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Paz y Ciencia

sábado, 5 de abril de 2008

La Niña de los Sueños XXI

Disfrutando el resto del día en su dormitorio. Era grande, demasiado grande para ella, al mismo tiempo podía dar cobijo a ciertas piezas, como objetos de su mundo interno que guardaban un significado especial, probablemente no entendido si tuviera una salida a otras estancias de Palacio. Esperaba que llegara el séptimo día. Sabía que allí aguardaría el Muchacho. Su apariencia inocente y sus silencios eran suficientes para cautivarle. Por esa casa solariega era fácil aburrirse, entre tanto ella se dedicó a tocar el piano, le gustaba improvisar, pero siempre con un esquema desde donde manejarse, unas pocas pautas que proporcionaban cuerpo a su pasión en clave. A sus hermanos les gustaba escucharle aunque solían hacer bromas y risas con su gusto por la escritura, la lectura, la música y la soledad, esto último era lo que más le molestaba. Los hermanos del Palacio eran dos tipos algo mayores que ella, un año y medio le separaba del mediano y poco más de tres con el mayor. Era divertido, juntos habían jugado en el lago, en los jardines y habían aprendido las normas de esa casa y de aquellas personas de elevado linaje.
Su madre había fallecido joven, compartía con ella ese gusto por el mundo de la fantasía, su tendencia a la ensoñación, su afición a contemplar, a jugar y a querer de verdad, con el corazón en la mano. Cierto era que desde hacía unos pocos años, súbitamente no podía discernir cómo su mamá había contraído matrimonio con su padre. Un señor que parecía hablar en un lenguaje mucho más crudo, distante y seco. Su padre era una persona preocupada por el orden, la hegemonía de la realeza y dar a sus hijos una educación que heredara vía sangre y vía ambiente un espejo de su deseo, la continuidad de su legado. Allí era donde chocaban padre e hija. Por otro lado bien queridos y con momentos, ya pasados, de juego y diversión sin igual. Poco a poco su papá se centró en labores de orden y mando, estereotipadas, de otra forma, la Muchacha fue encontrando un refugio dentro de ella y se fue distanciando de los juegos de sus hermanos y quizá también de la manera de pensar, tan guiada e impuesta por los "Sagrados Preceptos de una Dama de la Realeza".
A decir verdad, tenían una posición privilegiada con relación a las gentes del Pueblo, sin embargo, su posición estaba cuestionada por los otros Jefes de regiones adyacentes. La pérdida de su madre se llevó con ella parte de la fuerza y la garra de su papá, también se perdió una persona significativa dentro de la atmósfera familiar y un reservorio de amor y sostén que hacía tambalear al Jefe, a veces arrastrado por el devastador efecto del alcohol.
Y bien, así pasó el día la Muchacha, mirando, pensando, recordando y creando un futuro más alentador, quizá pelando patatas con el Muchacho, lejos de allí, donde pudiera sentirse algo mejor.

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