceder y hacer concesiones, complacer quien se queja, que asumir la culpa derivada del supuesto daño que se ocasiona al otro o de la deuda contraída con él.
"El sentimiento de culpa". Carmen Durán

jueves, 22 de septiembre de 2016

Ambivalencia y Culpa



Courtney Love


En sus investigaciones, Melanie Klein descubrió un Superyó temprano. Hecho evolutivo en el que la crueldad era muy temprana. Entre 0-4 meses sería la fase esquizo-paranoide, donde ataca al pecho y, posteriormente la fase depresiva, cuando aparecen los sentimientos de culpa y reparación al integrar el pecho bueno y el pecho malo.
Como es el momento de encontrar la propia identidad y romper, en cierta medida los vínculos fusionales, necesita del impulso agresivo y autoafirmativo. Posteriormente, la evolución hará que este sadismo disminuya, y con él lo harán temores persecutorios.
En las neurosis y psicosis, el carácter sádico del Superyó es bastante evidente.
Existe un Superyó bondadoso, que se basa en la incorporación de los aspectos tolerantes y protectores de los padres. Esto conduce a una actitud comprensiva con los otros y benigna con nosotros mismos.
El sentimiento de culpa para Freud es la expresión de la ambivalencia, fruto de la eterna lucha entre Eros y Thanatos. Así es frecuente que se sienta reprimido en un plano inconsciente, y se manifieste de forma indirecta por algunos de sus efectos: irritabilidad, mal humor, apatía, depresión, trastornos psicosomáticos, sin alcanzar el plano de la conciencia.
También se puede expresar por una tensión intrapsíquica inconsciente,  una angustia que se manifiesta como mal estar, sufrimiento, depresión y pensamientos catastróficos, que desvelan una inevitable necesidad de castigo, asociada a la culpa inconsciente.
Freud, al principio de su teoría sobre la culpa, las tendencias eróticas frustradas daban lugar al sentimiento de culpa. Más tarde llegó a la conclusión de que tan solo la agresión es responsable de este sentimiento, es decir, el componente agresivo presente en toda tendencia erótica, o sea, la ambivalencia de los sentimientos.
Carmen Durán, interpretada por Rodrigo Córdoba Sanz.
"El Sentirnos de Culpa". Kairós

domingo, 18 de septiembre de 2016

Tabú, Culpa y Castigo

"Precisamente el sentimiento de culpa, la función misma de la culpa como estado sugeridor de angustia, parece reclamar por el propio sujeto una referencia al ser supramundano ante el cual sentirse culpable". Carlos Castilla del Pino

Las religiones y tabús confluyen en una serie de mandamientos para las abstenciones y acciones. Como dice Gringberg:

"Toda religión está fundada principalmente sobre la idea del pecado, o sea, el sentimiento de culpa que se experimenta por poder dar cumplimiento a las normas prescritas"

Cumplir las normas impuestas por la religión suele servir para calmar la conciencia de culpa, para apaciguarla al someterse a sus prescripciones, porque, a menudo, en el inconsciente individual sigue existiendo un sentimiento de culpa irracional, que a veces tiene que ver con el mero hecho de existir, y otras con sentimientos o deseos prohibidos que escapan al control de nuestra voluntad. Una de las razones por las que se otorga un gran valor espiritual a las creencias y sentimientos peligrosos es porque someterse a las reglas de una religión permite satisfacer el anhelo de inocencia y calmar la tortura de la culpa.
Por otra parte, alimenta el proceso mágico, ya que gracias a nuestro buen comportamiento, al recto cumplimiento de las reglas, a los sacrificios y oraciones podemos ganar el favor del destino. Como si tratáramos de establecer un pacto favorable con la divinidad, sobre la base de nuestra bondad o por el control de nuestra maldad.
En las religiones patriarcales se expresan las tendencias morales represivas, pues además de calmar el sentimiento de culpa, tratan de aplacar a un dios todopoderoso que podemos considerar un sustituto paterno.
Señalando la semejanza entre los "ceremoniales obsesivos" y los rituales religiosos, Freud consideró la neurosis obsesiva como una religión particular, y la religión, como una neurosis obsesiva universal.
La rigidez de las normas religiosas también puede convertir sus rituales en esos ceremoniales obsesivos, despertando mucha angustia cuando se incumplen.
Para Freud, las bases psicológicas que subyacen en ambos casos están determinados por los impulsos prohibidos y su represión. Son mecanismos defensivos contra los temibles castigos divinos, que derivan de los fuertes sentimientos de culpa.

Carmen Durán: "El Sentimiento de Culpa". Kairós. Págs: 132-133

sábado, 17 de septiembre de 2016

No ser bien recibido

Winnicott: "La culpa implica tolerancia a la ambivalencia".

Una culpa muy poderosa es aquella que consiste en haber sido un hijo no bien recibido o sus necesidades no cubiertas y no se siente merecedor del amor y de la vida, y que se encuentra en el fondo de depresiones "originarias". A menudo esa culpa se trata de compensar con actitudes oblativas en las que el sacrificio del Yo, de sus necesidades e intereses, en beneficio de otros, resulta la mejor fórmula para conseguir un lugar en el mundo y otorgarse el derecho a la vida.

Melanie Klein piensa que:
"El origen de la capacidad de sentir culpa en el individuo es debido fundamentalmente, a los componentes agresivos de los impulsos amorosos. A medida que el niño descubre que la madre sobrevive y acepta el gesto de restitución, se vuelve capaz de aceptar la responsabilidad por toda la fantasía del impulso en su plenitud [...] progresivo crecimiento de la capacidad del individuo para tolerar los elementos agresivos de sus impulsos amorosos primitivos".

Habla de un círculo benigno:
"1 experiencia instintiva, 2 aceptación de la responsabilidad que se denomina culpa, 3 una elaboración, 4 un auténtico gesto de restitución".

Karen Horney habla de la tiranía de los debieras y de cómo pueden llegar a condicionar la vida, haciéndonos tremendamente infelices, sobre todo cuando los debieras que nos exigimos cumplir están muy lejos de nuestro alcance, por las propias limitaciones o por otras que son universales en el género humano. Ella se plantea que una persona solo puede desarrollarse en función de lo que es, de sus potencialidades, pero cuando intenta alcanzar determinado ideal, anulando su verdadero yo, nos encontramos no solo ante un desarrollo neurótico, sino también ante un problema moral, que se relaciona con el deseo humano de alcanzar la perfección, que tiene que ver con la manera en que entendemos nuestra naturaleza.
Analiza tres conceptos del fin de la moral, que se corresponden con otras tantas interpretaciones de la naturaleza humana esencial:

1. El hombre es pecaminoso y está gobernado por sus instintos. El fin de la moral sería ponerle freno a esto.
2. En el hombre hay algo bueno y algo malo al mismo tiempo. La tarea será suprimir el mal y potenciar lo bueno, siguiendo los dictados interiorizados que frenan y prohíben.
3. En el hombre existen fuerzas constructivas que le impulsan a realizar su potencial. No significa que sea esencialmente bueno, sino que solo puede desarrollarse cuando asume la plena responsabilidad de sí mismo. Implica una moral evolutiva en la que la cuestión se centra en discernir y potenciar lo que ayuda al desarrollo humano.

También habla del verdadero yo como "fuerza interior central, común a todos los seres humanos y, sin embargo, única en cada una de ellos, que es la fuente profunda de crecimiento".

Cuando las circunstancias son poco favorables y no le permiten alcanzar la confianza básica desde la que desarrollaría su verdadero yo, se fomenta la inseguridad y la angustia y le llevan a esconderse en un "falso self", para protegerse de un mundo potencialmente hostil frente al que está solo.

Carmen Durán: "El Sentimiento de Culpa". Kairós. Páginas: 126-129

viernes, 16 de septiembre de 2016

Winnicot: Soledad y Moral

Winnicott nos habla de la madurez que implica alcanzar la capacidad de estar a solas, que permite al hombre recogerse dentro de sí mismo para salir a través de un acto o un gesto creador, dejando así su marca personal en el mundo. Es una capacidad que consiste en silencios relajados y plácidos, como señal y testimonio de soledad. Un estar a solas que también se da en presencia de otro, que no es intrusión y no espera nada.
Estar solo placenteramente, como ahondamiento en el propio sí mismo diferente al estado de retraimiento defensivo, porque el falso self ahoga. Se trata de una soledad positiva, fruto de una adecuada evolución, que conduce a la madurez y la autonomía (...)
Para él, esta capacidad de estar solo es un valor positivo, distinto del sentimiento de soledad del que habla Klein, para quien este sentimiento es un anhelo que deriva de haber perdido ese momento de intimidad con la madre en que no hacían falta las palabras para entenderse y que sigue manteniéndose a lo largo de la vida, creando vínculos fusionales y dependientes, que, sin embargo, no logran ahogar esa sensación de soledad.
Winnicott, siempre que aborda el tema de la moral, la considera expresión y consecuencia de un desarrollo sano que implica el despliegue de la naturaleza humana.  El sentimiento de culpa y el sentido moral de la existencia son un logro evolutivo que facilita las relaciones y que nunca debe ser un límite arbitrario e innecesario, que solo conseguiría hacerle más infeliz en la vida. Por otra parte, como la culpa está vinculada estrechamente a la intención, la fuerza de la culpa está en la realidad interna, al menos es esta la culpa interna la más lacerante.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Maduración Emocional



La regulación anómica no está en función del otro, porque la perspectiva egocentrada impide ver el punto de vista del otro, lo que supone una incapacidad para la empatía, pero, al mismo tiempo, permite el acceso directo al mundo interior genuino: qué me gusta, qué siento, qué deseo...
Castilla del Pino nos habla en estos términos:
"Se entra en una etapa coactiva en la que todo hacer del niño tiende a ser controlado. La etapa coactiva está caracterizada por la conversión de la dependencia oral en otro tipo de dependencia, que ya ha de obtenerse por la sumisión. Lo que se controla no es solo lo que se hace, sino el modo cómo se hace. En una palabra, se le induce la normatividad".

Rebeldía y Agresión


La rebeldía aparece como expresión de dolor y forma de agresividad. Veamos, cuanto más odio y agresividad, más rebeldía. La rebeldía también es una forma de expresión de frustración.

Rof Carballo plasma dos curiosas formas de agresividad:

"La que se encuentra muy reprimida, tanto que ni el propio sujeto es capaz de darse cuenta de ella más que en el momento en que, rotos los diques, se pone violentamente de manifiesto y que se dirige contra la misma persona que la padece, dando lugar a las diversas formas de depresión o de melancolía o a las variantes más o menos frustradas de actuaciones nocivas subconscientes sobre la salud o la vida del sujeto".

En este caso, se manifiesta como masoquismo psíquico, en el que la persona se siente desgraciada.

martes, 13 de septiembre de 2016

La (In)Volución


Constantemente sobrecargados por el trabajo, las distancias, las prisas, dejamos de ver a los otros y nos vamos convirtiendo en animales gregarios, que pierden sus habilidades sociales y olvidan sus necesidades de contacto. No nos convierte eso en seres más agresivos, pero sí menos amorosos, ya que la inhibición de la necesidad de amor y contacto forma parte de las reglas del nuevo juego. Hasta los médicos, cuya misión indudable y elegida es cuidar la vida de otros seres humanos, se comportan a menudo con una innecesaria crueldad ante otros seres humanos que necesiten tanto que los curen como que los cuiden.
La necesidad de defenderse ante el dolor del otro lleva a perder el tacto y a no ocuparse de decir lo que ocurre aportando, al mismo tiempo, algún consuelo.
Por otra parte, la tarea compensadora de la moral, tan necesaria en estos momentos para la consecución de un nuevo equilibrio, sabemos que no puede hacerse solo desde lo racional, ya que necesitamos que la emocionalidad se halle implicada.
La empatía emocional es más fuerte que la justicia racional a la hora de asumir y defender el valor de la solidaridad, del respeto a los demás, del compromiso social. No parece que, hasta ahora, hayamos encontrado un equilibrio entre razón y emoción. Confiemos en que podamos dar este paso y que logremos establecer unas normas y tabúes, como los que implica la Declaración Universal de Derechos Humanos, que se conviertan en el transcurso de los años en fuerzas motivadoras tan potentes como los instintos.
Y todo ello sin perder de vista la característica ambivalencia de nuestra naturaleza, que nos puede llevar a defender a la muerte "ideas salvadoras" que queramos imponer el resto de la humanidad. Sin olvidar, en definitiva, eso que Lorenz llama el "Jano Bifronte", ese hombre que es capaz de consagrar su vida al servicio de valores supremos, pero cuya organización fisiológica se constituye sobre propiedades animales, que conllevan un peligro de muerte para sus congéneres.

Y el hombre comete el fratricidio convencido de haberse visto obligado a hacerlo en servicio de esos mismos valores supremos. Ecce Homo.


lunes, 12 de septiembre de 2016


El Sentimiento de Culpa: Carmen Durán

 Con mucha frecuencia, nos encontramos con dificultades de relación que se asientan en la disparidad de valores con que cada uno afronta la vida. En muchos casos, se manifiestan en las personas grandes ambivalencias y una dura lucha interna debida a la existencia de valores contradictorios. Muy a menudo, los valores internos contradictorios provienen de sistemas familiares en las que los padres han tenido sistemas de valores e incluso planteamientos educativos muy diferentes, que han transmitido a sus hijos, que no lo saben o no los pueden integrar (..)
De manera que uno puede sentir culpa por las razones más diversas, pero siempre tienen que ver con el incumplimiento de las propias reglas, con los valores personales que se están infringiendo. También una persona puede sentirse culpable por ser débil en una cultura de dominio, en la que se potencie y se aprecie la fortaleza agresiva, o de ser feo cuando se valora la belleza como máximo galardón. Podemos darnos cuenta de que da igual que esté en nuestras manos o no cumplir estos valores ideales, por ejemplo, ser más guapos de lo que somos o más inteligentes, más bondadosos o más agresivos, en cualquier caso nos culpamos por no estar a la altura de estos deberías.
Y en este punto es donde el sistema moral, el de los valores deja de ser un apoyo para convertirse en un obstáculo, que no facilita la aceptación de nosotros mismos, ni el encuentro con los demás,
Según Lorenz, la función de la moral fue: restablecer el equilibrio perdido entre el armamento y la inhibición innata contra el acto de matar.
Tanto Lorenz como Rof Carrballo, la multitud de posibilidades derivadas de su inteligencia que le ha permitido al hombre la comprensión profunda del mundo que le rodea y de sus leyes.
Destaca Rof Carballo:
La ciencia y la técnica del hombre contemporáneo no solo han minado las estructuras patriarcales en los que en ellas había de coercitivo, de regulador, de freno de de los impulsos, sino que han encerrado al hombre en su soberbia, su soberbia más radical y escondida
Dice Lorenz, otro autor en el que se apoya la autora, lo siguiente:
El nacimiento de muchas personas en un espacio muy reducido no solo lleva a fenómenos de deshumanización por medio del agotamiento y envaramiento de las relaciones interpersonales, sino también echa a andar de manera inmediata, ciertos componentes agresivos.


domingo, 11 de septiembre de 2016

Una Especie Social: "Kamala"



Los seres humanos somos una especie eminentemente social. Como muchos otros mamíferos, necesitamos durante largo tiempo la protección y el cuidado materno, así como el del grupo.
Desde que se iniciaran las ciencias humanas (psicología, filosofía, antropología, sociología) han ido apareciendo observaciones con una misma conclusión: el ser humano nace incompleto, con un amplio potencial que no puede desarrollar por sí mismo.
La historia documentada de "los niños lobo", como Kabala, nos pone en evidencia ante los ojos. Fue encontrado en la India por unos misioneros cuando tenía siete años, andaba a cuatro patas, emitía sonidos parecidos a los de un lobo, y nunca consiguió asimilar el lenguaje ni los hábitos del comportamiento humano. Llegó Kamala a aprender algunas palabras y a andar con los dos pies, pero ante situaciones de peligro reaccionaba como un lobo. Murió a los once años. Tal vez no pudo soportar el esfuerzo de humanizarse cuando era demasiado tarde.
Otros ejemplos son los de Spitz, el "hospitalismo"; los niños que no habían sido cuidados fallecían. Harlow hizo un experimento con monos Rhesus. Consistía en una "mama" de alambre y biberón y otra de felpa. Los monos acudían solo a la madre del biberón cuando tenían hambre, luego volvían al calor de la madre mullida.

Carmen Durán: "Amor y dolor en la pareja".


Capitalismo y Competitividad

La competencia, tan fomentada por nuestro sistema educativo centrado en los logros, produce una hipertrofia de las pulsiones agresivas que se fijan evolutivamente, tanto da que sea bélica o económicamente. Los movimientos educativos actuales que buscan implantar un nuevo paradigma en el que el éxito individual no oscurezca el sentimiento de hermandad, y los valores espirituales se alcen sobre el materialismo imperante en la ciencia y la cultura, no deberían perder de vista que ese paradigma aún no se ha extendido tanto como para que se produzca de una manera natural el necesario cambio de valores.

Para Rof Carballo:
"...la empresa más difícil para el hombre es reconocer el importante papel que juegan en sus razonamientos y en sus posiciones intelectuales sus escondidos procesos afectivos. (Y sobre todo) [...] su instalación, es decir, la inercia mezclada con pasión con que se aferra a sus ideas".

sábado, 10 de septiembre de 2016

Antropología del amor-odio

Los animales gregarios carecen casi totalmente de agresividad, pero tampoco hay individualidad, pues el lazo que los mantiene unidos nada tiene que ver con la amistad personal. Es más, se excluyen mutuamente, porque la amistad siempre va unido al componente agresivo. Nos dice Lorenz que no sabemos de ningún ser capaz de amistad personal que, al mismo tiempo, sea incapaz de agresividad, idea que comparte con Rodrigo Carballo.
Parece que, de alguna manera, agresividad e individualidad van unidas. Cuanto más sólidamente se constituya la identidad, que es un proceso necesario en el desarrollo individual, son mayores las posibilidades de que los intereses individuales choquen y nos pongan en conflicto con los intereses de otros, aunque alguno de esos otros pueda ser el amigo, el amante, el hijo... (la realidad es que el amor real va inexorablemente ligado a la agresión). En el amor real, humano, hay algo egocéntrico y posesivo que entra en lucha con esos mismos aspectos de la persona amada.
En el planteamiento freudiano de la culpa, se atribuye a esta la agresividad, de tal manera que, incluso, en la culpa sexual, son los componentes agresivos los que determinan la aparición de este sentimiento. Esto nos lleva a pensar hasta qué punto estamos en lucha con ese componente de nuestra naturaleza, cuya presencia es mucho más antigua que la del amor (...)
En este sentido, es curioso que el sentimiento de culpa a nivel sexual esté más presente en los hombres que en las mujeres. Podríamos plantearnos que la sexualidad masculina necesita de una cierta fuerza agresiva para poder ejecutarse, un componente activo, invasivo del territorio íntimo del cuerpo de la mujer. En cambio, por el carácter receptivo de su sexualidad, esta no necesita de esa agresividad y se ve más libre de la culpa interna, aunque puede estar más influida por los tabúes y los preceptos morales (...) Si el hombre vive el coito como un acto de dominación, a través del cual humilla a la mujer, también puede temer una respuesta agresiva a su hostilidad por parte de la mujer. Y, a menudo, somete su sexualidad al deseo femenino, tratando de evitar así las conductas hostiles y el abandono (...)
Cuando el equilibrio amor y odio, que se encuentran así ligados, pero cuando se rompe, cuando se desintegran y el odio pasa a ocupar todo el terreno que el amor mantenía vedado. Esto es lo que ocurre en la mayoría de las parejas al romper: toda la intensidad de amor y la pasión anterior se suelen convertir en odio y necesidad de vengarse por el abandono del otro. También Rof Carballo se plantea que:
"...en el hombre el odio y la agresividad llegan a su máximo grado cuando surgen de pronto, entre personas que anteriormente han tenido entre sí una estrecha relación afectiva, bien sea amor o amistad [...]

"agazapada siempre, escondida pervive la agresividad junto al amor".

"unidad profunda que existe entre la violencia y la ternura en estratos muy hondos y constitutivos del ser humano". Rof Carballo

Carmen Durán: "El Sentimiento de Culpa". Páginas 41-43

Eneagrama: Carmen Durán y Antonio Catalán

El Eneagrama es una antigua enseñanza difícil que, aplicada al ámbito de la psicología, distingue nueve estructuras caracteriales, en función de nueve emociones básicas, que combinadas con otras tantas creencias, se constituyen en pasiones adquiere relevancia sobre las demás, y determina su forma de ser, de ver el mundo, en definitiva, su peculiar forma de ser.
El Eneagrama no se limita a la descripción analítica de cada tipo de carácter, sino que propone "antídotos" para superar tanto las emociones apasionadas como las creencias erróneas de cada uno, de manera que podamos aligerar el automatismo del carácter y responder ante circunstancias vitales nuevas de forma creativa y espontánea.
La obra tiene un enfoque psicológico muy rico ya que, para tener más facilidad para encontrar los antídotos se ofrecen nueve personajes de la obra de Balzac que representan cada uno de los caracteres estudiados

Antonio Catalán y Carmen Durán: "Eneagrama", Kairós

Amor y Dolor en la Pareja




Este libro profundiza de manera didáctica en el complejo escenario en el que se desenvuelven las relaciones de pareja. Partiendo de la idea del ser humano como necesitado de vínculos afectivos para su desarrollo, empieza analizando las primeras relaciones con la figura materna como determinante de vínculos posteriores.
Tras una breve inclusión en la influencia del carácter según el Eneagrama tanto en las relaciones materno-filiales como en las de la pareja, pasa a ocuparse de lo que podemos llamar los grandes temas del universo relacional: el enamoramiento, el amor, la sexualidad o la pérdida. Lo hace siempre con rigor y con un estilo ameno, directo y profundidad en el enfoque.
Sugerencia: "Amor y Dolor en la Pareja". Carmen Durán. Kairós

viernes, 9 de septiembre de 2016

Instinto

El instinto crea inhibiciones y la naturaleza facilita trucos para que la madre proteja a sus hijos. Sin embargo no se debe a ninguna ley natural. Tal vez, por esta carencia instintiva, la madre humana, carente de esos trucos, puede abandonar a sus cachorros e incluso dañarlos o consentir que el padre los dañe.
Retomando a Lorenzana,  éste considera que los movimientos agresivos reorientados, que están en la base de ceremonias de apaciguamiento, la sonrisa en los humanos, o los ritos de sumisión y de salutación, son uno de los hallazgos más geniales de la evolución.

"... La genial hazaña que fue transformar, mediante la sencilla reorientación totalmente fijada, una pauta de comportamiento  que no solo en su origen, sino también en su forma actual, por lo menos en parte, está motivada por la agresión intraespecífica, en un acto de apaciguamiento que crea un fuerte vínculo entre los participantes.".