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Paz y Ciencia

domingo, 29 de agosto de 2010

Así fue


Azotado por el cierzo una figura se acercó sobre mí, nuestros labios bailaron una canción lenta mientras nuestros cuerpos se iban acercando gradualmente. Antes habíamos estado más juntos pero en ese instante algo nos llevó a hacer las cosas más despacio. Nos acercamos pero había algo en medio que nos separaba, ojos mirando, un calor por todo el cuerpo que masajeaba los músculos, una mirada que invitaba al reencuentro, una vida dulce que estaba entre dos cuerpos. El baile, preludio de la ordalía que designaría qué iba a suceder entre nosotros, tú eras casi niña, yo era un barco diminuto en medio de la tormenta.
Algo nos llevó a acercarnos, tampoco sé el qué, nos miramos durante mucho tiempo, seguimos esa danza rítmica y lenta. Lo que detenía nuestro impulso se desvaneció por la fuerza de un furor que chisporroteaba y por fin pude sentir tus labios cerca de los míos, una caricia, un dulzor que advertía de un sincero cariño que poco a poco se cuajó en una ciudad cercana a los Pirineos. Cambiamos de emplazamiento, con el mismo enfoque del día de nuestro reencuentro y así, sea como fuere, tú y yo estamos juntos, acariciados de nuevo por el viento del Valle del Ebro y con la bondad de volar a través de los parajes que nuestra tierra nos ha brindado.

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