Hoy más que nunca vivimos en tiempos líquidos, en una época de incertidumbre marcada por los cambios climáticos, la pandemia global, las crecientes desigualdades económicas y sociales. En una sociedad líquida, inestable, de ritmo cambiante, de dinámica agotadora y de la precariedad. En un mundo donde los contactos interpersonales dependen de las llamadas redes sociales que no dejan de ser una trampa, un mundo cada vez más individualizado; en plena crisis de las instituciones democráticas.
El autor del concepto de la liquidez, Zygmunt Bauman (1925-2017), ha sido uno de los pensadores más audaces e influyentes de nuestro tiempo. Sus teorías sobre el Holocausto como fruto de la modernidad, sobre las transformaciones de la vida moderna, sobre la libertad y su falta en un mundo de consumo globalizado o sobre nuevas formas de la exclusión social siguen explicándonos el mundo de hoy. Decía cosas como: “Contrariamente a la creencia al uso, la historia no conoce crímenes cometidos en nombre del relativismo y la tolerancia” o “El amor es una red que intenta captar la eternidad; el deseo, un intento de evitar la obligación de tejer esa red. Por su propia naturaleza, el amor aspirará a mantener vivo el deseo. El deseo, a su vez, se defenderá de los lazos del amor.”
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