Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la natureza ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida.
El prolífico analista junguiano, James Hillman dice: "El inconsciente no puede ser consciente, la luna tiene a su lado oscuro, el sol también se pone y no puede brillar en todas partes al mismo tiempo y aún el mismo Dios tiene dos manos. La atención y la concentración exigen que ciertas cosas se mantengan fuera del campo de nuestra visión y permanezcan en la oscuridad. Es imposible estar en ambos lugares al mismo tiempo".
Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos.
Pretendemos expulsar la sombra proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos.
Marie-Louise Franz ha insistido en que el mecanismo de proyección se asemeja al hecho de disparar una flecha mágica. Si el receptor tiene un punto débil como para recibir la proyección la flecha da en el blanco. Así, por ejemplo, cuando proyectamos muestro enfado sobre una pareja insatisfecha, nuestra flecha da en el blanco y la proyección tiene lugar estableciéndose, a partir de entonces se produce un misterioso vínculo entre el emisor y el receptor, cosa que ocurre cuando nos enamoramos.
Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado. Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa al ego y que presenta aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y, consecuentemente, repudia, olvida y destierra a las profundidades de su psiquismo sólo para reencontrarlas nuevamente más tarde en los enfrentamientos desagradables con los demás.
Aunque no podamos contemplarla directamente, la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana: chistes, lo divertido o el descubrimiento de un tabú corporal.
La psicoanalista inglesa Molly Tuby describe seis modalidades para descubrir la sombra en nuestra vida cotidiana:
- En los sentimientos exagerados respecto de los demás.
- En el feedback negativo de quienes nos sirven de espejo.
- En aquellas relaciones en las que provocamos de continuo el mismo efecto perturbador sobre diferentes personas.
- En las acciones impulsivas o inadvertidas.
- En aquellas situaciones en las que nos sentimos humillados.
- En los enfados desproporcionados por errores cometidos por los demás.
También podemos reconocer la inesperada irrupción de la sombra cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o la cólera o cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero la sombra suele retroceder con la misma prontitud con la que aparece porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen.
Laing describía poéticamente el reflejo de negación del siguiente modo:
"El rango de lo que pensamos y hacemos
está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta.
Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta
lo que impide
que podamos hacer algo
por cambiarlo.
Hasta que nos demos cuenta
de que no nos damos cuenta
seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción".
Si la negación persiste, como dice Laing, ni siquiera nos daremos cuenta de que no nos damos cuenta.
La depresión puede ser también la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente contemporáneo de la noche oscura del alma, como dicen los místicos.
Encontrar a la sombra nos obliga a ralentizar el paso de nuestra vida, escuchar las evidencias que nos proporciona el cuerpo y concedernos el tiempo necesario para poder estar solos y digerir los crípticos mensajes del mundo subterráneo.
El encuentro con la sombra
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y psicoterapeuta
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