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Paz y Ciencia
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domingo, 18 de septiembre de 2016

Tabú, Culpa y Castigo

"Precisamente el sentimiento de culpa, la función misma de la culpa como estado sugeridor de angustia, parece reclamar por el propio sujeto una referencia al ser supramundano ante el cual sentirse culpable". Carlos Castilla del Pino

Las religiones y tabús confluyen en una serie de mandamientos para las abstenciones y acciones. Como dice Gringberg:

"Toda religión está fundada principalmente sobre la idea del pecado, o sea, el sentimiento de culpa que se experimenta por poder dar cumplimiento a las normas prescritas"

Cumplir las normas impuestas por la religión suele servir para calmar la conciencia de culpa, para apaciguarla al someterse a sus prescripciones, porque, a menudo, en el inconsciente individual sigue existiendo un sentimiento de culpa irracional, que a veces tiene que ver con el mero hecho de existir, y otras con sentimientos o deseos prohibidos que escapan al control de nuestra voluntad. Una de las razones por las que se otorga un gran valor espiritual a las creencias y sentimientos peligrosos es porque someterse a las reglas de una religión permite satisfacer el anhelo de inocencia y calmar la tortura de la culpa.
Por otra parte, alimenta el proceso mágico, ya que gracias a nuestro buen comportamiento, al recto cumplimiento de las reglas, a los sacrificios y oraciones podemos ganar el favor del destino. Como si tratáramos de establecer un pacto favorable con la divinidad, sobre la base de nuestra bondad o por el control de nuestra maldad.
En las religiones patriarcales se expresan las tendencias morales represivas, pues además de calmar el sentimiento de culpa, tratan de aplacar a un dios todopoderoso que podemos considerar un sustituto paterno.
Señalando la semejanza entre los "ceremoniales obsesivos" y los rituales religiosos, Freud consideró la neurosis obsesiva como una religión particular, y la religión, como una neurosis obsesiva universal.
La rigidez de las normas religiosas también puede convertir sus rituales en esos ceremoniales obsesivos, despertando mucha angustia cuando se incumplen.
Para Freud, las bases psicológicas que subyacen en ambos casos están determinados por los impulsos prohibidos y su represión. Son mecanismos defensivos contra los temibles castigos divinos, que derivan de los fuertes sentimientos de culpa.

Carmen Durán: "El Sentimiento de Culpa". Kairós. Págs: 132-133

miércoles, 13 de enero de 2016

Obras de Winnicott: Comentario sobre la neurosis obsesiva y "Frankie", 1965


Les dejo con una experta, y por tanto amiga, de Winnicott. Autor que elevó la creatividad al dar sentido a la existencia. Rodrigo Córdoba Sanz
Con ustedes Winnicott y Paula Larotonda. Imagen de Laura Ripesi

Comentario sobre la neurosis obsesiva y "Frankie", 1965
Versión escrita de las observaciones efectuadas el curso del debate que tuno lugar en el 24° Congreso Psicoanalítico Internacional, Ámsterdam, julio de 1965 Tomado de Internacional Journal of Psicho-Analysis, vol. 47 (1966), donde se hallará un resumen del trabajo debatido y otros comentarios. En el debate hice dos comentarios separados, uno vinculado con la naturaleza de la neurosis obsesiva y el otro con el caso que se discute. Con referencia a la teoría de la neurosis obsesiva, traté de formular un concepto acerca del funcionamiento intelectual escindido, que a mi juicio constituye un rasgo esencial de un caso cabal de neurosis obsesiva. Los conflictos pertenecientes a la personalidad se han localizado en este caso en un ámbito intelectual escindido. Como consecuencia de dicha-escisión, los empeños y actividades del neurótico obsesivo jamás pueden llevar a ningún resultado. Lo mejor que puede pasar es que, por un tiempo, el obsesivo establezca una suerte de orden en lugar de la idea de la confusión. Esta es una alternancia interminable, y debe contrastársela con la tentativa universal de los seres humanos por ordenar las cosas de modo tal de experienciar algún tipo de. estructuración de su personalidad o de la sociedad como defensa frente a la experiencia del caos. Aquí sí hay posibilidades de obtener algún resultado, ya que la tarea no se emprende en el área escindida de la personalidad. En lo que respecta al caso que se discute, limité mis observaciones al estudio del inicio del tratamiento de Frankie, tal como fue comunicado con toda fidelidad de detalle por la analista de niños que lo atendió. Como preámbulo a mis observaciones, recordé que si podemos hoy discutir en detalle este caso, debemos agradecérselo al informe de la analista, y en verdad la descripción de este tratamiento ha sido bien utilizada durante más de una década en la enseñanza de la técnica psicoanalítica. Procuré mirar con ojos críticos su manejo en la primera entrevista: Frankie comenzó su primera sesión construyendo un hospital que se dividía en un "departamento de señoras", un "departamento de bebés" y un "departamento de hombres". En el vestíbulo, había un chico solitario de 4 años, sentado totalmente solo en una silla situada en posición elevada. Los pormenores ulteriores de este juego mostraron que ése era el sitio donde nacían los niños, y según nos informa la analista de Frankie, el juego se repitió en su análisis durante muchas semanas. Manifestó que esto "trasuntaba la intensidad de la furia del chico contra su madre y su hermana". Sin duda alguna, el material justificaba esta presunción y las interpretaciones consecuentes. El detalle que yo escogí para discutir es que al principio el chico estuviese "sentado totalmente solo en una silla situada en posición elevada". Pensé que podía dársele a este detalle la máxima significación posible, dado que fue lo que el niño llevó al análisis a la edad de 5 años y medio. En una atmósfera en la que había madres y bebés, si bien separó a los recién nacidos de sus madres, estaba presente la idea de que las madres (y también los padres) se preocupaban como seres humanos por los bebés. Esto se aplica al sostén del bebé en el útero por parte de la madre, y, en general, a los cuidados posnatales que le prodiga. Evidentemente, Frankie quería dejar en claro que, desde su punto de vista, él estaba sentado en una silla situada en una posición elevada; en otros términos, era sostenido por una cosa, por un artefacto o como quieran llamarlo. Esta cosa es una función escindida de la madre, que no forma parte de la actitud de ésta. Llamé la atención sobre el hecho de que este detalle pudiera tener gran significación en este caso, siendo posiblemente, más que ninguna otra cosa, lo que el chico quería transmitir a su analista. Hay material que viene en apoyo de esta idea, ya que la analista escribe que El nacimiento de Frankie había sido planeado, el embarazo transcurrió sin sobresaltos y ella (la madre) se sentía feliz y contenta en espera de que llegara su primer bebé. El parto fue normal, el niño nació sano, no obstante lo cual desde el primer momento que ella lo tuvo entre sus brazos, se sintió enajenada respecto de él. El llanto del pequeño le produjo el sentimiento de lo siniestro. Muy distintos fueron sus sentimientos respecto de su segunda hija. En un examen ulterior de esto, hay lugar para pensar que en la primera relación de la madre con su niño interfirieron rasgos inconscientes derivados de la relación que ella tenía con su hermano. Sugerí que el caso en su conjunto podría describirse tomando como centro este detalle, incluyendo asimismo la fobia básica a los ascensores. Nada puede hacer un niño si es sostenido por una función escindida, salvo pensar si la mecánica del asunto funciona bien o mal. Habrá una alternancia de estados de elación (o algún equivalente) y otros en que sentirá que se lo deja caer; por cierto, la descripción del posterior análisis de este paciente cuando era un hombre joven no contradice esta idea. Fui más allá aún, y sostuve que si bien en estos análisis se había hecho un muy buen trabajo, la cura de este hombre no sobrevendría si no se atendía a ese primer detalle de su análisis a los 5 años y medio, y si no se llegaba, dentro del encuadre de la transferencia, a su desvalimiento al verse cuidado por una función materna escindida en lugar de serlo por una madre. Este comentario se funda en la teoría de la relación materno-filial que tiene en cuenta la existencia de un estadio de dependencia absoluta, o sea, un estadio anterior a aquel en que el bebé ha discernido a la madre como algo separado de los pormenores de los cuidados que ella le provee (1). En la historia de todo bebé, tiene que llegar un momento en el cual, desde su punto de vista, surge la idea de un reconocimiento de la madre que provee. Como es natural, si hay una escisión ambiental, o sea, si las necesidades propias de la crianza son atendidas por una madre y por algún artificio mecánico, la tarea inherente al bebé de reconocer que los detalles de su cuidado son expresión del amor de una persona no sólo se vuelve más difícil, sino de hecho imposible. De un modo u otro, el analista tiene en la transferencia la pesadísima tarea de corregir la escisión ambiental que; en la etiología del caso, tornó imposible la síntesis para el bebé. Admito que al criticar así estos dos análisis, estoy tratando de usar de manera efectiva el riquísimo material proporcionado por los dos analistas, con la intención de formular una ,sugerencia que pudiera ser constructiva, ya sea en este caso o en otro similar.. Notas: (1) Winnicott, "The Theory of the Parent-Infant Relationship" (1960), en The Maturational Processes and the Facilitating Environment, Londres, Hogarth Press; Nueva York, International Universities Press, 1965. Donald Winnicott, 1896-1971

domingo, 23 de marzo de 2014

El hombre de las ratas


El Hombre de las Ratas, es uno de los llamados Cinco grandes casos de Freud. Con el caso Dora, el Hombre de los Lobos, el caso Juanito y el caso Schreber, el Hombre de las Ratas, publicado en 1910, es el caso ejemplar para el estudio del tratamiento de la neurosis obsesiva. Tenemos que tomarlo como un caso de neurosis obsesiva en tratamiento psicoanalítico, es decir, una neurosis obsesiva bajo transferencia, pues la descripción de esta enfermedad ya había sido hecha en 1895, cuando Freud la discrimina entre la sintomatología de lo que se conocía como neurastenia, pensando la neurosis obsesiva como otra estructura clínica y con mecanismos propios, nombrada junto a la histeria y a la fobia como neurosis de transferencia frente a las neurosis narcisistas y las neurosis actuales, pero es en 1910 cuando publica este caso acerca del tratamiento de un sujeto que padece de neurosis obsesiva. Uno de los apartados del caso es Introducción a la naturaleza de la cura, que dará pie a Lacan para su trabajo La dirección de la cura y los principios de su poder.
La importancia del Nombre-del-Padre y su relación con el deseo, queda señalada por Freud en el título de otro de los apartados del Historial clínico: El complejo paterno, la metáfora paterna, y la solución de la idea de las ratas, en tanto el fantasma que sostiene su deseo es el fantasma de las Ratas en tanto el padre está en entredicho. Su goce inconsciente más que con la Ley tiene que ver con el fantasma de las Ratas.
El trabajo de Freud se titula análisis de un caso de neurosis obsesiva y sus dos partes: Historial clínico y Parte teórica, nos indica que Freud nos va a hablar de la neurosis obsesiva desde el psicoanálisis.
Así en la parte teórica va a marcar algunos caracteres generales de los productos obsesivos, incluso algunos que ya habían sido descritos, pero no psicoanalíticamente, por Löwenfeld.
Freud al comienzo de sus investigaciones y ante el relato de sus pacientes, pensó en un trauma sexual realmente acontecido, pero no quedó ahí su teorización, sino que produjo la idea de un fantasma universal, la escena primaria. Escena primaria que es una construcción teórica, que acontece más allá de que acontezca en la realidad. Escena primaria, copulación de los padres, que sin embargo, se presenta siempre demasiado pronto o demasiado tarde, y en la que el sujeto encuentra o demasiado placer como Freud lee que acontece en el obsesivo, o demasiado poco, como en la histérica. Esto nos muestra un sujeto dividido, bajo una esquicia que persiste más allá del sueño, incluso después del despertar.
Es por esto que Freud en 1896 nos dice que las representaciones obsesivas son reproches transformados, resultado de una transacción entre las ideas reprimidas y las ideas represoras, que retornan y se refieren a actos sexuales ejecutados con placer en la niñez, pero esto aunque forma parte de los elementos que integra, no da cuenta de que los recuerdos reactivos y los autorreproches de ellos derivados sean inconscientes, en tanto lo que se hace consciente como ideas o afectos obsesivos son resultado de una transacción entre las ideas reprimidas y las ideas represoras.
Es por esto que Freud prefiere hablar de pensamiento obsesivo. En cuanto a la defensa secundaria que el sujeto desarrolla contra las representaciones obsesivas que han penetrado en su conciencia surgen productos que Freud nombra como "delirios". Lo importante entonces es que las ideas obsesivas, al igual que en los sueños, han sufrido una deformación.
"Si me caso con la mujer a la que amo, le sucederá a mi padre una desgracia (en el más allá)", idea obsesiva que lo dominaba desde tiempo atrás, que sería: Si mi padre viviera, mi propósito de casarme con esa mujer le haría encolerizarse tanto como en aquella escena infantil, de manera que también yo me enfurecería de nuevo con él y le desearía terribles males que la omnipotencia de mis deseos harían caer irremediablemente sobre él. En aquella escena infantil había respondido a su padre, totalmente enfurecido, con las palabras que él conocía: ¡lámpara, servilleta, armario!, ante lo cual su padre había dicho que no sabía si era un futuro genio o un futuro criminal.
Otro caso de elaboración elíptica o deformación por omisión, es aquella que le surge ante su sobrinita, a la cual quería mucho. Un día surgió en él la idea siguiente: Si te permites realizar una vez más el coito, le sucederá a la pequeña Ella una desgracia (se morirá). Que en el análisis surge que en realidad se trata de otra cuestión, una cuestión acerca de que su relación sexual con su amada nunca tendría por consecuencia el nacimiento de un hijo, a causa de la esterilidad de su amada. Ello te dolerá tanto, que te hará envidiar a tu hermana por su pequeña Ella, y tu envidia acarrearía la muerte de la niña.
La deformación elíptica, por omisión, que también forma parte en la técnica de los chistes, es característico del pensamiento obsesivo.
Freud halló esta técnica en otros sujetos que padecían neurosis obsesiva, como ejemplo nos habla de una duda desplazada de una mujer que acompañada de su marido entra en una tienda de compras mientras que su marido decide ir a la tienda del anticuario. La mujer compró, entre otras cosas, un peine y mientras esperaba a su marido, demasiado tiempo para ella, le asaltó la idea obsesiva de que ese peine lo tenía desde siempre. En realidad ella quería decir: si he de creer que no has estado más que en la tienda del anticuario, también puedo pensar que poseo hace ya muchos años este peine que acabo de comprar. Es decir que se trata de la ironía del obsesivo, pero su duda dependía de sus celos inconscientes. Así en el caso que estamos trabajando dice: Sí, tan cierto es que devolveré el dinero al teniente A, como que mi padre y mi amada pueden tener hijos.
El lenguaje de la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria, nos dice Freud. Otra diferencia con la histeria la marca Freud cuando nos dice que en la histeria los motivos de la enfermedad sucumben al olvido, mientras que en el obsesivo se conservan en la memoria, pero despojados de afecto, quedando un contenido ideológico indiferente y calificado de insignificante. Material que no es reproducido y no desempeña papel alguno en la actividad mental del sujeto. Podríamos decir que los conoce pero desconoce su significación, incluso es algo considerado normal por él o bien indiferente.
El mecanismo del desplazamiento inconsciente lo ejemplifica Freud con el ejemplo de un paciente que pagaba siempre con billetes tersos y limpios, llegando a manifestar que le daba remordimiento de conciencia entregar a alguien billetes sucios, en los que seguramente habría millones de microbios que podrían causar graves daños. Respecto a su sexualidad este paciente no advertía anormalidad alguna ni carencia, agregando lo siguiente: "Desempeño en muchas casas de la alta burguesía acomodada el papel de un viejo pariente pobre y lo aprovecho para encontrarme a solas con alguna muchacha joven y la masturbo con mis dedos". Preguntado por Freud si no temía causarle algún daño, infectándole los genitales con sus manos sucias, el sujeto se mostró indignado. ¿Qué daño voy a causarles? A ninguna le hizo mal hasta ahora, algunas ya han llegado a casarse y me siguen tratando. Tomó a mal la observación de Freud y no volvió a la consulta, pero para Freud era claro que su escrupulosidad con los billetes tenía que ver con su falta de escrúpulos con las muchachas que tenía a su custodia. El deslizamiento del reproche le permitía no hacerse ningún reproche a su comportamiento.
Otra característica de los pacientes obsesivos es que son supersticiosos, pero se trata de una superstición que nada tiene que ver con las típicas supersticiones, sino que son consecuencia de su pensamiento obsesivo.
En este caso vemos que cuando dominaba una obsesión se burlaba de su credulidad, pero cuando se hallaba bajo su dominio comenzaban a ocurrirle toda clase de accidentes casuales que apoyaban su convicción supersticiosa. Este paciente no tenía miedo al número 13, pero creía en los presagios y en los sueños proféticos, tropezaba con las personas cuando justo estaba pensando en ellas. Una vez salió de viaje con la convicción de que no volvería vivo a Viena.
Pese a esto también reconocía que esto le ocurría con cosas sin importancia pues cuando se trató de hechos importantes en su vida siempre fue por sorpresa y no hubo presagios, por ejemplo la muerte del padre. Pero entender esto no modificaba que eso le aconteciera.
Freud no le da explicaciones racionales del mecanismo al que está sometido sino que en las supersticiones que acontecen durante el tratamiento le muestra que él mismo colabora en la fabricación de tales milagros y le muestra los medios que usa: la lectura, el olvido, y los errores mnémicos, lo que hace que él mismo le ayude a descubrir los pequeños trucos con los que producía tales milagros.
El sujeto recuerda que su madre cuando se trataba de fijar fecha de algo futuro, solía decir: "Tal día o tal otro no podré, porque tendré que guardar cama". Y, en efecto, siempre pasaba acostada tales fechas.
Freud nos advierte que no se trata de encontrar enseguida la explicación a la idea obsesiva, pues la regla analítica obliga al psicoanalista a reprimir su curiosidad y dejar que sea el paciente el que fije con plena libertad el orden de sucesión de los temas en análisis. Pues no se trata de dirigir al paciente sino de la dirección de la cura. Esto tiene que ver con la regla de abstinencia que corresponde al psicoanalista frente a la regla de la asociación libre que corresponde al paciente. Es por esto que Freud en la cuarta sesión recibe al paciente con esta pregunta: ¿cómo va usted a continuar hoy?
Otra característica de estos sujetos es la necesidad de la inseguridad o de la duda. La necesidad de inseguridad es uno de los métodos que la neurosis emplea para extraer al enfermo de la realidad y aislarle del mundo. Todo su esfuerzo es para evadir cualquier seguridad y poder permanecer en la duda. Por eso odian especialmente los relojes, en tanto no permiten la duda. Los pacientes eluden todas aquellas informaciones que pudieran llevarle a una solución del conflicto. Así desconocía el nombre del médico que había operado a su amada y si la operación se había limitado a un ovario o a los dos.
Con su inseguridad se adhiere a aquellos temas en que la inseguridad es generalmente humana y en los cuales todos permanecemos necesariamente expuestos a la duda. Tales temas son, ante todo, la paternidad, la duración de la vida, la supervivencia en el más allá y la memoria a la que solemos dar fe sin nada que garantice su exactitud. Como una vez dijo un astrónomo: "Un astrónomo sabe si la luna está habitada o no, con la misma certeza que sabe quien fue su padre, pero no con la misma seguridad de saber quien fue su madre".
Es por esto que Freud piensa que la civilización dio un gran paso hacia delante cuando se pasó del matriarcado al patriarcado, en tanto fue ponerle un límite a las interferencias de los testimonios de los sentidos.
La generación de mujeres por mujeres lanza el proceso pero no lo estructura, sólo cuando se inscribe la descendencia en función de los varones, de varón a varón se introduce un corte, que es la diferencia de generaciones. La introducción del significante padre, introduce de entrada una ordenación: la serie de generaciones. Es decir, que lo que antes era un orden natural, ahora es un orden matemático, cuya estructura es diferente a la del orden natural. Y es lo que evita el obsesivo, ser un mortal entre otros mortales, ser un eslabón de la cadena de generaciones. Vive como un muerto, sin deseos, para protegerse de la muerte.
Los neuróticos obsesivos utilizan la inseguridad de la memoria para la producción de síntomas. En cuanto a la omnipotencia que atribuye a sus ideas y sentimientos, aunque se pueden considerar como un delirio, sin embargo, todos los neuróticos obsesivos parecen tener ese convencimiento. Preguntando al paciente por tal convencimiento, lo refiere a hechos acontecidos en su vida. Una vez que intentaba ocupar una habitación en la cual ya había estado y que le facilitaba las relaciones con una de las enfermeras, le dijeron que ya estaba ocupada por un anciano profesor. Inmediatamente pensó: ¡Ojalá le parta un rayo! Quince días después se despertó con la sensación de que tenía cerca de sí un cadáver y al levantarse supo que aquella noche había muerto el anciano profesor. Otro recuerdo que corroboraba la supuesta omnipotencia de su pensamiento se refería a una muchacha mayor que él, que habiéndole hecho claramente la corte, le preguntó si la podría querer un poco, a lo cual él respondió negativamente. Poco después esta muchacha se tiró por el balcón y él se reprochaba haber sido tan huraño, pensando que habría estado en sus manos haber alargado la vida de aquella muchacha. Desde entonces la omnipotencia de su amor y su odio tenían una razón de ser para él. Podemos decir que estaba en juego su preocupación por la muerte y en cuanto a su odio no es que fuera omnipotente pero de él provenían muchas de sus ideas obsesivas.
Por no poder pensar la mortalidad del padre no podía dejar de desear su muerte, incluso cuando el padre ya había muerto.
Nuestro paciente mantenía una relación peculiarísima en relación a la muerte. Condolía cordialmente todas las muertes, iba a todos los entierros, incluso mataba en su fantasía a sus conocidos para condolerse con los sobrevivientes.
Freud subraya los rasgos obsesivos del comportamiento del sujeto religioso, donde tanto en el obsesivo como en el religioso lo que les mueve a realizar los rituales es inconsciente a ellos, en tanto son el psicoanalista y el sacerdote los que conocen el sentido simbólico del rito. Los motivos que impulsan a la práctica religiosa son desconocidos para los creyentes, como los actos obsesivos lo son para los neuróticos.
Los rituales obsesivos sin embargo tienen una peculiaridad que les despoja de la dignidad del ritual religioso, en tanto el ceremonial recae sobre los actos más nimios de la vida cotidiana.
Freud nos dice que podríamos considerar la neurosis obsesiva como pareja patológica de la religiosidad, la neurosis como una religiosidad privada, y la religión como una neurosis obsesiva universal.
Freud, en la constitución del sujeto tras la fase del autoerotismo propone un estadio de narcisismo, es decir que entre la fase de autoerotismo y la elección de objeto supone Freud un estadio donde la elección de objeto coincide con su propio yo, después de la cual se produce la elección de objeto, distinto a su propia persona, y antes de establecer la primacía de las zonas genitales, es decir que en este período dominarán las pulsiones anales y sádicas.
La disposición a la neurosis obsesiva la encuentra Freud en el erotismo infantil, en la fase pre-genital sádico-anal. Esta etapa que es precursora de la genital, pero que puede ser sucesora y sustitución de la fase genital. Podemos decir que el neurótico obsesivo mantiene un erotismo sádico-anal, que el Hombre de las Ratas muestra en el efecto que le causa un relato acerca de una tortura que era común contarse entre militares, donde el torturado padecía una peculiar tortura: hacía que las ratas se introdujeran por su ano. Y es el relato en análisis y la escucha de Freud que queda sorprendido ante el singular goce que se manifestaba en el sujeto.
Es contra el erotismo anal-sádico que toma sus medidas de protección, formando productos que le detengan en el camino hacia donde le lleva su tentación y aceptando síntomas por transacción.
El relato del capitán produjo un horror en el sujeto pero fue después, cuando el mismo capitán le recuerda una deuda impagada que aparece el temor obsesivo de que les ocurra el tormento de las ratas a su padre y a su amada, deuda impagada que le recuerda una doble deuda paterna, con un amigo y con una mujer pobre, en tanto hay una deuda impagada del padre con un amigo que le había salvado del deshonor social. Amigo que nunca volvió a ver, pero que formaba parte de la leyenda familiar, y por otro lado hay una historia del padre con una mujer pobre que abandonó para casarse con la rica hija de un industrial que era su madre.
Esta permanencia bajo la dialéctica del erotismo anal, produce que haya una anticipación del yo respecto a la libido, de manera tal que la elección de objeto se realiza en la fase sádico-anal, ahí donde el odio es precursor del amor. Así en este caso que estudiamos hoy, nos encontramos con que todas sus relaciones, incluida la relación con el padre, estaban dominadas por un intenso amor y por el mismo intenso odio.
El sujeto conocido como el Hombre de las Ratas, enfermó a los 20 años al ser situado ante la tentación de casarse con una mujer distinta a aquella a la que había amado desde tiempo atrás. Para evitar resolver el conflicto retrasó la decisión por medio de la neurosis obsesiva.
El hecho de que contra un intenso amor se levanta un intenso odio deja al sujeto en una incapacidad de adoptar resolución alguna. En realidad duda de su propio amor y esta duda se desplaza por lo nimio e indiferente.
La ambivalencia de sentimientos domina su pensamiento, así paseando por un camino ve una piedra en medio y pensando que puede provocar un accidente la retira inmediatamente. Comienza a dudar si hizo bien o mal, y termina volviendo a colocar la piedra.
Habla de que muchas veces había deseado la muerte del padre sin embargo sabía que eso no le haría feliz.
En sus intentos de resolución, de crearse un nombre del padre, en tanto el padre está en entredicho, el fantasma de la muerte del padre no se instala como función, sino como fantasía.
Cuando quiere rezar, diciendo "Dios la proteja" emerge de pronto un "no" hostil, lo que le lleva a suprimir sus rezos. Pero su método es implacable, después de desplazarse sobre un acto insignificante, el impulso hostil se esfuerza en anular su obra. Como Penélope hace y deshace, teje y desteje, mientras espera la muerte de su amo.
Histérico y obsesivo buscan un amo, pero mientras el histérico lo busca para dominarlo, para someterle al poder de sus palabras, donde no busca ser escuchado sino que lo escuchen, el obsesivo ya ha encontrado un amo y está esperando mientras se termina su mandato, es decir, espera su muerte, pero no espera ociosamente, trabaja sin descanso, todo lo que hace se convierte en trabajo, su oblatividad, su espíritu de sacrificio tiene el sentido que se manifiesta en la religión, espera la recompensa, por eso decimos que la neurosis obsesiva es como una religión privada. Es por esto que también tiene sus rituales que cumplir en tanto si no los cumple sucederá algo malo, bien a él mismo o a las personas más queridas por él.
La muerte que espera es la muerte del Otro, pues su padre ha muerto y en cierto sentido todavía está esperando su muerte, todavía cumple rituales para él.
El obsesivo en cierto sentido está protegido del suicidio. Así como el melancólico está avocado al suicidio, al pasaje al acto, a caer identificado con el objeto a, está dispuesto a dividir el mundo antes que a dividirse y el histérico puede fallar sus intentos de dividirse sin romper su cuerpo, enfermándose, o bien mediante mareos, ataques u olvidos, donde el cuerpo se desvanece sin que su posición de sujeto quede transformada, pues nada sabe, nada pasó, prefiere dividir el cuerpo que ser sujeto dividido, el obsesivo encuentra en la duda su salvaguardia. Decide suicidarse, pero atrapado por la duda llega a colocarse un cuchillo en el cuello, para inmediatamente desmayarse antes de llegar a la acción.
Freud sabe que no son los síntomas lo que está en juego, sino que el síntoma es una elaboración de lo que está en juego, por eso que Freud no atiende tanto a los síntomas, sus idas y vueltas para no llegar a ninguna parte, pero para permanecer en estado deudor, pues su verdadero problema es que la deuda simbólica no opera en él debidamente por eso que tiene que permanecer en estado deudor.
Los obsesivos son especialmente inteligentes, tal vez porque encontramos en ellos una emergencia precoz y una represión prematura del instinto sexual visual y del saber, de la pulsión escópica y de la pulsión epistemofílica, componentes normales de la función sexual pero que alcanzan una independencia en el obsesivo. En sus relatos infantiles manifiesta relaciones con una nurse donde ella se dejaba contemplar desnuda y tocar, desde entonces siente grandes impulsos de contemplar mujeres desnudas. Su gran capacidad intelectual cuando la domina el mecanismo obsesivo queda sexualizada no en cuanto al contenido sino en cuanto al proceso intelectual, donde la satisfacción de haber alcanzado algún resultado mental es sentida como satisfacción sexual. Por eso que los obsesivos no pueden dejar de pensar, aún cuando hay una demora en el pensamiento todo el proceso queda trasladado con todas sus peculiaridades, a un nuevo terreno.
Habíamos dicho que la idea obsesiva se protege por medio de la deformación, deformación que es previa a su aparición en la conciencia, y también hay un intervalo, durante el cual el contenido de la idea obsesiva queda desligado de sus relaciones particulares, por medio de la generalización. Como ejemplo una muchacha que nunca lleva joyas y descubre en análisis que era porque había una joya que envidiaba a su madre y esperaba heredar de ella.
La deformación, la generalización y por último los delirios, como medio para establecer nuevas conexiones con el contenido y texto verbal de la obsesión inconsciente.
En el análisis de este caso no se va a tratar de encontrar sentido a lo que al paciente le pasa, pues vemos ya en la primera entrevista que Freud realiza a este joven universitario, cuando le habla de sus temores respecto a sus seres queridos, sus impulsos obsesivos de cortarse el cuello con una navaja de afeitar, las prohibiciones que extendía hasta las situaciones más nimias de su vida cotidiana, después de decir que su vida sexual había transcurrido entre su repugnancia y las prostitutas, una vida sexual limitada y un onanismo que había desempeñado un escaso papel a los 17 años, Freud no se interesa por ninguno de los temas, tan interesantes para desentrañar el caso, porque habíamos dicho es condición del análisis. Lo que Freud hace después de escucharle psicoanalíticamente es preguntar por qué razón había comenzado la anamnesis con informes sobre su vida sexual, a lo cual responde haberlo hecho por saber que así correspondía a sus teorías. En realidad sólo había hojeado Psicopatología de la vida cotidiana que le recordaba la elaboración mental a la que él mismo sometía sus ideas y que le habían decidido a acudir a su consulta.
Al día siguiente, después de comprometerle a observar la única condición del tratamiento, es decir, la de comunicar todo lo que le viniera a las mientes, aunque le fuera desagradable hablar de ello o le pareciera nimio, incoherente o disparatado, y habiendo dejado a su arbitrio la elección del tema inicial del relato, se inició el tratamiento.
Como podemos observar Freud no acuerda con ningún yo del sujeto, ni tan siquiera le exige ser verídico, tampoco le pide reflexión, sino más bien observación de sus procesos psíquicos. Asociación libre y transferencia del paciente que permiten a Freud introducirse en el tratamiento de este caso.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Trastorno Anancástico o Personalidad Obsesiva-Compulsiva




Primero hay que diferenciar este trastorno de personalidad del TOC o trastorno obsesivo compulsivo. El segundo está tipificado como un trastorno de ansiedad pero podría tener entidad propia sin lugar a dudas. Veremos que pasa con el DSM-V.
La personalidad obsesivo-compulsiva se llamaba antes neurosis obsesiva, algunos nostálgicos mantienen la nomenclatura. Esta patología se relaciona con dificultades en la expresión de emociones, en llevar una vida ordenada, en ser meticulosos, pulcros y exactos en todo cuanto hacen, son personas que necesitan controlar todas las variables de sus vidas, no toleran dejar nada al azar, necesitan reaseguramiento. Son por tanto inseguros y buscan en el control externo el caos que existe dentro de su mundo interno. Son personas muy valiosas para emprender trabajos que requieran esfuerzos hercúleos y precisión, también para trabajos rutinarios. Son muy trabajadores, dedicados y precisos, en todo caso pueden invertir demasiado tiempo en tareas que otro resolvería antes. Son emocionalmente poco expresivos, no expresan sus sentimientos, expresan ansiedad y sus síntomas suelen ir en ese espectro de ansiedad-depresión.
.Es una afección en la cual una persona está preocupada por las reglas, el orden y el control.

Causas, incidencia y factores de riesgo
El trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva tiende a darse en familias, así que los genes pueden estar involucrados y el patrón familiar. La niñez y el medio ambiente de la persona también pueden jugar su papel.

Esta enfermedad puede afectar tanto a hombres como a mujeres, pero se presenta con más frecuencia en los hombres.

Síntomas
El trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva (TPOC) tiene algunos de los mismos síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Sin embargo, las personas con trastorno obsesivo-compulsivo tienen pensamientos indeseables, mientras que las personas con trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva creen que sus pensamientos son correctos.

Las personas que tienen tanto el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva como el trastorno obsesivo-compulsivo tienden a ser altamente exitosos y experimentan un sentido de urgencia respecto a sus acciones. Pueden llegar a estar muy molestos si otras personas interfieren con sus rutinas rígidas, pero tal vez no sean capaces de expresar su ira directamente. En lugar de esto, las personas con trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva experimentan sentimientos que ellos consideran más apropiados, como la ansiedad o la frustración.

Una persona con este trastorno de personalidad tiene síntomas de perfeccionismo que generalmente comienzan a principios de la edad adulta. Dicho perfeccionismo puede interferir con la capacidad de la persona para completar tareas, debido a que sus estándares son muy rígidos.

Las personas con este trastorno se pueden aislar emocionalmente cuando no son capaces de controlar una situación. Esto puede interferir con su capacidad para resolver problemas y formar relaciones interpersonales estrechas.

Algunos de los otros signos del trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva son, entre otros:

•Excesiva devoción por el trabajo
•Incapacidad para deshacerse de cosas, incluso si el objeto carece de valor
•Inflexibilidad
•Falta de generosidad
•Negativa a permitir que otras personas hagan las cosas
•Falta de deseo por mostrar afecto
•Preocupación por los detalles, reglas y listas

A continuación les pongo la opinión de una colega psicoanalista:

Para el psicoanálisis, un síntoma es una manera de procesar un deseo intolerable para el sujeto. Un síntoma es una solución. Y esto no es mejor ni peor, es una manera, aunque también hay otras que producen resultados diferentes. En muchas ocasiones, los síntomas ayudan a los pacientes a llegar a la consulta de un psicoanalista, de un médico.

La principal diferencia entre ambas disciplinas es que el psicoanálisis piensa la salud como una producción, mientras que la medicina utiliza la enfermedad, sus síntomas, como método de estudio, para desarrollar un diagnóstico y su tratamiento.

Los síntomas, para la medicina, son fenómenos que revelan una enfermedad; el psicoanálisis estudia los síntomas como soluciones a una situación no tolerada por ese sujeto concreto.

La proliferación de síntomas es tan amplia, que el psicoanálisis no los lee como indicativos de un diagnóstico, sino más bien como una elaboración, estudiada y compleja, de lo que está en juego en ese paciente. Por eso, diagnóstico y tratamiento son simultáneos. Dicha elaboración resulta desconocida para el sujeto, que no sabe nada de ella, ya que, además de la conciencia, en el aparato psíquico conviven otras instancias: preconsciente e inconsciente; yo, ello y superyó. Así, la multiplicidad de relaciones intrasistémicas e intersistémicas, dan lugar a sujetos diferentes.

En psicoanálisis, no hay nada antes de la interpretación psicoanalítica, la cual se produce bajo el pacto analítico, y solamente en ese contexto.

En 1896, Freud enuncia que en la etiología de la neurosis obsesiva, igual que en la histeria, existe un componente sexual infantil que actúa como motor, como deseo. Hablamos de un deseo sexual infantil reprimido.

La diferencia entre ambas patologías es que, en la neurosis obsesiva, el componente sexual es vivido con placer, el sujeto goza de esta experiencia de manera tal, que toda su vida buscará la repetición, siendo imposible su realización. En cambio, para la histeria dicha experiencia es displacentera. En ambos casos hablamos de una experiencia vivida fantasmáticamente frente a la constitución de su propia sexualidad.

La culpabilidad y los reproches, en la neurosis obsesiva, están muy presentes. El sujeto se culpa por haber gozado y debe castigarse; el componente de satisfacción pulsional, queda inconsciente, por medio de la represión. El obsesivo se siente culpable de algo que desconoce, culpable de algo que no cometió. Este es el conflicto principal de la neurosis obsesiva.

La mayoría de los síntomas, en la neurosis obsesiva, son reproches transformados, que retornan de la represión y que se refieren a una situación sexual de la niñez ejecutada con placer.

Es muy importante discriminar que la neurosis obsesiva, junto a la histeria y la fobia (es decir, las neurosis de transferencia), nos hablan de un conflicto frente la sexualidad infantil, mientras que la neurastenia, la neurosis de angustia y la hipocondría (las llamadas neurosis actuales), se fundamentan en un conflicto frente a la sexualidad actual.

Los síntomas, tan abundantes en la neurosis obsesiva, se agrupan por su tendencia. Por un lado, están las prohibiciones, medidas preventivas y penitencias y, por otro, satisfacciones sustitutivas disfrazadas simbólicamente. Aunque el verdadero triunfo de la formación de síntomas ocurre cuando ambas tendencias se unen, cuando las prohibiciones, las medidas preventivas o las penitencias proporcionan una satisfacción al sujeto.

En los casos más graves se manifiesta, en los síntomas, la ambivalencia afectiva, apareciendo al lado de una significación afectiva, su contrario. Recordemos el caso de Freud en el que el sujeto mostraba dicha ambivalencia poniendo una piedra en el camino por donde iba a pasar el carruaje de su amada y, posteriormente, quitándola.

El neurótico obsesivo emprende, en sus síntomas, una defensa contra las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Una vez constituida la organización libidinal, alcanzada la fase genital de la libido, se produce una regresión a la fase sádico anal, que marcará un predominio del erotismo anal en el obsesivo.

El periodo de latencia asegura, en la constitución sexual infantil de cualquier sujeto, la disolución del complejo de Edipo, la creación del superyó y la formación de los límites éticos en el yo. En el neurótico obsesivo, este periodo conlleva la regresión de la libido, la constitución de un superyó muy severo que otorga al yo sus límites éticos, obedeciendo a la severidad del superyó. Es por esto por lo que desarrolla formaciones reactivas en forma de hipermoralidad, compasión y limpieza excesivas.

En el periodo de latencia, igual que en cualquier otro periodo, el proceso es el mismo para un sujeto sano que para un sujeto enfermo, pero este último da un paso más, o bien, exagera en cualquier dirección su desarrollo.

Por eso, el miedo a la castración del neurótico obsesivo, por la amenaza de castración, queda amplificado. En la neurosis obsesiva es alcanzada la satisfacción en el síntoma, en forma de actos obsesivos, por ejemplo, se mete y se saca cuarenta veces el calcetín como metáfora de la masturbación.

La pubertad anuda el proceso de la enfermedad en la neurosis obsesiva, donde se despiertan los impulsos agresivos de la fase sádico anal, fase conquistada por la regresión de la libido y se unen, dichos impulsos, con los nuevos impulsos libidinosos que surgen en la constitución de la sexualidad adulta y que siguen los caminos trazados por la regresión, produciendo tendencias agresivas y destructoras. La regresión motiva, en este caso, que tanto las fuerzas defensivas como las fuerzas que deben rechazarse, se hagan más intolerables agudizando el conflicto de la neurosis.
La represión, en el obsesivo, es llevada a cabo despojando a la representación del afecto concomitante pero, a diferencia que en la histeria, la representación no queda olvidada, aunque sí desligada totalmente del afecto que, a su vez, se mantiene desplazado, es decir, va de representación en representación constantemente, produciendo las ideas o representaciones obsesivas. Mientras, la representación, queda desafectivizada para el sujeto, aparece como un recuerdo consciente para él, pero no tiene ningún sentido, ningún valor.

Ante la represión, el superyó sabe más del ello que el yo, por eso le expresa al yo sus impulsos agresivos y, aunque el yo se cree inocente, también experimenta un sentimiento de culpabilidad, sintiendo una responsabilidad que no puede explicarse. Las exigencias del superyó impulsan al yo a buscar la satisfacción en los síntomas.

Una de las características fundamentales de la neurosis obsesiva es la erotización del pensamiento por la sobrecarga psíquica a la que se enfrenta el yo, en relación a las exigencias impuestas por el superyó, la realidad y la conciencia. El yo, desde una posición obsesiva, desarrolla técnicas que favorecen la creación de síntomas: como deshacer lo sucedido y el aislamiento.

En la primera, vemos manifestada la ambivalencia amor-odio: deshace lo hecho como si el primer acto no hubiera sucedido, aunque también ha sucedido, ama exageradamente algo que odió previamente en su pensamiento. Acto, además, que se repite incesantemente, es la compulsión a la repetición, que nos muestra el obsesivo.

Con respecto al aislamiento, diré que el sujeto, después de algo desagradable (un suceso, un pensamiento, por ejemplo), produce una pausa en la que nada debe suceder. Ya he mencionado que la representación, tras la represión, no es olvidada, pero al quedar despojada de afecto, queda aislada de la cadena de asociaciones, interrumpiendo la coherencia mental.

Este camino de la neurosis obsesiva perturba, entre otras cosas, el trabajo, debido a una continua distracción y a la pérdida de tiempo de las incesantes interrupción y repeticiones.

El aislamiento representa, para la neurosis obsesiva, uno de sus mandamientos más importantes: el tabú del contacto. Si comparamos este proceso con el de los enfermos infecciosos dentro de un hospital, vemos una clara similitud, ya que estos son aislados para evitar el contagio con el resto de los pacientes. Esto mismo sucede en la neurosis obsesiva, pero a nivel de las asociaciones y conexiones del pensamiento.

El tocar, el contacto, el contagio, constituyen el fin más próximo de la carga de objeto, que puede ser agresiva o amorosa. En la neurosis obsesiva se escenifica un conflicto entre la libido del yo y la libido objetal. Además, la neurosis obsesiva persigue, en un principio, el contacto erótico y, luego, después de la regresión, persigue el contacto disfrazado de agresión. A través del aislamiento, suprime por completo la posibilidad de contacto. En este síntoma, se ve claramente que el obsesivo evita, en realidad, ser un mortal entre otros mortales.

Antes de terminar, me gustaría relacionar la formación de síntomas en general, y en particular en la neurosis obsesiva, con el desarrollo de angustia, y para ello lo más importante es señalar que la formación de síntomas es para eludir la angustia.

Si referimos el desarrollo de angustia a una situación peligrosa real, los síntomas son creados para librar al yo de tal situación. La situación peligrosa contra la cual se defiende el yo, por medio del síntoma, es el propio deseo.

En la fobia y en la neurosis obsesiva vemos cómo, tanto uno como otro, van desarrollando síntomas para no sentir angustia, es decir, que si impedimos que el obsesivo lleve a cabo sus rituales o sus abluciones o cualquiera de sus síntomas, entra automáticamente en angustia. En el fóbico, observamos cómo va cercenando su vida, para evitar el horror que le produce sentir angustia.

Por otro lado, agregar que la angustia en necesaria para el desarrollo y la evolución del sujeto, pero la angustia entendida como camino hacia el deseo. Cuando se siente en el cuerpo y, por tanto, se evita, hablamos de angustia neurótica.

Para concluir este recorrido por la neurosis obsesiva y sus síntomas, diré que el neurótico obsesivo no tolera las diferencias propuestas por la sexualidad, por eso, se encarcela allí donde ni es hombre ni es mujer, huyendo de todo aquello que le recuerde su mortalidad. Para ello, desarrolla síntomas tremendamente floridos que logren satisfacer su deseo, imposible, de inmortalidad.

Para terminar, un aforismo de Menassa:

La muerte no existe, ella también es una construcción de nuestros deseos. Miguel Oscar Menassa. De su libro Aforismos y decires 1958-2008.

Magdalena Salamanca. Psicoanalista