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Paz y Ciencia
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lunes, 7 de marzo de 2022

ARISTÓTELES

 


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Aristóteles nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia cercana al monte Athos llamada Estagira, de donde proviene su sobrenombre, el Estagirita. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por Proxeno, al cual pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.

 

En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se estableció entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo cual, por otra parte, resulta lógico si se tiene en cuenta que Aristóteles iba a iniciar su propio sistema filosófico fundándolo en una profunda critica al platónico. Ambos partían de Sócrates y de su concepto de eidos, pero las dificultades de Platón para insertar su mundo eidético, el de las ideas, en el mundo real obligaron a Aristóteles a ir perfilando términos como «sustancia», «esencia» y «forma» que le alejarían definitivamente de la Academia. En cambio es absolutamente falsa la leyenda según la cual Aristóteles se marchó de Atenas despechado porque Platón, a su muerte, designase a su sobrino Espeusipo para hacerse cargo de la Academia. En su condición de macedonio Aristóteles no era legalmente elegible para ese puesto.

 

Alejandro Magno en el horizonte

 

A la muerte de Platón, ocurrida en el 348, Aristóteles contaba treinta y seis años de edad, habla pasado veinte de ellos simultaneando la enseñanza con el estudio y se encontraba en Atenas, como suele decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no debió de pensárselo mucho cuando supo que Hermias de Atarneo, un soldado de fortuna griego (por más detalles, eunuco) que se habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba reuniendo en la ciudad de Axos a cuantos discípulos de la Academia quisieran colaborar con él en la helenización de sus dominios. Aristóteles se instaló en Axos en compañía de Xenócrates de Calcedonia, un colega académico, y de Teofrasto, discípulo y futuro heredero del legado aristotélico.

 

El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y fructíferos, dedicándose a la enseñanza, a la escritura (gran parte de su Política la redactó allí) y a la reproducción, ya que primero se casó con una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una hija. Pitias debió de morir muy poco después y Aristóteles se unió a otra estagirita, de nombre Erpilis, que le dio un hijo, Nicómaco, al que dedicaría su Ética. Dado que el propio Aristóteles dejó escrito que el varón debe casarse a los treinta y siete años y la mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué edades debían tener una y otra cuando se unió a ellas.

 

Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles se instaló en Mitilene (isla de Lesbos), dedicándose, en compañía de Teofrasto, al estudio de la biología. Dos años más tarde, en el 343, fue contratado por Filipo de Macedonia para que se hiciese cargo de la educación de su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de edad. Tampoco se sabe mucho de la relación entre ambos, ya que las leyendas y las falsificaciones han borrado todo rastro de verdad. Pero de ser cierto el carácter que sus contemporáneos atribuyen a Alejandro (al que tachan unánimemente de arrogante, bebedor, cruel, vengativo e ignorante), no se advierte rasgo alguno de la influencia que Aristóteles pudo ejercer sobre él. Como tampoco se advierte la influencia de Alejandro sobre su maestro en el terreno político, pues Aristóteles seguía predicando la superioridad de las ciudades estado cuando su presunto discípulo estaba poniendo ya las bases de un imperio universal sin el que, al decir de los historiadores, la civilización helénica hubiera sucumbido mucho antes.

 

La vuelta a casa

 

Poco después de la muerte de Filipo, Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Conociendo el carácter vengativo de su discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años habría de competir con la Academia platónica, dirigida en ese momento por su viejo camarada Xenócrates de Calcedonia.

 

Los once años que median entre su regreso a Atenas y la muerte de Alejandro, en el 323, fueron aprovechados por Aristóteles para llevar a cabo una profunda revisión de una obra que, al decir de Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para decirlo de la forma más sucinta posible, Aristóteles fue un prodigioso sintetizador del saber, tan atento a las generalizaciones que constituyen la ciencia como a las diferencias que no sólo distinguen a los individuos entre sí, sino que impiden la reducción de los grandes géneros de fenómenos y las ciencias que los estudian. Como él mismo dice, los seres pueden ser móviles e inmóviles, y al mismo tiempo separados (de la materia) o no separados. La ciencia que estudia los seres móviles y no separados es la física; la de los seres inmóviles y no separados es la matemática, y la de los seres inmóviles y separados, la teología.

 

Platón y Aristóteles en La Escuela de Atenas, de Rafael

 

La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que fue preciso esperar dos mil años para que surgiese alguien de talla parecida. Y durante ese período su autoridad llegó a quedar tan establecida e incuestionada como la que ejercía la Iglesia, y tanto en la ciencia como en la filosofía todo intento de avance intelectual ha tenido que empezar con un ataque a cualquiera de los principios filosóficos aristotélicos.

 

Sin embargo, el camino seguido por el pensamiento de Aristóteles hasta alcanzar su actual preeminencia es tan asombroso que, aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, parece un argumento de novela de aventuras.

 

 

La aventura de los manuscritos

 

Con la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió en Atenas una oleada de nacionalismo (antimacedonio) desencadenado por Demóstenes, hecho que le supuso a Aristóteles enfrentarse a una acusación de impiedad. No estando en su ánimo repetir la aventura de Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de Chalcis, donde murió en el 322. Según la tradición, Aristóteles le cedió sus obras a Teofrasto, el cual se las cedió a su vez a Neleo, quien las envió a casa de sus padres en Esquepsis sólidamente embaladas en cajas y con la orden de que las escondiesen en una cueva para evitar que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de Pérgamo.

 

Muchos años después, los herederos de Neleo se las vendieron a Apelicón de Teos, un filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación romana, Sila se enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma, donde fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en mano, esas obras fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron adquiridas por Andrónico de Rodas, el último responsable del Liceo, quien procedió a su edición definitiva. A él se debe, por ejemplo, la invención del término «metafísica», título bajo el que se agrupan los libros VII, VIII y IX y que significa, sencillamente, que salen a continuación de la física.

 

Con la caída del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la cultura grecorromana, desaparecieron hasta que, bien entrado el siglo XIII, fueron recuperadas por el árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias, árabes y judías. Del total de 170 obras que los catálogos antiguos recogían, sólo se han salvado 30, que vienen a ocupar unas 2.000 páginas impresas. La mayoría de ellas proceden de los llamados escritos «acroamáticos», concebidos para ser utilizados como tratados en el Liceo y no para ser publicados. En cambio, todas las obras publicadas en vida del propio Aristóteles, escritas para el público general en forma de diálogos, se han perdido.

 

Aristóteles se ha significado como uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos y ha sido uno de los pilares del pensamiento occidental. Sus obras, escritas hace más de dos mil trescientos años, siguen ejerciendo una influencia notable sobre innumerables pensadores contemporáneos y continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.

 

Pese a ser discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las posiciones idealistas, para elaborar un pensamiento de carácter naturalista y realista. Frente a la separación radical entre el mundo sensible y el mundo inteligible planteada por las doctrinas platónicas, defendió la posibilidad de aprehender la realidad a partir de la experiencia. Así pues, en contra de las tesis de su maestro, consideró que las ideas o conceptos universales no deben separarse de las cosas, sino que estaban inmersos ellas, como forma específica a la materia. Por estos motivos, otorgó gran importancia a los estudios científicos y a la observación de la naturaleza. Sin embargo, las preocupaciones de Aristóteles no se dirigieron únicamente al estudio especulativo de las cosas y sus causas, sino que también se centraron en cuestiones de lógica formal, moral, política y estética. De acuerdo con las fuentes antiguas, el filósofo griego escribió 170 obras, aunque sólo 30 se han conservado hasta nuestros días.

 

La metafísica

 

La preocupación metafísica de Aristóteles es a la vez crítica, con respecto a la de su maestro Platón, y constructiva, puesto que se propone una nueva sistematización. Lo que pretende con la metafísica es llegar a saber "de los principios y de las causas primeras". Aborda los temas de la metafísica en lo que él llama "filosofía primera", ciencia que considera el ser en cuanto ser. Por ocuparse de las primeras y verdaderas causas, puede ser considerada igualmente ciencia de lo divino, ciencia teológica (Theoldgiké épistéme).

 

La vida de Aristóteles contada en una miniatura medieval

 

Aristóteles rechaza la teoría platónica de las Ideas separadas de los entes de este mundo. Lo verdaderamente existente no son los "reflejos" de las Ideas, sino los entes individuales, captados por la inteligencia y en los que reside el aspecto universal. En todo ser se da la sustancia (ousìa, esencia de cada ente individual subsistente en sí mismo) y el accidente (cualidad que no existe en sí misma sino en la sustancia). Las sustancias sensibles se hallan constituidas por dos principios: materia, que dice de qué está hecha una cosa, y forma, disposición o estructura de la misma.

 

Para explicar el cambio se vale de las nociones de acto y potencia, determinaciones primeras del ser. Ahora bien, con estas dos nociones sabemos cómo suceden los cambios o movimientos, pero no sabemos por qué. Esto lo conocemos mediante las razones o causas del cambio, que Aristóteles concretiza en cuatro: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final (o teleológica). Esta última es de gran importancia para el Estagirita, ya que está convencido de que todo existe para cumplir un fin, pues todo, por su propia inmanencia, busca su intrínseca perfección.

 

 


La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la teología, la cual se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en su sentido más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de ese ser, apela a varios argumentos: "Entre las cosas que existen una es mejor que la otra; de allí que exista una cosa óptima, que debe ser la divina". Su argumento más conocido es el denominado de predicamento cosmológico: las cosas de este mundo son perecederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio acaece en el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imperecederos; mas para que se produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una sustancia eterna capaz de producir ese movimiento. Pero no podemos retrotraernos al infinito para buscar las causas de las causas, por lo que debemos llegar a unPrimer Motor inmóvil. Este motor es Dios, concebido por Aristóteles como fuerza inmaterial inalterable. Ese Ser, sin embargo, no aparece en Aristóteles como creador del mundo, porque éste es eterno.


 


Alma y conocimiento


 


Todos los seres vivos se presentan a Aristóteles como poseedores de alma (psyché), con lo cual se distinguen de los seres inanimados o inorgánicos. Distingue tres clases de alma: vegetativa (propia de las plantas, pero presente también en los animales y en el hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre), racional (exclusiva del hombre). Ésta tiene tres características: es causa del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea.


 


Con respecto al conocimiento, Aristóteles no admite las doctrinas de Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es "tamquam tabula rasa", en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto, generándose así el concepto. De esta forma llegamos al conocimiento suprasensible.


 


Ética


 


La ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad. Para algunos, la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le es propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva. Ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que no impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en el respeto a los demás ciudadanos.


 


Política


 


Para Aristóteles el hombre es un "animal político" por naturaleza. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil dentro de la libertad (Aristóteles, en su mentalidad clasista griega, no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos).


 



Aristóteles estudiando la naturaleza


 


Existen tres formas de legítimo gobierno: monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobierno de los mejores) y república (gobierno de muchos). A esas formas rectas de gobierno se oponen la tiranía, la oligarquía y la democracia (Aristóteles entiende por "democracia" el gobierno de los pobres). No se puede decir cuál de las tres es mejor, pues la teoría concreta para un pueblo hay que deducirla de una indagación objetiva de las varias formas históricas de gobierno, y definir según las circunstancias cuál es más conveniente para un determinado estado (Aristóteles recogió y estudió las constituciones de 158 estados). En principio, toda forma de gobierno es buena si quien gobierna busca el bien de los gobernados.


 


Su influencia


 


Durante mucho tiempo, el pensamiento aristotélico se vio eclipsado por el prestigio de las doctrinas de Platón. En época de la Roma cristianizada, el naturalismo y el realismo de Aristóteles eran despreciados y se privilegiaban las lecturas neoplatónicas de Plotino y Beocio. Debido al espiritualismo que caracterizó al pensamiento medieval, las doctrinas de Platón gozaron de preeminencia hasta el siglo XII.


 


Los filósofos árabes -y, particularmente, Avicena y Averroes- contribuyeron a que el pensamiento aristotélico fuese de nuevo objeto de atención en Occidente. El creciente interés por la naturaleza mostrado por el pensamiento cristiano en la Baja Edad Media hizo posible que la obra de Aristóteles fuese estudiada. Roger Bacon y Alberto Magno reivindicaron el pensamiento de este filósofo, y Santo Tomás de Aquino lo transformó en la base de la teología cristiana.


 


Los estudios de la escuela de Florencia, Francis Bacon y Galileo quebrantaron la autoridad aristotélica. Sin embargo, los escritos del filósofo griego continuaron ejerciendo influencia sobre diversas corrientes de pensamiento modernas, como el idealismo, el neoescolasticismo, el conductismo y el dinamismo de Bergson, entre otras.

sábado, 11 de diciembre de 2021

RUMI: Contexto y Filosofía

EL MIEDO DESTRUYE EL AMOR.
JIDDU KRISHNAMURTI


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta Zaragoza Gran Vía y Online. Tfno.: (34) 653 379 269.  Website: www.rcordobasanz.es.                Instagram: @psicoletrazaragoza

Después de que Rumi se hubiese descubierto a sí mismo y hubiese sentido lo que existía en él, empezó a verlo también en los demás. De esta forma unificó el "Amor de Dios" con el "Amor a la Humanidad". Llegó a la conclusión de que amar a los seres humanos es amar a Dios. Cuando se lee con cuidado, el siguiente pareado nos aclara bastante bien a quién iba dirigido el infinito amor de Rumi hacia Shams: "Shams de Tabriz es un pretexto. Somos el alabado en belleza, somos el alabado en gracia".73 En otro poema, Rumi nos aconseja apreciar el valor de cada uno y que nos amemos porque amar a nuestros seres queridos no debe ser por sus seres físicos sino por Dios.

Ven, ven, apreciémonos mutuamente, prestemos atención a la valía de cada uno. Porque nunca se sabe, podríamos de repente separarnos. Ahora que nuestro Profeta ha dicho: "El creyente es el espejo del creyente", ¿Por qué estamos desviando nuestro rostro del espejo? El rencor y el odio oscurecen nuestra amistad y dañan el corazón. ¿Por qué no rompemos y liquidamos el rencor del corazón?74 Ven, únete a nosotros. Somos los enamorados de Dios, únete a nosotros para que te abramos las puertas del jardín del amor. Siéntate en nuestra casa como una sombra, somos los vecinos del Sol de Dios. Somos invisibles, tal y como lo es el alma. No tenemos huella ni señal, tal y como el amor de los enamorados. Pero nuestras señales están en ti y enfrente de ti porque nos hallamos ocultos así como aparentes tal y como el alma. Cualquier cosa que estés diciendo, mira más allá y más alto e incluso más allá de eso porque estamos más allá de los Más Allás. Eres como el agua pero permaneces en un agujero, estás en una prisión. Abre un camino para ti mismo para que te puedas unir a nosotros, porque somos una corriente fluyendo hacia Dios.75 Ven para que quizá podamos hablar de espíritu a espíritu, hablar de un modo oculto a los ojos y los oídos. Riámonos sin labios ni dientes tal y como una rosaleda. Dispongámonos a conversar sin labios ni boca como un pensamiento. 

 

 Expresaremos el secreto del mundo completamente con nuestra boca cerrada al nivel de "Aql al-Awwal" ("el Primer Intelecto") y en la conciencia de la existencia de Dios. Nadie habla consigo mismo en voz alta. Ya que todos somos uno, citémonos desde nuestros corazones sin bocas ni labios. ¿Cómo puedes decir a tu mano "¡Toma!"? ¿Es esa mano tuya? Ya que nuestras manos son una, dispongámonos a hablar de este asunto. Las manos y los pies conocen el estado del corazón. Abandonemos la conversación de nuestras lenguas y dispongámonos a vibrar en nuestros corazones.76

El amor que Rumi siente hacia la humanidad es infinito. Empezando por los antiguos poetas griegos y latinos anteriores, e incluyendo a todos los poetas clásicos, escritores, dramaturgos, filósofos y sociólogos de Occidente, ninguno de ellos posee el amor que siente Rumi hacia la humanidad ni el amor que dejo sentir a sus lectores.

Ven, ven y acércate. ¿Hasta cuándo va a continuar este bandidaje? Ya
que tú eres yo y yo soy tú, ¿Qué es este "nosotros y ellos"? Somos la
luz bendita de Dios, somos el espejo de Dios.
Así pues, ¿Por qué nos estamos peleando? ¿Por qué está una luz hu-
yendo tanto de la otra luz?
Nosotros, todos los humanos, estamos unidos como un cuerpo en el
ser de una persona madura.
Pero, ¿por qué estamos bizcos? Aunque somos miembros del mismo
cuerpo, ¿por qué el rico mira por encima del hombro al pobre?
¿Por qué mira altivamente la mano derecha a la mano izquierda del
mismo cuerpo? Ya que ambas son las manos de tu cuerpo, ¿Cuál es el
significado de ser afortunado y no ser afortunado en el mismo cuerpo?
Nosotros, los humanos, somos todos, de hecho, una sola esencia.
Nuestras mentes son una y nuestras cabezas son una.
Pero hemos visto uno como dos debido a la curvatura de los Cielos.
Ven, libérate de este egoísmo y reconcíliate con todo el mundo y sé
bueno con la gente.
Mientras estés en ti, eres un grano, una partícula. Pero cuando te
mezclas y te unes con otros, entonces te conviertes en un océano,
una mina.
Cada ser humano posee la misma alma, pero los cuerpos son cien-
tos de miles.

De modo similar, hay innumerables almendras en el mundo, pero hay el mismo aceite en cada una de ellas. Hay numerosas lenguas y dialectos en este mundo, pero el significado de todos ellos es el mismo. Las aguas ubicadas en recipientes diferentes se unen cuando se rom-pen los contenedores y empiezan a fluir juntos como un arroyo. Si comprendes lo que significa la unidad, "tawhid", si obtienes la unidad y rompes y arrojas palabras y pensamientos sin sentido, el espíritu envía noticias a aquellos cuyos ojos del corazón están abiertos y les dice la verdad.77

 En los ejemplos anteriores se muestra lo que piensa Rumi sobre el amor hacia la humanidad. Rumi susurra muchos secretos en los oídos de aquellos que leen cuidadosamente estos dísticos y reflexionan concienzudamente sobre ellos.

Cada santo tiene su propia manera de sentir. Ya que Rumi es un santo, siempre habla del amor y los enamorados. Por esta razón, a Rumi se le ha otorgado el título de "El Sultán de los Enamorados". En uno de sus poemas Rumi indica:

El camino de nuestro Profeta es el del amor,
Somos los niños del amor y nuestra madre es el amor.

No hay duda que Rumi, a lo largo de sus obras, subraya el concepto del amor sobre todas las cosas. En las numerosas historias narradas en su libro Mesnevi y en los fluidos poemas que componen su libro Diván-i Kabir, el enfoque es en el amor. El amor del que habla Rumi no es un amor transitorio. No es un amor metafórico (ishq majazi), es real. El amor del que habla es el amor hacia la Verdad, que se llama también el Amor Divino, el amor que se siente por Dios. Diciendo que el amor es un atributo de Dios, Rumi expresa que:

El amor es el atributo de Dios, que no tiene necesidad de nadie. Estar enamorado de otro que no sea Él es amor metafórico. 78

 
 

Para llegar a entender el concepto del amor, tenemos que explicar en detalle los conceptos de ishq majazi ishq ilahi, que se conocen también como amor real. Estos dos tipos de amor se conocen en las enseñanzas de Rumi. El primero, ishq majazi, está relacionado con el mundo material y el amor del cuerpo, como el amor entre el hombre y la mujer. El amor verdadero, ishq haqiqi, es el amor que se siente hacia Dios. En otras palabras, el amor metafórico es transitorio y por lo tanto, efímero. Sin embargo, el amor real es eterno e infinito.

Algunos santos piensan que lo que se conoce como amor metafórico no es un amor vacío si no que está manchado y contaminado con los deseos del cuerpo. Se cree que este tipo de amor puede ser un puente hacia el amor verdadero. Según este grupo de santos, el amor por lo bello no es el amor por una persona sino que es el amor por la belleza que posee esa persona. Lo sorprendente de la belleza de lo bonito es una reflexión de la belleza del Creador, Su arte, Su poder y Su majestad. Sorprenderse de tal belleza abre el camino al amor real. Rumi indica:

El amor, sea real o metafórico
Al final conduce al ser humano hacia Dios.79
 

Es necesario que se conteste en este punto a una pregunta. ¿Por qué se ha concedido este amor metafórico, ishq majazi, a los humanos? Siglos antes de la aparición de Freud, el célebre psicoanalista de los tiempos modernos, Rumi mencionó este concepto en el siguiente poema:

Dios ha creado un deseo entre el hombre y la mujer
Como resultado de su unión, la vida en el mundo continúa.80

domingo, 5 de septiembre de 2021

La Gaya Ciencia: Nietzsche

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza. Gran Vía Y Online Teléfono: 653 379 26 Website: www.rcordobasanz.es.              Instagram: @psicoletrazaragoza


La gaya ciencia (fragmentos)

Nietzsche escribió en 1882 una de sus obras más importantes, y sin duda la primera que recomendaría a alguien que quiera adentrarse en su pensamiento: La gaya ciencia (también traducible com el alegre saber). Os dejo algunos fragmentos que me han resultado especialmente interesantes, entre ellos, aquel famoso aforismo en el cual habla de la muerte de Dios. Los números remiten al aforismo en cuestión. En la obra hay un total de 383.


13. Para la doctrina del sentimiento de poder. Cuando hacemos bien o mal a otros, ejercemos sobre ellos nuestro poder, sin desear otra cosa. Haciéndoles mal, lo ejercemos sobre aquellos a quienes necesitamos antes que nada hacérselo experimentar; para este fin; el dolor es un medio mucho más sensible que el placer, pues el dolor pregunta siempre las razones, mientras que el placer se inclina a no considerarse más que a sí mismo sin mirar más allá. Haciendo y queriendo bien, ejercemos nuestro poder sobre quienes ya dependen de nosotros de alguna forma (porque tienen la costumbre de pensar en nosotros como en sus razones); de este modo, queremos aumentar su propio poder porque así aumentamos el nuestro, o bien queremos mostrarles las ventajas que obtienen dependiendo de nosotros. (...) ¡Cuántas posesiones no abandona quien quiere salvaguardar el sentimiento de "estar en posesión de la verdad"! ¡Cuántas cosas no arroja por la borda para mantenerse en "las alturas", es decir, por encima de quienes no tienen la verdad!

21. A los doctrinarios del desinterés. Se califica como buenas las virtudes de un hombre teniendo en cuenta no los efectos que en él ejercen, sino los que creemos que ejercerán sin sorpresas en nosotros y en la sociedad. Desde siempre se ha sido en esto muy poco "desinteresado", muy poco "altruista". Es que de otro modo se hubiese debido ver que las virtudes (el cuidado, la obediencia, la castidad, la piedad, la justicia) son la mayoría de las veces perjudiciales para quienes las detentan, en cuanto impulsos que rigen con violencia y un ansia excesivos, que no permiten de ninguna manera que la razón los equilibre respecto a los demás impulsos. Si tienes una virtud entera y verdadera (no sólo un veleidoso impulso hacia una virtud), ¡entonces eres víctima suya! ¡Precisamente por eso alaba tu vecino tu virtud!

29. Mentiras retrospectivas. Cuando en Francia se empezaron a combatir las tres unidades de Aristóteles, y por consiguiente también a defenderlas, se pudo volver a ver algo a menudo verificable, aunque con malestar; se inventaron razones a partir de las cuales se debían mantener dichas leyes, para no reconocer sencillamente que se estaba habituado a su imposición y que ya no se quería cambiarlas. Lo mismo sucede desde siempre en el seno de toda moral y de toda religión imperantes; las razones y las intenciones que estarían detrás de un hábito no son atribuidas sino por una mentira retrospectiva, desde el momento en que algunos empiezan a criticar un hábito y a interrogarse sobre sus intenciones y sus razones. En esto consiste la enorme falta de probidad de los conservadores de todos los tiempos; son mentirosos retrospectivos.

57. A los realistas. Ustedes, sobrios, que se sienten inmunes a la pasión y al delirio y que harían gustosos de su propio vacío un motivo de orgullo y de gala, se denominan realistas y pretenden que el mundo sea como se les ocurra, pues consideran que sólo a ustedes se les revela la realidad, y que tal vez son lo mejor de ella; ¡oh, amadas imágenes de Sais! Pero, en la desnuda condición en la que se hallan, ¿no son ustedes, en cualquier caso, naturalezas sumamente apasionadas comparados con los peces, e incluso parecidos a un artista enamorado? y, además, ¿qué es la "realidad" para un artista enamorado? ¡No dejan de llevar dentro de ustedes una forma de apreciar las cosas que tiene su origen   en   pasiones   y   amores   de   pasados   siglos!   ¡Esa   propia   sobriedad   sigue impregnada aún de una embriaguez secreta e inextinguible! El amor que profesan a la "realidad", por ejemplo, no es sino un "amor" antiguo, ¡tan antiguo! En toda sensación, en toda impresión sensible reside una parte de ese antiguo amor, ya que han sido elaboradas, entremezclándose con ellas, por una cierta dosis de fantasía, de prejuicios, de irracionalidad y de no sé cuántas cosas más. ¡Miren esa montaña! ¡Observen esa nube! ¿Qué hay de "real" en ellas? ¡Hagan abstracción, hombres sobrios, de la visión quimérica y de toda aportación humana! ¡Si pudieran al menos olvidar su propio origen, su propio pasado, su formación anterior, toda la humanidad y la animalidad! Para nosotros no hay "realidad" —ni tampoco para ustedes, sobrios—. Estamos lejos de ser tan extraños los unos a los otros como procuran, y hasta quizás nuestra buena voluntad de salir de la embriaguez sea tan respetable como la creencia suya de que ni siquiera son capaces de emborracharse. 

84. Sobre el origen de la poesía. Los amantes de lo fantástico en el hombre, que son los mismos que defienden la doctrina de la moral instintiva, razonan de la siguiente forma: "Si admitimos que en toda época se ha honrado lo útil como divinidad suprema, ¿de dónde ha surgido entonces la poesía, ese ritmo de la palabra, que dificulta en lugar de facilitar la comunicación y que se ha extendido y aún extiende por todos los rincones de la tierra, como desafío a toda utilidad? Pues esa bella y agreste sinrazón de la poesía los refuta, utilitaristas. Lo que precisamente ha elevado al hombre ha sido tratar de liberarse de lo útil, y lo que le ha sido inspirado por la moral y el arte". Sin embargo, será necesario, en alguna medida, darle la razón a los utilitaristas –¡ y es que tan pocas veces la tienen que inspiran lástima!–.

(...) ¿Hay algo más divertido que ver a los filósofos más serios, comúnmente tan rigurosos en materia de certeza, referirse siempre a las sentencias de los poetas, para dar fuerza y credibilidad a sus pensamientos? Y, sin embargo, ¿no es más comprometedor para una verdad que le dé su asentimiento un poeta, en lugar de contradecirla? Pues como dijo Homero: "Los poetas mienten mucho".

109. Puesta en guardia. Dejemos de pensar que el mundo es un ser viviente. ¿Hacia dónde iba a extenderse? ¿De qué se iba a alimentar? ¿Cómo iba a crecer y a multiplicarse? Por otra parte, sabemos qué es lo orgánico; ¿cómo íbamos a interpretar en términos esenciales, universales y eternos, al igual que los que llaman organismo al todo, aquello que percibimos de infinitamente derivado, tardío, raro, fortuito en la corteza terrestre? Esto me repugna. Dejemos por lo pronto de creer que el todo es una máquina. Desde luego no ha sido construido con vistas a un fin, y le hacemos demasiado honor llamándolo "máquina". Dejemos de presuponer que algo tan perfecto como los movimientos cíclicos de los astros cercanos a nosotros se da de una forma absoluta y en todo lugar imaginable; sólo una mirada a la Vía Láctea nos hace dudar de ello, sugiriéndonos movimientos mucho más bruscos y contradictorios, así como astros que se precipitan en una caída eternamente rectilínea y otras cosas así. El orden astral en el que vivimos es una excepción; este orden y la duración relativa que determina han hecho de nuevo posible la excepción de las excepciones, la formación de lo orgánico.

112. Causa y efecto. Hablamos de "explicación"; pero el hecho que nos distingue respecto a los grados antiguos del conocimiento y de la ciencia es una "descripción". Describimos mejor, pero explicamos tan poco como nuestros predecesores. Donde el buscador ingenuo de las civilizaciones antiguas no veía sino dos cosas, la "causa" y el "efecto", como se decía, nosotros hemos descubierto una sucesión múltiple; hemos perfeccionado la imagen del devenir, pero apenas hemos ido más allá de esa imagen ni la hemos dejado atrás. En todo caso, la serie de "causas" resulta más completa a nuestros ojos, y concluimos que tal cosa debe producirse primero para que continúe tal otra. En cualquier proceso químico, la cualidad sigue pareciendo, al igual que antes, un "milagro", tal como todo movimiento continuo; nadie ha "explicado" el golpe. Por otra parte, ¿cómo íbamos a explicarlo? Operamos mediante cantidades de cosas inexistentes, líneas, superficies, cuerpos, átomos, tiempos, espacios divisibles. ¿Cómo podríamos explicar, si hacemos de todo una representación, nuestra representación?

116. El instinto gregario. Donde exista una moral encontraremos una valoración y una jerarquía de los impulsos y de los actos humanos. Tales valoraciones y jerarquías son siempre la expresión de las necesidades de una comunidad, de una masa gregaria; lo que le es provechoso en primer lugar –y en segundo, y en tercero­ constituye también el criterio supremo para valorar a cada individuo. Por la moral se ve arrastrado a ser función del rebaño y a no atribuirse valor más que a título de función. Como las condiciones de conservación de una comunidad eran muy diferentes de las de otra, hubo morales muy distintas; y considerando las refundiciones esenciales que sufrirán en el futuro las masas gregarias y las comunidades, los Estados y las sociedades, cabe profetizar el advenimiento de morales muy divergentes. La moral no es más que el instinto gregario que se da en el individuo.

119. ¡Nada de altruismo! Compruebo en muchas personas un excedente de fuerza y de placer que las inclina a convertirse en función; tienen un fino olfato para todos los puestos en que éstas pueden cumplir tina función y se apresuran a ocuparlos. En esta categoría figuran las mujeres que se convierten en la función de un hombre en quien esta función está débilmente desarrollada; de esta manera, aquellas llegan a ser el bolsillo, la política o la sociabilidad de dicho hombre. Tales seres se conservan mejor integrándose en un organismo extraño; si no pueden conseguirlo, se amargan, se irritan y se devoran a sí mismos.

124. En el horizonte de lo infinito. Hemos dejado tierra, ¡nos hemos embarcado! Hemos cortado los puentes, o más aún, ¡hemos dejado la tierra atrás! Desde ahora, ¡ten cuidado, barcaza! A tu lado se extiende el océano; por supuesto, no siempre brama y a veces se despliega como seda y oro y como un ensueño de la bondad. Pero llegan horas en que reconocerás que no tiene límite y que no hay nada más espantoso que el infinito. ¡Pobre pájaro que te sentiste libre y que ahora chocas con los barrotes de semejante jaula! ¡Desgraciado de ti si te asalta la nostalgia de la tierra, como si en ella hubiese habido más libertad, ahora que ya no hay "tierras!

125. El loco. ¿No han oído hablar de aquel loco que, con una linterna encendida en pleno día, corría por la plaza y exclamaba continuamente: "¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!"? 

Como justamente se habían juntado allí muchos que no creían en Dios, provocó gran diversión. ¿Se te ha perdido?, dijo uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, dijo otro. ¿No será que se ha escondido en algún sitio? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado? Así gritaban y se reían al mismo tiempo. El loco se lanzó en medio de ellos y los fulminó con la mirada. —¿Dónde está Dios?—, exclamó, ¡se los voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado, ustedes y yo! ¡Todos somos unos asesinos! Pero, ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar completamente el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desencadenar a esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde rueda ésta ahora? ¿Hacia qué nos lleva su movimiento? ¿Lejos de todo sol? ¿No nos precipitamos en una constante caída, hacia atrás, de costado, hacia delante, en todas direcciones? ¿Sigue habiendo un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el aliento del vacío? ¿No hace ya frío? ¿No anochece continuamente y se hace cada vez más oscuro? ¿No hay que encender las linternas desde la mañana? ¿No seguimos oyendo el ruido de los sepultureros que han enterrado a Dios? ¿No seguimos oliendo la putrefacción divina? ¡Los dioses también se corrompen!

¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto! ¡Y lo hemos matado nosotros! ¿Cómo vamos a consolamos los asesinos de los asesinos? Lo que en el mundo había hasta ahora de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestros cuchillos, y ¿quién nos quitará esta sangre de las manos? ¿Qué agua podrá purificamos? ¿Qué solemnes expiaciones, qué juegos sagrados habremos de inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la magnitud de este hecho? ¿No tendríamos que convertimos en dioses para resultar dignos de semejante acción? Nunca hubo un hecho mayor, ¡y todo el que nazca después de nosotros pertenecerá, en virtud de esta acción, a una historia superior a todo lo que la historia ha sido hasta ahora! Al llegar aquí, el loco se calló y observó de nuevo a sus oyentes, quienes también se habían callado y lo miraban perplejos. Por último, tiró la linterna al suelo, que se rompió y se apagó. "Llego demasiado pronto, dijo luego, mi tiempo no ha llegado aún. Este formidable acontecimiento está todavía en camino, avanza, pero aún no ha llegado a los oídos de los hombres. Para ser vistos y oídos, los actos necesitan tiempo después de su realización, como lo necesitan el relámpago y el trueno, y la luz de los astros. Esa acción es para ellos más lejana que los astros más distantes, ¡aunque son ellos quienes la han realizado!" Cuentan también que ese mismo día el loco entró en varias iglesias en las que entonó su Requiem aeternam Deo. Cuando lo echaban de ellas y le pedían que aclarara sus dichos, no dejaba de repetir: "¿Qué son estas iglesias sino las tumbas y los monumentos funerarios de Dios?"

127. El efecto ulterior de la religiosidad más antigua. (...) Al aceptar Schopenhauer que todo lo existente está dotado de voluntad, introduce una de las mitologías más arcaicas, porque parece que nunca intentó analizar la voluntad, como todos, sino que creía en la simplicidad y en la inmediatez de todo querer. Y el querer no es sino un mecanismo tan bien montado que casi escapa a la mirada del observador. Yo opongo a Schopenhauer las siguientes tesis: primera, para que surja la voluntad se necesita una representación del placer y del dolor; segunda, que una excitación violenta pueda ser sentida como placer o dolor depende de una interpretación del intelecto que, indudablemente, en la mayoría de los casos, actúa aquí de forma inconsciente. La misma excitación puede ser interpretada como placer o como dolor. Tercera tesis, sólo se produce el placer, el dolor y la voluntad en los seres inteligentes; la inmensa mayoría de los organismos no tiene nada de eso.

129. Las condiciones de Dios. "Ni el propio Dios podría subsistir sin hombres sensatos", dijo acertadamente Lutero. Pero lo que no dijo el bueno de Lutero es que menos podría subsistir sin los insensatos. ¡Eso no lo dijo el bueno de Lutero!

143. Sobre la mayor utilidad del politeísmo. (...) Sólo había en aquellos tiempos una norma: "el hombre", y cada pueblo creía poseer la forma única y definitiva de éste. Pero estaba permitido imaginar una pluralidad de normas por encima de uno mismo, en el exterior, en un lejano más allá; ¡un dios no negaba a otro dios ni blasfemaba contra él! De este modo se atrevió la imaginación, por primera vez, a considerar la existencia de individuos y a respetar los derechos de éstos. La invención de dioses, de héroes, de toda clase de seres sobrehumanos, al margen o por debajo de lo humano, de enanos, hadas, centauros, sátiros, demonios y diablos constituyó el preludio inestimable de la justificación de las aspiraciones del yo y de la soberanía del individuo; la libertad que se reconocía a un dios determinado frente a otros dioses acabó concediéndosela el individuo a sí mismo frente a las leyes, las costumbres y su prójimo. Por el contrario, el monoteísmo, esa consecuencia rígida de la doctrina de un hombre normal único –la creencia, en realidad, en un dios normal fuera del cual sólo existen divinidades falsas y engañosas­­ ha sido tal vez el mayor peligro de la humanidad hasta hoy, pues en este punto se veía amenazada por esa fijación prematura que, por lo que podemos ver, ha afectado a otras especies animales desde hace mucho tiempo; en cuanto tales, todas creen, efectivamente, en un animal normal único y en un ideal de su especie y han asimilado definitivamente en su carne y en su sangre la moral de las costumbres. El politeísmo había prefigurado el libertinaje y la pluralidad del pensamiento humano, la fuerza de crearse unos ojos nuevos y personales, cada vez más nuevos y más personales; de manera que, de entre todos los animales, sólo el hombre escapa a la fijación de perspectivas y de horizontes eternos. 

147. Pregunta y respuesta. ¿Qué es lo primero que toman de los europeos los pueblos salvajes? La respuesta no es otra que el alcohol y el cristianismo, estupefacientes propios de los pueblos europeos. ¿Y con qué perecen más rápidamente? Pues con los estupefacientes europeos.

173. Ser profundo y parecerlo. Quien sabe que es profundo se esfuerza por ser transparente; quien quiere parecer profundo a los ojos de la multitud se esfuerza en ser oscuro. Pues la multitud estima que es profundo todo aquello cuyo fondo no logra ver; ¡tiene tanto miedo a ahogarse! 

205. Necesidad. Se considera que la necesidad es la causa de lo que se forma, cuando verdaderamente a menudo no es más que el efecto de lo que se ha formado. 

255. Imitadores. A: —¿Qué dices? ¿No quieres que te imiten? B: —No quiero servir de ejemplo para imitar. Quiero que cada uno se proponga algo, de la misma manera que hago yo. A:—¿Entonces...?

285. ¡Excelsior! "Ya no rezarás jamás, ya no adorarás jamás, ya no descansarás jamás en una confianza ilimitada. Ahora te prohíbes detenerte ante una sabiduría última, una bondad última, un poder último, y a dar rienda suelta a tus pensamientos. No tienes un amigo ni un guardián permanente para tus siete soledades. Vives sin gozar de la vista en una cordillera que tiene nieve en la cumbre e incandescencia en el corazón. Para ti no hay ya quien te vengue ni quien te mejore a último momento. Ya no tiene razón de ser lo que sucede, ni habrá amor en lo que te acontecerá. Ya no hay ningún lugar de descanso abierto para tu corazón, donde sólo haya que encontrar sin buscar. Rechazas toda paz definitiva, deseas el eterno retorno de la guerra y de la paz. Hombre de la renuncia, ¿quieres renunciar a todo eso? ¿Quién te dará fuerzas para ello? ¡Nadie ha tenido fuerzas hasta hoy!". Hay un lago que un día se negó a derramarse y que levantó un dique por donde antes se derramaba; desde entonces no deja de subir el nivel de ese lago. Tal vez, esta forma de renuncia nos dé la fuerza que permita soportar la renuncia misma; tal vez el hombre no dejará de elevarse siempre cada vez más desde el momento mismo en que deje de derramarse en un dios.

289. ¡Levemos anclas! Cuando se considera cómo actúa en todo individuo una justificación filosófica integral de su forma de vivir y de pensar, del mismo modo que un sol que calienta, bendice y fecunda, que no brilla más que para él, que lo absuelve de alabanza y de censura, que le permite bastarse a sí mismo, que lo hace rico y generoso en felicidad y en benevolencia, que tiene la virtud de convertir constantemente el mal en bien, que consigue que florezcan y maduren todas las fuerzas, y que extirpa la cizaña grande y pequeña del pesar y del despecho, cuando se considera todo esto, digo, no podemos sino exclamar con nostalgia: ¡qué pena que no puedan crearse muchos nuevos soles así! ¡El malo, el desgraciado y el hombre excepcional deben tener también su filosofía, su derecho propio, su rayo de sol! ¡Lo que necesitan no es que se los compadezca! Debemos desechar este impulso del orgullo, pese a todo lo que la humanidad ha hecho hasta hoy para ejercitarse en ello durante tan largo tiempo. ¡No son confesores, ni exorcistas, ni repartidores de bendiciones lo que tendríamos que instituir para ellos! ¡Lo que falta es una nueva justicia, una nueva consigna, nuevos filósofos! ¡También la tierra moral es redonda! ¡También la tierra moral tiene antípodas! ¡También quienes allí se encuentran tienen derecho a existir! Hay todavía un mundo por descubrir ¡y más de uno! Ha llegado la hora, filósofos, ¡levemos anclas!

294. Contra quienes calumnian a la naturaleza. Muy desagradables me resultan aquellos para quienes toda inclinación natural se convierte inmediatamente en algo enfermo, deformante e incluso vergonzoso. Ellos son quienes nos han inducido a pensar que las tendencias y los impulsos humanos son perversos; ellos son los responsables de la gran injusticia que hemos cometido con nuestra naturaleza, ¡con toda naturaleza! Hay bastantes hombres que tienen derecho a dejarse llevar por sus impulsos con gracia y despreocupación, pero no lo hacen por miedo a ese supuesto carácter "perverso" de la naturaleza. De ahí que hallemos tan poca nobleza en los hombres, nobleza cuya característica será siempre no tenerse miedo a sí mismo, no­ esperar nada vergonzoso de sí mismo y volar sin escrúpulos hacia donde nos lleve nuestro impulso, ¡pues somos pájaros que hemos nacido libres! Dondequiera que nos lleve nuestro vuelo, ¡siempre estaremos en un espacio libre y soleado!

301. Delirio de los contemplativos. Los hombres superiores se distinguen de los inferiores en que ven y oyen infinitamente más, y sólo ven y oyen reflexionando. Esto diferencia al hombre del animal, y a los animales superiores de los inferiores. A los ojos de quien se desarrolla elevándose cada vez más hacia las alturas de lo humano, el mundo se va enriqueciendo cada vez más; se le ofrecen en número mayor los incentivos del interés; aumenta constantemente la cantidad de sus excitaciones y sus formas diferentes de placer y de dolor; el hombre superior se vuelve al mismo tiempo más feliz y más infeliz.

329. Ocio e inactividad. Hay una barbarie propia de los "pieles rojas" en la sed de oro de los americanos. Sus esfuerzos por trabajar sin descanso —vicio característico del nuevo mundo— constituyen una barbarie que ha empezado a contagiar a la vieja Europa y a extender por ella una falta de ingenio realmente singular. Ahora avergüenza descansar; al que se entrega a un largo reposo casi le remuerde la conciencia. Sólo se piensa con el reloj en la mano y se come con la mirada puesta en la información bursátil. Se vive como si en cualquier momento "fuera a perderse" algo. El principio de que "es preferible hacer cualquier cosa a no hacer nada" representa una cuerda que estrangula toda cultura y todo gusto superiores. Y del mismo modo que con este afán de trabajar de la gente se esfuman visiblemente las formas, desaparecen también la sensibilidad en sí hacia las formas, así como el oído y la vista para la melodía de los movimientos. Prueba de ello es esa vulgar precisión que hoy se exige siempre en todas las situaciones en que el hombre quiere ser leal con los demás, en la relaciones con los amigos, las mujeres, los parientes, los niños, los maestros, los alumnos, los jefes y los príncipes. 

Ya no se dispone de tiempo ni de fuerzas para las formas ceremoniosas, ni para la cortesía con rodeos, ni para las conversaciones ingeniosas, ni para el ocio en general. Pues una vida dedicada a la caza de ganancias obliga continuamente a la inteligencia a consumirse hasta el agotamiento, mientras que se está siempre preocupado de disimular, de actuar con astucia o de aventajar a los demás; hoy, la virtud esencial consiste en hacer algo en menos tiempo que otro. Con ello quedan raros momentos en que se permite ser leal, y en ellos la gente está tan cansada que no sólo desea "dejarse llevar", sino también tumbarse perezosamente. De acuerdo con esta tendencia se redactan hoy las cartas, cartas cuyo estilo y espíritu serán siempre "el signo de la época" propiamente revelador. Si se sigue encontrando placer en la vida social y en las artes, es en el sentido de los esclavos embrutecidos por sus pesadas faenas. ¡Qué pena da ver lo fáciles de conformar que son en sus "alegrías" los hombres cultos e incultos de hoy, lo recelosos que se muestran cada vez más hacia cualquier forma de goce! El trabajo monopoliza crecientemente la tranquilidad de conciencia. A la inclinación por la felicidad se la llama ya "necesidad de descanso" y empieza a verse como motivo de vergüenza. "Hay que pensar en la salud", se justifica quien es sorprendido en flagrante delito de salir al campo. Sí, puede llegar un día en que no se entregue uno a la vida contemplativa (es decir, a salir a pasear con los pensamientos y con los amigos) sin tener mala conciencia y sentir desprecio de uno mismo. 

¡Pues bien!, antiguamente era todo lo contrario; era el trabajo el que soportaba el peso de la mala conciencia. Cuando una persona de origen noble se veía obligada a trabajar lo ocultaba. El esclavo trabajaba obsesionado por la idea de que hacía algo despreciable. El prejuicio antiguo proclamaba: "Lo único noble y honroso es el ocio y la guerra".

341. La carga más pesada [o el eterno retorno]. ¿Qué dirías si un día o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, deberás vivirla una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que habrán de volver a ti cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada gemido, todo lo que hay en la vida de inefablemente pequeño y de grande, todo en el mismo orden e idéntica sucesión, aun esa araña, y ese claro de luna entre los árboles, y ese instante y yo mismo. Al eterno reloj de arena de la existencia se lo da vuelta una y otra vez y a ti con él, ¡grano de polvo del polvo!"? ¿No te tirarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te hablara? ¿O vivirías un formidable instante en el que serías capaz de responder: "Tú eres un dios; nunca había oído cosas más divinas"? Si te dominara este pensamiento, te transformaría, convirtiéndote en otro diferente al que eres, hasta quizás torturándote. ¡La pregunta hecha en relación con todo y con cada cosa: "¿quieres que se repita esto una e innumerables veces más?" pesaría sobre tu obrar como la carga más pesada! ¿De cuánta benevolencia hacia ti y hacia la vida habrías de dar muestra para no desear nada más que confirmar y sancionar esto de una forma definitiva y eterna?

344. En qué sentido seguimos siendo también piadosos. (...) ¿no significa que la convicción no es admisible en la ciencia sino cuando deja de ser convicción? ¿No se inicia la disciplina del espíritu científico con el hecho de prohibirse de ahora en más toda convicción?... Es posible. Queda por saber si, para que pueda instaurarse esta disciplina, no hace falta ya una convicción tan imperativa y absoluta que sacrifique a ella todas las demás convicciones. Se ve que también la ciencia se funda en una creencia y que no existe ciencia "sin supuestos". La pregunta de si es necesaria la verdad no sólo tiene que haber sido respondida antes afirmativamente, sino que la respuesta debe ser afirmada de forma que exprese el principio, la creencia, la convicción de que "nada es tan necesario como la verdad y que en relación con ella, lo demás sólo tiene una importancia secundaria". (...)

347. Los creyentes y su necesidad de creer. El grado de fuerza de un individuo (o de debilidad, por decirlo más claramente) se manifiesta en la necesidad que tiene de creer para prosperar, de contar con un elemento "estable" lo más sólido posible para apoyarse en él. Me parece que en Europa el cristianismo sigue siendo hoy necesario para la mayoría, porque en él se encuentran todavía creencias. Así es el hombre; si necesita un artículo de fe, aunque se lo desmientan de mil maneras, no dejará de considerarlo "verdadero", de acuerdo con aquella célebre "prueba de fuerza" de la que habla la Biblia. Algunos siguen necesitando la metafísica; pero está también ese impetuoso deseo de certeza que hoy estalla en las masas, bajo 'la forma científico positivista, ese deseo de querer poseer algo absolutamente estable (mientras que con el calor de ese deseo preocupa muy poco contar con argumentos propios para fundar la certeza). Todo esto manifiesta igualmente la necesidad de apoyo, de sostén, de ese instinto de debilidad que, en definitiva, no da origen a las religiones, a las metafísicas, a las convicciones de todas clases, pero las conserva. 

(...) La creencia es siempre anhelada con más urgencia cuando falta la voluntad, pues la voluntad como pasión de mando representa el signo distintivo de la soberanía y de la fuerza. Es así cuando menos se sabe mandar y más se experimenta con urgencia el deseo de una realidad, de un ser o de una autoridad que ordene con energía, ya sea un dios, un príncipe, un estado social, un médico, un confesor, un dogma o una conciencia de partido. De este modo, es lícito concluir que las dos religiones universales, el budismo y el cristianismo, podrían deber su nacimiento y su rápida propagación a un extraordinario agotamiento de la voluntad.

(...) En cuanto un hombre llega al convencimiento extremo de que ha de recibir una orden, se convierte en creyente. Por el contrario, se podría concebir una autodeterminación alegre y fuerte, una libertad en el querer, ante la cual un espíritu desecharía toda creencia y todo deseo de certeza, por haberse ejercitado manteniendo el equilibrio sobre el ligero alambre de la posibilidad, incluso bailando al borde del abismo. Un espíritu así sería el espíritu libre por excelencia. 

373. La "ciencia" como prejuicio. (...) Lo mismo sucede con esa creencia que tanto satisface hoy a los científicos materialistas, la creencia en un mundo que se supone que tiene su equivalente y su medida en el pensamiento humano, en los conceptos valorativos humanos, la creencia en un "mundo verdadero" que se podría captar de forma definitiva mediante nuestra estrecha y reducida razón humana. ¿Qué podemos decir a esto? ¿Aceptaríamos en serio que se degradara la existencia a un ejercicio servil de cálculo, a una vida sedentaria de matemático? 

 No intentemos quitarle a la existencia su carácter ambiguo, pues lo exige el buen gusto, señores, sobre todo el gusto por el respeto, algo que supera el horizonte que ustedes vislumbran. Eso de que sólo sea legítima una interpretación del mundo, en la que ustedes subsisten genuinamente, donde sólo se puede explorar y continuar trabajando de acuerdo con el sentido que impongan (¿quieren decir, en realidad, de una manera mecánica?), y que sólo admite contar, calcular, pesar, ver y tomar no es más que necedad e ingenuidad, por no decir alienación y cretinismo. ¿No sería, en cambio, muy verosímil que lo que la existencia tiene de más superficial y de más externo –de más aparente, su epidermis, lo que la hace palpable– fuese la primera cosa que se pudiera captar de ella?, ¿tal vez la única? 

Una interpretación "científica" del mundo, de acuerdo con la visión del mundo que les pertenece, sería, una de las más estúpidas; es decir, una de las más pobres de significados de todas las interpretaciones imaginables; esto es lo que hay que decir al oído y llevar a la conciencia de esos señores mecanicistas que hoy acuden a mezclarse gustosamente con los filósofos y creen que la mecánica es la doctrina de las leyes primeras y últimas sobre las que debe edificarse toda existencia, como sobre unas piedras fundamentales. ¡Pero si un mundo esencialmente mecánico sería un mundo esencialmente absurdo! Supongamos que sólo se estimara el valor de una obra musical en función de la cantidad de elementos susceptibles de contarse, calcularse y convertirse en fórmulas, ¡qué absurda sería semejante estimación "científica" de esa obra musical! ¿Qué habríamos retenido, comprendido y reconocido de ella? ¡Nada, absolutamente nada de lo que constituye esencialmente la "música"!