Por muy inquietantes que sean los asesinos en serie, no todos tienen esa mirada perdida, hay que mantener ciertas distancias. No todos son crueles o llamativos, existen psicópatas que están entre nosotros. Es más probable que un hábil timador nos robe nuestros ahorros que nos quite la vida un asesino de ojos de tiburón.
De todas formas, los casos extremos son para nosotros de un valor considerable. Suelen estar bien documentados, nos alertan de que tales hechos existen y de que antes de que los apresaran eran vecinos y compañeros de trabajo, vecinos y compañeros de trabajo, como lo somos nosotros.
Estos ejemplos indican el factor fundamental de la psicopatía: una profunda incapacidad para preocuparse por el dolor y el sufrimiento ajeno, es decir una total falta de empatía, el requisito previo para el amor.
En un intento de explicar su conducta podemos rastrear su infancia, generalmente no hay abusos ni violencia pero también hay que decir que personas sometidas a gran acoso y daño físico no se convierten en psicópatas, por tanto, son "personas" que parecen gente común y personas brillantes, incluso, ya sea en su trabajo o por el encanto que transmiten en esa realidad que no podemos entender, me refiero a la disociación entre su depravación y su imagen social.
Es muy difícil denunciar actos demostrados silenciosos, de ahí que existan mujeres maltratadas violentamente que tienen miedo para denunciar, de hecho, es un dato contrastado que las denuncias tienen un efecto paradójico, esto es, hay más miedo por parte de la víctima por el peligro mayor de un asesinato.
Afortunadamente hay más conciencia y una legislación que se acerca más a la justicia.
Robert Hare: "Sin conciencia"
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Experto en trastornos de personalidad.
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