Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo, Psicoterapeuta, Psicoanalista. Zaragoza Gran Vía y Online. Teléfono: 653 379 269 IG: @psicoletrazaragoza Website: www.rcordobasanz.es
A comienzos de año, como parte de mis rutinarios propósitos de año nuevo que en febrero acaban desinflándose, me propuse seriamente abordar otros géneros literarios y no quedarme estancado en la novela, de la cual he sido siempre un firme partidario. Con esto pretendía sumergirme en otros ámbitos como el de la poesía, el cómic y el ensayo.
Y si bien con los dos primeros la cosa ha ido medianamente bien, tras acabar este ensayo psicológico y teniendo el calendario delante, no puedo menos que recular en mi propósito respecto al tercero: la novela sigue siendo una balsa de aceite para mí, una fuente inagotable de placer. Definitivamente me siento más cómodo en el terreno de la ficción.
El libro en sí no está mal pero a ratos se hace algo repetitivo y pesado. Estructurado a modo de capítulos, este señor psicólogo (Bruno Bettelheim) nos va desgranando diferentes cuentos de hadas y la influencia que éstos tienen para la edad temprana y la formación de la personalidad. El problema es que dichos capítulos, aún tratándose de un ensayo aparentemente riguroso, no están demasiado organizados y se repiten ideas de uno a otro e incluso referencias a cuentos. Creo que uno podría abandonar el libro a mitad y se habría enterado de lo principal.
Aún así el resultado no es negativo del todo. Aún pasado por el filtro del psicoanálisis, la interpretación de lo que algunos cuentos significan resulta cuanto menos curiosa. A este respecto me parece que el tipo tiene una visión algo personal y sesgada (por no decir mojigata algunas veces) de lo que significan estos cuentos para el niño y del mensaje que recibe. Pero leerlo resulta entretenido (lo que ya es un punto).
Por ejemplo, pongamos el caso de Cenicienta (que me hizo mucha gracia): cuando el príncipe encaja el zapato de cristal en el pie de Cenicienta, ¿el niño capta que en realidad está ella perdiendo la virginidad en ese momento?; o cuando el hada madrina recomienda a Cenicienta volver a casa antes de las doce, momento en el que se romperá el hechizo, ¿entiende el niño que esto viene a ser igual que las exigencias del padre por proteger a una hija y su virginidad?
Para muestra un botón:
“Un diminuto receptáculo en el que un miembro del cuerpo debe deslizarse e introducirse hasta quedar bien ajustado puede considerarse como un símbolo de la vagina. Algo frágil y que no debe maltratarse, porque podría rasgarse, nos recuerda el himen; por otra parte, algo que se puede perder fácilmente después de una gran fiesta, cuando el amante intenta retener a su pareja, parece una imagen sumamente apropiada para definir la virginidad, espcialmente cuando el hombre tiende una trampa para atrapar a su amada. La huida de Cenicienta por escapar de su situación podría representar sus esfuerzos por proteger su virginidad”.
Y así tenemos diversos casos de este tipo: el papel de la bruja en Hansel y Gretel o la rueca de La bella durmiente o la rosa de La bella y la bestia.
Lo que tal vez más disfruté del libro es que me permitió rememorar muchos de esos cuentos (sobre todo los que luego se apropió Disney) y cómo yo los recibía. Hubo momentos en que evocaba con gran nitidez algunas viñetas de esos cuentos de Disney e incluso los momentos en que iba a la biblioteca de mi barrio a tomarlos préstados. Recordé la disposición de los estantes, los libros que iba escogiendo, el malhumor eterno de la bibliotecaria, el poso que me dejaban aquellos libros infantiles. El temor a que Ricitos de oro fuera descubierta por los ositos, lo buenas que eran las hadas madrinas de la fiesta que los padres de Cenicienta celebran al nacer ella, etc…
Me parece terriblemente mágica esta conexión. Y, aunque sea sólo por eso, creo que ha merecido la pena leer este libro. Hay veces que el ensayo, por muy fiel a la realidad que sea, acaba acercándonos irremediablemente a nuestra propia ficción.
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