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Paz y Ciencia

jueves, 5 de agosto de 2010

Winnicott en la playa


Estimados lectores, enfrascados en el discurso winnicottiano cabe pensar en gestionar el verano, por lo menos aquí en España, en Argentina hará un pelín más de fresquito con una forma viva y creativa. La psicoterapia se hace análisis cuando se "solapan las dos áreas de juego", como decía Winnicott. Cuando se construye una atmósfera suficientemente buena, cálida, respetuosa, firme y abierta para inventar nuevos caminos al jugar. Enloquecer de manera temporal es la manera de dejarse llevar en una suerte de asociación libre, como un "squiggle game" imaginario, trazado por la palabra. Bien es cierto que es difícil llevar a ese terreno a ciertas estructuras rígidas pero de eso se trata de flexibilizar las estructuras caracteriales para que puedan ser ocupadas por el gesto espontáneo y la vida creativa. La repetición, la monotonía, el tedio y la futilidad en la apreciación de la vida es lo que el problema emocional remite, con sus problemas de depresión, ansiedad y todas esas historias que tienen origen en el seno de la medicina y que la psicología ha recogido de forma abusiva. A Winnicott no le gustaba diagnosticar, a Thomas Szasz tampoco, "El mito de la enfermedad mental" quizá sea un libro revolucionario propio de los 70 pero bien es cierto como he dicho en este espacio otras veces que en psicoterapia el diagnóstico "barre y mata la palabra". El diagnóstico puede orientar en la marisma del discurso del paciente al analista pero le distancia y le preteoriza dejando de ser un contacto de juego, un contacto sin pretextos, un espacio libre de conflictos. Y hay que decir que los test y todas esas artimañas son interesantes para catalizar el proceso de diagnosis pero hacen separar a las dos personas que están tratando de entrelazar sus manos en el espacio potencial del análisis. Winnicott hablaba de espacio potencial, Lacan de terceridad, fue otra de sus convergencias, Lacan lo complicó con la lógica, la lingüística y las matemáticas pero Winnicott habla desde una vasta experiencia que nos lleva a pensar que el nuestro es un bello trabajo donde se puede sufrir mucho pero también disfrutar cuando la transferencia negativa se ha disipado, además con un análisis winnicottiano, y me ciño a mi experiencia y a las lecturas de Winnicott y Klein surge menos este inconveniente que necesariamente acude para medir el grado en el que el analista está allí para sostener al paciente o si le va a dejar caer otra vez al vacío. Leyendo a Hanna Segal y a Klein uno puede detectar cuantos casos hay en los que se analiza una clara transferencia negativa, y yo me planteo, es esto una falla del analista, un exceso de interpretación (que Winnicott llamaba irónicamente inteligente). El jugar es lo que hacen las personas en la playa, con esas pintas tan infantiles, bañadores de colores chillones, panza arriba y puro placer. En el análisis también podemos tener un espacio para la reflexión sin gravedad y sin miedo a ser atravesados por la filosa palabra del analista. Esto es un poco de lo que Winnicott y yo como traductor propone.

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