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Paz y Ciencia

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Joan Garriga: Confiar en uno mismo

 

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Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza. Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es


Confiar en uno mismo consiste en saber, con mente, cuerpo y alma que algo nos es posible y nos es merecido. Sin embargo, la verdadera confianza únicamente podemos disfrutarla en su justa medida, en el equilibrado fiel de la balanza. Algunos, por ejemplo padecen déficit de confianza, y sabiendo o pudiendo más de lo que creen, se quedan cortos y cautos en sus acciones. Arriesgan poco, por debajo de lo que pueden. Entregan menos de lo que tienen y escatiman lo que atesoran. Más que humildes son cobardes y deberían reconocerse mayor grandeza. Otros, por el contrario, padecen exceso de confianza, y sabiendo o pudiendo poco sobre algo, se encaraman en lo alto de un personaje inventado, y van más allá de sus conocimientos, capacidades y límites, pasando gato por liebre, causando estropicios o dañándose a ellos mismos. Arriesgan por encima de lo que pueden y la realidad les confronta con su verdad interior y les devuelve a sus límites. Deben aprender humildad. Por tanto, la tarea consiste en saber con nitidez lo que nos es posible y merecido, matriz de la confianza.

En la vida hay momentos en los que la mayoría podemos caer en estados de confusión y verlo todo negro, en los que nos asaltan las dudas sobre si conseguiremos lo que queremos, o si somos capaces de lograr aquello que nos proponemos o llegar a ser lo que queremos ser. Nos asaltan pensamientos invalidantes del tipo: ‘no voy a ser capaz’, ‘no tengo las habilidades para conseguir lo que me proponga’ o ‘no lo merezco’ o ‘no es posible para mí’.

A veces creemos que no somos tan buenos, inteligentes y dotados para llegar a lograr nuestras metas. Esto suponiendo que estemos en un momento en el que sabemos lo que queremos. Son situaciones en las que estamos en contacto con el miedo e incluso nos quedamos paralizados, sin atrevernos a enfrentar la vida y dudamos de nosotros mismos.

Una de las causas profundas de esta desconfianza es el concepto, muy arraigado en nuestra cultura, de que las cosas están bien o están mal, de que somos buenos o malos. Es decir, dividimos el mundo entre lo correcto y lo incorrecto, y nos enjuiciamos y condenamos a nosotros mismos. No nos dejamos ser lo que somos, con todas nuestras partes y no confiamos en que nuestra manera de hacer las cosas puede ser tan válida como cualquier otra. Nos ponemos exigentes en que deberíamos ser de una manera determinada, normalmente nos exigimos ser perfectos. En que consiste esta perfección, básicamente en que no tenemos que tener partes oscuras, aquellas que nosotros consideramos como negativas. Para algunos es no ser agresivos, ni miedosos, ni lujuriosos, para otros es no ser débiles, ni frágiles; para la mayoría es ser bondosos y querer a los demás. La realidad es que tenemos miedo, nos enfadamos y nuestras pasiones y deseos nos arrastran a veces, y que hay algunas cosas con las que no podemos y otras que nos hacen sentir vulnerables ¿que hacemos con estas emociones y estas necesidades? Renegar de ellas e intentar ocultarlas, reprimirlas y negarlas, decir que ya no voy a ser así nunca más. Este es el error que cometemos, en nuestro interior sabemos que aunque las neguemos siguen estando ahí y nos sentimos incapaces y no confiamos en nosotros. Aunque sabemos que esto forma parte de nosotros y que estamos haciendo mucha fuerza para reprimir ciertas actitudes. Sabemos que no somos como el ideal de perfección que queremos ser y no confiamos en nosotros mismos. Hemos aprendido a perseguirnos, a no aceptarnos como somos. Al enajenarnos de nuestra verdadera realidad perdemos nuestros puntos de apoyo. La realidad es que somos un todo muy complejo de valores, actitudes y capacidades.

Desde la terapia Gestalt creemos que estamos formados por conjuntos de polaridades, es decir de actitudes y capacidades que aun pareciendo opuestas, conviven dentro de nosotros y cumplen funciones útiles. Yo soy agresivo y a la vez soy pasivo, yo soy amable y a la vez desagradable, yo soy tierno y a la vez frío. Cuando no queremos asumir alguna de estas cualidades y la negamos, entonces empezamos a desconfiar de nosotros mismos. Si nos aceptamos tal y como somos creyendo que estas características que tenemos nos pueden ser útiles en algún momento, y que seguramente nos pueden servir para poder adaptarnos mejor a la realidad y a los diferentes contextos, entonces es más fácil que confiemos en nosotros y en nuestra naturaleza. Si que podemos darnos cuenta que algunas de nuestras partes pueden ser perjudiciales para nosotros y para los otros en algún momento, pero eso no significa, que neguemos que existen, sino que tenemos que aprender a canalizarlas para poderlas utilizar de forma adecuada.

Es común en personas que no pueden confiar en ellas, el hecho de haber recibido mensajes muy contradictorios o negativos, especialmente durante su infancia. “Eres la peste”, “estas poseído por el diablo”, “eres un castigo divino”, “eres malo, dios te castigará”, “eres mas malo que Barrabás”. Son frases que algunos clientes de terapia han escuchado de sus padres cuando eran pequeños. ¿Qué clase de concepto de si mismos han desarrollado estos hijos? Primero, que tenían algo malo en su interior, y después, que fuera de ellos reside un poder que los juzga, que sabe cual es el bien y el mal. ¿Como pueden confiar estas personas en si mismas cuando son mayores? Lo tendrán bastante difícil. Si sus padres no confiaron en ellos, como van a poder hacerlo ellos en si mismos. Con suerte, a posteriori la vida les regalara experiencias en las que se podrán sentir validados o encuentros con personas constructivas a través de las cuales podrán cambiar sus valores interiores.

Otras veces la pérdida de confianza no tiene que ver con que a uno le hayan dicho cosas peyorativas sobre si mismo sino en que, precisamente, han recibido mensajes de excesiva e irreal valoración, del tipo eres el mejor en todo, o bien de sutil infravaloración, al impedirles sus propias experiencias o evitarles obstáculos que los podrían haber fortalecido. Por ejemplo, pueden haber sido sobreprotegidos. O quizá no les hayan dejado realizar la mayor parte de las tareas, y las han hecho por ellos, con la mejor de las voluntades, para que no tuvieran que esforzarse o para que no tuvieran que sufrir. En este caso también se puede construir una idea de uno mismo como incapaz. Frases como “no te subas….” “no corras…” “quédate aquí conmigo y no te pasara nada” “no hagas las cosas solo, me necesitas…”, “cuidado, te harás daño”, etc. son frases que hacen que la persona que las recibe construya un concepto pesimista y de incapacidad. Cuando sobreprotegemos, sin darnos cuenta, podemos señalar en el otro sus incapacidades para resolver la situación. No nos arriesgamos a que el otro pueda ver hasta donde es capaz de realizar y hasta donde no, para aprender tanto de los éxitos como de los fracasos. De hecho, ante los fracasos, muchos niños suelen intentarlo una y otra vez hasta que lo consiguen. Para aprender se necesita experimentar, para confiar hay que saber enfrentar tanto el éxito como el fracaso y saber manejar las situaciones de ganancia tanto como las de perdida, pues de ambas la vida nos proveerá.

Dejar que metan peligrosamente los dedos en el enchufe para saber que es una descarga eléctrica pero si es necesario permitir que resuelvan dificultades de su tamaño. Imaginemos un adolescente que nos se arriesga en sus relaciones para no recibir calabazas o quebraderos de cabeza. Lo mejor seria entregarlo a sus cuitas sin interferir. Por otro lado lo que ayuda a un niño es sentirse mirado como intrínsecamente bueno y bello tal como es, y así puede sentir que merece. Todo sin olvidar los limites tan necesarios que le permiten canalizar la verdadera fuerza y el instinto, y que una cierta disciplina es necesaria para poder expresar o contener una actitud que pueda se difícil o dañina.

Quizá la mejor educación en la confianza es la que nos confronta con problemas para que a través de la experiencia sintamos que algo es posible y merecido para nosotros, experiencias que nos enseñen la medida de los que somos capaces. Al final, la confianza va más allá de uno mismo, y la confianza en uno mismo sólo es la expresión de una confianza mayor y más abarcativa: la de que la vida tal como es, es buena, y que la guía una inteligencia más grande, aunque no siempre comprendamos sus tramas ni su lógica, especialmente cuando se manifiesta a través de lo desdichado. Una historia narra las peripecias de su protagonista que, al morir, se encuentra ante Dios, el cual le propone repasar toda su vida para decidir si tiene que ir al infierno o al cielo. Juntos repasan toda la vida y Dios encuentra que ha estado muy bien y que merece el cielo. Pero el protagonista le pregunta a Dios: – Disculpa que te plantee cierta duda. Mientras hacíamos el repaso de mi vida pude ver como caminabas a mi lado y te lo agradezco, siempre cuatro huellas en el camino, pero justo en los momentos más difíciles sólo había dos huellas, ¿Por qué me abandonaste en los peores momentos? A lo que Dios contesta: – Hombre de poca fe. Jamás te abandoné. Pero en los momentos más duros y tormentosos de tu vida te llevé en mis brazos, por eso sólo se veían dos huellas, las mías.

Confiar en uno mismo resulta por tanto un síntoma de confianza en la vida y en la naturaleza de las cosas tal como son.


CONFIANZA

Consejos prácticos

LA VIDA TIENDE A AUTORREGULARSE: En una semilla ya está todo el proyecto de árbol en que se va a convertir y se desarrollará, si se dan las condiciones necesarias. Este concepto de autorregulación de los organismos es muy importante en la terapia Gestalt. Se confía en una sabiduría propia de la naturaleza y de la realidad que siempre llega a un lugar bueno si no es interferida por nuestras pequeñas y humanas voluntades, o sea, por la tiranía del ego. Tener una visión más global de nuestra existencia y nuestra vida puede ayudarnos a tener más confianza, y si nos quedamos únicamente atrapados en los momentos difíciles no vamos a ver la globalidad.

EXISTEN DISTINOS ESTILOS EN LAS PERSONAS: Existen personas que tienen la referencia del valor dentro de ellas, o sea, ellas son la medida de ellas mismas, ellas son sus jueces y sus dirigentes, se fían de sí mismos, no necesitan el referente externo. Otros la tienen afuera y esperan de los demás la valoración o el juicio que les inyecte la confianza. En verdad son distintos estilos de carácter o tendencias de personalidad, esto no quiere decir que uno sea mejor que el otro.

PARA TENER CONFIANZA ES NECESARIO EL DIÁLOGO: Para encontrar la medida justa de la confianza necesitamos el diálogo que junta y enfrenta lo que nosotros vemos y pensamos, con lo que los demás ven y piensan. La confianza se asienta en el diálogo, huye del monólogo. Dictadores, mandamases, mandarines de distinto pelaje, sobresalen como gente con gran confianza en sí misma. Pero no resisten el diálogo que les puede cuestionar su frágil y engreída estructura. La verdadera confianza incluye al otro, lo toma en consideración.

SÉ CONSCIENTE DE TI MISMO: Para poder confiar es necesaria una conciencia clara de uno mismo. La desarrollamos cuando superamos la pereza de mirarnos y podemos reconocer y distinguir en nosotros lo que sí tenemos y nos corresponde y lo que no tenemos y no nos corresponde, lo que sí somos y lo que no somos. Por ejemplo es absurdo tener confianza en ganar una competición de natación cuando apenas sabemos nadar. Esto sería manía, algo iluso, más que confianza. Pero también es tonto pretender que uno es un nadador mediano cuando acaba de ganar la medalla olímpica.

TEN EL CORAJE DE ARRIESGAR: La confianza se asienta en la capacidad de tener coraje, es decir, tener la valentía de dar lo que si tenemos, de arriesgarnos en esta dirección: podemos competir si realmente somos buenos nadadores. De hecho no sólo podemos, incluso debemos. Lo que la vida nos da, nuestros dones y talentos, nos los da para que los entreguemos. La vida nos obliga a dar lo que tenemos, a entregar lo que somos. ¿Podemos imaginar a Dalí o Picasso sin crear y pintar? La vida les dio el talento o el genio y ellos quedan obligados a cultivarlo y entregarlo. La confianza necesita de la valentía de ponerse a prueba, de evidenciarse, de entregarse y estar disponible, permitiendo que los demás nos devuelvan también la medida de cómo somos percibidos y recibidos.

SER AUTÉNTICO AYUDA: La confianza se asienta en la autenticidad que nos hace ser honestos en lugar de pretenciosos, y no pasar de contrabando un buen vestido en una mala percha, y reconocer nuestros límites. ¿Podemos imaginar a Dalí tratando de ser campeón de waterpolo? La confianza, cuando es de barro, se asienta en la pretensión de que nuestro personaje capitanea el barco en lugar de nuestra verdadera identidad.

EDUCA A TUS HIJOS EN CONFIANZA: En origen la confianza viene de afuera. Gota a gota la confianza se asienta en nosotros mismos a través de la valoración, el aprecio y la ecuanimidad de los demás. Por eso es importante que los Padres sean justos y ecuánimes, que no creen falsas expectativas, que no hagan sentir a sus hijos que son los mejores en todo ni tampoco los peores en todo, que no los llenen de tareas imposibles, que los confronten con sus destrezas y méritos, que los expongan a los obstáculos y problemas para que puedan sentir lo que pueden y merecen, que los inciten a los aprendizajes y las tareas para el logro de las cosas. Es adecuado también que los Padres muestren a sus hijos los límites, que los confronten con amor y claridad.

A VECES ASOCIAMOS EL ÉXITO CON LA CONFIANZA: La confianza se asocia al éxito y muchos persiguen el éxito, tenga que ver o no con la expresión de sí mismos. Pero se puede tener éxito con y sin confianza. Me parece que la confianza se expresa en algo tan esencial como “hacer lo que hay que hacer” y “dar lo que hay que dar” y “recibir lo que hay que recibir”, según la expresión de Prajnanpad, un conocido sabio hindú. El éxito, por tanto no es lo importante, sino sólo la consecuencia de hacer lo que hay que hacer. Uno hace lo que tiene que hacer ni más ni menos. Y además lo hace de una manera inevitable. A menudo la consecuencia de hacer lo que hay que hacer es el éxito en algún campo, en ser madre por ejemplo, o carpintero o jardinero, o músico o actor o cineasta, etc. Pero el mayor éxito de todos siempre es el de haber sido un ser humano que fue significativo para los demás.

Joan Garriga
Agosto 2007

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