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Paz y Ciencia

domingo, 8 de noviembre de 2020

Jiddu Krishnamurti. Un Sabio

 


Jiddu Krishnamurti es la persona más importante del siglo veinte y quizá de los pasados veinte siglos. 

Él dialoga sobre la esencia misma de todas las enseñanzas religiosas que la humanidad ha recibido. Realiza esta tarea de una manera que no tiene precedentes históricos, utilizando un lenguaje simple, claro y nada técnico, de una manera fresca y actualizada.

Para entender a Krishnamurti uno tiene que estar listo para aprender y ser capaz de desaprender. Las palabras de Krishnamurti se entienden solamente en el contexto de su enseñanza total.

A veces utiliza las palabras privándolas de su significado aceptado y convencional. En otras ocasiones usa la misma palabra con un diferente significo contextual. Krishnamurti utiliza una nueva forma de expresión, para despertar una nueva forma de comprensión. Esta comprensión va de hecho en hecho, negando radicalmente toda forma de condicionamiento, tradición, ideología, creencia, romanticismo, sentimentalismo o predilección.

Las conclusiones de nuestros conocimientos no cuentan en la dimensión espiritual de la existencia. Uno puede saber cómo citar y recitar todos los versículos del Evangelio, el Corán y el Gita, pero aún así, uno puede ser incapaz de vivir con una mente pacífica y silenciosa. Una mente silenciosa y pacífica es muy energética y está en constante regeneración. Una mente así es capaz de relacionarse, pensar, sentir y actuar sin prejuicio, sin conflicto y sin esfuerzo.

Yendo de hecho en hecho, la mente no necesita esfuerzo alguno, no crea distorsiones y no inicia ningún conflicto. Yendo de hecho en hecho, la mente es tan clara que no necesita seguir a nadie ni conformarse con los dictados de algún libro como el Gita, la Biblia, el Corán o los Vedas.

La libertad, para Krishnamurti, comienza cuando uno rompe con todas las muletas, con toda ayuda, con todo refugio, consuelo y autoridad de tipo espiritual. 

Krishnamurti enfatizaba que hay pensamiento, pero no pensador, así que no puede haber nada estático como un “yo” que haya que conocer de manera progresiva y acumulativa. Se trata de ir descubriendo los procesos del pensamiento, la violencia interior, la rabia, la tristeza, etc. A medida que se van presentado, sin desear cambiarlos. Si uno va descubriendo estos procesos interiores por uno mismo, sin seguir ningún método ni buscar ningún resultado, puede comenzar la paz de la Percepción Unitaria.

Tenemos que ir descubriendo por nosotros mismos cómo necesitamos respeto todo el tiempo y cómo la necesidad de respeto y control se relaciona con todo en nuestra vida: ideas suicidas y homicidas, celos, temor a la soledad y al “vacío”, codicia, un estilo de vida complejo y sofocante, competitividad ciega, crueldad y brutalidad, la construcción de imperios personales, corporativos y nacionales, la invención de enemigos y la incoherencia final de “hacer guerras para lograr la paz”.

Repetir las palabras de otros nos hipnotiza a creer y a pensar mecánicamente. Esto insensibiliza la mente, que cae en el aburrimiento y la crueldad (como podemos verlo en nuestra propia mente). Esa mente está trayendo más caos y desorden al planeta, desorden que puede verse en todas y cada una de las actividades de los hombres y de las mujeres.

La actual sociedad está creando seres humanos muy confundidos y caóticos. Muchos de esos seres confusos enseñan en universidades y escuelas, contribuyendo al mantenimiento del Status quo (las cosas como están), que no es más que la sociedad criminal e insignificante que todos conocemos en cualquier lugar del planeta.

Krishnamurti enseña que el hecho tiene significado y que sólo el hecho en sí tiene significado. El hecho de que somos violentos, codiciosos, envidiosos, mentirosos, celosos, temerosos y tristes, es el hecho significativo, no la idea de que debemos ser pacíficos, generosos, honestos, valientes y alegres por nada.

Si uno tiene miedo de morir o de quedar solo o sin trabajo, hay que ver el hecho del miedo completamente sin la palabra “miedo”, ya que si uno concluye que hay que ser valiente, con ese pensamiento uno deja de ir viendo el miedo que está ocurriendo. Si uno deja de ver el miedo, como por ejemplo, pensando en la necesidad de ser valiente, uno no ve ese miedo completamente. Uno no es libre del miedo hasta que no ha percibido todas sus implicaciones completamente. El temor nace en el pensamiento. 

Si Krishnamurti dice que hay pensamiento, pero no pensador y uno responde que Krishnamurti es “muy vago, muy poco claro”, esa respuesta denota la propia resistencia a aprender y la incapacidad de des-aprender.

Sólo un ser humano que está completamente tranquilo y en silencio, está completamente vivo y sensible. Sólo una mente silenciosa puede ver y escuchar bien.

Krishnamurti va todavía más lejos: “Es sólo una mente silenciosa la que puede percibir Aquello sagrado que no tiene nombre ni medida”. La percepción de “lo inconmensurable” ocurre cuando uno está abierto a lo nuevo. Ni siquiera vemos la realidad de que las relaciones no son estáticas. Los hábitos y las adicciones de cualquier tipo entorpecen la sensibilidad, y la vida de uno está llena de hábitos y adicciones. Muchas personas que son esclavas del hábito hablan incoherentemente de la creatividad y en nombre de ser creativos precisamente crean enorme desorden y confusión en sus propias vidas.

Krishnamurti va aún más profundamente cuando dice que no hay creatividad, a no ser que la mente viva en la creación. Pero sólo una mente muy silenciosa puede vivir en la creación. Buscar la creatividad es en sí mismo un acto no creativo.

Aquellos que temen descubrir lo nuevo y abandonar todo lo que conocen han etiquetado a Krishnamurti como “filósofo” o como “gurú”, pero él no es en realidad ninguna de las dos cosas.

El temor a escuchar a Krishnamurti ha hecho que se diseñen ingeniosas e inmaduras maneras para invalidarlo. Algunos han ido desde propagar los más bajos chismes personales hasta inventar mitologías y leyendas religiosas en torno a su persona.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Krishnamurti fue llamado “nazi” por los comunistas y “comunista” por los nazis, ya que ambas “corrientes” deseaban invalidar a Krishnamurti. De esta manera se perdieron el hecho de ver que Krishnamurti va más allá de toda creencia e ideología.

Su enseñanza es universal y atemporal. Es una enseñanza para todos los seres humanos, sin ocultismos, sin secretos elitismos.

Entre 1920 y 1940 Krishnamurti fue presentado al público como un Mesías o Maestro Universal, de la magnitud de un Jesucristo ó de un Buda Gautama, un nuevo y joven Maestro o Visionario que hablaba un lenguaje más actualizado y quizá, por eso, más confiable. Este “lenguaje soteriológico” (salvador) se podía escuchar de “primera mano”, sin ninguna distorsión milenaria, perpetrada inocentemente ó a sabiendas por seguidores, enemigos, organizaciones religiosas, traducciones y libros sagrados. Este Mesías hablaba un inglés simple, no especializado y cotidiano.

Desde Agosto de 1929, Krishnamurti fue un maestro independiente que nunca había pertenecido a organización religiosa alguna y tampoco quiso crear una más.

En ese sentido estuvo solo hasta su muerte, soledad que mantuvo con una inquebrantable integridad. Definía la soledad como la capacidad de sentir que el individuo es uno con toda la humanidad. En inglés: “all-one-ness” (cualidad de que todos son uno) da lugar a “aloneness” (soledad que no es aislamiento).

Siempre evitó toda clase de propaganda sobre sí mismo ó sobre su enseñanza. Decía que la mejor manera de propagar la enseñanza era vivirla, con una mente silenciosa y tranquila, constantemente abierta a lo sagrado, implícito en cada instante de la vida.

Una mente así es capaz de percibir la rabia generada por un insulto, la envidia generada por la alabanza a un imaginado rival, y el orgullo que evoca la adulación. Una vez que la rabia, la envidia ó el orgullo se van viendo completamente en Percepción Unitaria, en un darse cuenta sin elección, sin querer cambiar lo que se está percibiendo, éstos desaparecen en un instante sin dejar rastros y la mente regresa de modo natural a la bendición de la paz silenciosa.

Vivir con esa mente muy silenciosa era lo que Krishnamurti se atrevía a llamar “meditación”, sabiendo muy bien que cuando él usaba esa palabra, ésta llevaba consigo un significado diferente y no tradicional.

Krishnamurti no leía libros sagrados, así que su enseñanza venía directamente de su auténtico descubrimiento propio y se expresaba con su inteligencia prístina e incontaminada.

Le preguntaba a sus amigos: “¿Te das cuenta que estás embotado y apagado?” Podía sorprender a una dama preguntándole: “¿Ya ha descubierto usted a su marido?”

Le daba un nuevo significado a viejas palabras. Definía a la “disciplina” como la capacidad de aprender y desaprender. Le proporcionaba una tremenda profundidad a la frase más corta, usándola en el momento apropiado.

Dijo en 1977: “La transformación no es de Esto a Aquello, sino el final de Esto. Sin duda él había pasado por una suprema transformación por la cual, la mayoría de los seres humanos, no quieren pasar.

Repitió de maneras diferentes: “Mi enseñanza no es mística ni oculta, porque sostengo que esas son limitaciones que el ser humano le impone a la verdad. Aquellos que están atados por lo que creen y por lo que conocen, tendrán dificultad en entender la verdad siempre cambiante”.

Las técnicas y el entretenimiento llamados “espirituales” son maneras de escapar del hecho de estar completamente vivo y alerta ahora mismo. Mirar televisión compulsivamente o jugar con una computadora, son acciones que pueden cumplir la misma función: escapar de la vida.

Ahora está el comienzo de una nueva vida, en la que constantemente (todo el día y todos los días) estamos intentando sin esfuerzo ir viviendo con la muerte en el silencio sin futuro.

Tenemos que estar abiertos para cambiar nuestros planes cuando cambian los hechos en el presente. Si vivimos de esta manera, cada momento es un nuevo comienzo. Todo lo que se hace puede hacerse sin esfuerzo y sin conflicto.

El único que puede conducir al ser humano más allá de su propia condición es el ser humano mismo. Uno mismo.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico.
Teléfono: 653 379 269 Zaragoza. 
Gran Vía 32, 3° Izquierda
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