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Paz y Ciencia

miércoles, 6 de octubre de 2021

Trastorno Límite. Borderline.

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                  Instagram: @psicoletrazaragoza


Introducción

 

El trastorno límite de la personalidad o TLP, es uno de los trastornos de personalidad del grupo B en base al manual DSM-5 que lo categoriza como un trastorno psiquiátrico grave. Puede cursar con cuadros clínicos muy diversos entre diferentes pacientes, ya que pueden concurrir en la persona cinco o más de los síntomas descritos a continuación (DSM-5: 301.83 [F60.3]).

 

  • Esfuerzos desesperados para evitar el desamparo real o imaginado.
  • Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación.
  • Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la autoimagen y del sentido del yo.
  • Impulsividad en dos o más áreas que son potencialmente autolesivas (p. ej., gastos, sexo, drogas, conducción temeraria, atracones alimentarios). (Nota: No incluir el comportamiento suicida ni las conductas autolesivas que figuran en el Criterio 5.)
  • Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio, o conductas autolesivas.
  • Inestabilidad afectiva debida a una reactividad notable del estado de ánimo (p. ej., episodios intensos de disforia, irritabilidad o ansiedad que generalmente duran unas horas y, rara vez, más de unos días).
  • Sensación crónica de vacío.
  • Enfado inapropiado e intenso, o dificultad para controlar la ira (p. ej., exhibición frecuente de genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
  • Ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos graves.

 

Psicoanálisis y mecanismos de defensa

 

Los mecanismos de defensa más habituales en personas con TLP son  la escisión, la idealización primitiva, la identificación proyectiva, la omnipotencia, la devaluación y la negación. Como consecuencia de un ego débil, la persona desarrolla la polarización o escisión en su opinión sobre las cosas y personas, es decir a veces le gustan, le parecen buenas y otras veces odia esas mismas cosas o personas. Subconscientemente divide y conserva la concepción de las cosas o personas en dos, una que le agrada a la que le adjudica las cualidades buenas y otra a la que le adjudica todas las cualidades que le desagradan, para luego relacionarse con ambas partes como si fuesen objetos o personas diferentes, la que le cae bien y la que le cae mal, aunque conscientemente sabe que son la misma. Esta escisión provoca el resto de mecanismos.

 

Las idealizaciones son un mecanismo de defensa contra objetos adversos, que se idealizan más cuanto más malos son. Esto se repite con mucha frecuencia, generando una gran confusión entre la parte idealizada y la realidad, de forma casi psicótica, siendo a veces confundida por los profesionales, lo que da lugar a diagnósticos erróneos. La intensa vulnerabilidad del yo en estas personas, detona con rapidez los mecanismos de defensa y además con una emocionalidad intensa, adquiriendo todo unas características buenas o malas, desproporcionadas.

 

Por otro lado la persona proyecta lo que odia de sí misma en la parte mala del objeto escindido, polarizándolo y derivando en una incapacidad para diferenciar entre sujeto y objeto, llevando a confusión de la identidad. Este mecanismo es causado por el miedo a la separación, la necesidad de control omnipotente, la envidia, los celos, la desconfianza y la ansiedad persecutoria.

 

Esa necesidad de omnipotencia, al igual que la devaluación, son un recurso maníaco ante afectos depresivos de vacío y autodevaluación. La omnipotencia es una fantasía de control sobre los objetos, que va ligada a la devaluación de estos. Finalmente, la monipotencia y devaluación, deriva en el uso masivo de hetero y autoagresividad.

 

Toda esta cadena de mecanismos de defensa parte de la inestabilidad yoica, las emociones negativas que amenazan con desbordarla y la necesidad de negar la realidad.

 

 

Abuso sexual infantil

 

Un gran número de personas con TLP informan de abusos y negligencias graves en la infancia, pero aunque es una amenaza para la estabilidad del ego, no se ha demostrado hasta hoy que sea causa suficiente para desarrollar el trastorno. Generalmente el abuso no es comprendido por el menor y es perpetuado por una persona de la familia o allegada. Como mecanismo de defensa ante tal agresión de la psique, esta genera una partición del yo, para que la experiencia pueda ser vivenciada como ajena, como un imposible. Generalmente la vivencia es reprimida, como lo que no puede haber sido y que es imposible de representar, lo cual produce trastornos del pensamiento.

 

Los más comunes son:

 

  • Pensamiento circunstancial.
  • Disgregación.
  • Bloqueo.

 

También hay un impacto en la atención, memoria y orientación, creándose un sentido de conciencia frágil, baja tolerancia a la angustia, además de baja tolerancia a la depresión. En consecuencia el niño no es capaz de aprovechar su potencial académico, ni de relacionarse de forma normal, iniciando lo que será una vida de fracasos personales y profesionales constantes. De entre todos los trastornos que provoca el abuso sexual infantil, destaca el TLP.

 

 

Conclusiones

 

Las experiencias traumáticas de la infancia provocan mecanismos de defensa que se perpetúan y se vuelven patológicos. Cuando la frustración, el displacer y el dolor, predominan sobre la satisfacción y el placer, la angustia persecutoria se vuelve incontrolable, activando los mecanismos de defensa masiva. Sufrir abuso sexual en la infancia, distorsiona la estructuración del aparato psíquico, siendo un factor de riesgo para el desarrollo de un TLP, cuya probabilidad aumenta cuando se suman las constantes frustraciones y agresiones.

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