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Paz y Ciencia

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sobre la Resistencia



Entiendo por resistencia el conjunto de actitudes que mantienen la específica dificultad que presentamos ante la posibilidad de cambio, incluso aunque lo busquemos voluntariamente. Principalmente ante el cambio de la imagen que tenemos de nosotros mismos, ante cómo nos pensamos y cómo nos sentimos, aunque este pensarnos y sentirnos suponga una fuente de sufrimiento.

La resistencia al cambio tiene su origen en la pérdida del Sentimiento Básico de Confianza. O, dicho con otras palabras, en la pérdida de la confianza en nuestra propia capacidad de autorregulación. El Sentimiento Básico de Confianza está presente en todas las personas en el momento del nacimiento, pero es una capacidad potencial que necesita desarrollarse, arraigarse sanamente sin distorsiones, como cualquier otra de entre todas las potencialidades con las que nacemos. Esto sucede durante las fases evolutivas de maduración individual, es decir, concomitantemente con el desarrollo del carácter.

Por ello, cada carácter llevo implícito el desarrollo deficiente y distorsionado (en mayor o menor medida, dependiendo de la disfunción del carácter del individuo) de un componente específico de SBC, ya que este, aunque es una unidad funcional organísmica, esta a su vez integrado por diversas funciones específicas, como veremos al exponer en cada uno de los caracteres el cómo del origen de su disfunción.

Una vez perdida esta confianza, nos desconectamos de nuestro ser original, al que podemos llegar a vivir como un extraño; también nos distanciamos del medio exterior al que tendemos a considerar como hostil, o al menos, como un lugar poco acogedor, por haberlo vivenciado como fuente de frustraciones, aun en el caso de que en la relación niño/medio las demandas del niño hayan superado las posibilidades reales del medio. El niño vivencia la frustración de sus necesidades como un obstáculo que le impone el medio.

Los límites que el medio impone, por lo general no suelen apoyar el desarrollo de las potencialidades individuales ni el conocimiento de los límites de su propia naturaleza, sino más bien condicionan el desarrollo según los intereses, conscientes o no, del medio familiar, social y moral en el que le ha "tocado" nacer. De este modo, queda oscurecido el conocimiento de sí mismo y de los límites reales, porque ha quedado distorsionado el contacto íntimo (sensorial y erótico) consigo mismo y con el mundo. Si se desconocen los límites reales, también se desconocen las potencialidades reales y, sobre todo, cómo desarrollarlas.

En la práctica cotidiana de la mayoría de los individuos, la función de los límites está pervertida: en vez de potenciar el desarrollo, lo obstaculizan. Por esta perversión devenimos en seres subdesarrollados corporal, cognitiva, emocional, y sobretodo espiritualmente. Esta perversión no es propia del individuo, sino del medio; el individuo irá pervirtiendo su Impulso de Vida reactivamente a la perversión del medio, como modo de lograr el mejor de los equilibrios posibles, proceso que siempre resulta doloroso para el sujeto que lo ha de atravesar. El organismo conoce este hecho, aunque la persona no sea consciente de ello, y esta es la huella mnésica que es necesario recuperar en el presente para que la resistencia se vaya disolviendo mediante el re-conocimiento de nosotros mismos.

Ternura y Agresividad: Juan José Albert Gutiérrez

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