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Paz y Ciencia

sábado, 22 de diciembre de 2012

Nacemos débiles, necesitamos fuerzas; nacemos desprovistos de todo, necesitamos asistencia; nacemos estúpidos, necesitamos juicio. Todo cuanto no tenemos en nuestro nacimiento y que necesitamos de mayores, nos es dado por la educación.
Esta educación nos viene de la naturaleza, o de los hombres, o de las cosas. El desarrollo interno de nuestras facultades y de nuestros órganos es la educación de la naturaleza; el uso que nos enseñan a hacer de tal desarrollo es la educación de los hombres; y la adquisición de nuestra propia experiencia sobre los objetos que nos afectan es la educación de las cosas.
Así pues, cada uno de nosotros es formado por tres clases de maestros. El discípulo en el que sus lecciones diversas se oponen se halla mal educado, y nunca estará de acuerdo consigo mismo. Aquel en quien todas ellas coinciden en los mismos puntos y tienden a los mismos fines, va solo a su meta y vive consecuentemente. Solo este se halla bien educado.
De estas tres educaciones diferentes, la de la naturaleza depende de nosotros, la de las cosas solo depende en ciertos aspectos; la de los hombres es la única de la que somos realmente dueños; todavía no lo somos más que por suposición: porque, ¿quién puede esperar dirigir por entero las palabras y acciones de todos cuantos rodean al niño?
Jean-Jacques Rousseau
Emilio o de la Educación

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