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Paz y Ciencia

jueves, 1 de diciembre de 2016

Cómo afrontar los celos



Dado que la situación de crisis es previsible, ya que los niños no vienen sin pensar, rápida e inesperada, los celos pueden empezar a afrontarse antes del nacimiento del segundo hijo que podríamos llamar preventivas.

En este sentido, podría hacerse mención de la Sobreprotección. Los padres que han protegido en exceso a su primer hijo, al nacer el segundo le exigen una madurez que nunca le han sabido inculcar. En este caso, el período de embarazo puede ser un buen campo de entrenamiento para cambiar de actitudes.
Tal es el caso que no saben comer solos, que no piden pipí o que aún duermen en la habitación de los padres.

Si antes de nacer el nuevo niño, el mayor no ha superado estas situaciones, no podrá forzarle luego, porque el mayor asociará el cambio con el desplazamiento de la atención al nuevo ser.
Igualmente ocurre en el caso de que los niños sean separados de sus posesiones, coincidiendo de forma matemática con la llegada del nuevo hermano y siendo sustituido por éste en la posesión del objeto.

Este sería el caso de la cuna, por ejemplo. El niño duerme en ella, y un día le sacan a él y en ella es ocupado el nuevo hermano, apoyado por sus padres, de lo que hasta ahora era una parte importante de su reducido mundo.
O el caso de la sillita de pasear. De pronto el niño es obligado a ir andando, con el consiguiente cansancio físico, mientras los padres empujan en "su carrito" a la nueva criatura.
En ambos casos, es importante retirar los objetos, de la vida de la vida del niño, con bastante anterioridad a la utilización de ellos por el segundo hermano. De esta forma, el niño mayor separa de su mundo estos objetos de su mundo interno. Su utilización del hermano pequeño será vivido como una agresión personal

Para proteger la salud del hermanito no hay que atacar la seguridad emocional del mayor. 
Si detectamos ira reprimida hacia el hermanito debemos ayudar y acompañar con cariño para que se sienta protegido y amado, tal y como era antes.


Si el niño está enfadado podemos proporcionarle un objeto en el que descargar su ira y responder con simpatía y amor. Tal vez surja este fenómeno de forma espontánea. En cualquier caso, los ataques del niño son sinceros y, por otra parte, inofensivos. Su sinceridad y la posibilidad de expresarlos es lo realmente importante.

Es importante entender que lo que acontece en el entorno del niño le afecta y no tiene suficiente maduración emocional. Por otro lado, hay que observar, interpretar y saber ver qué mensajes nos manda con sus actitudes y conductas.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.

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