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Paz y Ciencia

lunes, 21 de abril de 2008

Locurarte por J. Hold

LOCURARTE

La augusta icnita de Monterroso. Al insigne escritor de brevedades Augusto Monterroso le gustaban el orden y las clasificaciones, tal es así que no tiró un solo papel en su vida, por lo que su legado ocupa cinco toneladas. El creador de El dinosaurio, el célebre relato de siete palabras, (“Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”), terminó con su apacible humor considerándolo una novela. Sobre la literatura dijo: “Un libro es una conversación; un buen libro, una conversación educada”. Juan Cruz recuerda que al escritor todos sus amigos le llamaban Tito, y que en una cena le preguntó: Tito, ¿y a ti por qué te llaman Tito? Y contestó: “Es que a mis padres les daba apuro llamarme Monterroso”.

Y también cuenta que sin su mujer, Bárbara, era otro. Era un hombre melancólico, cuya tristeza trocaba en miedo ante su ausencia, ante el desamparo. Escribe: “Con ella Monterroso esperaba milagros; sin ella esperaba desastres, los temía, los vislumbraba y los contaba. Ella era su felicidad; él sólo era la amenaza de una tragedia que se ocultaba a sí mismo, detrás de unos ojos chispeantes que sobresalían de su cara oronda y como feliz..., si estaba ella”.

(Hablando de que el bebé no existe, sino la pareja de crianza, de la esposa suficientemente buena, del sostén, de sentirse vivo... de Augusto Monterroso.)

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